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lunes, 4 de octubre de 2010

SUICIDIO Y VIDA

SUICIDIO  Y  VIDA   
                        Agustín Jimeno Valdés 
            1. Salud y Utopia para el año 2000.[1]
  
            Uno de los dichos más predicados al unísono de la Organización Mundial de la Salud es: Salud para todos para el año 2000, y bajo la eficaz fama conseguida tras la extirpación del virus de la viruela y el próximo a extinguir - el de la poliomielitis - parece prometernos salud y felicidad eterna, como los antiguos credos religiosos, si seguimos sus instrucciones:
            Cuide el colesterol y abstengasé de grasas animales.
            Atención a los azucares no le dé a Vd. la diabetes.
            Por supuesto no beba ni fume absolutamente, esos vicios tan nefandos, sobre todo el segundo y cuya extinción  se proclama y defiende como cruzada en este mundo en el cual supuestas personas siguen matándose institucionalmente unas a otras.
            Hágase el chequeo anual para el cáncer de próstata, de pecho, de pulmón.
Sexo seguro con el preservativo siempre....
            Este es el metamensaje incólume que penetra en los oídos y en las ingenuas mentes de ciudadanos mientras que a la vez  tanto más se sumen nuestros pacientes en la más negra desesperación al comprobar que el dolor no es extinguible siempre, que la angustia acompaña tantos momentos de la vida  y a veces difícilmente nos abandona y que al fin y al cabo la muerte afecta al cien por cien de todos nosotros. Y quien padece unos y otros defectos y avatares insolubles, sufre en rabia su fustración, y culpa, como le han enseñado, a la sociedad las deletéreas consecuencias de sus actos y costumbres ( ejemplo la reciente la agresión de un enfermo terminal de Sida a una enfermera del Hospital clínico) y además se convierte en sí mismo en asocial al ser sustituidos las más de las veces los arcaicos sentimientos de compasión, misericordia y amor al prójimo, por los impersonales de "solidaridad social" que una vez pagados los enormes impuestos que la vehiculan, irresponsabiliza evidentemente al ciudadano  para cualquier otra ayuda exigiendo del estado de bienestar, la consecución de la salud total e igualitaria.

            No es extraño por ello que los sistemas sanitarios públicos se colapsen ante una demanda ilimitada de servicios; que los médicos fatigados y desprestigiados y aún deshumanizados a veces bajo el peso impersonal de la estructura, muestren desaliento y malhumor (reacuérdese otra noticia de los últimos días ) y parezcan no escuchar o informar  suficientemente a sus pacientes.

            Medicina y salud además como bienes de consumo son exigidos acuciantemente por los ciudadanos y controlados rigurosamente por las asociaciones comunales, de consumidores,  o de pagadores o de justiciantes que afectivamente se siguen rigiendo por los metamensajes de la utopia salutifera.



            2. La ley del péndulo.

            ! Pero, qué está Vd. diciendo ! podría cualquier lector increparme, y más si conoce mi condición de médico y profesor de psiquiatría: " ¿ Desprecia acaso, los avances del saber científico, los derechos de los consumidores y usuarios frente a los privilegios de clase y la obligación constitucional de proveer el Estado a las necesidades de todos y todo ? ¿ Acaso pretende volver a un sistema de beneficencia pública  legitimada por la caridad en vez de por la justicia ? Y ¿ acaso  la medicina no está en condiciones de  evitar el sufrimiento y el dolor y reparar casi, cualesquiera problema ? "

            No. Naturalmente que nosotros solo evidenciamos la exageración pendular, la ingenuidad irresponsable y la puerilización general de la existencia olvidada de motivos y finalidades que no sean el disfrute del "estar bien" y falta de las compensaciones necesarias y trascendentes que fueron creadas a lo largo de los siglos en nuestra cultura humanística.
            Porque ni  la OMS, ni cualquier estado, puede garantizar la salud, si no meramente la prevención y asistencia médica; porque la angustia connatural a la existencia humana derivada de la conciencia de la muerte, no puede disfrazarse de hedonismo y tempestad  de  movimientos y sobre todo, y ello es lo peor, porque los intentos de racionalizar científicamente las conductas y cuidados, producen un peligroso alejamiento respecto lo instintivo y animal - donde reposa la sabiduría de la naturaleza a adquirida en millones de años - y de lo tradicional cultural, reposo también de la cultura de milenios.
            Si no vean ustedes para empezar la propia inconsistencia e inseguridad de la "ciencia oficial". Hasta hace unos años se estimulaban los baños de sol; hoy día están en entredicho. Hasta hace poco las grasas nefastas y el pescado azul tenían la culpa de la arterioesclerosis, hoy es la sal y la falta de aceite de oliva ( afortunadamente para nuestros pescadores y  para los cosecheros del sur. El aerobic y el jogging ya se han cargado a más de uno, sobre todo en la madurez que corre tras la eterna juventud y desde luego las taimadas nuevas infecciones han vuelto a tabuizar el sexo, y los accidentes en los que mueren más que en todas las guerras presentes, la delicia del automóvil, y el disfrute sin pausa del fin de semana  "extático" acaba en los servicios de urgencia de de psiquiatría.
             Una cultura que oculta la enfermedad incurable y la muerte, que disfraza y no sublima el dolor, y que vacía de contenido humano el esfuerzo, la responsabilidad y el sufrimiento sea o no merecido, está destruyéndose a sí misma marginando al sufriente, bagatelizando la existencia y culpando al débil meramente por serlo. ( Véase sentencia sobre víctima del tocomocho culpable de "estúpido error".- Otros podrán ser culpables de estúpida debilidad muscular, de estúpida puntería, y de estúpida-puerta-de-casa de madera apalancable.....)
            Pero tampoco es posible seguir las voces de supuestas vanguardias en las que se denosta a los medicamentos, o se declara al hospital como el lugar más peligroso del mundo.
            Es evidente que la propia medicina está ya reaccionando vigorosamente contra la "deshumanización" y vemos multiplicarse los congresos de bioética y los cursos de asistencia al enfermo terminal y el combate generoso del dolor físico y moral.

            3. Suicidio y vida.[2]

            Mas todo lo dicho quedaría en  bagatela, o a lo más en problema económico, sino tuviera una repercusión en una patología grave y cada vez más frecuente: El suicidio.
             No es momento adecuado para escribir aquí sobre datos ni sobre doctrina, y se sabe mucho sobre la cuestión, si no solamente subrayar su enorme aumento sobre todo entre adolescentes y jóvenes y en jubilados y parados y subrayar también la posibilidad clara y real de su prevención  y tratamiento. Es encomiable por ello el plan en marcha que las autoridades en esta cuestión están preparando y ellas sin duda nos irán informando sobre su realización.
            Mis advertencias en estas líneas van por otro lado.
            Nadie espere que por el camino de la detección precoz, la ayuda inmediata, y el tratamiento psiquiátrico pertinente, pueda de forma importante reducirse tan detestable y angustioso problema. Un modesto 10 por ciento de reducción de las tasa de suicidio consumado para el año 2000 es ya un ambicioso propósito. Nadie espere que disminuya por este camino la angustia del fracaso ante expectativas, quizás desmedidas, o el desamor y la envidia como prioritario mal nacional, o la soledad y el infortunio, o la enfermedad invalidante y dolorosa, o por último el vacio de una existencia ordenada por imperativos de la moda social hacia la riqueza y al consumo, factores sociales que también propician la inestabilidad de los afectos, las costumbres y los valores.
            El estado de bienestar llegará a la fuerza o ha llegado ya, a sus límites y ante las inmensas posibilidades técnicas habremos de acostumbrarnos a comprar ( esta es la palabra exacta ) el o los seguros que llegaran a tales o cuales prestaciones proporcionales sencillamente al precio pagado por los mismos. No tiene porqué haber lugar al engaño: La vida del hombre serán ciento veinte años, había dicho ya la Biblia. Más allá de los limites pactados y descritos en la letra pequeña de los contratos de prestaciones de los seguros, habrán de ser los recursos ilimitados del espíritu y de la cultura nuestros aliados. Ello ha de comenzar por la renuncia a utopías  imposibles para dar lugar al desarrollo individual y responsable de las satisfacciones y alegrías de la vida en el cultivo de la persona en las artes, sobre todo tradicionales, en el saber, en el conocer, en el disfrute de la naturaleza y el respeto hacia la misma; en suma transformado las ansias de poder y tener en el valor humanístico del saber y del sentir:  Y todo ello bajo la presencia innegable del espectro de la muerte cierta y del hecho incuestionable de entender la vida como la administración de un tesoro de años y de bienes limitados pero no por ello menos tangibles y valorables. Ahí nunca podrá la persona estar fustrada y esta es la mejor prevención del suicidio, y la mejor promoción de la salud, pues el mundo está siempre abierto a la reflexión y disfrute del espíritu. Es en suma el cultivo de lo humano, el humanismo, bajo la égida del conocimiento - la ciencia la natural,- lo único que padrá traer atisbos de paz al inquieto corazón humano preso entre las necesidades de la pasión, y las racionalidades de la cabeza.
Mas me refiero, repito, a un espíritu dentro de los límites de la razón; es decir lejano de las utopías imposibles también de la eternidad  y la infinitud, que fueron y son  propaladas en tantas o todas las creencias tradicionales. Creencias que como comprueba la historia milenaria y la historia actual, no trajeron la paz sino guerras y destrucciones puesto que la utopia de lo infinito y de lo eterno justificaban, parecia, cualquier desman en el presente.


4. Algunas proposiciones  concretas para la implementación del objetivo:
 "prevención del suicidio" [3]                

           
1.      La prevención primaria del suicidio corresponde a las instancias sociales creenciales, educativas y legislativas promoviendo en toda la cultura y en las costumbres la confianza en la vida, la  sana alegría  de vivir y prohibiendo o al menos no apoyando  ninguno los temas que lo contravengan por ejemplo en el cine, en la televisión, o en los premios literarios sufragados con medios públicos. Corresponde pues su implementación a los ministerios del interior, de cultura, de educación y quizás también de fomento. Por lo tanto todas estas actividades deberían a los efectos de dicha prevención primaria ser supervisadas por psiquiatras expertos en psiquiatría comunitaria.

2. La prevención secundaria del suicidio se basa en la accesibilidad de los servicios; en la calidad de los mismos; en la información al ciudadano sobre dichas posibilidades y el apoyo a programas específicos siendo de los más eficaces  la ayuda telefónica inmediata y continuamente disponible, como existe en otras cuestiones sanitarias o sociales. Por lo tanto en este caso apoyando también al teléfono de la esperanza, dorado o similares. Su desarrollo corresponde a las gerencias y organismos directivos de los servicios sanitarios y sociales.

3. La prevención terciaria consiste básicamente en el tratamiento adecuado de los casos accesibles y en la evitación de las recaídas. Ello, respecto la unidad de agudos obviamente se realiza ya, pudiendo sin embargo mejorarse mediante estandarización de la recogida de datos e información básica al paciente y la familia. Evidentemente todo ello deberá ser adecuadamente valorado, reconocido y recogido en el desarrollo de los objetivos de años futuros y contando con los medios adecuados entre los cuales sugeriría la implementación de un teléfono ordinario en el despacho de consulta del Dr. Jimeno lo cual  ha sido solicitado anualmente en los últimos 6 o siete años. ( Es frecuente que enfermos dados de alta vuelvan a llamar en los días siguientes al médico que les atendió durante su hospitalización. La carencia de teléfono en el despacho impide la adecuada intimidad necesaria para esta posible tarea de prevención.)



 

[1] Publico la presente reflexión escrita el año 2000, como comentario de fondo a la ley recientemente entrada en vigor sobre el tabaco.
[2] En el año 2000 la Junta de Castilla y León  realizó encomiables programas de prevención bajo los informes de expertos entre los que me encontraba. Lamentablemente estos planes no se llevaron a la práctica.
[3] Escrito, como proposición de objetivos,  presentado a  petición de la dirección del Hospital Clinico de Valladolid

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