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lunes, 4 de octubre de 2010

Consideraciones antropológico-evolutivas sobre el suicidio



 Consideraciones antropológico-evolutivas sobre el suicidio.
Lección impartida el 8 de Noviembre de 2007 en el Colegio de Médicos de Valladolid y correspondiente al curso dirigido por la Dra. Mª Teresa Cañas, titulado: “El Suicidio, esa conducta específicamente humana”

Agustín Jimeno Valdés.
Profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de Valladolid.
Advertencia preliminar: El titulo inicial de esta lección según me fue encargado por la Drª M.T. Cañas a quien tanto agradezco su invitación como sus afectuosas palabras de presentación, fue: Aspectos éticos del suicidio. Dado, sin embargo el, respeto y aun temor que me produce el concepto de Ética y la orientación que pensaba dar a mi intervención, solicité su sustitución por el actual. Antropología debe entenderse en un doble sentido: Por una parte la antropología evolutiva en cuanto al estudio de la evolución biológica y posteriormente cultural del hombre, pero también en el sentido de la evolución de los contenidos, conceptos y valores de la propia ciencia de la antropología, especialmente en los últimos años.

Introducción.
Siendo yo todavía un adolescente precoz cayó en mis manos un tomito de pensamientos de Napoleón donde con gran sobresalto leí una pregunta:¿Es lícito al hombre suicidarse?  (1) La respuesta era para mi entonces muy clara y la pregunta en sí impía y desafortunada, pues nuestra vida “no es nuestra si no don divino, que se nos otorga gratuitamente a manera de cheque en blanco, que hemos de cubrir con  nuestras obras”. Otra segunda pregunta grave rozó continuamente  también mi práctica como psiquiatra.: El suicidio como conducta que se opone a la vida ¿No ha de ser siempre conducta patológica, puesto que la vida y el sentido de la vida es la adaptación, la supervivencia, y el esfuerzo por superar o al menos aguantar todos los avatares y sufrimientos de la biografía...?   
Mas quizás estas dos  preguntas, que son en el fondo la misma,  abrieron la reflexión sobre los límites de la libertad humana, sobre los fundamentos – o legitimación – de la moralidad y la juridicidad (legalidad), señalando la transición entre la concepción paternalista  y dependiente de la persona humana, hacia la concepción de la misma como ente autónomo precisamente por su propia capacidad de conocimiento y decisión. Así creo que en el actual momento histórico estamos ante una situación de transición entre ambas posiciones sin que se haya completado todavía totalmente esta emancipación  última de la persona, respecto sus mentores sociales.
Por ello mismo encontramos en nuestra propia cultura y tradición muy diversas posiciones: El suicidio obligado ante la muerte del jefe como exigía la relación de “devotio” en las tribus ibéricas; el suicidio por la pérdida del honor  y al que obligaba el ethos romano, (al igual que al Samurai japonés) repetido en el gesto de Hitler enviando su pistola al mariscal Rommel derrotado en las arenas del desierto del norte de África, posición  que se vislumbraba también en el honor caballeresco de nuestro teatro del siglo de oro aunque aquí era ya sustituido las más de las veces por el asesinato más o menos ritual del o la culpable. Un factor funesto que seguramente sigue incidiendo en esta tragedia de nuestros días denominada violencia doméstica. O el suicidio de aquellos que en la iglesia primitiva apremiados por la vocación de mártires se arrojaban a los leones del circo, o proclamaban a gritos su fe castigada en las diversas persecuciones del Estado Romano  con la muerte. O el suicidio extendido  de la conducta del depresivo grave que  por el asesinato propio y de su familia   intenta evitar los males y sufrimientos augurados y esperados; o el suicidio altruista ofrecido, en situación catastrófica,  por salvar y ayudar a otras personas sean o no consanguíneos, o bien suicidio  en pro de la “causa” como tan frecuentemente se vio y se ve en las guerras, sea el kamikaze nipón o el kamikaze islamista.
O por supuesto el suicidio  asistido, y asistido médicamente,  que demanda, nos parece,  actualmente nuestra sociedad. Este problema, creo, es el más importante que yo debería  afrontar en esta reflexión y así este problema estará siempre presente bajo los demás detalles de esta digresión, que me parecen, sin embargo, importantes para iluminar ésta cuestión del Suicidio Médicamente Asistido.
Pues el estudio del suicidio coloca en el punto central de mira la concepción o ideología del hombre sobre el propio hombre, y esto es la antropología. Antropología como ciencia del hombre, como reza mi titulo y como tal ciencia, centrada en lo que el hombre “es” según puede ser entendido desde el camino por el que llegó a ser, que es el camino de la evolución biológica,  que fue más tarde evolución histórico cultural, pero también centrada en lo que el hombre “debe ser” según las exigencias que el hombre se impone a sí mismo.
Así las páginas que siguen son reflexiones sobre el tema, muy especialmente sobre las diversas fuentes y actitudes que conducen a diversos juicios sobre la moralidad, legitimidad, y  legalidad de las diversas formas de suicidio, bajo el antedicho tema principal, continuando por una reflexión también sobre el cómo y del porque de estas mismas diversas actitudes y de su sentido dentro del estudio del propio pensamiento y  razón, “la razón vital de Ortega”, como funciones al servicio de y para la vida y que no surgieron como instrumentos lógico-analíticos para el descubrimiento de la verdad o “verdades del ser”. Una actitud en apariencia humilde pero que a mi parecer es la única que permite una aproximación realista a todas las cuestiones y sobre todo a una tan delicada y compleja como aquella a la que ahora nos enfrentamos.
Advierto que se trata de meras reflexiones personales desde mi experiencia de médico, asistida por una constante preocupación humanística, pues  humanístico es lo antropológico en el marco de una cultura, pero en manera alguna un estudio ni sistemático ni erudito, Reflexiones, pues las presentes, que ofrezco para su posible integración en estudios más completos, sobre todo aquellos que vayan a ser fundamento de los exigibles cambios legislativos que se avecinan sobre la cuestión, la cuestión sobre todo, del suicidio médicamente asistido, mal llamado eutanasia.
Así pues me detendré en los siguientes aspectos;

1. Breve recuerdo del enjuiciamiento del suicidio  en nuestra cultura tradicional cristiana.
2. Transición desde los fundamentos  cristianos a la doctrina de los derechos humanos en el estado democrático.
3. Búsqueda de   las fuerzas evolutivas y de los fundamentos de legitimación de estos cambios desde una antropología científico natural.
4. Consecuencias posibles en nuestra actual situación histórica y en concreto respecto el Suicidio Médicamente asistido. (S.M.S.)
5. Una metarreflexión y final.

1. Breve recuerdo del enjuiciamiento del suicidio  en nuestra cultura tradicional cristiana.
La moral cristiana después de los debates suscitados por el fervor fanático de quienes buscaban el suicidio como mártires en las persecuciones del Estado Romano, afianzó la doctrina de la dependencia de la persona del orden divino, y por lo tanto de la no disponibilidad autónoma de la persona y por lo tanto de propia vida,  que habría de quedar exclusivamente en manos   de los designios de Dios y  de sus representantes en la tierra.  El compromiso entre el abandonismo a la pura fe que cristalizó en las reformas protestantes, y la obligada cooperación de la obra humana,  según la ortodoxia vaticana,  en el negocio de la salvación, marcó durante varios siglos un debate centrado en estas  dos posiciones básicas:
La dependencia paternalista – (hombre hijo de Dios dependiente  de quienes le representan en la tierra; es decir, la organización eclesial jerárquica) o bien:
La persona humana como ente autónomo; es decir, libre para determinar su conducta que sufrirá desde luego las inevitables consecuencias derivadas de la naturaleza del mundo y de las cosas.  Una posición, pues que enaltece la responsabilidad humana pero que permite asimismo la evolución histórico-cultural también en el aspecto normativo.
No obstante la misma posición ortodoxa tradicional que tantos años defendieron sobre todo los estados latinos del sur de Europa y muy especialmente España, permitía una gran flexibilidad  respecto el tema que nos ocupa y ello tanto desde el fundamento de la doctrina como desde la casuística.
Una conducta, por ejemplo, la actuación en un parto difícil en el que se debate la alternativa entre la vida de la madre o la del niño, o la sedación de un enfermo terminal, permite diferenciar una consecuencia directa y otra indirecta de la acción o,  como hoy se dice, actuación. La sedación va dirigida a paliar el sufrimiento del enfermo; es la consecuencia directa; no obstante la misma acción acorta la vida del paciente; seria la consecuencia indirecta. Esta doctrina muestra como ejemplo la consuetudinaria adaptación de la doctrina a las perentorias necesidades   de la praxis, colocando en el espacio puramente mental de las intenciones, los diferentes tipos de consecuencias, Pues en estricta descripción física de los hechos, evidentemente tan directa es la sedación y analgesia, como la precipitación de la muerte. Por cierto que la novela naturalista francés del siglo XIX se recreó muchas veces en estas situaciones médicas limite en vistas a su pertinencia y moralidad ante el código deontológico hipocrático que parecía en estos casos inadecuado. Recuerdo entre otros nombres a Mauricio Barrés.
El suicidio como tal, sin embargo, era duramente penado, no permitiéndose ni siquiera el entierro del cuerpo del suicida  en  el Campo Santo. Una norma que por el mismo procedimiento mental podría haber sido paliada ya entonces  bajo una actitud compasiva y comprensiva bajo la aceptación de múltiples posibles suposiciones que enajenaran la culpabilidad del sujeto, como enfermedad mental, etc. Esto fue sucediendo en España y dentro de la Iglesia Católica  a partir de mediados del siglo XX al menos. Mas tarde efectivamente y bajo  esta   “actitud compasiva”, aunque sin decaer en la doctrina básica, se acepta por ejemplo el entierro en Campo Santo Católico bajo la suposición de que en el último momento el culpable pudo arrepentirse de su  pecado de suicidio.
Citaré alguna otra suavización casuística de la teoría respecto la praxis: Me refiero a las conductas de riesgo inmotivadas o solo motivadas por emulación deportiva o desafío personal, o bien por la costumbre. Entre otras aparece aquí la fiesta de toros  que tantas veces intentó sin éxito prohibir la iglesia. Desde siempre, según mi conocimiento, pero más ante los avances de la medicina, la doctrina católica admitía, que no era obligatorio ante la enfermedad, la aplicación de métodos extraordinarios de “tratamiento”; es decir, admitía como bueno moralmente la negación de un tratamiento extraordinario, en el cual podía incluirse toda actividad terapéutica médica.
 El reglamento jurídico por otra parte y siguiendo en éste y otros tantos casos las doctrinas católicas, también declaraba delito el suicidio, que se perseguía o al menos se investigaba judicialmente siempre, si bien la mayor parte de las veces, por lo menos en mi experiencia de psiquiatra en los años del siglo pasado, la investigación conducía casi  siempre a un sobreseimiento del caso. Posterior y actualmente la obligación de dar parte judicial de todo suicidio o su intento, tiene sobre todo por objeto excluir la participación culpable de otros en la comisión de la muerte o del atentado descartando así que pudiera haberse tratado de un homicidio. Como en la praxis eclesiástica la mayor parte de las veces y sin muchos trámites, se aceptaba como excusa despenalizadora la posible enajenación del sujeto  No he encontrado la fecha en que comenzó su despenalización formal. Como es sabido en el código actual se penaliza solamente la ayuda o asistencia al suicidio reglamentado  de la siguiente forma en el articulo 143.4  “El que causare o cooperara con actos  necesarios y directos    a la muerte de otro por petición expresa seria e inequívoca de éste en caso de que la victima sufriera una enfermedad grave que condujere necesariamente a la muerte o que produjera padecimientos permanentes y difíciles de soportar será castigado.....”
Como dice Albert Royes i Qui   (2)   ésta formulación es una buena definición del suicidio asistido médicamente o S.A.M, que nos ocupa y ocupará y con esta intención parece haber sido redactado el citado articulo del código penal vigente.

A través del llamado testamento vital implantado en algunas comunidades  podemos dar por aceptado socialmente y regulado legislativamente la posibilidad de negación en primer lugar de medios extraordinarios de tratamiento (como quimioterapias y operaciones quirúrgicas)  considerándose tan solo los tratamientos paliativos; mas en el paso posterior se va incluyendo  y aceptando la supresión de todo cuidado paliativo; es decir, la desconexión por ejemplo del necesario respirador. Es una praxis que se aplica en todas partes sobre todo en las UVI pero carente aun de legislación universal y clara por lo que los médicos, como han mostrado sucesos recientes actúan en clara situación de inseguridad y riesgo jurídico.
            De todas estas consideraciones extraemos la conclusión siguiente:
Las normas sociales morales, tanto religiosas como meramente sociales,   a lo largo de la evolución histórico-cultural van demandando exigencias cada vez más liberalizadores respecto el suicidio, lo que obliga  a que las legislaciones con  el retraso explicable y necesario, pero a la vez de forma inexorable, vayan cambiando y adaptándose a aquellas.
¿Cual es el fundamento y legitimación de estos cambios? La respuesta titula el apartado siguiente:

2. Transición desde los fundamentos  cristianos a la doctrina de los derechos humanos en el estado democrático.
Desde un punto de vista histórico parece  que la actual base universal consensuada de los Derechos Humanos al menos a través de la ONU,  derivaría del propio cristianismo que constituyó la base de la civilización europea occidental. Así lo entendieron algunos  padres del proyecto de Constitución Europea que en la misma quisieron citar explícitamente el cristianismo.  Mas éste en su praxis histórica, evidentemente, no había seguido muy de cerca las exigencias de su fundador. Ni se comprendió al samaritano ni se perdonó   a ningún  disidente, predominando frente al irenismo (“no saben lo que hacen” ) el Compelere intrare; es decir obligalé a entrar ( en la verdadera religión) y así la vida que solo pertenecía a Dios  fue administrada por los hombres que así asumían su infalible representación. En una versión más suave del problema  la ortodoxia se trocó al fin, como muestra nuestro teatro clásico, en  el honor ( “que es patrimonio del alma, y el alma solo es de Dios” en El Alcalde de Zalamea de Calderón )  practicándose, sin embargo bajo esta misma fundamentación y  así durante siglos el ajusticiamiento del disidente y de quien atentaba contra el honor  tanto en la praxis como en las creencias.
Por eso nos inclinamos más bien a aceptar la tesis de Habermas (máximo representante actual de la Escuela de Sociología de Frankurt y galardonado con el premio Príncipe de Asturias) ) que la de Ratzinger   y que respectivamente defendieron en una famosa polémica pública que se celebró en La Academia Católica de Baviera de Munich el 19 de Enero de 2004 con el título de Las bases morales prepolíticas del Estado liberal. En su larga y compleja argumentación acaba Habermas defendiendo la legitimidad de la autonomía del Estado Democrático Liberal sin necesidad de fundamentarse en una tradición o doctrina religiosa (cristiana en nuestro caso). El asunto no es baladí pues por definición los actuales estados democráticos han de ser laicos,  abiertos y pluriculturales  también en lo religioso, por lo que han de buscar los fundamentos de su legitimidad fuera de estos ámbitos religiosos históricos. Creo necesario citar textualmente un párrafo de Habermas:
“El liberalismo político (que yo defiendo en la forma especial de un republicanismo kantiano) se entiende como una justificación no religiosa y postmetafísica de los fundamentos normativos del Estado Constitucional Democrático. Esta teoría se mueve en la tradición del derecho racional, que renuncia a las fuertes presuposiciones tanto cosmológicas como relativas a la historia de la salvación, que caracterizaban a las doctrinas clásicas y religiosas del derecho natural. La historia de la teología cristiana en la Edad Media, y en especial la Escolástica española tardía, pertenecen, naturalmente, a la genealogía de los derechos del hombre, pero los fundamentos legitimadores de un poder estatal neutral en lo concerniente a cosmovisión proceden finalmente de las fuentes profanas que representa la filosofía del siglo XVII y del siglo XVIII”. (Se trata de la Filosofía Francesa de la Ilustración, los enciclopedistas sobre todo,  lo que no dice el buen germano de Habermas. Efectivamente, aunque en parte olvidado, fue Francia la gran educadora del mundo Moderno. )
                                             
Por lo tanto la aparición de los derechos humanos proclamados por vez primera por la Revolución Francesa (que desde luego en sus primeros tiempos tampoco los aplicó)  suponen un cambio innovador radical y no una mera transición. Se trataría pues de la sustancial mutación de un meme cultural (un concepto de la sociobiologia)  y por ello mismo, argumenta Habermas, los derechos humanos no derivan, si no que más bien contravienen la herencia cristiana. Ello, como todo, no deja de ser discutible, pues en buena ortodoxia cristiana bien puede entenderse que precisamente la posibilidad del pecado es consecuencia de la libertad de la persona, y esta libertad y autonomía es la que conduce al propio cambio de los criterios legitimadores morales y desde ellos a  los legales, aunque desde luego, debemos recordar que todas estas tesis del llamado Modernismo fueron condenadas en el Concilio Vaticano I, que además cometió la  innecesaria petición de principio de considerarse a sí mismo y al papa infalible, lo cual en la praxis solo puede significar  “autoridad indiscutible”.
 La ideología liberal, también llamada liberal-burguesa sin duda, elaboró y condujo de forma más precisa estos conceptos colocando en lugar preeminente al individuo y su libertad responsable, diferenciándose así de las otras dos grandes posturas sociopolíticas: El socialismo o su socialdemocracia que antepone el grupo al individuo y las posiciones conservadoras que se acercan más o menos a los antiguos regimenes.    Así y de todas formas, creo yo,   y desde  un punto de vista de evolución histórico-cultural, los derechos humanos serian hijos, aunque fueran hijos descarriados, de la herencia cristiana.
Me estoy refiriendo, téngase presente, al derecho al suicidio, y por lo tanto de su legitimidad no solo legal si no también moral (en la moral laica)  ¿Sin cortapisas y en cualquier circunstancia a partir del deseo e intención del sujeto que lo ejecuta?  Ya lo veremos.
En el ámbito de los Derechos Humanos aceptados en las democracias occidentales en todo caso, es evidente y aceptado como consenso de base, que la libertad de cada persona llega hasta donde comienza la libertad de los demás, luego de aquí parece deducirse el derecho al suicidio. La  aceptación de este derecho, sin embargo, promueve inmediatamente, entre otras graves cuestiones, el deber  a satisfacer este derecho, bien por parte de los convivientes o bien por parte del Estado, y así dicho, este derecho parece no habría de sufrir cortapisa alguna por lo que la ayuda al suicidio no habría de constituir delito si no todo lo contrario: la satisfacción de un deber de asistencia. Estas frases en toda su rotundidad  nos producen sin duda un rechazo visceral y desde luego no están aceptadas en ningún código ni en ningún estado por lo que cabe preguntar porqué.
En mi opinión ello solamente puede explicarse porque implícitamente este supuesto derecho humano estaría  limitado por cuatro importantes consideraciones:
a) El Suicidio  nacería siempre  de un impulso patológico y por lo tanto no puede aceptarse que provenga de la voluntad libre de la persona.
b) No existiría un derecho al suicidio puesto que el suicidio dañaría siempre la libertad de otras personas – las ligadas por el afecto -  o incluso dañaría siempre a la Sociedad representada por el Estado ya que éste invierte y ha invertido esfuerzos y bienes para la formación de cada persona ( sin la sociedad envolvente un bebé humano no se convierte en persona humana, como muestran las experiencias de los niños salvajes...) y con la desaparición de ésta se vería mermado o dañado en aquellas inversiones. El individuo mantendría pues una responsabilidad moral de devolver lo que se le entregó.
c) El suicidio supone siempre un daño para la persona por lo cual no se puede colaborar a producir este daño que se está obligado a intentar impedir. No cabe duda que éste  el punto más importante a determinar y discutir.
d) Y por ultimo una consideración eminentemente pragmática: La intención suicida es generalmente reversible o puede conseguirse  que lo sea, mientras que evidentemente el suicidio consumado produce una situación irreversible.
Muy probablemente un jurista que me leyera negaría la existencia de estos supuestos implícitos que he formulado, en cuyo caso llegaría yo a la conclusión de que los limites de los derechos humanos están hoy por hoy y a pesar de todo lo dicho, fuertemente determinados por consideraciones históricas y morales, que desde luego y de momento voy a dar por buenas; es decir por legitimas.

3. Búsqueda de   las fuerzas evolutivas y de los fundamentos de legitimación de estos cambios desde una antropología científico natural.
a) El concepto: “Según la Naturaleza.”
En tiempos anteriores, no muy anteriores, se ha aducido como  criterio de legitimación o prohibición de determinadas conductas el que dicha conducta fuera ”natural” o antinatural o “contra natura”. Me vienen a la mente los dos casos quizás más paradigmáticos: La penalización, como pecado o como delito, de la homosexualidad y de la masturbación. Subsiste aquí, como es evidente, la aceptación de una ley o derecho natural que derivaría de las propias exigencias de la naturaleza respecto su principal misión,  que es su sentido o finalidad  y que es la misma vida y su  exaltación hacia  sus formas más elevadas y perfectas. Los estudios de etobiología del siglo XX pronto mostraron, sin embargo, que ambas conductas son bastante frecuentes en determinadas circunstancias y precisamente en especies animales “superiores” como las aves y los mamíferos, y por supuesto no producían “per se” daño alguno en sus practicantes, aunque también entre los médicos subsistieron largo tiempo las creencias populares, como el de “reblandecimiento de la médula espinal” a consecuencia de la masturbación lo que aterrorizó durante largos años a los adolescentes de mi generación. Curiosamente no se buscó ni parangón ni justificación alguna para la gran y terrible agresividad y violencia del hombre y que no se encuentra en ningún otro animal. Los estudios de K. Lorenz,  Tinbergen etc; es decir, los padres de la etobiología comparada, bien mostraron los poderosos mecanismos instintivos de regulación y frenado de la “agresividad intraespecifica” y que regulan la competividad por la jerarquía, el territorio o la pareja y que son muy eficaces en la mayoría de las especies pero que  prácticamente están ausentes en el Homo Sapiens debido a la atrofia de sus instintos que han de ser sustituidos por la “herencia cultural” en el proceso denominado de autodomesticación.
A pesar de todo y bajo estos criterios  de lo natural en la Naturaleza Humana, se buscó la conducta suicida en el mundo animal. Fue paradigma la conducta de los pequeños roedores llamados lemmings que, como los llamados topillos que arrasaron este verano nuestra Tierra de Campos, producen periódicamente  explosiones de población  que les llevarían a conductas suicidas, arrojándose por los acantilados – en el caso de los lemmings.  Yo había creído en la realidad de esta conducta destinada evidentemente  a mantener la población en sus justos  volúmenes, a medida de los recursos existentes, sin embargo al documentarme en vistas a las presentes reflexiones, me entero de que tal conducta es completamente falsa y que ha sido propalada por una película de la productora americana Disney que tuvo que producir ingeniosos métodos para que los lemmings se arrojasen por el acantilado y así conseguir que representaran su papel en el desaforado guión. (3)
Ha estado también de moda un cruel “experimento” si podemos definirlo así y que realizaban mozalbetes en esa cruel edad de la adolescencia y que seguramente todos conoceréis. Consistía en encerrar a un escorpión en un círculo de fuego que llevaba al animal a suicidarse clavándose su propio aguijón. No me parece que el “experimento” esté contrastado.
Se han presentado también como conductas suicidas algunos varamientos en las playas de ballenas o delfines, sin que quedara claro si realmente se suicidaban  o bien morían por haberse desorientado, quizás por señales y otros dispositivos humanos, o bien al estar enfermas  próximas a morir, simplemente el mar las arrojaba a las playas o bien se retiraban a ellas, como observamos en otros animales, sobre todo domésticos. En todo caso ningún atisbo de suicidio, salvo la interpretación humana de las observaciones.
Otro caso lo conforman las conductas altruistas de alto riesgo de las  termitas soldados,  o las abejas porteras o las “madres” (y menos los padres) de todas las especies de mamíferos, que defienden al grupo social  o a la prole con su vida. El estudio de estas conductas aparentemente no adaptativas para el individuo, constituye la base teórica de la sociobiología que intenta comprender las conductas morales de los animales y humanas ( “al prójimo como a tí mismo”) desde el punto de vista biológico y que lleva a la conclusión de que el sacrificio altruista está en relación directa con la proporción de genes compartidos, por lo que serían los genes y no los individuos  ni las especies, las ultimas y primordiales entidades objeto de la selección natural. Esta es la doctrina que subyace en el conocido libro de “El Gen Egoista” de Dawkins (4); un autor por cierto que se ha lanzado a la propaganda del ateismo militante desde el punto de vista de la evolución biológica, acusando a las creencias teistas como aberrantes,  e incluso, dice Dawkins, escasamente útiles en todos los momentos de  la evolución histórico cultural. Unas tesis que ha causado gran escándalo y discusión en Norteamérica donde últimamente parece que se complacen en descubrir Mediterráneos, pues tales doctrinas estaban bien definidas y defendidas en el positivismo europeo, especialmente el positivismo de Compte y también desde luego en Nietzsche en sus diatribas contra el cristianismo, sobre todo del cristianismo puritano protestante en el que fue educado (era hijo de un pastor protestante).
Así que parece que la conducta suicida es conducta específicamente humana, como proclama el titulo de este curso,  y según dicen, derivaría del conocimiento que el hombre tiene como única especie, el conocimiento cierto, completamente cierto, de su muerte completamente cierta y segura. Es, se dice, el conocimiento más verdadero que puede tener cualquiera  y todas las personas. Un conocimiento, se dice, desagradable y que lleva a su superación según el psicoanálisis, mediante la creación histórico-cultural de la extendida creencia, no siempre solamente religiosa,  en la resurrección y vida eterna, al menos para quienes, según cada  doctrina, se lo merecieran. Y es curioso que precisamente a partir de este hecho surgiera en algunas creencias como el cristianismo la prohibición del suicidio en cualesquiera circunstancias, y en otras, su exaltación y premio con la felicidad eterna cuando se realiza como autoinmolación en la lucha contra el infiel. Mi única reflexión en este momento es que tal diferencia señala muy bien la diferencia entre las culturas europeas y las orientales. Las primeras defendiendo ante todo al individuo, las segundas defendiendo ante todo a los grupos de raza, creencia o los poderes  políticos, que utilizan tales creencias en propio beneficio, como es natural. La reflexión por estos cauces nos llevaría aun más lejos pero desviándonos del tema, ya suficientemente complejo que nos ocupa.
Por otra parte la aseveración de que solo el hombre como especie conoce su propia muerte es más bien una afirmación literaria, que un hecho científicamente comprobado. Hoy aceptamos y comprendemos cada día mejor pensamientos y sentimientos de los animales superiores cuyo respeto demanda cada vez más la sociedad y acepta la legislación. Aporto la observación de la muerte de un querido perro de nuestra casa. Siempre se colocaba,  y muchas veces dormía, en un sofá dirigiendo la cabeza y la vista hacia la entrada de la casa. Posición de alerta y vigilancia. Mas la noche que murió lo encontramos con la cabeza dirigida hacia el otro lado; hacia la pared. Observaciones de otros animales domésticos y semidomésticos muestran como ante enfermedad grave y proximidad de la muerte se alejan del grupo y buscan un lugar apartado y solitario....
Volviendo al hombre y a nuestra cultura  comprendemos porqué  el cristianismo prohíbe el suicidio aun en presencia del más grave sufrimiento, pues enaltece al sufrimiento como mérito para la consecución de la vida eterna. Mas en la sociedad y Estado Laico en el que nos hallamos tales razonamientos quedan completamente invalidados y hemos de acudir a otro lugar en pro de legitimaciones o deslegitimaciones.
Mas ya hemos presentado brevemente al principio de estas líneas la situación actual. Por una parte la aceptación de la autonomía del individuo; por otra la restricción del derecho al suicidio que solo está en discusión para las situaciones de sufrimiento difícil o imposible de soportar por enfermedad incurable, situación terminal o por cronicidad, sin posible paliativo de dichos sufrimientos. Y así nos preguntamos ¿Cómo y porqué de esta situación en principio incongruente? 
Me parece que para ello  puede ser útil considerar las motivaciones y situaciones más frecuentes que conducen al suicidio, aunque sin duda han sido ya descritas y valoradas en este curso y por otra parte son seguramente bien conocidas por todos ustedes.

b) Tipos clínicos principales de suicidio, según su motivación y circunstancias.
 En este apartado seguiré básicamente a la Dra. Teresa Cañas en su tesis doctoral y libro sobre el Suicidio en las obras de Dostoieski. (5)
El Suicidio escapista. Es quizás el más frecuente. El suicida intenta escapar a una situación que se le representa como insoportable a consecuencia de una o varias pérdidas que reputa básicas para su persona. Sea la pérdida del afecto por separación o fallecimiento de personas de referencia, o pérdida de la posición social en los bienes, posición jerárquica o del  honor. Una variante es el escape a responsabilidades más o menos culposas del sujeto centradas en su propio remordimiento y culpa insoportable (Judas) o en el temor a las persecuciones o padecimientos esperables desde las personas o sociedad en torno.
Opinan muchos que este tipo de suicidio debe calificarse como  cobarde, por lo que supone de huida de responsabilidades; cobardía que otros achacan a todos los suicidios; mas no cabe duda que el acto suicida requiere también decisión, fuerza de voluntad y de alguna manera valor. Los existencialistas de la primera mitad del siglo XX opinaron precisamente que el suicidio era la expresión más pura de la libertad y voluntad humana; seria el acto más humano posible; algunos en los extremos lo sugerían como única opción ante el sinsentido de la existencia (una pasión inútil, según Sartre, aunque él vivió siempre en gran jolgorio) Así el suicidio seria no un acto cobarde sino expresión suprema y admirable de la libertad humana.
El suicidio castigo. Es propio de personalidades en la línea de lo demostrativo o histérico, que sufriendo también una pérdida importante, intentan culpabilizar su propia muerte suicida a la persona responsable de su padecimiento. Es frecuente en el suicidio por despecho amoroso y la verdad es que suele cumplir su objetivo. Más de un caso hemos visto en nuestra praxis profesional de depresiones a consecuencia del suicidio de la pareja tras un divorcio o una ruptura sentimental. Un suceso que puede marcar la personalidad del superviviente para siempre afectando profundamente a sus relaciones humanas y especialmente a las de pareja ante la posibilidad responsable de fracasar – supuestamente – en la relación afectiva y su capacidad de amar.
El Suicidio altruista. Ya hemos aludido a las distintas posiciones culturales frente a la autoinmolación a favor del “bien común supuesto” o de la “causa” ideológica o política involucrada. Entre el  kamikaze japonés  de la segunda guerra mundial, y el  terrorista islámico actual, no seria difícil encontrar otros muchos ejemplos históricos pero me detendré solamente en algunos aspectos más bien ancestrales que pudieran arrojar alguna luz más sobre aquel tema de la “Naturaleza Humana”. Recordaré la obligada costumbre de algunas tribus esquimales que exigían a los ancianos cuando ya no podían aportar una ultima ayuda a la tribu por perder la dentadura con la que ablandaban las pieles con las que fabricaban sus vestimentas,  exigían, repito, que abandonaran el poblado y se internaran solos en el hielo hasta morir. Y así incluimos en este tipo de suicidio todas aquellas conductas altruistas de defensa de la prole o sociedad a que ya me he referido y que fundamenta las doctrinas de la sociobiología y del “gen egoísta.” Señalaré que, naturalmente, tales conductas son fomentadas por las sociedades, grupos, o personas a las que defiende el suicida con su inmolación y que a su vez premian y justifican su sacrificio por diversos procedimientos, desde el económico a la familia sobreviviente o el espiritual en un paraíso prometido al mártir y en el que, por supuesto, para efectuar su suicidio es necesario que el sujeto crea.
Una versión actual de este tipo seria el suicidio para alivio de los cuidadores ante una situación de dependencia más o menos grave. Lo hemos escuchado con frecuencia en ancianos con dependencia. “Soy un trasto inútil que no doy más que carga y sufrimiento a mis hijos.....”
El Suicidio extendido. Se describió primeramente en el depresivo grave (endógeno o melancólico las más de las veces) que asesina primero a su familia pare evitarles los sufrimientos que  la esperan y a continuación se suicida él mismo. Subyace pues a este suicidio un delirio depresivo y en alguna manera contiene rasgos del tipo anterior.
Es dudoso incluir aquí lo que llamaré mejor  Asesinato extendido que tan frecuente desgraciadamente hoy día y en el cual el suicida asesina previamente al o la responsable de su padecimiento. Conforma la terrible cuestión denominada eufemisticamente violencia doméstica y cuyo nombre tradicional es elcrimen pasional. También en este grupo debe  incluirse al Asesino Masivo, cuyo primer caso clínico fue publicado por Gaupp bajo el nombre de “El  Caso del maestro de Escuela Wagner”. Se trata del asesinato masivo del paranoide que también vemos, me parece, cada vez con más frecuencia hoy día. El ultimo hace muy pocos días en una escuela de Finlandia, un país que nos parecía tranquilo y sujeto a la flema nórdica y en el cual sin embargo se cuenta, parece, el mayor porcentaje en Europa  de posesión  de armas de fuego en  manos de particulares.
Suicidio por agotamiento biográfico. Denomino de esta manera a la persona mayor que ante la perdida de motivaciones y esperanzas para vivir, considera haber cumplido su misión en el mundo cometiendo por ello su propia aniquilación. Se trata de la pérdida o culminación del “sentido de la vida”. Aquella actitud que según V. Frankl mantiene la motivación principal para el vivir. He observado innumerables casos de este tipo  que cursaban como depresiones involutivas, pero que se distinguían de ellas por la presencia de una afectividad serena, pero  no plana, ante su situación y que mantenían firmemente y establemente su deseo en plena consciencia y voluntad. Me parece descubrir esta actitud desde hace años en nuestro escritor de Valladolid, Miguel Delibes, que en cada entrevista expresa su desencanto en el futuro de la humanidad y en la aceptación de que “él ya ha vivido su vida”. Frente a esta actitud recuerdo por ejemplo a Ramón y Cajal  o a Menéndez Pidal y a Bertrand Russel o Schopenahauer y tan cerca de nosotros a nuestro querido maestro D. Pedro G. Bosque, y a tantos otros que aun en edades avanzadísimas continuaron trabajando y disfrutando de la vida. No obstante nos advierte la Dra. T. Cañas que este tipo de suicidio, llamado también suicidio racional, esconde muchas veces estados de depresión u otras enfermedades. Operarían aquí funestos prejuicios comunes acerca del anciano a quien se le presupone con facilidad que está o debe estar cansado de la vida.

 Por ello esta cuestión nos lleva a un terreno dificilísimo:
c) La relación entre depresión y suicidio y sus consecuencias morales y jurídicas.
1. Diferencia entre depresión y tristeza. Un primer problema consiste en la diferenciación entre la  depresión respecto la tristeza. Un asunto no  resuelto claramente ni en  la psicopatología clásica, pero fácil de definir conceptualmente. La depresión sería estado  patológico; la tristeza en cambio sería sentimiento dentro de la normalidad y por ello comprensible y justificable. La depresión seria enfermedad; es decir, en la conceptualización de Jaspers  un proceso morboso   originado por  una lesión o disfunción orgánico-cerebral;  la tristeza en cambio sería   una reacción psicológica a un suceso luctuoso  y por ello empatizable y comprensible. La depresión, como patología aceptada exigiría el tratamiento médico y la evitación bajo todo esfuerzo de la ideación suicida que produjera; la tristeza en cambio al conservarse la libertad ¿Exigiría respetar la decisión suicida y aun ayudar a la misma??? Evidentemente la respuesta es no y argumentaré su porqué en el siguiente párrafo  d.
Bajo estas fáciles formulaciones subyacen sin embargo, conceptos y valores borrosos y complejos:
2. El Concepto psiquiátrico de Depresión. Volvamos a ésta cuestión. Lopez Ibor describió la tristeza vital, equiparable a la llamada depresión endógena, o melancólica o vitalizada que constituía antes la autentica depresión patológica, pero este concepto ha desaparecido de los diagnósticos al uso actualmente, porque al describir una depresión mayor y otras “menores” como la distimia renuncian a una distinción cualitativa entre depresión y tristeza admitiendo un gradiente continuo entre ambas. El concepto depresión sería dimensional. No puedo extenderme aquí más sobre esta cuestión, pero seguramente los criterios actuales respecto depresión-tristeza impiden conclusiones válidas respecto la imputabilidad del suicidio a consecuencia de estados de tristeza-depresión.
3. Características clínicas de la intención suicida. La intención suicida es con frecuencia una situación aguda, que puede ser tratada y superada. La depresión-tristeza también es episódica y también puede ser tratada. La cuestión deontológica surge cuando el sujeto  rechaza el tratamiento. Por todo lo dicho  es más difícil de aplicar en estos casos la reglamentación vigente respecto tratamientos forzosos, que en todo caso y de momento en España solo son posibles en régimen hospitalario salvo un mandato judicial a consecuencia de un delito relacionado con enfermedad o  antecedente psiquiátrico. Volveré sobre este asunto en el apartado 3 de estas páginas.  Salvando las distancias, en tantas ocasiones durante mi ejercicio profesional me ha parecido verme a mí mismo como aquel sacerdote escritor famoso de la tercera página  de A.B.C. que intentó “convertir” a Ortega Gasset en su lecho de muerte. (P. Felix García) Una acción que nos pareció, o al menos pareció a los creyentes en el liberalismo laico-burgués, como repugnante e  indigna.  Algunas veces las intervenciones terapéuticas aun bien intencionadas y solicitadas por familiares me han parecido también una intrusión o manipulación en la voluntad del sujeto, a quien no quiero llamar paciente. También volveré más adelante sobre esta cuestión.
4. Suicidio sin depresión. Estoy convencido por ello, de que no todos los suicidios, ni mucho menos los deseos de muerte asistida, se producen dentro de una depresión-tristeza. Creo que es posible, como antes decía, el suicidio racional o por agotamiento biográfico cuya detección sin embargo puede ser difícil. En estos casos se observa una gran lucidez de conciencia, una clara persistencia de la voluntad o deseo, una serena formulación de razones, y si llega el caso una posible y encomiable despedida en la paz y el agradecimiento. Todos sabemos que en estas situaciones y en las U.V.I y centros análogos se aplican  prácticas congruentes con los tratamientos paliativos bajo las antiguas consideraciones morales descritas anteriormente respecto  las consecuencias directas y buscadas y las consecuencias secundarias concomitantes. Es fácil convencerse a sí mismo, o a quien fuera menester,  de cuales han sido las consecuencias buscadas directamente, y cuales las aceptadas. No obstante todos recordamos los recientes procesos en el Hospital Severo Ochoa de Madrid precisamente  por este problema. Mas a nadie le gusta ni menos al interesado, tener que pasar por ficciones de casuística jesuítica. Mas de un caso recuerdo de “despedida” en la que el paciente sereno   y consciente  de que iba a ser objeto de una tal “sedación” que había aceptado, nos decía sencillamente que “era la ultima audiencia que nos concedía” No conozco trabajos que muestren diferencias entre creyentes y no creyentes respecto la situación ante la muerte, aunque yo creo que sí existen; sí desde luego diferencias de actitud respecto el suicidio.
Todo ello será preciso tenerlo muy en cuenta en una posible legislación respecto el S.M.S. a lo que dedicaremos la parte ultima de de este trabajo.  
5. Otros tipos de suicidios. Otros muchos tipos de suicidio nos ofrece la psicopatología  de los que solo recordaré, por no eternizar el comentario, a los que producen los psicóticos a partir de sus creencias delirantes. Generalmente los delirios pertenecen a estos dos distintos grupos: Delirios de persecución de los que quiere escapar el sujeto, o bien  delirios mitologemáticos diversos por los que el suicida accede así a mundos, paraísos, o estados especiales o cumple obligaciones  o órdenes alucinatorias. (Mitologema, según R. Sarró: Creencia delirante con contenido escatológico.)
Evidentemente los tipos expuestos, como siempre en la antropología, son tipos ideales y extremos ya que  en la realidad siempre se encuentran formas mixtas de situaciones y motivaciones.
d) Enjuiciamiento  y actitud clínica ante  la intención suicida.
Ya he recordado que la intención suicida en la clínica psiquiátrica habitual es generalmente aguda y transitoria, por lo tanto reversible y tratable. En cambio el resultado del suicidio, si se consuma, es irreversible.
Estas dos consideraciones, en mi opinión son las que deciden a favor de la    obligación  social y médica de tratar la ideación suicida por medio de la aplicación de medios legítimos de psicoterapia o si fuera el caso también farmacológicos. Aun así la cuestión y teniendo en cuenta lo dicho acerca de la psicopatologia de la depresión-tristeza no quedará clara para todos los casos: aquellos casos que en ausencia de Depresión-enfermedad y solo de tristeza psicológica el paciente se niegue a aceptar un tratamiento. Podría dudarse de la legitimidad de cursar en estos casos un ingreso forzoso, dada la imposibilidad actual de un tratamiento ambulatorio forzoso, mas aquí debería actuar exclusivamente el  sentido común  y el buen sentido deontológico médico; sin embargo la actual “perversión del sistema” respecto la creciente presión o persecución de la responsabilidad ( civil y penal ) del médico están obligando, me parece, a una aplicación sesgada de la casuistica y de la medicina defensiva con la consecuencia de que si escribimos en la historia clínica que existen ideas suicidas nos veremos obligados para curarnos en salud a promover siempre el  ingreso – incluso forzoso – del paciente para evitar posibles responsabilidades, como así nos aconsejan nuestros asesores jurídicos en este mismo curso.( D. M.  A. Villalba y D. J. L. Ruiz Romero)   Por otra parte bien puede aceptarse en la casuistica,  que no tanto en la doctrina, que una intención grave de suicidio puede o casi siempre se debe a una depresión o tristeza patológica, por lo que ya no quedarían dudas respecto a la obligación de intervenir médicamente.
¿ Pero y  si a pesar de todo el paciente emite documento ante notario, por ejemplo, de la negación de tratamiento? Ya sabemos que sentencias hasta del Tribunal Constitucional en este caso, amparan la obligación de un tratamiento forzoso del suicida ( por ejemplo en los casos de las  huelgas de hambre de los Grapo y a diferencia de lo que sucedió en Gran Bretaña con las huelgas de hambre de los terroristas del Ira bajo el mandato de aquella “dama de hierro” M. Teacher)  Mas estas cuestiones escapan poco a poco de las metas y limites de estas reflexiones antropológico-evolutivas  que solo pretenden ser un campo de reflexión y no tanto de casuística en la complejísima realidad de cada día. Aquí el psiquiatra bien va o poder felicitarse   día a día si no tiene la desgracia de caer en  problemas legales de este tipo.

e) Enjuiciamiento antropológico (moral y normativo).
Dejemos actuar en una primera aproximación vivencias espontáneas respecto suicidios y suicidas concretos de los diversos tipos expuestos. No cabe duda que se activarán en nosotros dos actitudes al menos: una de comprensión al suicida; otra de compasión; es decir, de provocación de un sentimiento  hacia el hecho y hacia la persona que lo ejecuta.
La comprensión psicológica fue un criterio psicopatológico importante y definido por  Jaspers, como sabemos todos los psicólogos y psiquiatras. Jaspers diferenciaba una comprensión  genética, racional y causal, en cuanto a la estructura y motivación psicológica del hecho, y una comprensión empática que es lo que acabo de denominar compasión, y que se ejerce situándonos mentalmente en la misma situación del sujeto.
Así que por la comprensión genética o racional entendíamos al suicida y por la comprensión empática parece que nos acercaríamos a su justificación.
No se trata de que el fin justifique los medios, si no que meramente  los explica, pero esta explicación debe interpretarse; y de esta interpretación surgirá el enjuiciamiento moral  y normativo del hecho. En todo caso todos podríamos fácilmente ordenar los tipos de suicidio reseñados desde el más al menos justificable, colocando siempre como último, naturalmente, aquellos que comportan agresiones o asesinatos de otros.
Yo pienso que efectivamente la comprensión racional integrada en la comprensión empática  no solo sugiere, si no que justifica moral y éticamente y en distintos grados, estos distintos tipos de suicidio, llegando en casos concretos a exculparlo totalmente y siendo considerado un derecho por lo tanto engendrará un deber que lo corresponda, lugar en el que pienso puede encuadrarse el S.M.S.
No se trata en manera alguna,  de la aceptación de los fundamentos de la moralidad  en el utilitarismo anglosajón, sino más bien de la aceptación del progreso evolutivo del hombre a lo largo de su evolución cultural, que sigue y complementa su evolución biológica y que a la postre es la evolución a secas, puesto que la cultura es producto a fin de cuentas de la misma actividad biológica: o mejor dicho: se trata de  la comprensión del ser humano como unitario pero con componentes y funciones diversas, desde las fisicoquimicas,  a las biológicas y espirituales. Y dentro de estas funciones espirituales ocupa el primer lugar la libertad.
¿Queréis saber todavía más  y me preguntáis qué es libertad? La libertad es ante todo una vivencia subjetiva, y es una acto libre aquel que el sujeto acepta como tal; pues la libertad es un atributo concomitante de la consciencia. Naturalmente que el análisis   hecho por el investigador o psicólogo de esta conducta libre, descubrirá siempre intenciones y motivaciones que precisamente por ello no coartan la libertad si no que la atestiguan y demuestran a ojos del observador. Incluso la referencia psicoanalitica a un subconsciente del que emanarían, sin que el sujeto se diera cuenta,   todas sus motivaciones, no invalidan la libertad pues siempre el sujeto  en situación de normalidad mental podrá dirigir su conducta y por lo tanto ser imputable de la misma. Un caso distinto es si me preguntáis sobre la libertad del individuo respecto sus propias creencias o en su caso delirios. Remito en esta cuestión a mi trabajo citado de: Una metareflexión sobre el delirio. Efectivamente opino que no somos imputables respecto  nuestras propias creencias o Fe en un momento dado, pero sí respecto nuestras conductas. Por eso en este aspecto  comulgo con la doctrina católica de la justificación por las obras y no por la fe. Esta misma opinión defendió ya Spinoza en su “Ética según el Modo Geométrico”.

 El problema del origen de la moralidad y de su evolución en nuestra filogenia  fue un tema muy importante de investigación y discusión desde el primer momento de la publicación del libro de Darwin de la Evolución de las Especies.
Dentro de esta fase inicial  de la Psicología Evolutiva – hoy tan de moda – se enfrentaron dos paladines de la doctrina de la evolución: por una parte Herbert Spencer que defendía que la evolución de la moral en las culturas humanas   se debía a los mismos procesos de adaptación  y supervivencia de las formas más aptas o adecuadas. Por otra parte Thomas H. Huxley negaba cualquier importancia de la evolución biológica respecto  la evolución de la moral. Desde entonces el tema ha sido estudiado y discutido imparablemente. Citaré aparte de los trabajos del fundador de la Sociobiologia (O. Wilson) un libro  de Neil Levy actual a manera de ejemplo: (7)
Centran el debate dos cuestiones principales:

1) La función adaptativa de las normas morales desde de la doctrina de la evolución.
2) Factores ambientales  involucrados en los procesos productores del cambio en las normas morales.

1) Función adaptativa de las normas morales en la evolución biológico-cultural.
Parece sin embargo, que respecto algunas normas morales importantes  sobre todo en estudios de culturas primitivas, se han encontrado factores y funciones importantes para el proceso evolutivo biológico y o social. Voy a describir brevemente algunas, aunque hoy día nos producirán, lo advierto, bastante horror.
Canibalismo: El cambio de vegetariano a carnívoro mediante el carroñeo (quizás de los cadáveres de los propios consanguíneos como observamos en la mayoría de los insectos y también en algunos mamíferos), o bien  por canibalismo sobre prisioneros de guerra de otras tribus,   es calificado por los paleoantropólogos como factor decisivo en el proceso de hominización. Así opinan también los investigadores actuales de los fósiles de Atapuerca.  El aporte supletorio de proteínas importantes  (¡ las propias de la especie!!) facilitaba el desarrollo del cerebro a costa de la disminución paralela de la complejidad funcional de los órganos digestivos que han de ser mucho más grandes en las dietas vegetarianas, como demuestra la anatomía comparada; por ejemplo de los carnívoros respecto los rumiantes. Entre los órganos digestivos la dentadura y mandíbula que reducen su tamaño facilitando la fonación, luego del lenguaje, así como la visión binocular y la lateralización cerebral. En ausencia de ganadería como sucedía también en las civilizaciones precolombinas  denominadas por muchos “filisteos de la cultura” como altas, también se practicaba el asesinato y canibalismo ritual de los enemigos capturados consiguiendo, parece, los mismos “beneficios”.
Rapto de mujeres. Las expediciones en busca de mujeres de otras tribus debió ser también práctica frecuente en sociedades primitivas o no tan primitivas. No cabe duda que esta “costumbre o moral” contribuye a la exogamia; por lo tanto a la hibridación genética, que es la base de la diversificación y progreso biológico. Un hecho más que evidente, que curiosamente ignoran casi todas las creencias y guerras fundamentalistas que suelen defender la “pureza” de la raza, pureza que conduce siempre a la degeneración como muestran entre otros muchos ejemplos el que encontramos en los árboles genealógicos de muchas  dinastías reales. Como anécdota cito el conocido caso de El Rapto de las Sabinas perpetrado por el incipiente Estado de Roma. Parece ser que las propias mujeres raptadas se encontraron mucho más a gusto con los “incipientemente cultos” romanos  que con sus consanguíneos. En todas las guerras, por lo demás, las  violaciones ejemplifican esfuerzos del enemigo por diseminar sus genes entre el grupo atacado.
Infanticidio: Es también de conocimiento normal que pueblos ya tan avanzados como espartanos y romanos precipitaban a la muerte y por precipicios designados, como la roca Tarpeya, a los niños discapacitados o con malformaciones. Otros sobre todo asiáticos, como China hasta en nuestros días, han propiciado o legislado el infanticidio de las hembras, o del segundo hijo, bajo la clara intención de mantener en limites el crecimiento de la población ajustándolo a los recursos existentes.
Genocidio: Bien documentado en las horribles guerras de conquista desde los tiempos más remotos (Como más cruel ejemplo los Asirios ) hasta nuestros días, en la guerra, por ejemplo de la antigua Yugoslavia, pasando desde luego por el genocidio contra los judíos o protestantes practicado por muchos estados cristianos  y el nacionalsocialismo alemán.
Terrorismo: Yo creo que forma parte del genocidio, o al menos de la intención genocida, ya que persigue la muerte de grupos declarados enemigos, sin discriminar a los individuos, uno por uno inocentes.
La Guerra. Sin duda podríamos citar muchas guerras que sirvieron para  dilucidar dentro de la lucha por la vida, qué cultura o sociedad era más fuerte en el cruel juego de la Naturaleza. Mas sin duda también muchas sirvieron a la destrucción de culturas superiores a manos de otras más especialmente agresivas. Recordaré solo un caso. Atenas vencida por Esparta. Muchos incluso querrían entender que el desarrollo cultural más bien debilita las fuerzas más básicas y biológicas, una ideología próxima a los fascismos de todas las épocas y que por ello mismo exaltan también las excelencias de su “raza” como identificativo biológico, despreciando la globalización y el hibridismo típicos de la cooperación y tolerancia como base del progreso.  La cuestión es apasionante y no entraré más en ella. Tan solo recordaré que las actuales armas de destrucción masiva ya almacenadas en distintos países, permitirían cómodamente la destrucción de toda vida sobre la tierra. El cosmos no produciría ni  un solo guiño de compasión. La tierra seguiría dando vueltas con sus escombros a cuestas y no sabemos si alguna superconciencia lloraría nuestra desaparición.
Esclavitud: Se dice que el sorprendente desarrollo, por ejemplo,  de la cultura griega clásica fue posible gracias a la Institución de la esclavitud que liberaba a las élites de la intelectualidad o del poder de los trabajos más mecánicos. Claro que otras muchas sociedades practicaron la esclavitud sin que se produjera  creatividad alguna, como por ejemplo en la cruel sociedad dicotómica de siervos-potentados del imperio Ruso antiguo. La Revolución Industrial europea, sin embargo, se dice que tampoco hubiera sido posible sin el trabajo en esclavitud o semiesclavitud del obrero primitivo y de los niños, que por su pequeño tamaño eran ideales para el trabajo en las minas  de carbón inglesas. ( y de otros lugares, claro está, como en las de plata y oro de Hispanoamerica en la época colonial)

Y por supuesto el suicidio exigido u  obligado como el que he recordado respecto el esquimal anciano y que se reproduce en otras muchas circunstancias y culturas. Suicidio que elimina del gasto social a quien ya no puede producir.
Conductas todas ellas que nos producen o deben producir repulsa y horror, pero que naturalmente para quienes los perpetraron bajo las normas morales imperantes  en  las respectivas tribus, sociedades o Estados más o menos avanzados o en germen, se justificaron  en su día  bajo conceptos como la guerra justa, el derecho de conquista o simplemente aquello de “Vae victis “ ( Ay de los vencidos....)
Por otra parte la sociobiología sigue investigando  el cómo y  porqué  estas normas morales primitivas prosiguen en la historia  su perfeccionamiento y mejoría,  y sobre todo cómo la dura agresividad intraespecífica se va sustituyendo por el apoyo y colaboración intraespecífico, que es, naturalmente,  en lo que consiste el  autentico progreso moral de la humanidad. En mi terminología: al proceso de hominización, seguiría el proceso de humanización.

2) Factores ambientales  involucrados en los procesos productores del cambio en las normas morales.
Ya he aludido a la ley general del altruismo en relación con el número de genes compartidos. Conocimientos recientes, sin embargo han descubierto otros muchos factores importantes a favor del altruismo y cooperación y   de los que también describiré brevemente algunos:
a) La reciprocidad. Si ayudo a otro con parte de mis bienes o acciones he de esperar que en reciprocidad éste me ayude en mis necesidades. Los evolucionistas clásicos habían aceptado como mecanismo central de la evolución la lucha por la vida y supervivencia del más apto, lo que parecía incluir la lucha de todos contra todos. Fue el inventor del anarquismo, nada menos, Kropotkin, un gran naturalista ruso también, quien observó y describió en su obra así titulada “El apoyo Mutuo” (6) entre individuos y especies. Demostraba que  ésta colaboración era el  factor decisivo también en la evolución biológico-cultural. Por otra parte desde siempre se conocían bien los diversos mecanismos de colaboración entre especies e individuos como la simbiosis, y  el comensalismo. El tema ha sido y está siendo estudiado en profundidad por la Teoría de los Juegos que básicamente determina cuales son las conductas óptimas en situaciones de conocimiento incompleto; por ejemplo en los juegos de cartas y por extensión en todas las interacciones humanas tanto individuales como de grupos tanto familiares y afectivos como comerciales,   estatales o políticos. Las condiciones más importantes que se postulan respecto el tema que nos ocupa de la evolución de la moralidad son:
b) La iteración; es decir que los contrincantes – o compañeros de los “juegos” intercambian acciones y conductas varias, o muchas veces. o continuamente.... como en la convivencia familiar, donde existe también una teoría psicoterapéutica que se basa en la identificación de los distintos tipos de juegos que especifican distintos tipos de roles de cada componente del grupo. Así los resultados de cada intercambio; es decir, de cada partida de juego, ha de influir sobre las siguientes. Evidentemente este factor es cada vez más operativo cuanto con más presteza y variedad se alcancen las intercomunicaciones. Los fenómenos actuales de globalización en intercambio comercial, pero también de comunicación afectiva y personal en Internet, viajes etc. favorecen la posibilidad deseable de que todos los individuos humanos sean vistos  y asentidos como pertenecientes a un mismo grupo, lo que acabaría con las guerras. En todo caso el proceso de globalización debe avanzar para  la disminución de las mismas. Se han hecho estudios que comparan la frecuencia de muertes violentas en sociedades antiguas y las actuales. Quizás la comunicación y publicidad transmitida por los medios de todos los sucesos luctuosos  que ocurren en el mundo, produce la impresión de aumento de la violencia respecto sociedades antiguas. Todavía pervive el ingenuo e ignorante mito de “el buen salvaje” por el cual unos añoran la vida en los pueblos pequeños, y otros en las sociedades antiguas, incluidas aquellas de la Polinesia que cautivaron a los exploradores europeos del siglo XVIII seguramente por el solo hecho de su permisividad sexual. Sin embargo, parece que  estudios precisos  demuestran claramente no solo el aumento de la longevidad en general, sino también una importantísima disminución de la frecuencia de muertes violentas incluso en comparación con sociedades relativamente próximas a la nuestra como las sociedades medioevales en Europa.
c) La racionalidad; es decir la inteligencia suficiente para conocer o prever cuales son las conductas óptimas y que producen mayor ganancia. En juegos complejos como aquel paradigmático de “el prisionero” es necesario construir lo que se llama la matriz de pagos; es decir la tabla de los resultados que producen cada una de las secuencias de decisiones posibles entre los jugadores. El fallo en la racionalidad por mera ignorancia o dificultad en el cálculo de las ganancias en cada juego, por lo tanto, disminuye la eficacia y por ello “moralidad” de las conductas. Ello me lleva a un agradable recuerdo: a Platón y su creencia en que la verdad, el bien y la belleza eran los atributos del ser en su búsqueda y aspiración a la perfección. Así que la ignorancia y la maldad son dos caras de la misma moneda o del mismo “casi  tetraedro” puesto que la otra cualidad es  la fealdad. (Platón con los pitagóricos identificaba los seres perfectos con los poliedros regulares  o perfectos)
Hace unos años  un investigador americano: Axelrod,  invitó a miles de personas a un juego por Internet en búsqueda de la estrategia más adecuada entre el egoísmo absoluto (engaña siempre) y el irenismo absoluto,  ( perdona siempre). Merece la pena citar el resultado por si alguno no lo conoce. Fue publicado por Delahaye; J. P. en la revista de alta divulgación “Investigación y Ciencia”. ( nr. 221 de Febrero de 1995) Se demostró que la estrategia óptima es la que se denominó “Tit for Tat” o en español “toma y daca” consistente en colaborar siempre hasta que el otro defraude; desde ese momento defraudar siempre hasta que el contrincante vuelva a colaborar y con quien se volvería a colaborar inmediatamente sin intercalar castigos o venganzas. Y se muestra, pues que el odio y el rencor gastan ineficazmente fuerzas. No cabe duda que esto se parece algo al ojo por ojo y diente por diente talmúdico   y poco al evangélico poner la otra mejilla,  lo que, desde luego, tampoco han cumplido los mismos depositarios de la pretendida ortodoxia. Las teorías de los juegos son decisivas en el cálculo y en los ordenadores; operan en las previsiones metereológicas y en la marcha de los mercados bursátiles y desde luego conforman estrategias políticas como aquella de “la respuesta flexible” que adoptaron los países de la OTAN en la época de la guerra fría, y que nos salvó de la destrucción mutua en aquella etapa del equilibrio nuclear. (¿Se atendría un terrorista nuclear a ella? ¿Podríamos aceptar que la inteligencia y conocimientos necesarios para construir o utilizar una bomba nuclear, producirían una moralidad basada en estos factores que describimos, como para no utilizarla contra otros seres humanos? )
La respuesta a mi anterior pregunta es dudosa porque el estudio pormenorizado a cargo de los psicólogos y etobiólogos actuales descubre  innumerables, curiosas y peligrosas  desviaciones de la racionalidad  y que reciben denominaciones específicas. Lo entendemos recordando por ejemplo, aquella parábola del evangelio en la cual el propietario paga a los vendimiadores la misma cantidad aunque unos se incorporaron al trabajo de madrugada y otros al final de la jornada. También lo recuerda el clásico experimento de las gallinas: Si a una gallina aislada se la proporciona comida en superabundancia y come hasta estar saciada y se introduce después a su lado a una gallina hambrienta que picotea en la comida restante, se observa siempre que la primera vuelve a comer. Esta misma conducta se observa en los humanos en los que el sentimiento de injusticia y los deseos y exigencias que presentan, no vienen dados por las estrictas carencias propias, si no por comparación siempre con los bienes de los demás.
Para quien desee profundizar en este tema remito al   libro de S. Sutherland, (9) un texto  suficientemente completo pero a la vez de fácil comprensión y que recoge innumerables experimentos de estos últimos años realizados en casi todos en Institutos de Psicología Americanos.
Entre otros fenómenos habituales que predominan sobre la racionalidad; es decir, la solución optima según las circunstancias y respecto la finalidad perseguida, citamos tomándolas de dicha obra:
La impresión equivocada; La obediencia debida;  El efecto halo; Los prejuicios; Refuerzo de la decisión equivocada; Error del coste invertido; Aburrimiento; La interferencia de la información irrelevante; Inferencias falsas..... El autor llega incluso a achacar la terrible tragedia de la Central Nuclear de Chernobil  probablemente al aburrimiento de los técnicos que pusieron en marcha un experimento en el sistema de refrigeración... En todo caso sí se sabe que muchos de los accidentes en las autopistas declarados como “despistes” se deben al aburrimiento por lo que recuerdo que en algunas autopistas alemanas se intercalan curvas solo necesarias para luchar  contra la monotonía. El aburrimiento es también un  antecedente, no cabe duda, de la depresión  o del suicidio.
La citada obra además de su apasionante interés al describir  los errores que personalmente cometemos en la vida cotidiana, presenta al final de cada capítulo una sabrosa serie de consejos y recomendaciones para evitar los falsos razonamientos descritos.
Desde luego expresión máxima de la irracionalidad   es la creencia delirante, propia de todos los fanatismos e integrismos y que exige la satisfacción de sus exigencias despreciando totalmente cualesquiera otras consideraciones, sobre todo claro está los derechos humanos de los demás.
Así que ha existido, y existe y está dentro de la marcha de la historia  un cambio de la moralidad  cuyos factores pueden investigarse desde el punto de vista de la doctrina de la evolución y la sociobiología.

e) Cambio y progreso en las normas legales.
            De todas formas no cabe duda,  pues, que el progreso histórico del hombre acompañado de sus avances técnicos incluidas la medicina agresiva que permite la vida aun en situaciones limite y de bajísima  calidad, exige y parece producir  también, un progreso adecuado de las normativas morales y jurídicas. Esta afirmación es hoy día una perogrullada, pues la cuestión es determinar y justificar el cuando, el cómo y el porqué de las innovaciones, pero alguna vez es preciso explicitarlo y quizás  ejemplificarlo además con algunas doctrinas filosófico-religiosas, tema de casi tan infinita extensión como el anterior, pero al que me voy a referir  con cuatro ejemplos solamente.
1. Hegel y su Fenomenología del Espíritu. Sea el primer ejemplo el de Hegel en su concepción del espíritu absoluto y su realización en la historia y que propició precisamente la importante Kulturkampf o lucha del Estado Prusiano de Bismarck contra las iglesias en pro de la concepción del Estado Liberal Laico, y que terminó con diversos compromisos en la práctica, pero constituyendo un importante hito en la evolución histórico cultural.
2. Teilhard de Chardin y su antropología teológica. Sea el segundo, nada menos, que el científico antropólogo jesuita Teilhard de Chardin que en la primera mitad del siglo XX descubrió el hombre fósil de Peking, aceptó por ello la evolución biológica e intentó compatibilizarla intelectual y doctrinalmente con la teología y doctrina católica. En su escatología describía así un punto omega en la evolución de la humanidad en el que se desarrollaría plenamente el espíritu en congruencia con la ley de Dios y que supondría la culminación de la historia. Una teoría con algún resabio de las antiguas “gnosis” y que desde luego fue perseguida y prohibida por el Vaticano, siendo prácticamente expulsado de la orden  bajo la prohibición de publicación de sus escritos, que por ello, claro está, fueron tanto más conocidos. Así en los años 50 pude leer con creciente entusiasmo su obra básica “El Fenómeno Humano” en el que plasmaba estas ideas.
Pues bien durante un viaje profesional a Munich en el año 2004 visité con asombro una magnifica y elogiosa exposición sobre Teilhard de Chardin en la iglesia de los jesuitas de Munich en la que se cantaba la palinodia, o sea la “mea culpa” por las anteriores exclusiones. Y desde luego la doctrina de la evolución biológica ha sido plenamente aceptada como compatible con la doctrina católica por el gran intelectual que es el actual papa, y precisamente ahora que fundamentalistas protestantes  en Estados Unidos ( Metodistas sobre todo, iglesia a la que pertenece el presidente Bush)  intentan prohibir legislativamente la explicación de la evolución biológica en las escuelas, obligando a sustituirla  o al menos presentarla en pie de igualdad con lo que ellos denominan el Diseño Inteligente, subvertiendo así  la radical diferencia epistemológica entre ambas “teorías”  lo que en manera alguna permite  ofrecerlas racionalmente  como hipótesis científicas alternativas. 
3. Carl Schmitt y el origen y fundamentación del Nomos o ley en el mundo Un tercer  ejemplo  de las mismas opiniones aunque  más difícil de sintetizar y quizás menos conocido por psicólogos y psiquiatras, es el que nos propone Carl Schmitt, uno de los pensadores más importantes del siglo XX, muchas veces tergiversado o mal entendido, pero bien conocido en España en ámbitos jurídicos por sus obras más importantes en el ámbito de Teoría de la Constitución y los conceptos de Soberanía y Estado. En su obra “El Nomos de la Tierra” (10) describe cómo el progreso histórico-cultural de las sociedades humanas comienza con la conquista del territorio (Nehmen). Avanza con el reparto del mismo mediante el desarrollo de los sistemas legislativos y de adquisición de la propiedad de la tierra  y el poder (Teilen: Repartir) y continua con una tercera fase de “cultivo” y crecimiento (Weiden) en procesos de progresiva aculturación. En cada una de estas fases se produce  pues un cambio profundo en  la moral, las normas y las leyes. El núcleo del problema  consiste según Schmitt en el estudio, interpretación y justificación de la legitimación y legalización de las normas. Estudios pues que complementan desde ciencias y razonamientos distintos los mismos hechos que describen los evolucionistas.
4. Un moralista: Marciano Vidal.  Por ultimo citaré en este contexto a un eminente y profundo moralista que desde la ortodoxia – aún a veces puesta en duda por la autoridad vaticana - se ha implicado  en el delicado mundo de la bioética. Marciano Vidal acepta y defiende un progreso y cambio de la moralidad en el tiempo al compás de la evolución histórico-cultural que se dirigiría a puntos de perfección que a la manera de los atractores de la teoría del caos  remedan el punto omega de Teilhard. Desde este punto de vista presenta una maravillosa y elegantísima definición de la  ética médica como: “La Instancia Normativa del proceso de humanización ascendente.” (11 y 12)
Los imponentes historiadores del siglo XX creadores de las grandes sistematizaciones y teorías de la historia, sin embargo, parece que no dedicaron demasiada atención a éste aspecto de la evolución de la moral. Así no encontramos, mucho del tema, salvo mejor conocimiento, ni en Burckhardt, ni en  Spengler, ni en Toynbee, ni en Huizinga.
Una de las creencias más típicas de la cultura europea desde el Renacimiento y que ha sido la fé en el progreso – más o menos continuo - de la humanidad, parece haberse desmoronado para ser sustituido por vivencias más negativas y cataclismaticas afines al milenarismo medieval y cuya ultima expresión es, en mi opinión, el catastrofismo respecto el cambio climático. No se trata de que yo opine que sea más o menos verdadero o verosímil, si no que describo  su impacto social como parecido a aquel milenarismo del año mil y otros que pudieran señalarse. Se dice que ello es una consecuencia del posmodernismo consistente en el derrumbe de todos los valores (la Deconstrucción de Derrida) y el desencanto absoluto respecto la naturaleza humana y el conocimiento engendrado por ella.
En todo caso creo que  podemos afirmar   el hecho de la evolución de la moral – que son las costumbres y exigencias de la sociedad – algunos de sus mecanismos subyacentes  y  su implementación con mayor o menor parsimonia  en las correspondientes legislaciones.
Vuelvo así a aducir mis reflexiones sobre los cambios históricos en la comprensión genética-racional y empática-compasiva del suicida como base y justificación de los cambios en su legitimidad y por ende en su legalidad después.  Se trata de un cambio sobre todo en la sensibilidad. Un cambio producido por lo que algunos llaman autodomesticación y que avanza sobre todo en las élites que tiran, quiérase o no, del progreso histórico. Un cambio en su comprensión propiciado también,  claro está, por las nuevas situaciones que produce el avance de la medicina capaz de mantener en vida personas con tan graves discapacidades que son calificadas por los pacientes que lo sufren como vida indigna y que exigen su terminación asistida como acto de última compasión de sus semejantes y de la sociedad.

4. Consecuencias posibles en nuestra actual situación histórica y en concreto respecto el Suicidio Médicamente asistido. (S.M.S.) (La mal llamada Eutanasia)
Todos conocemos el inmenso interés que suscita este tema y por lo tanto la inmensa bibliografía existente sobre el mismo y que encontramos desde  en los debates en los medios incluidas películas, que están en la mente de todos,  hasta en  las publicaciones especializadas de tipo médico, jurídico o político. Por lo tanto no intentaré siquiera remitir a muchas de las numerosísimas fuentes disponibles  Tomaré solamente unos datos a partir de dos publicaciones que me han parecido apropiadas para estas paginas ya que siendo muy recientes defienden cada una de ellas posturas antagónicas.
a) Un médico a favor del Suicidio Médicamente Asistido.
 En primer lugar citaré otra vez el artículo de Abert Royes i Qui (2) publicado en la revista electrónica Humanidades Medicas. Así constatamos que en caso de la ayuda al suicidio mediando petición expresa del sujeto en situación de padecimiento del paciente y difícil de soportar se rebajará en uno o dos grados la pena de referencia según el artículo citado 143. 4. del Código penal.  Se acepta pues la graduación del delito según las circunstancias acercándose por lo tanto la legislación actual a su posible exoneración en el futuro. De no constar padecimiento mental previo parece que no se exige la presentación de un informe psiquiátrico. Continúa el autor escribiendo que el articulo 15 de la Constitución Española,  que respalda el derecho a la vida, tiende a interpretarse latamente como la obligación de continuar la vida en cualquier circunstancia. Apoyándose en el artículo 1.1. 10. 1 de la misma C. E. que defiende ante todo la dignidad de la persona, argumenta el autor, que no puede obligarse a la vida a una persona que en ejercicio de su libertad considera lleva una vida indigna. Esta continuación obligada de la vida, continua aduciendo el autor, podría equipararse a una tortura o trato inhumano degradante que desde luego está prohibido también en las normas  de la C.E.  art. 15 C.E.
Cita a continuación algunos ejemplos de legislación permisiva en este aspecto como el Estado de Oregón en EEUU; en Holanda; en Bélgica;  y en la Confederación Helvética. Describe después algunas de las O.N.G. de ayuda al suicidio asistido de las cuales las más conocidas son Exit y Dignitas en Suiza cuya actuación está motivando un macabro “turismo” con ésta intención, que inevitablemente nos recuerda aquel de años hace en relación con el aborto. En todos los casos las normativas  incluyen innumerables cautelas con intervención de diversas personas e instancias y la petición escrita y continuada por parte del sujeto.
El autor termina escribiendo que lo que falta es coraje y determinación política para reglamentar uno de los  Derechos Humanos Fundamentales, como es el control del proceso de la propia muerte de forma que a quienes nos ayuden a ello consideraremos como “personas compasivas que habrán accedido para con nosotros , tal vez entre lagrimas, a realizar un ultimo acto de amor”.
Da la casualidad que precisamente hoy, el día que escribo este párrafo  16 de Octubre de 2007,  el pleno del Congreso ha rechazado  una iniciativa de Izquierda Unida por Cataluña por la que se solicitaba la despenalización de la Eutanasia, descrita como “la conducta que mediante actos necesarios o de cooperación activa facilite la muerte digna a otra persona.”
b) Un Congreso en contra del S.M.A. En segundo lugar me remito al articulo: “Depresión en Casos de Eutanasia” aparecido en Diario Médico del 26 de Septiembre de 2007 y que reproduce el del mismo nombre de Renzo Puccetti, Secretario de la Asociación “Ciencia y Vida” de Pisa en Italia, y que a su vez resume datos y discusiones de una reunión de dicha sociedad celebrado en la Facultad de Medicina de Pisa. Entre los datos aportados destaco algunos. Según dicho articulo la petición de muerte de enfermos terminales está entre un 1 y un 5 por ciento. Estos deseos serían fluctuantes, inconstantes y ambivalentes y subordinados no solo al estado y voluntad del propio paciente si no de las circunstancias incidentes. Especialmente consideran  estudios americanos y holandeses  la existencia  de una depresión   con el  cuádruplo de frecuencia  y de la que derivaría la petición  de eutanasia. (No indica a que cifra o dato anterior ha de aplicarse “el cuádruplo”) Sigue describiendo diversos “síndromes” descritos sobre todo  por los americanos como “El síndrome de desmoralización” “El síndrome de desesperanza” y otros. Aportan también algún caso ejemplarizante en el cual el tratamiento de la depresión determinó el cambio de opinión de la paciente afecta de un cáncer. Consideran necesario por ello el estudio psicológico pormenorizado sobre todo en vistas a identificar la situación del paciente respecto los famosos pasos descritos por  Kubler-Ross y a partir de ello realizar una intervención psicoterapéutica.
Estos dos trabajos por lo tanto muestran la aguda situación de debate en esta delicadísima cuestión.

5. Una metareflexión y final.
Denomino a esta última parte de mi trabajo una metareflexión porque se trata de una reflexión sobre la reflexión.
a) En primer lugar me referiré al   artículo citado en el párrafo anterior sobre la frecuencia de depresión tratable entre quienes solicitan S.M.A.  El afán americano,  que está contagiando ya a nuestros psiquiatras, (13) de identificar como síndromes cualesquiera circunstancias  a lo que inducen, sin duda, las características simplemente descriptivas de sus clasificaciones diagnosticas ( D.S.M. etc. ) provoca una confusión epistemológica total, que impide diferenciar situaciones patológicas respecto meras situaciones psicoantropológicas. En esta línea de “no pensamiento” cualquier acción humana tras el estudio de sus motivaciones podría clasificarse  como “síndrome”  atribuible a unas u otras  influencias o determinantes de las intenciones del sujeto. Se olvidan aquí conceptos psicológicos que deberían ser obvios,  como motivación, intención, voluntad, libertad.... Se acepta así una especie de falacia psicológica mostrenca en el publico en general, pero que habría de sonrojar a un psicólogo o psiquiatra: el hecho de que la comprensión de las motivaciones de una conducta la justifica (confundiéndolo con hacerla comprensible), y por ello  merma o impide la libertad de decisión. (afectaría a su imputabilidad en el caso de un delito)  
Se supone, claro está,  que la intervención psicoterapéutica solicitada  en estas consideraciones americanas intenta el cambio de opinión del sujeto. De nuevo una cuestión delicada que puede confundir una psicoterapia con una cura de almas o incluso una manipulación en la línea del lavado del cerebro. En nuestra tradición Europea y recordando sobre todo a Biswanger y a Victor Frankl la actitud básica del psicoterapeuta debe regirse por aquel mandato: “Werde was du bist” ( “Llega a ser lo que tu eres”) es decir, de ayudar a que el sujeto realice su proyecto vital; o dicho de forma más llana, ayudar al sujeto a que cumpla en su  conducta los deberes que impone su voluntad. (En lenguaje psicoanalitico: que domine la conducta el principio de la realidad)  Ello solo debe ser violentado ante flagrantes proyectos inmorales o delictivos..... o por las razones de la casuística que también he comentado, con lo que por supuesto podremos preguntarnos en todos los casos, si este deseo, al fin destructivo, del suicidio, debe incluirse en tal categoría. Seguramente de la respuesta a ésta pregunta derivan o deberían derivar las distintas respuestas sobre la moralidad, legitimidad o legalidad del suicidio en general y su asistencia y del S.A.M en particular.
Queda la solución en manos del legislador y el moralista en difícil tarea pues al fin hemos de tener en cuenta que a pesar de todo, el consenso o sufragio popular no puede ser  fuente de legitimación absoluta. Y en estos casos siempre me vienen a la mentes ejemplos históricos, como el del Nacionalsocialismo que llega al poder  tras abrumador triunfo electoral, o la Segunda Republica Española que parece obtiene su legitimación sobre la praxis de su posterior ejercicio, ya que fue proclamada antes de que se contabilizara el resultado de unas meras elecciones municipales en las que en absoluto estaba en cuestión la forma del Estado. En otras ocasiones prima en la historia la cínica frase de Nietzsche de que “Ninguna buena causa legitima una guerra, pero una buena guerra legitima cualquier causa”.
b) Dudas sobre la posibilidad de una fundamentación absoluta de lo moral.
 Pero ¿Acaso es que caben legitimaciones absolutas de lo moral y lo jurídico? Aquí solo me vale mi pensamiento llano de psiquiatra interesado en la “Naturaleza Humana” al margen del intenso y constante esfuerzo, al menos en la historia europea, de aducir justificaciones morales  o religiosas  para las acciones humanas, sobre todo políticas. Recuerdo así el Concepto de Guerra Justa que satisfacían siempre las conquistas del Estado Romano, las “Proclamaciones y Requerimientos” en la  conquista castellana  de América, y hasta los alegatos del nacismo sobre la necesidad de Alemania de salida al mar y de espacio en la trastienda ( Hinterland) y la misma guerra del Irak bajo la justificación de la implantación de la Democracia Americana.
Y aquí de nuevo surge el pensamiento antropológico sobre lo que sea el pensamiento y la ideación humana en relación con las conductas. La  razón es razón vital y está al servicio de la vida, se entiende de la propia vida del pensante. La razón  absoluta o pura ( en la terminología de Kant ) actúa solo  cuando se pone al servicio de las cuestiones que yo digo “no nos importan” como la demostración del teorema de Pitágoras, pero se torna “práctica” cuando  se aplica a nuestras necesidades vitales.  He elaborado más detalladamente esta cuestión en mi trabajo titulado “Una Metareflexión sobre el Delirio” presentado a la Reunión de la Sociedad Castellano Leonesa de Psiquiatría celebrado en Toro en Octubre de 2005.
En estos casos “la razón practica” busca razones y justificaciones para las soluciones y conductas que necesita, lo que explica la aparentemente cínica frase de Nietzsche.
Sin embargo la Ascensión Permanente del Espíritu; la ascensión y progreso del humanismo en la Historia, que es ascensión y perfeccionamiento del mismo proceso de hominización como creo he mostrado en estas páginas, y cualesquiera otros términos que denominen el progreso moral y jurídico  tienen por difícil misión la armonización de ambas instancias de la razón.

c) Urgencia de una legislación pertinente.
 En todo caso urge por lo tanto y en mi opinión, una regulación normativa de esta delicada cuestión  que ha de ser extremadamente prudente y a la vez extremadamente clara.
A todos los médicos, desde luego, nos repugna una acción tan antideontológica y antihipocrática, y sin embargo a la vez comprendemos, la gran mayoría me parece, la presión que sufrimos desde la sociedad a la  vista de las técnicas médicas existentes  y los cambios de la sensibilidad moral, que intento haber hecho comprensible y justificable en las páginas que anteceden. Recordemos lo sucedido con la regulación del aborto, en la cual se aceptó el rechazo  a practicarlo de muchos médicos por razones deontológicaas, lo cual desde luego habría ahora también que respetarse. Recordemos el debate, en mi opinión más sencillo sobre las células troncales y la selección genética fetal en vistas al tratamiento de un hermano con discapacidad.
d) Inquietantes cuestiones emergentes.
 Surgen sin embargo otra vez las  preguntas inquietantes. Si se acepta que la autoprogramación con ayuda del suicidio   es un   derecho y por lo tanto esta ayuda al mismo, es  un deber de la sociedad, surgiría inmediatamente la pregunta de si habrá de aceptarse también la obligación de ayudar al suicidio en cualesquiera situaciones siempre que se asegurara el buen estado mental del sujeto. Ayuda al suicidio por lo tanto en cualesquiera edad y situación y no solo ante enfermedad terminal o sufrimiento máximo. Un sufrimiento máximo, podría aducirse, también lo produce el fracaso en el amor, la perdida del compañero o el hijo,  la pérdida del patrimonio o cualesquiera otra circunstancia dolorosa de las que jalonan la vida humana.
A mi también  esta misma pregunta me repugna, aunque ya he expresado algunos trucos mentales para resolver el dilema si queremos, mas  expreso mis dudas pues estamos en el mundo permisivo de las metareflexiones próximas a lo metadelirante ¿no? Dejemos estar, pues,  esta inquietante cuestión.
e)  Norma suprema de legitimación.
 La norma suprema de legitimación ética de conductas sigue siendo muy clara: Beneficio para alguien y daño para ninguno, pero evidentemente los detalles y circunstancias hacen difícil el reconocimiento de estas mismas condiciones y así sucede sin duda en el importante y sensible  tema que abordamos en estas últimas páginas.
f) Justificación y deseo final.
 Por ultimo aflora como argumento lo que desearíamos para nosotros mismos y por lo tanto para los demás, y en ello no tengo ninguna duda: En caso de sufrimiento continuado, de incapacidad manifiesta  sin remedio y de agotamiento del propio proyecto biográfico, agradeceré  que una mano amiga y compasiva me ayude a dar el ultimo paso, ese que todos hemos de dar y que es un paso también de la vida, aun siendo el último; la vida, bien inconmensurable que hemos disfrutado sin que hayamos hecho nada previamente por merecerla y permitidme para desdramatizar que recuerde,  que esa misma nuestra vida procede de un acto más bien placentero de nuestros padres.



 
NOTAS Y BIBLIOGRAFIA.

1. Pensées de Napoleon.  Payot  y Cia. París 106 Boulevard Saint Germain. Sin fecha de edición, pero seguramente primer tercio del siglo XX.
Pag. 23: “ Un homme a-t-il le droit de se tuer ? Oui, si sa mort ne fait de tort à personne et si la vie est un mal pour lui. Quand la vie est-elle un mal pour l’homme ? Lorsque´elle ne lui offre que de suffrances et de peines ; mais comme les souffrances et les peines changent à chaque instant, il n’est aucun moment de la vie oú l’homme ait le droit de se tuer ; le moment ne serait arrivé qu’a l’heure méme de sa mort, puisqu ‘alors seulment il lui serait prouvé que sa vie n’a été qu’un tissu de maux et de souffrances...
Evidentemente Napoleón no conocía los avances de la medicina de soporte vital.
2. Albert Royes i Qui: “El Suicidio  Médicamente Asistido.” Humanidades Médicas. Revista electrónica. Nr. 18. Agosto de 2007.
3. Se trata de la película de 1958 “White Wilderness” rodada en Alberta  en el Canadá. A pesar de pretender ofrecer un reportaje sobre la naturaleza silvestre, los productores de Disney escenificaron la creencia popular del suicidio de los lemmings.
4. R. Dawkins: The selfish gene. Oxford University Press, 1976. El Gen Egoísta. Labor  1979. Obra y autor ya clásicos que muestran como el objeto que realmente es sujeto de la evolución biológica son los genes individualmente y no los individuos ni las especies.
5. T. Cañas: Dostoievski y el Suicidio. Ed. Azul. Valladolid 2003. Magnifico texto que completa la tesis .doctoral de la autora y que muestra como en las obras del complejo novelista se encuentran prácticamente todos los tipos de suicidio observables en la clínica.
6. Está en estudio un proyecto legislativo que contempla la posibilidad de tratamientos forzosos ambulatorios, si bien la gran complejidad de los borradores existentes no auguran gran eficacia en su aplicación en el futuro.
7.  Neil Levy. Oxford UK. What Makes us Moral? Crossing he boundaries of biology. Oxford UK. Oneworld Publications. 2005
8. Pedro Kropotkin  "El Apoyo Mutuo"  (edición con una introducción de Carlos  Díaz.) Ed. Zero zyx 1970. Coleccion  “ Por un Nuevo Saber”
9. Stuart Sutherland: “Irracionalidad. El enemigo Interior”.  Editorial. Alianza. Libro de bolsillo nr 1819. Madrid 1996.
10.  Carl Schmitt. El Nomos de la Tierra.  Ed. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid. 1979
11. F. Javier Elizari; Marciano Vidal García: “Planteamientos actuales de la Moral Médica”. Jano. Humanidades MédicasFeb-Marzo 1985. pag. 37-49.
12. Marciano Vidal. “Bioética. Estudios de bioética Racional”. Tecnos 1989. Se trata de un autentico y profundo tratado sobre el tema en el que se consideran todos los problemas suscitados por el avance de la biología desde  una racionalidad moral que perfecciona y supera la tradicional.
13.  Reseño como anécdota que en el ultimo Congreso Nacional de Psiquiatría celebrado en Santiago hace pocos días ( del 24 al 29 de Septiembre) se presentó una comunicación sobre el  nuevo “Síndrome del Camino de Santiago” que por cierto provocó una protesta por parte del cabildo de la catedral Compostelana que temía, quizás por este motivo, perder clientes que hicieran El Camino”
Recomiendo también las siguientes lecturas.
Jacques Monod: “El Azar y la NecesidadEnsayo sobre la Filosofía Natural de la Biología Moderna” . Edición original en  du Seuil. Paris 1970. Versión española: Tusquets y Orbis 1985. Se trata de una obra fundamental y ya clásica en la que se exponen  los fundamentos fisicoquímicos de la evolución biológica y en general del aumento en complejidad de las estructuras y organismos del cosmos,  según las doctrinas del caos determinista y de la autoorganización de los sistemas complejos, tal como puede también comprobarse en sistemas sociales y los económicos y que explican porqué son más eficaces los sistemas liberal-economicos    (libre mercado) que los planificados. ( Veanse también  los escritos de F. Hayek)
Pierre Teilhard de Chardin: “El Fenómeno Humano.” Biblioteca: Conocimiento del Hombre. Revista de Occidente. Madrid 1958.  Se trata de  la obra principal de Teilhard donde después de presentar el panorama de la Evolución incluido el origen de la vida, expone  sistemáticamente sus ideas en las que armoniza los hechos biológicos con la teología y escatología cristianas.  Esta edición no sancionada por las autoridades eclesiásticas tuvo una enorme difusión en aquel momento en que yo estudiaba los últimos cursos de Medicina en Valladolid.
J. Maynard Smitt: “Evolution and the Theory of Games”Camnbridge University Press. 1982. El autor, importante biólogo evolucionista, explica   con los pertinentes ejemplos, cómo la teoría matemática de los juegos explica diversos hechos y procesos de la evolución. No tengo noticias de que esta obra breve pero muy densa y técnica, se encuentre traducida al español.
Julio Sanjuan; Camilo José Cela Conde: “La Profecía de Darwin. Del Origen de la Mente a la Psicopatología”. Ars Médica. Madrid, Barcelona, Mexico. 2004. Se trata de una muy interesante obra en colaboración de diversos psicólogos, psiquiatras y sociólogos españoles con capítulos de gran calidad sobre todo en lo relativo al origen del lenguaje, su relación con el origen de algunas psicosis y  otros síndromes psiquiátricos, como trastornos de la personalidad, consumo de drogas etc.
Luigi L. Cavalli Sforza:”La Evolución de la Cultura”  Anagrama. Col. Argumentos. Madrid 2007.  Otro bien conocido gran biólogo y ensayista que en este libro actual presenta un panorama de lo que se denomina memética; es decir, de la ciencia del desarrollo, divulgación y crecimiento de los “memes” o genes culturales que en forma de costumbres, valores y legislaciones se extienden en las diferentes sociedades y grupos humanos. Puede recomendarse como una introducción avanzada al tema  para quien tenga interés pero no mucho tiempo para profundizar en estas interesantísimas cuestiones que pueden presentar también algún pronóstico sobre la marcha de la historia.
W.H.  Thorpe. Ciencia Hombre y Moral. Nueva Colección Labor. Barcelona. 3·ª ed. 1973. 170 paginas.  El texto en su aparente brevedad es muy completo y centrado en el origen de la moral desde la evolución biológico-social.
Viktor E. Frankl. La Voluntad de Sentido.  Ed. Herder. Barcelona 1988. El autor mundialmente conocido psicoterapeuta creador de la Logoterapia, que le sirvió a él mismo para superar su cautiverio en el campo de concentración naci, rescata en este y otros muchos textos semejantes, cómo la voluntad de dar un sentido a la propia vida aun en las circunstancias más penosas, sirve para superar las dificultades  inherentes a la vida humana consiguiendo de ésta su plenitud.

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