PSICOSIS
Y ESQUIZOFRENIAS
1.Introducción.
Por
avatares incomprensibles del destino el término "psicosis", que fue
empleado por vez primera por VON FEUCHTERSLEBEN en su Manual de psicología médica de 1845, ha quedado adscrito a las
enfermedades mentales más graves y que se suponen, dentro del pensamiento
médico, consecuentes a patologías del sustrato biológico de los procesos
mentales, es decir, del sistema nervioso central. Lógicamente, y desde la
dualidad cartesiana de mente y cerebro, o de cuerpo y alma, las psicosis se
refieren etimológicamente a enfermedades de la psyche, es decir, del alma, y las neurosis a las de su sustrato
neural. Parece que ha predominado la acepción vulgar según la cual a partir de
enfermedades nerviosas se entienden más bien los "nerviosismos", es
decir, la ansiedad; y se reserva por lo tanto el nombre de "locura"
-sin paliativos- para las más graves, que se identificaron con el término
"psicosis".
Ya en sentido médico terminológico, y como la
mayoría de los términos psiquiátricos, nos encontramos con su difícil
precisión, de lo cual ya nos advierte la Organización Mundial de la Salud al
abordarlo. Las descripciones operativas de los diversos sistemas diagnósticos,
cada vez más precisas -incluidos la CIE-10 y el DSM-IV- no aportan lo que todos
desearíamos, es decir, o una definición axiológica expresada por un algoritmo,
o un referente o "marcador" -aunque nunca hemos comprendido bien la
pertinencia en psiquiatría de esta expresión, utilizada para referirse a los
correlatos biológicos de los síntomas psiquiátricos- preciso y unívoco. Un
marcador que desde luego solo podría ponerse en correlación suficientemente
certera respecto a algunos signos, pero no, creemos, respecto a síntomas o
síndromes, debido a nuestra creencia muy verosímil de la inespecificidad; es
decir, que los mismos síntomas y síndromes pueden y son debidos a diversas
etiopatogenias. Evidentemente eso prohíbe la existencia de un
"marcador" específico de cualquier síndrome; tan sólo se encontrará,
y se van encontrando, respecto a las entidades nosológicas que existan o puedan
existir, y que dado el concepto médico han de tener en origen un factor
somático necesario, aunque no sea suficiente, ejemplo la enfermedad de
Huntington. Mas entiendo que la psicopatología se ha de ocupar precisamente de
los síndromes, y no de las entidades morbosas.
La
situación del problema nos parece análoga a la que hace unos años existía entre
los investigadores sobre los tumores malignos y la genética. No se ha
comprendido la esencia del proceso cancerígeno hasta que no han sido
desentrañados los mecanismos biomoleculares de la herencia y la ontogenia. Dado
que falta mucho para la comprensión -o más precisamente explicación- del
funcionamiento psicológico humano, es evidente que debemos declarar nuestra
humildad respecto a los logros que podamos obtener en la comprensión de sus
trastornos más complejos, como son las psicosis, o con mayor exactitud, las
psicosis delirantes, que son nuestro objeto de estudio. Esta podría ser nuestra
primera precisión.
Entendemos,
pues, que es el delirio el síntoma principal que identifica las psicosis, y aun
con ciertas restricciones podemos aceptar que el síndrome delirante, en
particular el alucinatorio-paranoide, es el principal cuadro del síndrome
psicótico, que es tanto como decir "locura" en su concepto
tradicional. Aportaremos a continuación algunas definiciones y conceptos sobre
el término "delirio".
2. El
concepto de delirio.
Es
evidente que no podemos extendernos demasiado sobre este concepto -más que
síntoma-, el más importante si acaso de toda la psiquiatría. Discúlpesenos, por
lo tanto, tantas omisiones imprescindibles, pues sólo pretendemos mostrar
algunas acepciones que parecen importantes para comprender el marco conceptual
en el que nos vamos a mover, hasta llegar a las hipótesis finales del último
capítulo de la presente monografía.
Especialmente
remitimos a BERRIOS (21), que ya desde hace mucho tiempo se ocupa de la
historia de los conceptos psiquiátricos y que recientemente agrupa en una
magnífica e insustituible monografía. Por lo tanto, aquí resumiremos algunos
datos que tomamos de la misma, y también de las excelentes reseñas de su época
en el tratado de CABALEIRO (36), en un trabajo nuestro JIMENO VALDÉS (123), y dos obras alemanas
modernas no traducidas, por un lado de HUBER Y GROSS (104) y por otro de
SCHARFETTER (190).
Citemos
primero una queja de un paciente tratado "exitosamente" con
neurolépticos: "Antes tenía al menos mis alucinaciones y delirio, ahora no
tengo nada" [1]. Así se
comprende que SCHARFETTER defina el delirio como una "realidad
privada"; es decir, como una creencia totalmente íntima, válida, rígida,
de una realidad personal, que se perfila antes de la delimitación entre el mundo
interno y el externo, entre lo objetivo y lo subjetivo. El delirio determina la
conducta vital y biográfica, determina también la vivencia y perfila los
sentimientos. El delirio es una realidad privada. El delirio no está
determinado por su contenido -ni de manera alguna tampoco por su origen, a
pesar de la clásica definición de KRAEPELIN- sino por su ruptura de la
interrelación adecuada del delirante respecto su entorno convivencial, sobre la
base de un cambio de significado del perimundo en el que se vive y sobre el que
se actúa. El delirio es alienación, porque surge del silencio y del
aislamiento. Toda persona es potencialmente delirante, y todos, en el momento
en que nos alejamos de las creencias del mundo convivencial, nos acercamos más
a lo delirante. Así, el hombre adaptado se caracteriza por su coincidencia con
las creencias de su grupo.
Sin embargo, uno de los problemas más
importantes del delirio subyace en la dificultad para precisarlo respecto las
creencias en general, y el derecho a la libre opinión y la creatividad en
particular. Esta controversia abarcó todo el siglo XIX oscilando entre la
suposición del origen del delirio en la voluntad, en la afectividad, o en el
pensamiento o cognición. A finales del siglo, y siguiendo a BERRIOS (pág. 114
de la obra citada), quedó claramente establecido el concepto de delirio como
creencia patológica y errónea, bajo hipótesis neurobiológicas basadas sobre
todo en las teorías de la desintegración y sustitución jerárquico funcional de
JACKSON. WERNICKE Y CHASLIN, también en ese momento, diferencian el delirio
primario del secundario. Una división conceptual básica, en nuestra opinión, y
que supone aceptar que el mismo síntoma puede suponer en distintos cuadros
patológicos fenómenos completamente diferentes. Claro está que ello exigiría
simultáneamente aumentar el número de síntomas en razón de estas diferencias y,
desde luego, identificar suficientes observaciones que los sustentasen. En todo
caso, muestra cómo la mayor parte de los conceptos utilizados por JASPERS
proceden de la psiquiatría francesa del siglo anterior a la cual raras veces
cita, y también podemos nosotros repetir ahora muchas de las ideas de la
escuela de Bonn, a la que tanto nos referiremos después, que encuentran también
sus antecedentes en psiquiatras franceses de entre siglos. Bien se conoce que
la ruina económico cultural que siguió a la pérdida de la guerra francoprusiana
y al auge del Reich contribuyeron al paso de la primacía científica
psiquiátrica desde Francia a Alemania.
A efectos
del interés en el presente libro hemos de citar a CLERAMBAULT, que destacó la
importancia de las cenestopatías en el origen del delirio así como del concepto
de "automatismo mental", que incluye disfunciones orgánicas y
cognitivas en la base del estado predelirante. El delirio aparecería, pues,
como fenómeno vicariante, estereotipado y automático ante la pérdida de
funciones mentales jerárquicamente superiores y al irrumpir en la consciencia
aquellas vivencias primitivas relacionadas con los sentidos internos
cenestopáticos, propioceptivos, etc.; un antecesor por lo tanto importante de
las doctrinas de los síntomas básicos de la escala de Bonn.
Previo a
GRIESINGER, también descubrimos en BERRIOS (21, pág.116) a MOREAU DE TOURS como
un antecesor del concepto de psicosis única.
Dedica
BERRIOS largas páginas al estudio del humor delirante o estado predelirante, en
un intento evidente de entender el origen del delirio, y citando a SPECHT,
BLEULER, SCHNEIDER, al injustamente olvidado BERZE, desde luego a CONRAD y EY,
pero luego además a CABALEIRO y LLOPIS. Todos ellos abundan en la misma línea
del fenómeno unitario del delirio a partir de la "desintegración
funcional de la vida psíquica centrada en la organización de la
consciencia".
Especialmente
nos interesa recordar a LLOPIS (150-152), el cual, citado también por BERRIOS,
distingue entre el delirio activo y el delirio inerte; el primero se mantendría
por las emociones, el segundo por el déficit cognitivo, aceptando además la
existencia de un gradiente continuo entre el delirio primario y el secundario.
Estas
ideas han enriquecido nuestra hipótesis sobre los síntomas plus y los síntomas
minus que describimos en la "obsesión" y en el "delirio", y
que apuntan a dos orígenes completamente distintos de esos mismos síntomas.
Estas distinciones, que en principio son hipótesis meramente psicopatológicas,
son muy importantes precisamente en el momento actual de la psiquiatría,
caracterizado por la aplicación de técnicas neurobiológicas, cada vez más
sutiles y que para que adquieran relevancia científico-doctrinal es preciso
correlacionar con síntomas psicopatológicos cada vez más precisos.
Durante
cierto tiempo, y esencialmente a partir de la línea antipsiquiátrica, el
delirio fue aceptado como un resultado de la creatividad y derecho personales.
La masa, en su aceptación de lo común, sería más patológica y alienada que el
loco. Por otra parte, diversos autores como JASPERS (116) se esforzaron en
definir el delirio por sus caracteres de imposibilidad e incomprensibilidad, no
obstante ello no es imprescindible.
Entre
nosotros, y en la época actual, es quizás CASTILLA DEL PINO (39, 40) el
representante más importante de nuestra obligación de acceder a una
"hermenéutica del pensamiento delirante", para lo cual aporta
luminosas claves.
Frente a
ello, y también en este momento, destaca la interpretación también radical pero
de sentido opuesto de BERRIOS, postulando que el delirio es un empty speech act (íbidem pág. 126); un
acto vacío del lenguaje "cuyo contenido informativo no se refiere al mundo
ni al yo". No es expresión simbólica de nada. Su contenido es un fragmento
de información atrapado en el momento
en que se produjo el mismo.
Estas
graves diferencias conceptuales llevan de la mano a afirmar la hipótesis de la
auténtica heterogeneidad de las ideas delirantes. Así estimamos que existen al
menos dos grandes tipos de ideas delirantes, que se distinguen radicalmente por
su sustrato neurobiológico, su origen antropobiográfico, su importancia
contextual, su relación con la conducta del sujeto, etc. En el fondo se trata
de la vieja distinción jasperiana entre el delirio primario y el secundario, o
el delirio en el brote delirante psicótico y el delirio como desarrollo
comprensible; una diferencia tan importante como la que en el siglo pasado se
estableció entre el delirio onírico o
delirium y el delirio como idea delirante, del cual tratamos aquí. Naturalmente
que en nuestro momento psiquiátrico estas diferencias han de ser corroboradas
por correlatos neurobiológicos y neuropsicológicos, cuya verificación o
falsación debe desarrollarse en los correspondientes diseños de investigación
en los que trabajamos, pero que no han de formar parte de esta obra destinada
más bien a la reflexión.
Así pues,
y para terminar el presente apartado, resumimos algunas de las características
importantes del delirio.
Pensamos
que el delirio puede definirse psicopatológicamente por sus caracteres
intrínsecos, y sobre todo respecto dos cualidades que vulnera:
1. La
integración de la persona respecto el sentir, el pensar y el actuar.
2. La
adecuación adaptativa de la misma respecto la misma persona en su grupo social,
del cual es a la postre dependiente.
Creatividad
y originalidad están en la fuente misma del delirio "secundario" o
"desarrollos delirantes crónicos", de tipo paranoide u otros. Su
pertinencia o aceptación respecto criterios humanísticos parecen
imprescindibles para su limitación respecto las ideas, sobre todo religadoras y
explicativas del mundo y de la vida. Sin embargo, también el delirio primario puede
secundariamente cobrar en la mente del paciente o en su entorno cultural un
significado relevante, constructivo y por lo tanto creativo; de la misma manera
que el mundo de los sueños puede alimentar la poesía.
Otra
característica del delirante reside en el hecho de que, para él mismo, el
delirio se constituye en la única realidad -o bien en la realidad
preponderante-. Esta capacidad de "invasión del yo", en detrimento de
otras funciones actividades e intereses, es un marcador esencial para
determinar la nocividad del delirio. No obstante, también las ideas fijas y
sobrevaloradas que llevan a la acción creativa, y que caracterizan a los
grandes hombres, cumplen esta
condición.
Por otra parte, también el delirio primario y claramente patológico puede
perder intensidad, "encapsularse" como decían los clásicos, y desde
luego, aun desaparecer completamente en el curso de la enfermedad o en su
posible curación. Por todo ello, pensamos que la conceptualización y delimitación
del delirio todavía permite una reflexión por parte de todos los psiquiatras,
que sin embargo parecen haber perdido todo interés por el mismo -de lo cual
tanto se quejaba Ramón SARRÓ-, por lo que aportaremos por ello en este trabajo
nuestras opiniones.
3.
Reflexiones sobre la historia de las psicosis delirantes.
Aunque el tema es bien conocido y ha sido
resumido infinidad de veces en trabajos propios y ajenos -por ejemplo JIMENO
BULNES y cols. (117 y 119)-, nos parece esencial presentar una brevísima
introducción histórica, que a la vez mostrará diversos modelos sobre la
estructura y dinámica del psiquismo en el enfermo psicótico.
Así, cabe
destacar la existencia de dos líneas históricas principales con las que se ha
abordado el estudio de las psicosis: por un lado se encuentra una línea
empírica, es decir, descriptiva, si bien armada con todos los descriptores
posibles para la delimitación de los casos y las formas, así como las
pertinentes técnicas estadísticas, naturalmente todo ello en los trabajos más
modernos. La otra línea intenta ser más profunda, captando la estructura -por
supuesto en el marco de un modelo- de las psicosis. Esta línea acude a teorías
y metateorías que permiten extraer, si no siempre inferencias válidas, sí al
menos un atisbo de comprensión para nuestra propia mente del ser psicótico, y
desde luego lo que facilita todo modelo: el establecimiento de hipótesis que
permiten la construcción de estrategias de verificación o falsación; sin que
ello quiera decir que aceptemos totalmente a POPPER, que quiere ver en la
falsación la única forma de avance científico, a base de saber qué no es la
verdad.
En líneas
muy generales, el primer método, o método descriptivo, es adoptado por la
psiquiatría francesa y su afín metodológico actual, centrado en la psiquiatría
anglosajona -sea en la actualidad el sistema diagnóstico DSM-IV su más preciso
paradigma-; y el segundo por la psiquiatría centroeuropea, o más precisamente
alemana, si bien no en todas sus escuelas, sino fundamentalmente en aquellas
que quieren reconocer como padre a Karl JASPERS, el cual, como filósofo y
clínico, puso en orden la psiquiatría para dedicarse después a más profundos
menesteres. Nosotros tenemos, ya lo hemos mencionado, un padre de casi idéntica
categoría, si quisiéramos aportarlo a nuestras actuales investigaciones. Nos
referimos evidentemente a Xavier ZUBIRI, ya tantas veces integrado por nuestros
grandes psiquiatras desde VALENCIANO, casi en la generación anterior a la de
nuestros padres. Bien merecería ZUBIRI nuevos esfuerzos, sobre todo después de
la publicación de una de sus últimas obras (222), que aborda precisamente el
grave problema de las relaciones entre la cognición y la afectividad,
justamente el tema central humano: las relaciones entre el corazón y la cabeza,
o dicho con mayor exactitud, entre la noogénesis y la timogénesis de los
delirios.
Esta
segunda línea renace con fuerza en los últimos años. Recientemente, en el marco
de nuestra estancia en Alemania (Frankfurt am Main), y durante la visita
efectuada al Prof. Gerd HUBER en Bonn -dentro de cuya escuela conceptual
realizamos el presente trabajo-, este nos transmitió su confianza y seguridad
en el renacimiento de los estudios psicopatológicos, así como la necesidad de
los mismos, incluso ante los ineludibles ensayos clínicos con los nuevos
fármacos antipsicóticos y las recientes técnicas de análisis funcional
cerebral. Nosotros nos beneficiaremos de ello, dentro de la propia
sintomatología de los pacientes europeos, los cuales -sin chauvinismos- por su
misma mayor capacidad de autocomprensión y la base histórica de nuestra
cultura, producen síntomas más complejos y finos que se expresan en las
enfermedades superiores de la mente, como son las psicosis. Todo ello en el
pensamiento de HUBER, que por último nos confesaba su frustración por haber
tenido que publicar a instancias de la misma Springer en inglés, en vez de en alemán.
Estaríamos
tentados de decir que cada línea de estudio sería adecuada para abordar cada
uno de los dos tipos de ideación delirante que hemos descrito en el párrafo
anterior, pero desde luego no se observa en la literatura esta posible
congruencia, por lo que de momento lo dejaremos de lado.
Sin
embargo, y en razón de nuestro principal tema de estudio -la línea de trabajo
que adoptamos- y de las hipótesis a que llegaremos en el último capítulo de
esta obra, presentaremos brevísimamente en este apartado algunos datos de la
línea descriptiva, para concentrarnos después, en los sucesivos epígrafes, en
la exposición de los modelos más conspicuos de psicosis, y que nos han servido
de meditación y antecedente en nuestro estudio.
Seguimos
ahora la monografía de COLODRÓN (44 y 45), centrada en las esquizofrenias como
paradigma de las psicosis delirantes, y señalamos en primer lugar a MOREL, el
cual fue el primero en establecer un modelo biológico de la enfermedad mental
al propugnar la teoría de la degeneración,
entendida como la desviación malsana de un tipo primitivo, y que conduce a
la decadencia moral y psicológica a través de estadios sucesivos, desde la
simple intranquilidad o nerviosismo -ansiedad- hasta la demencia, pasando por
el delirio.
MAGNAN
recoge esta misma idea cuando habla de la predisposición o transmisibilidad
hereditaria de la locura. Aplica aquí las doctrinas sobre la evolución
biológica de LAMARCK, que durante tanto tiempo en Francia, siempre tan patriota
-y ello debería servirnos de ejemplo- primó sobre DARWIN, que asumía los
primeros conocimientos de genética, si bien estos no fueron totalmente integrados
hasta la llamada "primera síntesis" o "neodarwinismo",
introducido por HUXLEY. Pero esto es ya otra historia.
En todo
caso la conceptualización francesa de las psicosis, seguida por sus grandes
clásicos como PINEL Y ESQUIROL, mantiene siempre el aspecto clínico descriptivo
como objetivo principal, y desde luego plenamente conseguido. En este sentido
parece que el mismo KRAEPELIN, en sus comienzos, sigue la mencionada línea.
Más
adelante, en el último cuarto del siglo XIX, los constantes avances del método
anatomoclínico y la comprensión de algunas de las relaciones entre funciones
psíquicas -el lenguaje- y el cerebro, indujeron a los psiquiatras a seguir el
mismo método para el estudio de las psicosis. Dentro de esta similitud, nos
atreveríamos de nuevo a señalar dos caminos diferentes. Uno de ellos está
basado en el seguimiento de síntomas aislados, que más o menos pudieran
identificarse o adscribirse a enfermedades cerebrales conocidas. La figura
representativa de esta línea es WERNICKE, seguida de KLEIST.
El otro
camino opera no ya a partir de síntomas aislados sino desde complejos
sindrómicos o enfermedades, intentando desentrañar la estructura global de los
trastornos y las disfunciones cerebrales subyacentes o posibles. El
representante más importante en esta época es GRIESINGER, que aporta su
concepto de la psicosis única, y con HOCHE su teoría de los síntomas axiles de
estructuración y desestructuración de las psicosis, y de BERZE que nos habla ya
de la hipotonía de la consciencia como núcleo psicopatológico del psicótico.
Nos detendremos un poco más en esta segunda corriente, dentro de un primer
apartado respecto los distintos modelos de las psicosis que deseamos reseñar y
resumir.
4. El modelo de la psicosis unitaria.
Según
GRIESINGER, primer introductor del concepto -aparte de la sugerencia aislada de
MOREAU DE TOURS que ya hemos citado-, el término "psicosis" se
refiere a todo el conjunto de circunstancias que se reúnen en la noción de
enfermedad psíquica, es decir, incluyen en una primera aproximación no sólo la
esquizofrenia sino las mismas neurosis, los síndromes orgánicos confusionales,
etc. Estos síndromes serían solamente grados diversos de una progresiva
desorganización o alteración dinámica del ser psíquico, y toda psicosis tendría
una base orgánica -como afirmaba también SCHNEIDER (191)- demostrable tarde o
temprano. Así, las diversas formas de enfermar constitutivas de una psicosis
única -o unitaria en palabras de VALENCIANO- se transforman entre sí en sus
diversos estadios a lo largo de ciertos ejes, hasta la destrucción completa de
la vida psíquica en las demencias. Bartolomé LLOPIS (150-152), que con
VALENCIANO y SANTO DOMINGO son quizás los mejores representantes españoles de
esta línea, estudian por lo tanto los estados y contenidos de la consciencia,
como formas de expresarse la situación del psiquismo en sus distintos niveles
morbosos.
Al igual
que EY (56) -que en su teoría organodinámica pertenece también al círculo de
los que postulan la psicosis unitaria-, LLOPIS asimila la existencia o no de
una psicosis a un trastorno de la consciencia, en concreto, un enturbiamiento
de la misma. Los diversos grados de este enturbiamiento determinan en esencia
los diversos síndromes delirantes, denominándolo así el parámetro de
"estado de la consciencia", que se desestructura por descenso de su
nivel. La configuración de los síndromes del estado psíquico recibe ahora los
contenidos de la consciencia, procedentes ya del mundo externo, ya del mundo
interno del paciente, configurándose así el cuadro psicótico. Todo ello puede
aceptarse tanto para los síndromes agudos como para los crónicos, si bien EY
había diferenciado una patología de la consciencia para los primeros y una
patología de la personalidad para los segundos. ORTIZ Y CABRERA (170) y JIMENO
VALDÉS (123), entre otros, siguen defendiendo este modelo -en el cual ocupa un
lugar central el llamado "síndrome axil común a todas las psicosis"-,
y coinciden con LLOPIS en la necesidad de colocar a la consciencia en el centro
del acontecer psíquico.
Realmente
este mismo modelo subyace en los más conspicuos psicopatólogos alemanes
actuales, como GLATZEL (71 y 72), BURCHARD (33 y 34) o JANZARIK (110, 113,
114). Se expone a veces como regla de las
capas o niveles, que define los diversos síndromes psicóticos como
expresión de los distintos niveles de desintegración de las funciones psíquicas
ante los agentes morbosos etiológicos. Esta regla permite un abordaje dentro de
la teoría general de los sistemas de
BERTALANFFY (22 y 23), ya un tanto antigua, que nace de una raíz filosófica
-como la construcción por capas y niveles de la persona en LEERSCH y la
realidad de HARTMANN (90)-, y otra físico-química, que interpreta la
organización del mundo real en diversos niveles de complejidad, del que surgen
"emergentemente" nuevas funciones que superan dialécticamente a los
niveles inferiores. En nuestro caso, ello guarda evidente relación con las
observaciones clínicas.
Es sabido
que en lo referente al sistema nervioso central, estas mismas ideas responden a
las leyes de JACKSON respecto la liberación de funciones inferiores, cuando se
desestructura la función superior por trastornos morbosos. Esta ley suele
expresarse también, en el área germánica, como ley de la regresión filogénica (HEINRICH, 1965). La reacción o
ideación paranoide puede así interpretarse como regresión a una forma
socio-existencial de vida de tipo arcaico-mítico, en la cual todo suceso
externo estaba dotado de un significado especial e importante para la persona;
no existía aún la función de objetivación o hiperformalización del percepto, en
terminología de ZUBIRI (222). La mentalidad paranoide era así adaptativa y
normal en un mundo de gran presión competitiva y de escasa organización social,
en la cual el hombre era el principal adversario del hombre, y que por ello
debía ser percibido ante todo como potencial enemigo. La angustia y el miedo
hoy día proporcionan el mecanismo más simple de esta regresión funcional, de la
cual brotan los síntomas paranoides psicóticos.
Este modelo
tiene una vigencia especial hoy día en la investigación de las esquizofrenias
-aún con demasiada frecuencia olvidada-, y en concreto en relación con las
doctrinas de ANDREASEN (5 y 6), CROW (51, 52) y otros, sobre los síntomas
positivos y negativos en las mismas, perfectamente interpretables en el sentido
de déficit y liberación de funciones.
No dudamos
en calificar este modelo como uno de los más fructíferos e importantes de la
psicopatología, y que suele ser expresado por nosotros como "primera regla
de oro" de la psiquiatría. La segunda es, pensamos, la denominada
"regla de BONHÖFFER", introductor frente a KRAEPELIN del concepto de
las psicosis exógenas o sintomáticas a procesos orgánico-cerebrales, y que se
refiere a la inespecificidad de los cuadros psicóticos en relación con los
agentes etiopatogénicos, cuestión que, sin embargo, no vamos a tratar aquí con
más detalle.
5. El modelo descriptivo fenomenológico.
Más que un
modelo se trata de un método, el método propio de la psicopatología, que bajo
los imperativos de la fenomenología de HUSSERL y bajo el grito de "a las
cosas mismas", va por mano de JASPERS a describir todos los fenómenos
psíquicos normales y anormales -los segundos como síntomas-, en los que se
incluyen tanto las conductas como las vivencias comunicadas y comunicables, y
aun inferidas. Descrito también como el método del "comprender y el
explicar", abarca, frente a la búsqueda de la causalidad orgánica, las
relaciones de sentido y la comprensión empática y genético-dinámica, enriqueciendo
primero a la psiquiatría alemana ya en la obra de KRETSCHMER (139) y GAUPP
("escuela de Tübingen"), ya en la de KRAEPELIN (138) y BLEULER (26)
("escuela del sur").
Incluye
también la comprensión psicoanalítica ejemplificada por el caso Schreber de FREUD, suficientemente
conocido, así como el delirio sensitivo de referencia de KRETSCHMER, hoy un
tanto olvidado, pero que sigue encontrándose en formas psicóticas reactivas, en
algunas fobias sociales y aun en cuadros depresivos.
La
psicopatología fenomenológica tiene todavía mucho que decir pues supone, nos
parece, el método clínico por antonomasia, que desde la relación
médico-paciente asciende a la interpretación del sentido de su enfermedad o el
por qué de la misma. Los inventarios clínicos que se utilizan en el presente
trabajo no constituyen más que precisiones metodológicas del mismo, al igual
que todas las escalas de evaluación conductual, sin las cuales sería impensable
la psiquiatría de los últimos años. Solamente la ignorancia puede explicar el
desprecio que en algunos círculos se ha expresado hacia la fenomenología, que
en último término es nada más y nada menos que -como en toda investigación
científica- la descripción de los observables, los cuales en el psiquismo son,
naturalmente, las mismas funciones de la persona humana como tal, es decir, sin
reduccionismos.
Dentro de
este mismo modelo puede por lo tanto recordarse el modelo psicoanalítico
clásico o analítico dinámico, que explica el origen del delirio y las psicosis
a través del mecanismo universal de la angustia y el miedo, los cuales
movilizan la ideación mediante los correspondientes mecanismos de defensa.
Estos métodos contribuyeron, en las escuelas citadas, a la creación de los
primeros modelos analítico-estructurales, en los que se describían las
constelaciones de fuerzas en las psicosis, y que condujeron al diagnóstico
multidimensional, el cual terminó definitivamente con los dogmas kraepelinianos
y con la "unidad nosológica" en psiquiatría.
6. el
modelo analítico existencial.
Derivado
de determinadas corrientes antropológicas en medicina procedentes de las
clásicas escuelas de KREHL o VON WEIZSÄCKER, y estas a su vez de determinadas
escuelas filosóficas como la de HEIDEGGER -o existencial-, este modelo se
centra en el estudio de la personalidad y los avatares biográficos,
redescubiertos en el área anglosajona como "acontecimientos
biográficos", o aun peor llamados "acontecimientos vitales". Las
formas de estar en el mundo (VON GEBSATTEL), las formas de ser y de existir,
así como las formas de relacionarse con la trascendencia y la muerte, apuntan
todas ellas a trabajos primerizos de JASPERS (115). El tema delirante puede así
ser interpretado y resumido en un complejo directivo que consigue precisamente
"comprender" al psicótico y a su delirio, en general como sistemas de
compensación o racionalización de la realidad del sujeto.
Este
modelo antropológico del delirio, como acentúa VON BAEYER, es indiferente en el
aspecto nosológico, y puede centrarse de este modo en el síndrome paranoide o
alucinatorio-delirante como objeto de su estudio.
Incluso en
el estudio de las esquizofrenias puede siempre descubrirse lo paranoide
marginando otros síntomas, lo cual permite siempre una reinterpretación de la
forma existencial del paciente. La aparición de este síndrome exige una
reestructuración de todo el psiquismo, por lo tanto este modelo puede también
incluirse dentro de los modelos estructurales, a los que luego nos referiremos
con más precisión. Todo ello tiene una gran importancia también a efectos de la
peritación psiquiátrica, en la cual con excesiva frecuencia, la presencia de un
síndrome psicótico -o simplemente paranoide- conduce a la aceptación de la
inimputabilidad. Mediante este modelo puede muy bien delimitarse qué aspectos o
estructuras del psiquismo están afectados por el proceso psicótico, y ello no
sólo en las situaciones residuales, sino también en algunas de las agudas. Así
pues, al análisis clínico de los clásicos ha sucedido el análisis automático
con auxilio del ordenador.
7. El modelo dinámico real de Wieck.
En los
años de la segunda posguerra continúa aún la pugna entre kraepelinianos y
bonhoefferianos respecto la etiopatogenia general de las psicosis delirantes, y
sobre todo de las esquizofrenias y "síndromes esquizofreniformes".
ALDAMA TRUCHUELO (1) -maestro nuestro en Valdecilla- acuñó este término, y tuvo
que ver duramente criticada su oposición al kraepelinianismo aún imperante. Tan
severa debió ser la crítica, o tan sensible el maestro, que desde entonces no
volvió a aparecer por ningún foro hispánico, mientras que en el círculo de sus
discípulos mantenía esta actitud, compatible con la descrita "regla de la
inespecificidad". En un artículo más actual su hijo, J.M. ALDAMA (2),
volvía a este tema. Precisamente la tesis doctoral de JIMENO VALDÉS, acerca de
las psicosis esquizofrénicas sintomáticas (120), surge de la hipótesis de la no
especificidad del mismo síndrome esquizofrénico, lo cual por lo demás ya había
sido admitido implícitamente por SCHNEIDER (191), al exigir que en todo
diagnóstico de esquizofrenia se excluyera previamente la existencia de un
factor etiopatogénico somático, relacionado en intensidad y curso con el
síndrome psicopatológico.
Pues bien,
la doctrina de WIECK (216) sobre los síndromes
de transición señala la modificación en la clínica real de sucesivos
síndromes -prácticamente todos- al compás del curso de diversas noxas exógenas,
y si al principio sólo se describen y admiten síndromes de tipo confusional, es
decir, bonhoefferianos típicos, posteriormente, bajo una impresionante cantidad
de publicaciones en este sentido -entre ellas la de JIMENO VALDÉS (120)- se
admiten cuadros esquizofreniformes, maniacos, depresivos, fóbico-obsesivos,
etc. Véase para ello el admirable trabajo sobre psicosis sintomáticas de
CONRAD, en la primera edición de la enciclopedia alemana Psychiatrie der Gegenwart (47). Hoy día ya es habitual hablar en
los congresos de las manías -y demás formas psicóticas- sintomáticas. Por lo
tanto, WIECK distingue tajantemente entre la patogenia del síndrome y la
génesis del mismo, esta última de índole causal orgánica. Los trastornos
fundamentales de la esquizofrenia se incluirían en la patogenia formal.
En la
primera edición de la enciclopedia alemana de psiquiatría de los años
cincuenta-sesenta, CONRAD -según decíamos- asume totalmente las concepciones de
WIECK, que no representan ni más ni menos que una teoría de los psicosíndromes,
basada ésta en la experiencia real de la clínica psiquiátrica en la tradición
de las unidades psiquiátricas de los hospitales generales -como la primitiva de
BONHÖFFER en la Charité de Berlín-, y
que por ello mismo se encuentran más proclives y mejor instrumentadas para la
captación y estudio de las psicosis bajo un modelo somatógeno.
8. El modelo dinámico estructural de
Conrad.
Sobre
recuerdos de la teoría estructural del campo de fuerzas operante en psicología
de Kurt LEWIN, autores como CONRAD (46), JANZARIK (110, 113) y KISKER (130)
-principales representantes de esta línea- presentan un magnífico modelo de la
estructura psicopatológica de los síndromes delirantes y productivos. El
delirio de relación e influencia con su apofanía
-que conlleva la certeza en el mismo, proviniente de su carácter de
"revelación" sobrenatural- se produce, según CONRAD, por la pérdida
de la libertad de pasar de una situación "tolemaica" o
antropocéntrica a una situación copernicana, es decir, de objetivación del
perimundo o escena perceptual. Esta pérdida de capacidad para cambiar libremente
el "sistema de referencia" comienza en la situación de humor
delirante o trema y se intensifica
poco a poco, hasta que el sujeto queda inmerso en su propio cuadro perceptivo,
integrado de forma significativa en la escena, que cambia así sus valencias,
valores y significados, para ser revestida fundamentalmente de lo paranoide.
Los contenidos -sobre todo afectivos- se proyectan pues sobre la escena
perceptiva, dotándola de cualidades emanadas del yo que la determinan, y a la
vez por tanto la tergiversan en la línea de lo delirante.
En
consecuencia, CONRAD estudia las cualidades del campo perceptivo -o lo que es
lo mismo, del campo de la consciencia- en la situación normal y patológica,
postulando en el mismo cambios estructurales que definen lo patológico. Esta
estructura puede ser definida, según se refiere en la monografía de JIMENO
VALDÉS (121, 123) que seguimos en estas cuestiones, por parámetros de orden, término tomado sin duda del
parámetro de "orden" que describe la sinergética de HAKEN (88) en su
teoría matemática, elaborada a partir del descubrimiento de la luz coherente o
láser.
Así
explica JANZARIK -y recogen HUBER Y GROSS (104)- que los fenómenos psicóticos,
no ya sólo los delirantes, surgen en el marco de una traslocación en las
relaciones dinámicas de la estructura del yo, que constituye la identidad
psíquica. El depresivo delirante, por ejemplo, a diferencia del psicótico
esquizofrénico, cae en una restricción dinámica con pérdida y estrechamiento de
las posibilidades de interpretación del perimundo, que conduce al delirio de
referencia. Lo contrario sucede en el delirio maniaco, en el cual el paciente
experimenta una expansión dinámica, con pérdida direccional de los contenidos
psíquicos e invasión del perimundo por el yo. En todo caso, la situación
delirante se caracteriza por una pérdida de los límites entre el intramundo y
el extramundo, como dirían nuestros filósofos.
Entendemos,
sin embargo, que estos modelos -y nos referimos sobre todo al último citado-,
por muy significativos y sugestivos que nos resulten, deben ser sometidos a
alguna verificación experimental. Hemos encontrado en el Lehrbuch der allgemeinen Psychopathologie de BASH (13) un
antecedente de estas ideas, que someten el yo consciente a un modelo también
estructural. Merecería la pena analizar algo más el significado de modelo
estructural, puesto que es la base de algunas de las hipótesis con las que
trabajamos.
Un modelo
estructural no sólo debe proporcionar una semejanza analógica en las
correlaciones de fuerzas, bien de aspecto cuantitativo o cualitativo, sino
también una semejanza formal interna entre las partes del modelo y las partes
del objeto. Volveríamos a recordar en este momento las sugerencias de HEMPEL
(96) acerca de las diferencias en la historia de la astronomía de los modelos
de cómputo, respecto los modelos de "reales" y de cómputo
simultáneamente. En nuestro caso "lo real" es el sustrato base de los
fenómenos psíquicos, es decir, el sistema nervioso central, con su organización
y funcionamiento.
Dentro de
esta concepción podríamos sugerir en los modelos estructurales dos ejes de
consideración:
- Un
eje I de base fenomenológica (regla
de las capas, etc.).
- Y
un eje II típicamente estructural, como
describe BURCHARD (34) en las formas axiles de organización y desorganización
del percepto en las diversas psicosis.
BURCHARD
destaca precisamente, con su modelo de estructura, la causalidad no lineal que
impera en psicopatología, en la cual noxas idénticas producen síndromes
distintos y a la inversa, dependiendo de la situación estructural previa del
campo de la consciencia. Entre nosotros ALONSO FERNÁNDEZ (3, pág. 317) opina: "El análisis estructural, de otro lado,
es la vía más adecuada para estudiar en profundidad los síntomas de primer
orden y tratar de escudriñar si a ellos subyace un trastorno unitario
...", que podría ser llamado trastorno
esquizofrénico (o psicótico) fundamental.
Dicho
trastorno constituye, sin duda, la clave de la comprensión de los síntomas
psicóticos y, como hemos expuesto en otro lugar (121), es identificado según
diversos autores con afirmaciones como: apertura
o despliegue del arco intencional (BERINGER), hipotonía de la conciencia (BERZE), relajación de las conexiones asociativas (BLEULER), pérdida del contacto con la realidad (MINKOWSKI),
codo en la curva de la vitalidad (REICHARD),
trastorno del gobierno de la actividad (GRUHLE),
trastorno de la actividad del yo (LÓPEZ
IBOR), etc. En esta línea podría entenderse también la hipótesis de los síntomas psicóticos básicos próximos al
sustrato de HUBER, que sin embargo describiremos en el capítulo siguiente,
por ser base del presente trabajo.
Reseñaremos
por último dos modelos muy actuales de abordaje del síndrome psicótico, y de
alguna manera muy distintos de los anteriores: el primero por representar una
línea clínica, sólo posible por el ingente análisis de datos que permite en el
mundo actual el ordenador y los programas informáticos automatizados; y el
segundo por dirigirse directamente al sustrato biológico o soporte físico de
las funciones mentales, en una aproximación a tender el puente siempre deseado
entre el cerebro y la mente, o entre el alma y el cuerpo de las ideologías
tradicionales.
9. El
modelo clínico puro y del autoencendido cerebral.
En origen
este modelo ha constituido más bien un método clínico puro de origen cultural
mixto. Por una parte procede del ámbito germánico, centrado sobre todo en
trabajos de KISKER (130), CIOMPI (43) y HÄFNER (94, 95) con estudios sobre la
evolución a largo plazo de los enfermos psicóticos en relación con las
corrientes actuales de la psiquiatría comunitaria y sectorial. En la línea
anglosajona es el estudio de los acontecimientos vitales, unido al amplio
empleo de escalas de salud mental como la de GOLDBERG y otras, lo que propicia
la consideración de factores desencadenantes o precipitantes de las psicosis
endomorfas -o mejor "síndromes idiopáticos", como las denomina la
escuela de HUBER en Bonn-, y asimismo el desarrollo de la teoría de la
vulnerabilidad.
En último
término, este modelo nace de la aceptación de una multicausalidad o
cofactorialidad en el origen de todos los síndromes psiquiátricos, que en cada
caso se especifica con el mayor o menor peso de un factor determinado,
comenzando con los puramente genéticos. La determinación precoz de la
vulnerabilidad y el establecimiento de pronósticos evolutivos a largo plazo,
sobre todo en paidopsiquiatría, facilita naturalmente el establecimiento de
programas preventivos y de diagnóstico precoz, que permiten una actuación razonada
en salud mental. Recordemos cómo con tanta frecuencia, simultáneamente y de
modo obligado, un factor de estrés es a la vez un factor biológico, y cómo un
factor tóxico como el cafeinismo actual actúa -al igual que la ansiedad-
produciendo trastornos del sueño, uno de los desencadenantes más claros en las
psicosis sintomáticas. Ello obliga a aceptar que nunca pueden separarse de
forma tajante las formas sintomáticas o procesos orgánicos, de las puramente
reactivas a acontecimientos biográficos o estresantes; lo cual no tiene nada de
particular, dada la intrínseca unidad de mente y cerebro. Solamente la
psiquiatría, cargada aún en nuestro subconsciente con un cartesianismo
trasnochado y unos sobrepesos ideológico-culturales -que mantienen quizás
nuestros propios pacientes, pero también la historia reciente de la psiquiatría
dividida entre dinamicistas, organicistas y clínico-eclécticos- condiciona tal
situación.
En todo
caso, los métodos clínicos de la vulnerabilidad han encontrado, al menos en
nuestro medio, su cristalización en un sugestivo modelo: el modelo del
"autoencendido" (kindling).
Una buena exposición del mismo se encuentra en GÁNDARA (65), no sólo en el
campo de las epilepsias sino en el de las psicosis en general. Asimismo agrega
otros datos clínicos que sugieren fenómenos de este tipo en numerosos síndromes
psiquiátricos, siendo paradigma de los mismos las psicosis circulares, con la
comprobación de la eficacia en la prevención de las mismas de fármacos
antiepilépticos, o dicho de otra manera, protectores del autoencendido
cerebral. La teoría de la sensibilización conductual, su integración en los
síndromes de ansiedad y angustia, y las aproximaciones dinámico-cibernéticas de
la posible influencia de fenómenos de autoencendido cerebral en el desencadenamiento
de psicosis sintomáticas, arrojan verdadera luz en la comprensión -y esta es
una de las funciones principales de un modelo- del desencadenamiento en la
clínica de las psicosis, bajo la aceptación implícita de la regla de BONHÖFFER.
Claro que
nos hubiera fascinado a todos que la estimulación directa de alguna estructura
cerebral hubiera desencadenado algún síndrome psicótico. Si bien existen
observaciones clínicas suficientes para casos de traumatismos
craneoencefálicos, encefalitis, procesos degenerativos atróficos y
desmielinizantes, etc., aún no ha sido posible el desencadenamiento de una
psicosis por vía psicoquirúrgica, salvo en las epilepsias focales, lo cual no
deja de se una puerta abierta a la investigación. RODRÍGUEZ DELGADO (182)
expone también sus aportaciones experimentales sobre el autoencendido cerebral
que abundan en este modelo, que como es notorio está también apoyado por la
utilidad de los antiepilépticos en el tratamiento de otros síndromes
psiquiátricos, especialmente en las psicosis afectivas circulares. No cabe duda
de que estos síndromes pueden ser entendidos como desajustes en los ritmos psico-afectivos, como prueba su carácter
cíclico y estacional. El desajuste de estos ritmos podría pues deberse a
disfunciones por autoencendido en las estructuras neurológicas responsables de
dichos ritmos.
10. El
modelo cibernético informático.
Debemos
distinguir en este modelo la utilización de programas informáticos en la
administración de pruebas y aplicación de sistemas diagnósticos, incluso la
simulación de pacientes -o en su caso psicoterapeutas- por medio del ordenador,
de los modelos propiamente dichos de funcionamiento neuronal, como soporte
físico de los programas que pudieran ser la base del psiquismo. En el primer
aspecto autores españoles han sido pioneros con no menor precocidad que por
ejemplo BOCHNIK en Alemania. Citamos así a GOMEZ BENEYTO, SEVA DÍAZ, LÓPEZ-IBOR
ALIÑO, etc. En el segundo aspecto, también en España, se halla también una
precoz introducción del pensamiento cibernético informático a cuestiones de
psicopatología y neurobiología. Mencionemos en este sentido a un clásico,
LORENTE DE NO, que no necesita mayor presentación en la era gloriosa de la
neurología española, la cual cuenta con autores que son padres además de los
psiquiatras clínicos, recuérdense también entre otros a RAMÓN ALBERCA, BALLúS,
o el mismo ALDAMA TRUCHUELO.
En épocas
más próximas es el recientemente fallecido MONTSERRAT-ESTEVE (158, 161) uno de
los primeros en aportar modelos informáticos sobre algunas funciones
cerebrales, al igual que DE LA CALLE GIULIERI (37), y en nuestros días VALLEJO
RUILOBA (206).
Señalemos
solamente que, sin embargo, existen aún lagunas muy serias entre estos modelos,
que señalan las posibles formas informáticas de funcionamiento de los circuitos
-por ejemplo límbico y prefrontal, temporo-límbico, etc.-, pero que no permiten
resolver problemas cruciales sobre si realmente la mente es un programa
informático, y si por lo tanto un programa u ordenador suficientemente complejo
podría en un determinado momento producir la función emergente de la
autoconsciencia, caracterizada como la más conspicua de las funciones
psíquicas. En los trabajos citados, nosotros también abordamos esta cuestión,
así como la ventaja filogénico-evolutiva de la consciencia y sus posibles
orígenes en relación con la represión afectiva y de otros tipos. También desde
un punto de vista más popular, aun de alta divulgación, otros autores como
BENETSCH (14) VOGEL (209) y VOLLMER (210, 211) han abordado esta cuestión. Sin
duda, el tema está de actualidad.
No se
resolverá sin embargo el problema por este camino de la globalidad, sino por el
estudio en detalle de los rendimientos computacionales cerebrales en
determinadas funciones elementales y su intento de imitación por parte de
sistemas informáticos, que por lo tanto sí serían auténticos modelos al menos
de esa función. La línea anglosajona de investigación marcha por este camino y
en nuestra opinión está produciendo considerables avances, de los cuales
presentaremos aquí algunos ejemplos a manera de información apta para una
reflexión crítica.
Citaremos
en primer lugar un trabajo de GERMINE (70) en el que el autor intenta
suministrar algunas fórmulas generales para evaluar el estado de orden del
sistema informático-cerebral, y por lo tanto el contenido de información, de
determinados estados y funciones. Parte de los conocidos conceptos de orden y
entropía en su relación recíproca a través de las leyes termodinámicas y sus
consecuencias en el campo de la cibernética, como se llamó al principio a la
informática. Se adecuan términos como conjunto de todos los microestados
posibles, la función de estado y el contenido de información de cada una de
ellas.
Postula
que el sistema cerebral es un sistema físico dinámico con cuatro variables: la
función de estado, que es el número
de estados posibles que podría adoptar el sistema; la función potencia, que representa el número de
cambios de estado que puede adoptar el sistema por unidad de tiempo; el tiempo como tal; y por último la entropía del sistema, que es específica
para cada uno de los estados mentales en cada momento.
Evidentemente,
y sin que el autor parezca darse cuenta, describe un modelo específico que
puede tener su valor como hipótesis experimental, sin embargo, desde el momento
en que se carece de medidas ni siquiera aproximadas del número de estados del
sistema, carece totalmente de operatividad. Podría ser aplicable no obstante
para alguna función muy concreta, por ejemplo el reconocimiento de formas
elementales en la función visual.
El
concepto de procesamiento de la información parece estar sustituyendo al
concepto de cognitivo, como atributo
de todo trabajo de computación -léase función cerebral-. Es por ello preciso,
como veremos en otro momento, distinguir este concepto de cognitivo -que para
mayor concreción clínica aceptemos que es el que se deteriora en las demencias-
del concepto de cognoscitivo, en el
sentido del conocimiento que adquiere la persona sobre cualquier particular,
incluso aunque dicho conocimiento sea inconsciente. La unidad de la persona
integra lo perceptual con lo consciente y lo psicomotor, descubrimiento del que
parecen asombrarse algunos neuropsicólogos modernos, cuando está ya implícito
en el mismo concepto de mente de los clásicos del XIX, y desde luego en las
elaboraciones antropológico-médicas de la primera mitad del presente.
Recordemos aquí por ejemplo el trabajo clásico de El círculo de la forma de von WEIZSAECKER (215).
En otro
ámbito, a tales modelos se les denomina como de microgénesis, término utilizado por HANLON (89). Se entiende por
ello el intento de descubrir y describir los sucesivos pasos ocultos de
elaboración informática en cada función cerebral, postulando para ello las
correspondientes hipótesis, que tienden a ser verificadas tanto por el camino
de la experimentación en vivo del viejo método anatomoclínico, como por la
reproducción informática en redes computacionales que intentan reproducir las
funciones de las neuronales. Este campo está sumamente avanzado y dispone de un
gran aparataje matemático-informático. Las redes neuronales constan de
elementos ocultos y externos, aprenden por sí mismas a base de gratificar o
aceptar como válidos determinados resultados en su salida, y van modificando
ellas mismas los llamados "pesos" de cada sinapsis o eslabón
computacional. No dudamos del enorme porvenir que espera a tales líneas de
investigación, sobre todo en integración con los conocimientos sobre
autoorganización de los sistemas complejos (sinergética y teorías del caos
determinista). Recomendamos como lecturas sobre estos temas las actas del symposium internacional de 1989 sobre la
imaginación científica, en el que participaba el propio HAKEN (88). Desde
entonces cada vez menudean más cursos y seminarios sobre este tema, así como
unidades de investigación sobre los mismos.
Seguramente
el aporte médico más significativo se concretará en "prótesis
cerebrales" informáticas, que ayudarán a resolver algunos problemas:
diferenciación de palabras en sordos de oído interno, control de crisis en
epilépticos, control de impulsos en algunos trastornos de los mismos, y quizás
ayuda en algunos síntomas psicóticos como eliminación de molestas alucinaciones
verbales crónicas o trastornos perceptuales monosintomáticos y simples.
11.
Consideraciones desde el punto de vista de la geometría fractal.
La
geometría fractal describe un espacio acotado en el plano complejo que presenta
una típica inestabilidad de borde y una configuración interna autosemejante [2].
Resulta que la mayor parte de las estructuras orgánicas son autosemejantes, es
decir, presentan las mismas pautas de organización o figura a escalas diversas.
Por ejemplo, el árbol bronquial macroscópico es semejante formalmente con él
mismo a escala microscópica. El tipo de autosemejanza puede ser identificado
por su dimensión geométrica o dimensión fractal, que oscila entre uno -la
dimensión de la recta- y dos -la dimensión de una superficie, ambas en la
geometría clásica-. Además, se ha comprobado que los procesos biológicos, como
también otros cualesquiera que acontecen lejos de la situación de equilibrio y
que por ello no siguen la causalidad lineal sino la caótica, son también
autosemejantes, pudiéndose identificar en ellos el "atractor caótico"
correspondiente en el llamado "espacio configuracional".
Por supuesto, este espacio y atractor pueden
dibujarse cuando los parámetros a estudiar son dos o a lo más tres -además de
la dimensión temporal-; pero el análisis puede realizarse en cualquier espacio
de n dimensiones en el que podría
describirse, en este caso matemáticamente, el atractor caótico específico del
sistema. Se ha demostrado por ejemplo, para el análisis del ritmo cardíaco, que
los atractores puntuales que corresponden a ritmos sumamente estables son
patológicos y pueden predecir una parada cardíaca o fibrilación; mientras que
el corazón sano "dibuja" un atractor complicado que refleja la índole
caótica -que no azarosa completa- de su funcionamiento.
Así pues,
la presencia de estructuras con "autosemejanza" indica en general su
procedencia a partir de procesos de autoorganización que siguen pautas del caos
determinista. Estos procesos precisamente serían los responsables de los
procesos de anamorfosis del cosmos; es decir, aquellos que disipando energía
construyen organismos de complejidad creciente, tales como los que se observa
en la evolución biológica -y quizás también geológica- y en la embriogénesis.
Estos procesos tan enigmáticos, que parecían exigir programas de organización
de índole supramaterial que se plasmaban en doctrinas como la entelequia vital
y todas las concepciones dualistas de la naturaleza, pueden ser explicados
mediante las doctrinas del orden y el caos, que muestran cómo en general los
sistemas complejos se autoorganizan en distintos niveles.
La sucesiva "atracción" hacia
configuraciones nuevas establece un "tramo" de trayectoria evolutiva
del sistema, abriendo ante sí cada vez nuevas formas "posibles" y por
lo tanto probables, y cerrando otras. Este abanico sucesivamente cambiante de
nuevas formas crea, pues, auténticamente caminos al andar dentro de las
infinitas posibilidades del ser. A cada paso que se da, como en una
fulguración, se configura un novum, y
se abren a la vez nuevos caminos que son escogidos por la autoorganización al
azar, un azar no totalmente aleatorio sino restringido en una serie de formas
definidas por los atractores. Este proceso parece no tener un fin temporal, no
estando clara la muerte entrópica del cosmos postulada por la segunda ley de la
termodinámica, que era a todas luces insuficiente para entender los procesos
anamorfósicos. Sin embargo, en la filogenia observamos claramente cuellos de
botella y estrangulamientos finales de caminos evolutivos sin retorno, y
también sin posible rectificación de calles sin salida. Así, en los filum arcaicos se observan barroquismos
de formas sin aparente finalidad, sin avances importantes que se hacen incluso
imposibles. De esta manera el caos determinista, y no sólo la selección natural
por la presión competitiva entre poblaciones, serían responsables de la
evolución biológica, sin duda el problema más importante y central de toda la
biología, por no decir de toda la ciencia natural. De este modo se forman las
incontables exuberancias y riquezas de la naturaleza que remedan más un juego
que una necesidad: es el juego efectivamente del azar y de la mutación
espontánea, que no es sino reorganización espontánea de la configuración de un
gen.
Pues bien,
existen ya atisbos experimentales, con autores como SABELLI (187, 188), FREEMAN
(61), GOLDBERGER y cols. (74), HOLDEN Y KRYUKOV (99), PETIT Y PETIT (174) y
KOUKKOU Y LEHMANN (137), de que también el cerebro puede ser analizado de la
misma manera, y que por lo tanto puede sugerirse hipotéticamente que a cada
síntoma y a cada síndrome le puede corresponder una configuración específica en
el correspondiente espacio n dimensional.
Cada dimensión correspondería a un sistema de análisis, en este caso
psicopatológico, o dicho de otra manera, de síntomas. Este puede ser un camino,
aún experimental, para establecer relaciones biunívocas entre parámetros
neurobiológicos y psicopatológicos. Habrá de desarrollarse para cada función y
para cada disfunción o síntoma un parámetro neurobiológico capaz de ser
analizado de este modo. El primer candidato es el EEG, el segundo la serie de
potenciales evocados, o el seguimiento ocular en la sensopercepción de un
objeto. En todo caso, actualmente se está trabajando, según la bibliografía
consultada, en el electrocardiograma (EKG) y en el electroencefalograma (EEG).
SABELLI (186, 187), por ejemplo, muestra diferencias en los atractores caóticos
generados mediante el análisis del EKG, que son distintos para los
esquizofrénicos respecto los normales. PETIT Y PETIT (174), analizando el EEG,
muestran que los esquizofrénicos no tratados presentan una dimensión fractal
-que se considera correlaciona con el tipo de atractor- superior a la de los
enfermos tratados con neurolépticos.
RÖSSLER
(182) ha descubierto asimismo, en Tübingen, indicios de dinámicas caóticas en
componentes del sistema nervioso central responsables de las secreciones
hormonales; por este medio las actividades rítmicas de infinidad de funciones
tienden, más que a ser sincronizadas, a mantener una desincronización adecuada
a la mejor adaptabilidad del sistema. Inmensas perspectivas de investigación se
ofrecen así en relación con la cronobiología o ciencia de los ritmos
biológicos, que por estos medios de cálculo permitirán una mejor cuantificación
e identificación.
En la
Universidad libre de Bruselas BABLOYANTZ y DESTEXHE (8, 9, 10, 11, dest.)
también trabajan en el estudio dinámico-fractal de los registros
electroencefalográficos. De esta forma han podido identificar atractores
específicos en la dinámica del EEG respecto los distintos tipos de ondas, y
asimismo en algunos estados patológicos como los estadios finales de la
demencia y atrofia cerebral de Creutzfeldt-Jakob (9b) y en diversos tipos de
crisis epilépticas (10?).
En los dos
últimos años se está investigando más intensivamente en este problema bajo esta
tecnología aplicada al EEG. Así, en la universidad de Giessen GALLHOFFER Y
MEYER LINDERBERG han estudiado el
progreso de la complejidad caótica del electroencefalograma a lo largo de la
maduración cerebral, la correlación entre nivel de complejidad caótica y los
síntomas negativos psicóticos, así como las variaciones producidas por diversos
tipos de antipsicóticos. Parte de estas investigaciones han sido expuestas en
el reciente Congreso Mundial de Psiquiatría de Madrid -agosto de 1996- en el
que hemos presentado también trabajos en esta línea (). Por ser estas
aportaciones tan recientes, y todavía en desarrollo en diversos proyectos de
investigación, renunciamos a presentar aquí más comentarios.
Por lo
demás, en Mainz, Berlín, Berna y otros lugares se siguen estas mismas técnicas
que abocan todas a la puesta a punto de un nuevo sistema de análisis dinámico,
es decir funcional cerebral, de extremado interés. Según comunicaciones
verbales también se están realizando análisis de otras secuencias funcionales
de los psicóticos y normales, por ejemplo de los movimientos registrados en
video, etc. Se puede mostrar que la falta de elegancia de movimientos de los
esquizofrénicos, conocida desde la época clásica, puede medirse mediante el
análisis caótico dinámico de los movimientos registrados siempre bajo señales
digitalizadas.
No parece
oportuno precisar aquí características más detalladas de estos análisis, que
implican la determinación de complejas constantes matemáticas. Sólo señalamos
su enorme interés y porvenir en la investigación cerebral básica.
Estas
investigaciones parten fundamentalmente de los estudios en Bruselas sobre la
complejidad y las funciones no lineales, precisamente en el Instituto que
dirige Ilya PRIGOGINE, premio Nobel y uno de los principales innovadores en los
temas que nos ocupan.
Dada la
novedad de estas cuestiones, quizás pueda ser oportuno recordar los distintos
tipos de caos de los sistemas dinámicos:
1. Se
describe en primer lugar un caos
aleatorio, equivalente al puro azar y en el cual se llenaría totalmente el
espacio de fases.
2. El
caos determinista, que es el que aquí
interesa, presenta trayectorias las cuales, aun siendo irregulares, muestran
descriptores o puntos privilegiados en el espacio de fases, donde describen los
llamados "atractores extraños".
3. El
determinismo lineal, por último,
puede entenderse como caso límite del caótico, en el cual los atractores del
espacio de fases son figuras geométricas estables y relativamente sencillas.
El espacio
de fases mantiene tantas dimensiones como variables consideradas en el sistema
y por ello se entiende su naturaleza geométrica, pero como es natural por
encima de las tres dimensiones clásicas resulta difícil o imposible de dibujar.
Sólo es accesible a la descripción matemática, o bien es descrito
aproximativamente considerando las variables de dos en dos o de tres en tres.
La señal a
analizar es tratada mediante un sistema informático que estudia, para intervalos
muy breves de tiempo -centésimas de segundo-, la autosemejanza de esta breve
señal con la señal a intervalos mayores. Se denomina por ello análisis comparativo retardado o retrasado
de la señal. Lo que se busca es la autosemejanza de la señal en diversos
intervalos de tiempo, que define en caso positivo su carácter de
"fractal". En este caso se puede calcular la dimensión fractal del
sistema, lo cual da un indicio aproximativo de su tipo de atractor. Esta
autosemejanza se analiza y "dibuja" en espacios de configuración de
estados de decenas o hasta centenas de dimensiones. Es evidente, por complejo
que parezca el sistema, que cualquier método que aplicado idénticamente al
enfermo y al sano nos arroje diferencias es útil en la investigación.
En todo caso
se sabe, en contra de lo que intuitivamente pudiera parecer, que el aumento del
orden y rigidez del sistema es propio de situaciones patológicas, por lo tanto
menos adaptativas, y que la variabilidad caótica correlaciona más con el estado
normal y de salud. Así, el análisis continuo del EKG bajo el método aludido
muestra que la tendencia a más regularidad en el ritmo cardíaco y otros
parámetros del EKG puede anunciar una fibrilación mortal. Lo mismo parece puede
aplicarse a todos los sistemas homeostáticos orgánicos que no buscan
precisamente la estabilidad, como pensaba CANNON, sino que se mantienen en la
variabilidad "caótica", óptimamente adaptativa. Pensándolo bien no es
extraño. Dadas las enormes cantidades de diversas variables que operan en un sistema
tan complejo como un organismo vivo, es comprensible que no puedan
estabilizarse de forma definitiva, aun ante una situación ambiental fija. El
aumento de orden en sentido del caos parece pues diferente del orden como
antientropía, que parecía definir la compleja organización del ser vivo. En
todo caso, para una mente ingenua no versada en profundidades matemáticas,
parece que los físicos e investigadores básicos tienen todavía mucho que
aclararnos.
Los
análisis de los sistemas dinámicos abiertos realizados mediante las doctrinas
del caos determinista tienen también importancia máxima en otras ciencias y
estructuras, por ejemplo en la sociología. Así KANITSCHEIDER (128), en un
magnífico trabajo bajo la filosofía de la ciencia o del ser natural, explica la
superior eficacia económica de las estructuras del libre mercado respecto las
de economía planificada, dado que la inmensa cantidad de variables implicadas
no pueden ser abarcadas por ningún sistema político. El exceso de planificación
rigidifica el sistema, mientras que el libre mercado permite la
autoorganización, que depara la aparición de estructuras más eficaces. De este
modo puede entenderse el fracaso y hundimiento de los sistemas políticos que
dominaron hasta hace poco el este de Europa.
Las
investigaciones de este tipo mediante el análisis caótico dinámico de la señal
del EEG digitalizado están por lo tanto en pleno apogeo, y contribuyendo a las
mismas nos permitimos lanzar las siguientes hipótesis como avanzadas de varios
diseños de investigación.
Pueden
formularse en forma abreviada algunas de estas hipótesis como sigue:
1. Las
psicosis deficitarias o de tipo E minus han de tener una inestabilidad caótica
menor que las psicosis tipo E plus. La creatividad propia de las segundas así
lo exige, en razón de la teoría.
2. Las
"ideas" pueden ser concebidas como configuraciones de excitación
neuronal que cristalizan sobre pautas "posibles" o probables,
permitidas por el atractor caótico correspondiente a la dinámica de las
neuronas implicadas.
Ello es
imposible de verificar por el momento, mas es una explicación sugerente que nos
aproxima algo más a la comprensión de los fenómenos neuropsicológicos, de la
misma manera que las doctrinas sobre la autoorganización de los sistemas
complejos muestran el antes incomprensible avance hacia la complejidad y
progreso de las formas en todos los procesos de la naturaleza, pero sobre todo
de la evolución onto y filogénica. Los atractores describen así configuraciones
posibles, como pozos de estabilidad momentánea que por su mera existencia
conducen a la autoorganización hacia ellas, simulando un proceso teleológico.
Por ello el nombre de "atractor" es sumamente apropiado, marcando las
vías y formas posibles de los procesos. A cada avance surgen nuevos atractores,
que se deslizan así por los árboles taxonómico-evolutivos de los procesos
naturales. La misma dinámica cerebral y sus "productos" pueden
entenderse de igual forma. Un inmenso campo de investigación se abre así ante
nosotros, y lo que es más: un inmenso avance en la "comprensión" de
los procesos que nos evitan recaer en los "fantasmas de la razón";
los cuales, bajo diversos nombres como por ejemplo "entelequia
vital", intentaban dar explicación a los complejos fenómenos de
anamorfosis en la naturaleza.
La
comprensión de la naturaleza fractal de la mayor parte de las estructuras no ya
biológicas sino naturales, y las teorías de la autoorganización de la
sinergética de HAKEN suponen, en nuestra opinión, un nuevo paradigma en el
pensamiento científico, y como tal iluminará muchos ámbitos
interdisciplinarios. Como ejemplo citamos de nuevo el espléndido trabajo de
KANITSCHEIDER (129), profesor de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de
Giessen en la República Federal Alemana. Este trabajo muestra a la sinergética
como ciencia puente entre las ciencias de la naturaleza y las del espíritu: "Se pone al decubierto que la
contraposición de materia y vida es un artefacto que surge al aplicar leyes
naturales equivocadas" [3].
De la misma manera debe entenderse el surgimiento emergente de la consciencia y
el psiquismo. Así, la nueva ciencia abre el camino a la comprensión de los más
complejos fenómenos individuales y sociales, no negando sin embargo la apertura
hacia el mundo creencial de la trascendencia y la escatología, que en manera
alguna pueda ser negado por la ciencia natural, capaz sin embargo en su ámbito
de "tener todos los elementos necesarios para una explicación cabal del
universo". Cabal y no causal, ni tampoco casual. El caos determinista
brinda una explicación a la paradoja de MONOD (157) de un mundo, sobre todo el
de los seres vivos, que naturalmente no es imposible, ni siquiera poco probable
en su existencia, pero que sin embargo toma su aspecto particular seguramente
dentro de un infinito de posibilidades, de las que por azar se ha realizado
sólo la existente.
En mayo de
1996 pudimos trabajar durante unas semanas en el citado Instituto del Prof.
KANITSCHEIDER, comprobando y colaborando en la precisión de esta concepción
verdaderamente grandiosa, y que puede integrarse con el modelo cosmológico
denominado de la "batidora" de MISNER [4],
que recuerda el más antiguo de MILNE: un universo en continua expansión y
contracción, y que en cada uno de sus intervalos o ciclos de existencia
construye mundos diferentes, aun con las mismas leyes físicas. Mundos infinitos
en su diversa variabilidad, pero a la vez limitados [5].
Todo eso es lo que nos trae como comprensible el fascinante mundo del caos y el
orden, y sus posibilidades de cuantificación y cualificación mediante la
geometría fractal.
En el
campo de la ciencia auguramos que estas doctrinas se convertirán en el mejor
modelo para la comprensión del nuestro complejo mundo, y también en activadoras
de las mejores técnicas para su administración. Mas no solo en el ámbito
científico cobran un importante papel.
Efectivamente:
Estas fascinantes perspectivas dan cuenta también de algunas intuiciones
filosóficas clásicas. El eterno retorno de NIETZSCHE puede ser concebido no
como el retorno de lo igual, sino las sucesivas recreaciones de los infinitos
mundos posibles en cada ciclo de universo. La paradoja de LEIBNIZ sobre si es
este el mejor de los mundos posibles, y la duda sobre la justicia de la suprema
sabiduría divina en caso de que no lo fuera, tiene una contestación parcial en
este modelo cosmológico, no necesariamente asociado a los de
expansión-contracción: puede entenderse que el cosmos indefinido o infinito en
el tiempo realiza en sucesivos ciclos o eones cada uno de los universos
posibles, todos ellos sin embargo bajo las mismas leyes dinámicas. Esta
constancia de las leyes y esta su infinita capacidad de recreación indefinida
de nuevas formas y dinámicas no cabe duda que abren a una mente reverencial y
meditativa a la consideración de una nueva forma de la trascendencia: una
trascendencia que inunda el mismo universo uno y variable, infinitamente -casi-
diverso e infinitamente -casi- eterno, y que abre la reflexión a todas las
vivencias del infinito. Mas estamos aquí al límite de lo afirmable, y más bien
estas consideraciones nos llevan también al campo de la psicología y
psicopatología, en un intento de abarcar esta tendencia incoercible de la mente
humana hacia la comprensión de todos los problemas, y hacia el establecimiento
de explicaciones ideales donde falten las más mostrencas de la cotidiana
realidad de la experiencia.
12. Los
modelos derivados del moderno diagnóstico operacional.
La
herencia de los clásicos ha conducido en los últimos diez años a esfuerzos
dirigidos a la validación de los modelos bajo métodos modernos de trabajo,
fundamentalmente la definición operacional de síntomas y conceptos, y la
utilización de métodos estadísticos -como los análisis de multivarianza y la
determinación de covariación de factores- con objeto de identificar grupos cluster, que eleven los hallazgos a
estructuras lógicas de índole superior. Mencionemos brevemente algunos de los
intentos más importantes a nivel internacional:
1. Los
diversos sistemas CIE (Clasificación
Internacional de Enfermedades), de la ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD, que
han experimentado diversas revisiones, la más reciente de las cuales (CIE-10)
ha sido publicada en España en 1992 (169).
2. Las
diversas ediciones del DSM (Manual
Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales), de la ASOCIACIÓN
AMERICANA DE PSIQUIATRÍA, siendo la última versión el DSM-IV (4).
3. Los
criterios RDC (Research Diagnostic
Criteria) de SPITZER y cols. (195).
4. El
sistema CATEGO de WING y cols. (218), elaborado para el tratamiento informático
y diagnóstico de los datos obtenidos con el PSE (Present State Examination) de los mismos autores.
5. Los Criterios de Viena de BERNER (16).
Todos
ellos incorporan las doctrinas clásicas, ya que en el terreno psicopatológico
puro el avance ha sido mínimo, si bien cabe destacar por ejemplo los
"síntomas de primer rango" de SCHNEIDER.
Otros
criterios bien conocidos, en concreto respecto las esquizofrenias, son los
llamados "Criterios de St. Louis", de FEIGHNER y cols. (57), que
propiciaron la tan discutida norma de exigir seis meses de sintomatología
activa para el diagnóstico de esquizofrenia, y que fue incluida en el DSM-III.
Tomando como ejemplo esta duda podemos decir, en resumen, que los criterios
psicopatológicos puros, así como los tímidos, pero cada vez más firmes
correlatos biológicos de las psicosis, no han sido considerados como
suficientemente seguros para ser incorporados a los sistemas diagnósticos en
vigor, con lo que se propicia una dificultad y confusión grave en las psicosis
esquizofrénicas y afines, es decir, en el síndrome psicótico productivo.
Un caso
especialmente grave lo constituyen las formas que cursan con sintomatología
afectiva, relegadas al cajón de sastre de lo esquizoafectivo o lo
afectoesquizoide. Vale, parece, la norma de que la sintomatología afectiva
durante un cierto período de tiempo invalida el diagnóstico de esquizofrenia.
Todo ello apunta a una disolución de los dos grandes círculos de psicosis, no
bastando el bagaje existente para volver a otras clasificaciones, ni tampoco
para resucitar la nosología de LEONHARD (144) y KLEIST, aunque últimamente, aun
en América, aparecen trabajos sobre esta base.
En todo
caso, se ha observado en los últimos años una depauperación de la misma
psicopatología clásica y de algunas de sus leyes o normas más notables. Además
de las ya citadas, en el caso que nos ocupa parece haberse desechado otra: la
"regla de las capas" de JASPERS, según la cual el diagnóstico debe
realizarse en función de la sintomatología más grave presentada por el paciente
durante el tiempo de observación.
El apoyo
del ordenador en la construcción de los síndromes psicóticos ha constituido un
avance significativo; se aspira de este modo a hallar agrupaciones naturales
por factores o síntomas -bien por medio de análisis de cluster o bien por
Varimax-Rotation-, en la búsqueda de estructuras cada vez más superiores (por
ejemplo, de segundo y tercer nivel). Alguno de los sistemas más conocidos son:
1. La
escala IMPS (Inpatient Multidimensional
Psychiatric Scale), de LORR y cols. (149).
2. El
sistema AMDP, elaborado por el Grupo de Trabajo o Asociación para la
Metodología y Documentación en Psiquiatría, procedente de la unión de grupos de
trabajo alemanes, suizos y austriacos, y publicado en España en 1980 por el
GRUPO PARA EL PROGRESO DE LA PSIQUIATRÍA (85).
Algunas
validaciones con considerable número de pacientes, como la de GEBHARDT y cols.
en 1983 (69) sobre 2.300 casos de Berlín y Munich, muestran una vez más la
consistencia del síndrome alucinatorio-paranoide como síndrome más estable y
característico de estas psicosis. No obstante, el trabajo estricto con estos
métodos, según afirman MUNDT y LANG (164), eliminaría el diagnóstico y
constructo clásico, operando con conjuntos estructurados de síntomas, respecto
los cuales debe exigirse la presencia de algunos para tales o cuales
diagnósticos. Así, cada vez más pueden precisarse qué conjuntos de síntomas o
síndromes de primer nivel son necesarios para determinados diagnósticos. Por
ejemplo, en un estudio de 1985, realizado con el IMPS en el Instituto Max
Planck de Munich, ZERSSEN (221) encuentra en las esquizofrenias un perfil
sindrómico de primer orden caracterizado por: proyección paranoide, trastornos
perceptivos, trastornos motores, desorganización conceptual, etc.
Todo ello
ha conducido a nuevas concepciones o modelos en las psicosis clásicas,
derivados naturalmente de las técnicas de estudio utilizadas, que, desde luego,
exigen para ser operativas una gran precisión en la recogida de cada síntoma
individual, así como la descripción operativa de los mismos. Así han surgido
algunos nuevos modelos de estas psicosis, de los cuales comentaremos como
ejemplo el lingüístico, por haber sido estudiado también en España, entre
otros, por la escuela de CASTILLA DEL PINO (
).
13. El
modelo lingüístico estructural.
En el
capítulo II ya nos hemos referido a las disfunciones de la semanticidad de los
psicóticos, por lo que no hemos de repetirnos aquí. Baste recordar que en
diversas ocasiones históricas se han postulado modelos de la esquizofrenia
sobre la base de sus trastornos lingüísticos. Hoy día podemos aceptar una
hipótesis similar, teniendo en cuenta que el lenguaje y el pensamiento que
vehicula es la función cognitiva más compleja y por lo tanto la que se afecta
con mayor intensidad, aunque no siempre de forma específica. Recordaremos aquí
brevemente a algunos de estos modelos, recomendando para el resto retornar al
capítulo II citado.
El
comienzo del estudio del lenguaje psicótico puede situarse en 1908, con los
estudios de asociación libre de JUNG en Burghölzi y el concepto clásico de esquizofasia. Esta línea de
investigación fue retomada por las escuelas que practicaron el análisis lógico
simbólico y social de los sistemas de comunicación del grupo de Palo Alto en
California, con BATESON y otros autores. Estos modelos, en parte debido a su
exclusivismo un tanto sectario y su identificación con algunos movimientos más
bien ideológicos de la psiquiatría de aquellos años, han quedado olvidados
aunque no obsoletos. Efectivamente, como siempre los hechos, en este caso las
disfunciones lingüísticas, siempre son ... hechos, la interpretación con el
exclusivismo etiopatogénico puesto en la sociogénesis, sin duda equivocado. Mas
los numerosos trabajos de esta escuela por todo el mundo merecen ser de nuevo
reconsiderados, o incluso reproducidos con los métodos actuales.
En estudios de este tipo es considerado el
lenguaje como mero vehículo de la ideación; sin embargo, los avances de la
lingüística permiten un análisis más profundo del lenguaje como tal, o dicho de
otra manera, de las estructuras lingüísticas o herramienta lingüística de
soporte, al parecer de tipo genético-instintivo. Estos mecanismos y estructuras
podrían estar dañadas específicamente en los psicóticos. El mismo concepto de
estructura subyace en las teorías de JANZARIK, ya citadas, y que en el terreno
del lenguaje han sido precisadas entre otros por PETERS (173) y MARNEROS Y
KREBS (153). Dichos autores estudian los campos de significación de las
palabras y las frases que varían en los psicóticos, y que dan cuenta de algunas
de sus anomalías expresivas lingüísticas. Una forma fácil de identificar estos
trastornos y otros simultáneamente, sumamente útil para el investigador
experimentado, es simplemente la prueba de la fabulilla del asno cargado de sal
-u otra similar-, utilizada cotidianamente en la clínica de la unidad de
psiquiatría donde trabajamos.
Es
verdaderamente increíble la cantidad de datos que pueden extraerse de forma tan
sencilla, teniendo presente algunas consideraciones teóricas. El aspecto más
importante es quizás la consideración del contexto, la firmeza en discriminar
el sentido textual del figurado, en último término la capacidad de empatizar, a
fin de encontrar la clave adecuada de interpretación significativa del
lenguaje, y que aparece como uno de los síntomas más específicos y fiables del
psicótico, si bien de difícil cuantificación. Así se especifican algunos
síntomas como el concretismo, el lenguaje superinclusivo, la borrosidad de los
límites semánticos y de los sistemas asociativos semánticos etc. y que ya hemos
referido en el capítulo II.
De este modo BLANKENBURG llega a afirmar que
"el psicótico está constreñido a un estrecho y virulento círculo
asociativo" ( ), lo cual puede
parangonarse con el concepto de CONRAD sobre la pérdida de libertad para
realizar el giro copernicano en la interpretación de la escena sensoperceptiva.
El estudio
del lenguaje como rendimiento informático cerebral, sin desdeñar el viejo método
anatomoclínico, brinda también una línea básica de investigación en el
presente, sobre todo si paralelamente se trabaja con los procedimientos de
imaginería cerebral avanzada -imagen de emisión de positrones- que permiten
evidenciar la zona cerebral que entra en acción. Remitimos a lo dicho sobre el
modelo informático del psiquismo. Aquí, sin embargo, señalaremos algunos datos
actuales importantes para la comprensión del lenguaje, y por lo tanto
pensamiento, del psicótico.
Sea
primero el descubrimiento de que existen dos procesos diferentes en la
elaboración y comprensión del lenguaje, que sirven a sus dos estructuras
básicas: la línea formal o sintáctica y
la línea significativa o semántica. Puede
afirmarse que el afásico pierde la primera y el psicótico la segunda (en
algunos de sus síntomas, puesto que en el esquizofrénico también se dan
agramatismos, manierismos, etc., que afectan a los aspectos formales del
lenguaje). Véase de nuevo el capítulo II y las citas de los trabajos de DAMASIO
(53) y HINTON y cols. (97).
Esta línea
es diferente al análisis hermenéutico del lenguaje propuesto por CASTILLA DEL
PINO (39 y 40), y que intenta más bien encontrar las claves de identificación
del significado simbólico oculto en el pensamiento esquizofrénico, sirviéndose
para ello del análisis biográfico, lingüístico puro y psicodinámico, entre
otros.
Aun
aparentemente contradictorio, nosotros entendemos que de hecho se dan ambos
tipos de defectos lingüísticos-ideológicos en las esquizofrenias; es decir,
aquellos que derivan de un déficit cognitivo propiamente dicho, debido
probablemente a defectos en los sistemas informáticos cerebrales, por ello
mismo en principio de base orgánica; y aquellos que derivan de una
simbolización personal, totalmente significativa pero oculta.
Lo primero
aparece en las psicosis defectuales o en los momentos defectuales de las
esquizofrenias, lo segundo en las formas productivas, como paradigma en la
paranoia y psicosis delirantes crónicas, y también en los momentos agudos e
iniciales de las esquizofrenias. No obstante, en este caso podría preguntarse
si estas nuevas simbolizaciones no derivan de la pérdida de cohesión del
conjunto, y por lo tanto de una decadencia o déficit también en la comprensión
del conjunto del razonamiento o situación. A partir de estas ideas hemos
elaborado nuestras hipótesis respecto la existencia de dos tipos distintos de
psicosis; una tipo E positivo y otra E negativo (síndromes E plus y E minus), que no
tienen que ver con la esquizofrenia positiva y negativa descritas por ANDREASEN
y CROW. Consúltese para ello el capítulo cuarto.
Este tema
es prioritario en la investigación actual de las esquizofrenias una vez
agotados, nos parece, los modelos bioquímicos. Como ejemplo véase el trabajo de
GERMINE (70), en el que se aplican baterías neuropsicológicas standard con
objeto de comparar la esquizofrenia positiva y negativa según ANDREASEN con
traumatizados encefálicos, para la búsqueda de patrones de déficit informático
en unos y otros casos.
14. El modelo de los síntomas básicos próximos al
sustrato.
14.2. Introducción
Pensamos
que resulta verdaderamente extraño que un sistema psicopatológico tan fino, con
tan claras bases teóricas, respaldado por una serie de investigaciones
organizadas y coordinadas desde hace más de 30 años como el que constituye la
escuela de Bonn de Gerd HUBER, no haya tenido mejor suerte y apenas sea
conocido, no ya fuera de Alemania, sino en el seno del mismo país. Tal vez es
resultado, como se quejaba el propio HUBER ante nosotros, en febrero de 1992,
del abandono de los estudios psicopatológicos y la preferencia en estos últimos
años -propiciado por los laboratorios comerciales- de los psicofarmacológicos y
bioquímicos, y quizá a ello contribuyan las dificultades del alemán, al fin y
al cabo idioma y cultura vencidos tras la última guerra europea. Sin embargo,
todo el mundo se queja de la simplificación, pérdida de sintomatología y
superficialización psiquiátrica y antropológica que han introducido los
sistemas diagnósticos americanos, que no por su culpa han sido transformados en
textos de psiquiatría de forma verdaderamente insensata.
Indiquemos
para comenzar que no está demostrado que los síntomas psicóticos básicos, que
fueron desarrollados para el estudio de las esquizofrenias, sean específicos de
este grupo de síndromes. Actualmente se habla de "síndromes psiquiátricos
idiopáticos", incluyéndose entre ellos la enfermedad obsesiva, y sin duda
próximamente el síndrome de pánico o angustia endógena, ya descrito entre
nosotros por LÓPEZ IBOR (146), pero que, por desgracia, debido seguramente a
nuestra débil posición en lo político y en lo económico-cultural, no fue
reconocido. En todo caso este mismo hecho de su no especificidad, y por lo
tanto su debilidad en cuanto al diagnóstico diferencial de los síndromes
psicóticos, lo hacen tanto más atractivo para el estudio común de dichos
síndromes, tal como nos esforzamos en este trabajo. Por lo demás, los trabajos
de JIMENO BULNES, JIMENO VALDÉS, VARGAS ARAGÓN y colaboradores, en nuestro
grupo de investigación (117-119, 122, 124, 125, 127, 207 y 208) muestran las
diferencias factoriales en diversos síndromes psiquiátricos y en los
correspondientes grupos de control, por lo cual remitimos al lector a dichos
trabajos.
Tanto más
importancia están teniendo estas hipótesis y estudios de la escuela de Bonn
sobre los síntomas psicóticos básicos respecto la terapia y la formación de
nuevas hipótesis. Estos estudios, en el área alemana, parten de cohortes de
psicóticos crónicos seguidos durante largos años, como los trabajos de MÜLLER
(166), y sobre todo de CIOMPI (43), resaltándose desde el primer momento la
importancia de los síntomas residuales, los cuales, desde la introducción de
los neurolépticos, constituyen los principales trastornos con los que el
paciente ha de convivir más tiempo. En publicaciones de GROSS (83 y 84) se
muestra que solamente el 20 % del tiempo sufre el enfermo los síntomas
productivos o agudos. Por ello, el estudio del síndrome deficitario a partir de
los años sesenta se instala en el primer punto de atención de los
investigadores.
Son bien
conocidos los estudios del área anglosajona, con la formulación de la
esquizofrenia de buen y mal pronóstico de CROW , así como de las esquizofrenias
positiva y negativa -o de síntomas positivos y negativos- de ANDREASEN (5 y 6),
que da lugar a las correspondientes escalas para su identificación. Entre estas
últimas cabe destacar la SANS (Scale for
the Assessment of Negative Symptoms) y la SAPS (Scale for the Assessment of Positive Symptoms).
Pues bien,
las investigaciones de la escuela de Bonn en torno a los llamados
"síntomas psicóticos básicos próximos al sustrato" tienen como punto
de partida, en los años cincuenta, la descripción por parte de HUBER (100) de
la "esquizofrenia cenestopática"
(coenästhetische Schizophrenie), en relación con atrofias en la zona
diencefálica, medibles en las encefalografías gaseosas y que se comprobaron
también autópsicamente. Hemos de citar en Salamanca, sin ir más lejos, los
estudios por aquella época de BORREGUERO (28 y 29) y LEDESMA, que precisamente
llegaban a idénticos resultados, si bien faltó la elaboración psicopatológica
fina con la cual correlacionasen sus hallazgos.
Se expone
a continuación el concepto, desarrollo y algunos datos de la investigación
sobre los síntomas psicóticos básicos, partiendo de las publicaciones
originales de los principales autores de esta escuela. La bibliografía
disponible es considerable, escrita casi toda en alemán salvo algunos trabajos
en inglés. La mayoría, como es natural, procede del mismo grupo de trabajo y
afines, no obstante existen también las críticas y salvedades a los mismos. En
el capítulo de la bibliografía se recogen los trabajos a nuestro parecer más
relevantes sobre el tema, entre cuyos autores destacan HUBER (100 a 108),
SÜLLWOLD (197 a 201), GROSS (77 a 84) y KLOSTERKÖTTER (132 a 136). Parte de los
trabajos están tomados de los libros de actas correspondientes a las ocho
primeras ediciones de los Weißenauer
Schizophrenie-Symposion, que reúnen en Bonn, aproximadamente cada dos años,
a los principales investigadores en esta línea.
14.3.
Conceptos fundamentales.
Bajo el
concepto de "síntomas básicos
próximos al sustrato" (Substratnahe
Basissymptome), escribe HUBER (106) [6],
se entienden: "... von an
Schizophrenie Erkrankten subjektiv erlebte Primärerfahrungen, die die Basis der
komplexen psychotischen Endsymptome darstellen und einem supponierten
somatischen Substrat näher sind als jene. Es sind defizitäre Symtpome mit
Beschwerdecharakter, die phänomenologisch weitgehend übereinstimmend in
präpyschotischen Vorpostensyndromen und Prodromen und in postpsychotischen
reversiblen Basisstadien und irreversiblen reinen Defektsyndromen vom Kranken
selbst als Defizienzen, Einbußen oder Störungen wahrgenommen und geschildert
werden" [7].
Este es,
pues, el auténtico cuadro clínico primario de los pacientes esquizofrénicos, en
gran parte de índole subjetiva. Lo que aparece en la conducta con frecuencia no
constituye el trastorno primario en sí, sino los intentos de compensación y
superación frente al mismo.
El autor
añade también, que los "estadios
básicos en sentido estricto" (Basisstadien
im engeren Sinne) son: "reversible,
depressiv und asthenisch gefärbte Syndrome, die nach Remission einer akuten
produktiven schizophrenen Psychose in Erscheinung treten und sich innerhalb von
Wochen bis Monaten zurückbilden" [8].
De no
producirse una remisión en el período de dos años -o a lo sumo tres-, y de
nuevo según HUBER estos síndromes persisten junto con los síntomas básicos,
habitualmente de forma permanente, constituyendo así el "defecto psicótico puro" (rein psychotischer Defekt). Esta situación y la precedente
constituyen los síntomas básicos pospsicóticos. El hecho de que, en el campo
fenoménico, dicho defecto se solape en gran medida con los síntomas
prepsicóticos -que a su vez subclasifica en dos categorías, "síntomas
premonitorios" (Vorpostensyndrome)
y "pródromos" (Prodrome)-,
y con los estadios básicos en sentido estricto, dificulta o impide su tajante y
absoluta diferenciación. Por tanto estos cuatro tipos de sintomatología en
pacientes esquizofrénicos crónicos se engloban bajo una denominación común: "estadios básicos en sentido
amplio" (Basisstadien im
weiteren Sinne).
Los
autores de estas teorías señalan repetidas veces que los síntomas psicóticos
básicos no se identifican con los síntomas negativos de ANDREASEN, aunque
pueden coincidir con ellos temporalmente. HUBER
precisa también que, desde el punto de vista fenoménico, los síntomas básicos
no son típicos de las esquizofrenias, y pueden ser o bien "completamente no característicos" (vollständig uncharakteristische), integrando así el "nivel
1", o bien "característicos en
alguna medida" (einigermaßen
eigentümliche), lo cual constituye el "nivel 2". A partir de los
mismos, mediante la "organización psicoreactiva" (psychoreaktive Vermittlung) y otros procesos, se producen los "fenómenos finales típicos
esquizofrénicos" (typisch
schizophrenen Endphänomene), a menudo sumamente complejos, y que
constituyen el "nivel 3". Así pues, se distinguen tres niveles
evolutivos de sintomatología, que puede modificarse a lo largo del tiempo en
uno u otro sentido en el mismo paciente, esto es, del nivel 1 al 2 y de ahí al
3, o viceversa.
La
situación estructural de los síntomas básicos puede evidenciarse en el esquema
de KLOSTERKÖTTER (132) (Figura 4), que ha sido adaptado entre nosotros por
VARGAS (207) para distintos grupos de psicosis (Figura 5). Estos síntomas
(niveles 1 y 2) se encuentran, según el citado esquema, en un estrato
intermedio entre los fenómenos psicóticos -típicamente esquizofrénicos- del
área fenomenológica de la psicopatología clásica (phänomenaler Bereich), y los procesos neurobiológicos -trastornos
neurobioquímicos o neurofisiológicos cerebrales-, entendidos como procesos
informático-cerebrales, del "ámbito prefenoménico" (präphänomenaler Bereich). Además, las
categorías que determinan los síntomas básicos -según los conceptos expresados-
se sitúan así en el "ámbito transfenoménico" (transphänomenaler Bereich). Dichas categorías corresponden a uno o
varios trastornos básicos comunes, para los cuales se han empleado términos
como "reducción del potencial energético psíquico" (Reduktion des psychischen energetischen
Potentials), "insuficiencia dinámica" (dynamische Insuffizienz), "pérdida de la jerarquía habitual
de las respuestas conductuales" (Verlust
von Gewohnheitshierarchien), y "trastorno cognitivo primario" (kognitive Primärstörung). HUBER expresa
su preferencia por las dos últimas terminologías citadas.
De forma
más concreta el trastorno básico cognitivo, ligado según estas teorías a
trastornos en el procesamiento de la información, y los síntomas básicos se
subdividen en tres categorías diferentes:
1. Substracción transfenoménica (pérdida de las
jerarquías de respuestas).
2. Síntomas básicos cognitivos (pérdida de
la direccionalidad de los procesos cognitivos). Corresponden a los niveles 1 y
2 de la sintomatología.
3. Fenómenos finales esquizofrénicos típicos.
2.3.
Clínica, detección y curso de los síntomas básicos.
Los
síntomas básicos son con frecuencia inestables, pues fluctúan y cambian según
la situación del sujeto y otros factores, lo cual podría compararse con lo que
sucede con los rendimientos cognitivos en las demencias y situaciones como la
que GOLDSTEIN llamó de "catástrofe". Muestran, en consecuencia, la
insuficiencia adaptativa y la precariedad de la función, precisamente de forma
global en el sustrato neurobiológico, por lo que se manifiestan fenoménicamente
como síntomas en las más diversas esferas psicopatológicas.
Así, la
interferencia y borrosidad en los códigos que vehiculan señales complejas puede
expresarse como imprecisión motora, o pérdida de los automatismos, o déficits
de la atención, o imprecisiones cognitivas y deslizamientos de los
significados, pero también como inestabilidad afectiva, inadecuación en la
expresión afectiva, irritabilidad y síntomas variados de índole vegetativa y
cenestopática que simulan síntomas hipocondriacos, que por otra parte es sabido
desde siempre que son frecuentes en los psicóticos. Las dificultades en modular
la altura de la voz, o en reconocer la situación afectivo-social, la
transgresión de normas sociales, la marcha inarmónica, la falta de gracia en
los movimientos, la vestimenta estrambótica y otros tantos y tantos síntomas de
los psicóticos pueden ser reinterpretados, pero también agrupados, estudiados y
calificados bajo estas teorías.
Uno de los
síntomas básicos más importantes y frecuentes es por ejemplo la liberación de
una tendencia a la autosignificación de los perceptos, que se expresa en el
sentido de SCHNEIDER como "humor delirante vago" (vage Wahnstimmung), equivalente a la "percepción
sospechosa" (Anmutungsbetonte
Wahnwahrnehmung) de JANZARIK (110), a su vez equivalente al nivel delirante
2 de CONRAD.
HUBER,
GROSS, KLOSTERKÖTTER y SÜLLWOLD -actualmente los tres primeros en Bonn, y la
última en Frankfurt am Main- desarrollan, a lo largo de los años ochenta,
métodos cada vez más finos y mejor conocidos de recogida, cuantificación y
validación de dichos síntomas, como la "Escala de Bonn para la
Determinación de Síntomas Básicos" (Bonner
Skala für die Beurteilung von Basissymptomen), o BSBAS (78, 80), la
"Escala de Bienestar de Frankfurt" (Frankfurter BefindlichkeitsSkala) o FBS (200), y el
"Inventario Psicopatológico de Frankfurt" (Frankfurter Beschwerdefragebogen) o FBF (197, 199).
Los mismos
investigadores y otros formados en las mismas escuelas estudian también los
corrrelatos de los síntomas básicos con otros parámetros, como el
electroencefalograma, pruebas neuropsicológicas, terapias de diversa índole, y
últimamente nuevos métodos de imaginería y función cerebral, que se muestran en
todo caso congruentes. Son sobre todo las pruebas de atención y memoria -según
estudios de HARTWICH (91, 92)- las que mejor correlacionan con estos síntomas,
junto con los alargamientos del tiempo de respuesta y los trastornos -casi
específicos- del seguimiento ocular.
Los
estudios de estabilidad -también practicados por VARGAS (207, 208) en el seno
del grupo de trabajo en el que realizamos la presente investigación- muestran
su consistencia y permanencia; en cualquier caso los datos relativos a la
validez y fiabilidad de las pruebas específicas se encuentran disponibles en
los artículos y monografías originales.
Ha de
exceptuarse, de todas formas, su uso en cuanto elementos de diagnóstico
diferencial, ya que se comprueba la existencia de dichos síntomas también en
otros diagnósticos. Surge de ello un intento de agrupación de los "síndromes psiquiátricos
idiopáticos" (idiopathische
Psychosyndrome), en último término sustitutivos del concepto de
endogeneidad, y que permiten una graduación en el tipo y gravedad de los
síntomas básicos entre distintos tipos de psicosis y otros síndromes, como el
obsesivo-compulsivo.
En
investigaciones denominadas por los autores "Bonner
Schizophrenie-Studie" (estudio de la
esquizofrenia de Bonn), relativa al curso y evolución durante varias
décadas en cohortes de pacientes esquizofrénicos, HUBER y cols. (105) obtienen
que los síntomas básicos pueden recogerse incluso varios años antes de las
primeras manifestaciones o pródromos de la esquizofrenia. Tras el primer
episodio psicótico en estos pacientes, y con los tratamientos habituales, los
síntomas básicos pueden remitir parcial o totalmente -estamos pues ante los
"síntomas básicos en sentido estricto", que cuentan con una duración
media de 14 meses -, y siempre más lentamente que los llamados síntomas
productivos, en los que se basa hasta ahora el diagnóstico de este grupo de
enfermedades. Por otro lado, la no remisión de la sintomatología en el
transcurso de dos años, conduce, como se ha expuesto, al "defecto
psicótico puro", de carácter irreversible.
La
posterior elaboración de estos conceptos lleva a la búsqueda de líneas
"naturales" de evolución de los síntomas básicos hacia los síntomas
productivos. En parte están ya señaladas por GROSS y cols. en la presentación
de la escala de Bonn para la determinación de los síntomas básicos, que se
manifiestan en los nivel 1, 2 o 3 de elaboración, o de gravedad. KLOSTERKÖTTER,
en un trabajo que mereció el premio Kurt Schneider (134) -quizás el mayor
galardón psiquiátrico en el ámbito alemán- estudia en detalle este problema a
partir de diversos casos clínicos, estableciendo varias líneas predominantes,
por ejemplo desde el humor delirante vago a la percepción delirante, y desde
las vivencias de despersonalización y desrealización a la eclosión del delirio
primario.
Esta fina
investigación psicopatológica, muy poco conocida fuera de Alemania e ignorada
por los investigadores anglosajones, es absolutamente imprescindible para
desentrañar la patogenia de la esquizofrenia. Al parecer, a un lado del
Atlántico se dispone de la finura psicopatológica y al otro de la precisión
instrumental neurofisiológica. Solamente una conjunción de ambos métodos sobre
los mismos casos y simultáneamente en el tiempo producirán una investigación
eficaz.
En los
últimos tiempos un nuevo método matemático y unos nuevos conceptos importantes
para la comprensión de las funciones biológicas están también aplicándose en
psiquiatría. Nos referimos a las cuestiones del orden y del caos, de la
dinámica de los sistemas disipativos no lineales, los procesos de
autoorganización de los sistemas complejos y la estructura fractal subyacente
en estos casos. A ello hemos dedicado ya unas palabras en el capítulo segundo.
14.4. Repercusiones y aplicaciones clínicas
Los
síntomas psicóticos básicos, en resumen, aluden al hecho de que los síndromes
psiquiátricos yacen sobre trastornos funcionales neurobiológicos, que pueden
interpretarse como trastornos en el procesamiento de la información cerebral,
según afirma HUBER decididamente. Estos trastornos de tipo funcional, en su
interacción con la personalidad del paciente y las influencias del perimundo de
los pacientes, conducen a la psicosis. Los síntomas psicóticos básicos pueden
detectarse antes de la aparición de la psicosis como pródromos, y en la
situación pospsicótica como defecto, que en parte puede ser reversible. De este
modo GROSS y cols. (83), en un estudio de cohortes, identifica factores de
riesgo y predictivos en fases muy tempranas de la vida; y por ello mismo, puede
elaborarse un programa de tipo de vida e higiene mental, auténticamente
preventivo de la aparición de la psicosis.
Por otra
parte, autores como RODER, BRENNER y cols. (181) están actualmente elaborando y
ensayando programas de tratamiento cognitivo para los pacientes psicóticos,
diseñados específicamente en función de las deficiencias encontradas.
Precisamente uno de nosotros tuvo ocasión en el invierno de 1992, durante una
estancia en el Zentrum der Psychiatrie de
Frankfurt am Main, de conocer y entrenarse en estos programas, sobre cuya
eficacia existen ya algunos trabajos, en concreto la publicación de la tesis
doctoral de THEILEMANN (205).[9]
El
contenido más importante de estos programas se denomina "entrenamiento
socioemocional", y consiste por ejemplo en la enseñanza paso a paso para
organizar la interpretación del percepto y la escena, desde sus contenidos
triviales y objetivables (objetos presentes, su disposición, etc.) a la acción
o suceso descrito en la diapositiva que se utiliza para este menester. En el
paso final cabe la interpretación a diversos niveles de implicación afectiva de
la escena proyectada, lo cual conduce a un recuerdo de la elaboración del Test
de Apercepción Temática (T.A.T.). Ello es sumamente importante dado el
conocimiento de los peligros, en el psicótico defectual, tanto de una
sobreestimulación afectivo-social como de una infraestimulación.
Todo ello
es difícil de cuantificar, y así se constata en las experiencias en los centros
y clubs de día, etc., donde la mayor parte de las veces no existe un programa
definido -ni mucho menos individual- de rehabilitación; de manera que estimamos
que la doctrina sobre los síntomas psicóticos básicos ha de tener un gran
desarrollo en el futuro y una gran aplicabilidad en la clínica cotidiana. Estas
investigaciones redundarán también en la posibilidad de adecuar máximamente la
medicación de mantenimiento, reduciéndola en lo posible, mediante las diversas
estrategias de adaptación y rehabilitación aplicadas sobre los síntomas
básicos, que al fin y al cabo son síntomas finos y variados, de carácter
persistente, que califican los impedimentos de los psicóticos a largo plazo.
De todas
formas, estudiosos externos a esta escuela señalan la necesidad de ahondar y
experimentar aún largamente bajo estos modelos, a fin de precisar su alcance y
pertinencia tanto psicopatológica como neurofisiológica.
[7] Síntomas psicóticos recogidos en esquizofrénicos como vivencias
subjetivas primarias, que constituyen la base de los complejos síntomas
psicóticos finales, y que puede suponerse se encuentran más próximos al
sustrato neurobiológico que aquellos. Son, pues, síntomas deficitarios, con
carácter de queja por parte de los
pacientes, que desde el punto de vista fenomenológico coinciden ampliamente con
síntomas prodromales prepsicóticos, y que en los estadios básicos reversibles y
en el síndrome defectual puro irreversible son percibidos y expresados como
deficiencias, carencias o trastornos. (Trad.
de los autores).
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