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martes, 28 de agosto de 2012

DOS PROBLEMAS BÁSICOS DE LA SICOPATOLOGÍA: CONCIENCIA Y SEMANTICIDAD


                                                       CAPÍTULO SEGUNDO 

DOS PROBLEMAS BÁSICOS DE LA SICOPATOLOGÍA: CONCIENCIA Y SEMANTICIDAD  
           
Introducción. 
            No han de confundirse los dos problemas básicos de la psicopatología, que comentaremos a continuación, con las dos funciones básicas o fundamentales, que son la memoria y la afectividad. Memoria y afectividad entendemos que son las primeras funciones en sentido filogenético que iniciaron el desarrollo de pautas y estrategias de conducta al inicio de la evolución biológica. La memoria determinando la índole del estímulo y fijando la respuesta más adecuada adaptativamente, y la afectividad determinando el tipo de respuesta, positiva o negativa. Nos extenderemos en ellos en el capítulo IV.

            Ahora examinaremos estos dos problemas o cuestiones de una forma más general, incluso independientemente de la biología. Además de los momentos descriptivos y funciones en los seres vivos de la semanticidad y de la consciencia, nos esforzaremos en escudriñar las condiciones o posibilidades de aparición de las mismas en sistemas informáticos u otros, a fin de describir hasta donde sea posible "lo que sean" tales funciones, sin querer utilizar el término de esencia, pero sí el de características y actividades definitorias de las mismas en el mundo real.

            Así que comenzaremos en cada caso con unos recuerdos históricos y biológicos, para avanzar después a descripciones más abstractas e independientes.


            I. EL PROBLEMA DE LA CONSCIENCIA

            La cuestión acerca de la consciencia implica un problema neurofisiológico, otro psicopatológico, otro informático-computacional, otro filosófico y por último un problema moral.

            Como problema neurofisiológico es preciso investigar los órganos y estructuras que sustentan la consciencia; como problema psicopatológico sus funciones psicológicas, las subfunciones que implica y las formas de su disfunción; como problema informático sería preciso establecer las condiciones del soporte físico necesario para su emergencia; y como problema moral sería preciso abordar sus relaciones con la libertad y persona humana. Nosotros abordaremos aquí nada más que el segundo grupo y algo del tercer grupo de problemas, que son los propios de este trabajo. Comenzaremos por unas consideraciones en parte históricas y en parte cuasi-literarias, remitiendo por otra parte a nuestra monografía sobre el tema de 1985 (123).


            1. La consciencia como vivencia íntima y sus soluciones históricas.

            Todos, por experiencia personal desde nuestra infancia, deberíamos tener al menos una intuición de cómo surge la mente y la consciencia en el ámbito de nuestros recuerdos, para ir estructurando la "conciencia del yo". La identificación de nuestro "yo" se produce por contraste frente al "tú" y frente al mundo. Si la inteligencia humana, al menos al pasar a su nivel de funciones operativas, se caracteriza por su capacidad de objetivación y formalización -por lo cual tenemos que habérnoslas con el mundo "como con objetos", según escribe ZUBIRI (222)-, esta misma objetivación debe ser realizada frente al mismo aparato cognoscitivo, constituyéndose así el "yo".

            Seguramente es SAN AGUSTÍN en sus Confesiones (189), y bajo la experiencia del tiempo, quien en nuestra cultura de Occidente inagura con más precisión la auténtica "vivencia del yo", expresable no sólo en conceptos puros, como realmente habían hecho ya los griegos con su concepto de sineidesis, sino en inteligencia encarnada o sentiente -otra vez ZUBIRI-, que exige una emoción ante tamaño descubrimiento. Esta emoción del hombre que crece, y del primitivo que accede a la "cultura del nous", es la responsable de que la objetivación de la mente como tal, encarnada en el yo, cree el concepto de psyche o alma, con su pretensión de independencia formal del cuerpo. Es la primera explicación o modelo al ser y función del psiquismo o mente humana, que desde estos tiempos se constituye en uno de los problemas o misterios más importantes tanto para la antropología y la cultura como para la pretendida "ciencia del ser".

            Parece oportuno por ello presentar en este momento un esquema (véase Figura 2), tomado de MARTÍN RAMÍREZ (154), de las posibles interrelaciones alma-cuerpo, según han sido concebidas en diversas épocas históricas en Occidente. No entraremos en la explicación del mismo por su obviedad, y sobre todo por nuestra pretensión en este momento: mostrar la antigüedad y complejidad del problema desde sus orígenes filosófico-religiosos hasta nuestros días, marcado por la psicocibernética y los estudios sobre la inteligencia artificial.

            Algo más nos detendremos en estas últimas teorías por su actualidad y por la importancia que puedan retomar en este estudio. En efecto, y siguiendo a SPERRY (194), parece que la vivencia consciente está ligada a las funciones del hemisferio parlante y matemático, también procesador de la información en régimen secuencial y algorítmico.

            Así dicho, y sin entrar en detalle en los experimentos que sustentan dichas hipótesis, los modelos sobre las relaciones entre mente y cerebro que muestran tales hechos podrían resumirse en las siguientes posiciones:

1.         Epifenomenismo: lo psíquico sería un mero epifenómeno de lo material, es decir, una mera apariencia condicionada por determinadas funciones biológico-materiales. No existiría, pues, como objeto material independiente, sino que cobraría ser por aquella facultad objetivante o reificante de nuestro propio aparato cognoscitivo que lo constituiría en objeto, no un objeto de estudio sino un objeto con entidad de existencia autónoma u ontológica.

2.         Emergentismo: se basa sobre todo en filósofos como BERGSON (15) y MORGAN (161), y ha sido defendido fundamentalmente por biólogos, etólogos y la psicología comparada. No añade ni quita nada respecto una actitud puramente científico-natural, si bien, como dice PINILLOS (175), ello es tan sólo una parte del problema.

3.         Complementarismo: procede de algunos pensadores del siglo XIX que no quisieron seguir el materialismo ingenuo imperante en su época. Postulan una doble causa y una doble acción que se complementan y tienen lugar en dos procesos simultáneos y paralelos, aunque diferentes: un proceso neurofisiológico y un proceso consciente. Ello permitió, al menos, un estudio paralelo y no contradictorio entre la psicología y la neurofisiología, condenadas de alguna manera a coexistir y aun a llegar a conclusiones congruentes, aunque separadas.

            Una precisión mayor en estos temas puede encontrarse en la celebérrima monografía aparecida, podríamos decir, en un momento de interés público en estos temas, hoy un tanto olvidados ante otros más acuciantes. Nos referimos a la obra de POPPER Y ECCLES (177), con su curioso trialismo o tripartición del mundo en tres submundos, uno de los cuales queda reservado a las clases lógicas, universales y demás entes de razón, cual los denominaban los escolásticos, y que adquiere una relevancia especial, en recuerdo también del mundo platónico de las ideas.

            Como afirma BUNGE (32), con la renovación y actualidad de estos modelos podría parecer que nos encontramos ante una nueva ola de misticismo, al ocuparse seriamente los científicos de estas cuestiones que aparentemente tenían que haberse sumido en la inexistencia inoperante con la filosofía que las creó. Es obvio que la hipótesis del complementarismo es sospechosamente similar a la de la armonía preestablecida, expuesta en el esquema citado. Existen poderosas razones para que tales reflexiones no sean baldías, y menos aún en nuestra especialidad. )Acaso no querríamos entender que las psicosis reactivas son puramente mentales y psicológicas, y las tóxicas orgánicas y neurobiológicas? Y sin embargo es el misterio o problema puramente científico y teórico más acuciante de la psiquiatría, cuyo abordaje evidentemente ha de verse influido por el modelo que como bagaje ideológico o puramente científico aporte previamente el investigador.

            Algún otro modelo sobre el problema que comentamos lo constituye el isomorfismo, desarrollado por LOTZE y FECHENER, y aceptado tácitamente en la obra de éxito de POPPER Y ECCLES (177), con su teoría de los tres mundos ya citada. El isomorfismo puede expresarse mediante el modelo estructura-función: identidad de suyo no diferente a la aleta del pez que se mueve en el espacio y en el tiempo, propulsando a su poseedor en el hondo mar.

            2. Estudios recientes y modelos informáticos.

            Tomamos algunos de estos datos de un symposium de expertos propiciado por CIBA (42), donde constatamos también la presencia de RODRÍGUEZ DELGADO, el cual, como experto neurofisiólogo y también profundo pensador, presenta la palabra "transmaterial" para designar el flujo de información y el programa vehiculados por el soporte físico de un sistema informático. Denomina su modelo triunismo, por precisar su existencia -la existencia de la mente o el psiquismo capaz de enfermar- de tres elementos estructurales:

1.         El cerebro y sus ideas.

2.         Un flujo continuo de información, a través de los receptores y efectores.
           
3.         Un conjunto de manifestaciones observables, que podrían caracterizarse como conducta. La mente no emerge de la materia, sino que ésta posee también propiedades extramateriales, entre las que sobresale fundamentalmente la información.

             El modelo cognitivo-informático es, pues, el más aceptado hoy día, y bajo el mismo se han realizado y están en curso importantes avances en la neurobiología, especialidad esta íntimamente relacionada con la psiquiatría, siendo una de sus bases reales -que no epistemológicas-, afirmando nosotros que su otra base o pilar es precisamente la psicopatología, dentro de la cual se mueve la presente investigación.

            A manera más bien de ejemplo citaremos un trabajo de CRICK y KOCH (49), en el que bajo una impecable metodología se presenta un abordaje científico del fenómeno consciente, centrado en este caso en la percepción visual. Posteriormente ha aparecido una monografía de CRICK sobre el tema (50), que también se ha convertido en un pleno de ventas, destacando así el enorme interés actual de estos temas. Es lástima que este carácter de moda desde autores anglosajones desvirtúe el fondo de la cuestión, convirtiéndola en asunto de la calle. Ya el título de La búsqueda científica del alma nos parece falto de seriedad. Sin embargo, expresa en el fondo el interés "intelectual" actual, centrado en producir en el hombre su cuarta o quinta frustración; es decir, después de ser apartado del centro del universo, de ser asimilado en su origen al resto de los animales, ahora le corresponde negar al alma para ser sustituida por una función informática, de momento cerebral, pero que quizás pueda pronto ser remedada por un artilugio.

            En todo caso, y siguiendo con el tema, los resultados pueden parangonarse a los obtenidos por SPERRY (194) en su "cerebro hendido", es decir, explora las condiciones en que el sujeto vivencia una percepción y puede referirla como tal. En razonamiento de analogía sobre lo ya sabido a niveles más inferiores de elaboración informática de las aferencias -ya que en general se trabaja con estímulos visuales, en los que se han ido identificando neuronas específicas para cada dato concreto de las particularidades del percepto-, se postula que asimismo han de existir neuronas especializadas en la función consciencia. Ello no supone volver un localicionismo, puesto que cada función compleja se apoya sobre otras muchas inferiores que abarcan gran cantidad de masa cerebral, sino que supone solamente identificar las neuronas responsables de determinadas apercepciones o vivencias que han de integrarse en el conjunto.
           
            Desde luego, bien puede afirmarse una vez más que el tema de la consciencia está de moda, y ha ido aumentando en interés y en su investigación en estos últimos años. Investigadores de primera línea, muchos procedentes de campos ajenos -como PENROSE y CRICK, ya citados-, han publicado libros de éxito, siguiendo al un tanto esotérico de ECCLES Y POPPER.

            No es posible, por lo demás, resumir siquiera los distintos puntos de vista que oscilan entre las especulaciones de PENROSE -en nuestra opinión vacías-, derivando la consciencia de las cuerdas cuánticas supuestas en las neuronas, al abordaje un tanto más riguroso de CRICK que intenta, como antaño PENFIELD, estudiar las situaciones cerebrales que hacen conscientes determinados estímulos o en su caso pensamientos. Es por otra parte de sobra conocido que sin duda existe un pensamiento racional -y no sólo simbólico en sentido psicoanalítico- que es no consciente, y cuyos resultados afloran a la consciencia bajo la vivencia de "intuiciones". Precisamente es el pensamiento creador y novedoso el que parece esconderse en estos misteriosos procesos, que aún siendo plenamente racionales escapan a la racionalidad habitual, la cual, presa en caminos fijos, difícilmente es capaz de innovar. Algunas personalidades excepcionales en la creatividad han descrito inefablemente el poder de esta creatividad no consciente. Todos recordamos la anécdota de KEKULÉ que "intuye" la formula cíclica del benceno en sueños, después de dar mil esfuerzos vanos por encontrar una solución al problema que le presentaban los análisis químicos del mismo.

            Un relato especialmente hermoso nos lo brinda POINCARÉ (176), uno de los mejores matemáticos de todos los tiempos, que fue además presidente de la República Francesa, y que está hoy de moda por haber sido un precursor de la comprensión de los procesos dinámico-caóticos no lineales. Tomamos las siguientes citas de POINCARÉ de una conferencia pronunciada a principios de siglo en la Sociedad Psicológica de París. En ella refiere varios episodios de creatividad matemática surgidos siempre de forma análoga: ocupación intensiva consciente sobre el problema sin llegar a ninguna solución; abandono de la cuestión por otras actividades y viajes; de repente y en el momento más inesperado surge a la consciencia la solución buscada. Citamos textualmente:

            "...Las incidencias del viaje me hicieron olvidar mis trabajos matemáticos. En determinado momento, estábamos en Coutances y habíamos de subirnos a un autobús para desplazarnos a otro sitio. Justo al poner el pie en el estribo, sin que ninguno de mis pensamientos precedentes pareciese haberlo propiciado, me vino la idea de que las transformaciones que había utilizado para definir las transformaciones fuchsianas eran idénticas a las de la geometría no euclídea..."

            "...Llegó el momento en el que tuve que ir a Mont Valerien, lugar donde había de realizar el servicio militar. Durante un tiempo, pues, mis ocupaciones fueron bastante diferentes. Un buen día. conforme andaba por la calle, se me presentó de improviso la solución del problema en que me había bloqueado. No le di vueltas inmediatamente pero retomé la cuestión al licenciarme..."

            Como comentario siguió diciendo: "El inconsciente, o como preferimos decir, el yo subliminal, desempeña un importante papel en la creación matemática. Suele considerarse que el yo subliminal es puramente automático. Ahora bien, hemos visto que la tarea matemática no es meramente mecánica, que ninguna máquina por perfecta que fuera podría realizarla. No se trata sólo de aplicar reglas... La verdadera tarea del inventor consiste en escoger entre todas las combinaciones, eliminando las inútiles o aun mejor, no molestándose en hacerlas... La primera hipótesis que se nos ocurre es que el yo subliminar no es en modo alguno inferior al yo consciente".

            En el capítulo IV, en el que tratamos de la estructura de la consciencia y sus funciones, aportaremos un modelo original de la creatividad en estados paranormales de la consciencia, en concreto en el estado hipnagógico, sobre lo cual ya escribimos un trabajo (126). Allí veremos cómo al compás de la disolución de las asociaciones mostrencas y consuetudinarias pueden surgir otras, determinadas por otras pautas asociativas, que producen insólitos resultados y que por lo tanto son creativas.

            Todo ello quiere decir, en nuestra opinión, que la función consciencia es una función más entre las muchas que desarrolla el cerebro, y que no siempre está unida a los procesos más complejos o superiores. Hemos de aceptar, partiendo de los presupuestos biológicos teóricos y bien establecidos hoy día, que la consciencia está ligada a aquellas conductas que    sencillamente se elaboran mejor mediante o paralelamente a la función consciente. Otros rendimientos mentales, sin duda, serían perturbados por la consciencia. Precisamente la inteligencia artificial encuentra su mayor escollo en la imitación de estas cualidades "creativas" de la mente, para las cuales no existe algoritmo conocido, y que parecen operar bajo presupuestos completamente diferentes y desconocidos hoy día. Un ejemplo de lo que estamos diciendo lo brindan los programas de juego del ajedrez que ya están a punto de ganar a los grandes maestros, pero en virtud de su asombrosa velocidad de cálculo y no mediante la "intuición" indescriptible del jugador humano. Escribimos intuición a falta de otro término mejor.

            Recordemos también en este momento los asombrosos rendimientos de los llamados calculistas, capaces de resolver en segundos tediosas operaciones aritméticas. Hoy día el calculador de bolsillo ha dejado fuera de juego y de interés a los calculistas, pero los testimonios históricos y los irreprochables estudios sobre los mismos no dejan lugar a dudas. Aparte de eso, los genios matemáticos de todos los tiempos han asombrado precisamente por las dificultades que ellos mismos han tenido para explicar sus procesos mentales. Nos viene a la memoria, además del citado POINCARÉ, uno de los últimos y malogrados genios matemáticos, el hindú RAMANUJAN, calculador entre otros de altas cifras de pi, y que se expresaba en términos parecidos.

            Y todo ello referido a la creatividad matemática, en la que aparentemente habrían de dominar los procesos lógicos y por lo tanto algorítmicos. )Qué diríamos de la creatividad en la literatura, en la pintura o en otros aspectos, como por ejemplo en la enfermedad mental o en las situaciones tóxicas, por lo demás numerosas veces estudiados y descritos? No es posible extendernos aquí sobre ello, pero todo refuerza las opiniones expuestas. El cerebro y sus capacidades inteligentes son mucho más que sus funciones conscientes. Queda un inmenso camino abierto a la investigación. Recordamos de nuevo que en el capitulo V apartado 5.   volveremos sobre esta cuestión.
     
            Quizás la función, por lo tanto, no sea tan compleja, como por ejemplo el procesamiento de la información visual y el reconocimiento de formas en reposo y movimiento, cuya imitación robótica tanto desespera a los informáticos. Ha de ser posible una investigación seria y fructífera de la misma en los próximos años, que sin duda estará alentada por los progresos en informática y robótica, centrada en las cuestiones de inteligencia artificial.

            No es posible ni resumir ni siquiera citar aquí las muchas investigaciones y opiniones que últimamente se presentan sobre el tema. Es indudable que tampoco dominamos la inmensa bibliografía que ocupa ya la cuestión. Tan sólo vamos a referirnos a algunos trabajos que, bien porque su difusión y popularidad obligan a comentarlos, o bien porque los avatares personales nos los han puesto en las manos, despertando nuestro interés. En todo caso pueden servir de fuente bibliográfica y de estudio para los interesados.

            El libro de CRICK (50), pese a pecar de muchas ingenuidades a la americana, presenta al final de su obra un diseño de investigación de la función consciencia perfectamente adecuado. Se puede partir de la base firme efectivamente de que "consciencia" es siempre "consciencia de algo", siempre cambiante -según afirman CRICK Y KOCH (49)- en coaliciones de rapidísima formación que ocurren a distintos niveles, e interactúan para formar otras más amplias. Así el estudio de la percepción visual consciente, y bajo qué circunstancias se aparece y se altera, es sin duda un camino asequible a una investigación neurofisiológica, que desde luego engarza con los primeros estudios clásicos de la percepción que inauguraron la psicología experimental, si bien no con esta finalidad especifica.

            Una nueva línea, al menos de reflexión momentánea, la ofrecen las doctrinas del "orden y el caos", o mejor dicho, de los procesos de autoorganización de los sistemas complejos en situaciones próximas a su situación de equilibrio, y que procedentes de las investigaciones sobre la luz coherente han conducido a una nueva metaciencia, la sinergética de HAKEN (88). Como aproximación a la misma recomendamos a los interesados esta monografía, que recoge un interesantísimo symposium multidisciplinario promovido por el Instituto de Humanidades y el Departamento de Física Fundamental de la Facultad de Física de Barcelona.

            Las mismas ideas o producción mental, sobre todo de tipo creativo, podrían ser entendidas bajo estos nuevos fenómenos de autoorganización, en los cuales la situación preexistente asciende de improviso, en un salto cualitativo emergente, a una organización de índole superior. Explicarían así los fenómenos aludidos sobre la creatividad no consciente y su vivencia como intuición, que tan bien describía POINCARÉ. En dicho nivel, desde luego no dejan de cumplirse las leyes de la termodinámica, que ya habían sido aplicadas y explicadas en la biología por obras básicas más antiguas como las de SCHRÖDINGER (192) y MONOD (157), y entre nosotros por otro gran científico -hoy ya un tanto olvidado, siguiendo el desgraciado paradigma ibérico-, nos referimos a JULIO PALACIOS (171).

            De una forma un tanto desapasionada, y después de comentar estas cuestiones con autores como el Prof. P. GÓMEZ BOSQUE y su bien recordada hija, Dra. M0 E. GÓMEZ CARRETERO, así como con autores diversos de la Fundación LETAMENDI-FORNS, en sus symposiums sobre la "Ciencia del Hombre", pensamos puede identificarse lo viejo en lo nuevo; es decir, que estas hipótesis sobre el problema, centradas en suma en la teoría de la información, bien pueden identificarse con la del hilemorfismo de ARISTÓTELES, (más de dos veces milenaria!. Al fin y al cabo, la "materia" representaría los átomos y moléculas y sus cualidades -cuánticas o no-, y la "forma", la estructura funcional de las cosas y los seres que se manifiestan en su cambio en el tiempo, lo cual constituye evidentemente el programa que dirige su comportamiento.

            En cualquier caso, pensamos puede afirmarse que la investigación de las psicosis, en las que con frecuencia se vivencian perceptos correspondientes sin duda a elaboraciones neuronales autónomas, y que reproducen -más o menos perfectamente o en combinaciones múltiples- antiguas vivencias o perceptos, constituyendo así los fenómenos alucinatorios y delirantes; dicha investigación, decíamos, ha de contribuir al esclarecimiento de estos fascinantes problemas. Desgraciadamente, la imprescindible especialización de la ciencia y los científicos hace que los psicopatólogos o psiquiatras estén o estemos lejanos de los neurólogos o neurofisiólogos, con una incidencia, creemos negativa, para el avance la ciencia en este apasionante campo.



            Es preciso reconocer que después de lo que podemos llamar obras clásicas sobre el tema de la conciencia, iniciada seguramente por el conocido libro de POPPER Y ECCLES (177), permitiéndonos aquí también citar de nuevo a la nuestra del año 85 (123), las publicaciones sobre el tema se han desbordado, convirtiéndose el asunto hasta en un tema periodístico en el que pululan autores procedentes desde la física a la filosofía y la lingüística.

            Los trabajos de SEARLE y HOFSTADTER, a los que nos referiremos más adelante en relación con la inteligencia artificial y numerosos simposiums dedicados al tema.

            Para nosotros es sobre todo significativo que  se aborda en ciencia natural por fin con ello uno de los problemas más difíciles, y que sólo pueden ser abordados por la renuncia de unos al dualismo y de otros al reduccionismo ingenuo. Los conceptos de autoorganización y del no determinismo de los sistemas no lineales consiguen la comprensión de que no existe contradicción en los mismos conceptos y vivencias de libertad, imprevisibilidad y aun autoconciencia, pero desde luego están muy lejos de explicar sus mecanismos precisos, y ni siquiera las condiciones mínimas requeridas para su aparición, salvo la predicción de la necesidad de un enorme número de elementos informáticos conectados en único y complejísimo sistema.

            No es extraño que los neurólogos -ya desde los clásicos modernos como PENFIELD Y PRIBRAM- y los psiquiatras nos hayamos sentido fascinados antes que nadie por el problema de las bases biológicas de la mente y la consciencia, y que hayamos tenido algunos atisbos de su base cerebral a partir de los datos proporcionados por la patología. Sólo la psiquiatría describe curiosos estados paranormales o patológicos que trastornan parcialmente la función consciencia. Son sobre todo los estados disociativos y los psicóticos, a los que dedicaremos en posteriores capítulos nuestra reflexión.


            3. Reflexiones desde la aceptación del emergentismo.

            Deseamos citar ahora un importante trabajo de reflexión sobre este tema debido a ROJO SIERRA y cols. (183). Discute la concepción epifenominista respecto al lo neurobiológico de la conciencia, defendiendo su auténtica y existente realidad, y que identifica con el modelo emergentista. Aceptando pues , con SPERRY, AYALA DOBZHANSKI y el mismo ECCLES, define las particularidades de la consciencia en siete características, entre las cuales, como más atrevida -pero con la que estamos totalmente de acuerdo-, se refiere a que debe aceptarse que la conciencia ejerce una auténtica "causación" sobre determinados actos, precisamente aquellos que vivenciamos como libres y voluntarios. Actúa por lo tanto "descendentemente" sobre los fenómenos biológicos y físico-químicos, hasta en el nivel molecular. Cita los efectos de la hipnosis y la sofrología, incluso para detener al menos momentáneamente a la muerte, y aduce las numerosísimas investigaciones antiguas y en curso sobre la prolongación de la vida en enfermos graves, que mantienen sin embargo los deseos de vivir y metas activas en su conducta.
Señala las aportaciones a la comprensión y patología de la conciencia realizadas por los psiquiatras, desde BONHÖFFER en 1917 y EY, así como el propio ROJO SIERRA (163 ); trabajos ignorados por estos nuevos físicos y cosmólogos anglosajones que, ajenos a la psicología y a la psiquiatría, indagan también en el problema.
            Así pues, el problema de la conciencia es un problema meta de investigación científica en todo el mundo que está suscitando un grandísimo interés, en parte propiciado por los ensayos sobre inteligencia artificial y la posibilidad de que un ordenador sea capaz de acceder a la función consciencia.

            Por ello mismo, un primer esfuerzo se dirige a una definición operacional de la consciencia que permita afirmar su existencia o rechazarla sea en el hombre, en el animal o en la máquina. En el hombre es fácil. Basta que esté bien orientado en espacio, tiempo y persona y que dé noticia de comprender y responder a las incitaciones del lenguaje. Las disfunciones simples, es decir del nivel de conciencia, señalan la disminución simple y paulatina de la función. Las disfunciones complejas, sobre todo tal y como se presentan en las psicosis, quizás presentan sugerencias de cómo debería fabricarse una máquina con inteligencia artificial consciente. De momento la definición operativa sobre la consciencia, debida a TOURING, es muy simple. Admitiremos auténtica conciencia cuando a través de una conversación de palabra o por escrito no podamos diferenciar si estamos ante una máquina o una persona.

            A mí esta definición, desde luego operativa y a la que sin embargo no puedo oponer otra mejor, me parece insatisfactoria. Se conocen programas de ordenador que simulan la conversación de un psicoanalista con su paciente, y que es indistinguible de la presencia real de un psicoanalista-persona. Ya se sabe cual es el tipo de conversación predominante: el de la repregunta; estrategia por lo demás muy bien conocida en España, pues sencillamente respondería al concepto común que tenemos de conversación "a la gallega", consistente fundamentalmente en preguntar detalles descriptivos acerca del tema propuesto, no dar ninguna definición, respuesta o solución a nada y además no plantear ningún problema distinto o nuevo.

            Entiendo que es necesario diferenciar el concepto de persona de la función consciencia. La persona precisa de afectividad y de expresión; la consciencia solamente de semanticidad. Hemos enunciado así los tres graves problemas de la psicología a los que dedicamos este capítulo.

            Entiendo que la consciencia es de suyo intransmisible; es decir, que su existencia no puede ser demostrada en otra máquina o persona, y que la aceptamos en virtud de un principio benevolente de analogía que habitualmente exige una expresividad y una afectividad que desencadena en el interlocutor mecanismos innatos de reconocimiento de la presencia del "otro". No parece fácil que todo ello sea presentado por una máquina, aunque desde luego no es imposible.

            Entendemos que la consciencia en sí misma se constituye en un bucle de autoobservación, que en último termino consistiría -por supuesto, además de en otras muchas cosas- en la comparación continua de un modelo (interno) que sería el yo, con proyectos de acciones psíquicas, sean recuerdos, imaginaciones, motivaciones o conductas propiamente dichas. Esta comparación continua, y los circuitos y programas que la sustentaran, serían necesarios para la función consciencia que, a pesar de todo y por su propio carácter, nunca podría ser objetivada sino sólo aceptable indirectamente, básicamente -como decíamos- por analogía. No es una confesión de escepticismo, sino, si acaso, una precisión sobre la definición y ser de la consciencia. Al fin y al cabo, la mayoría de los entes físicos descriptores de nuestro mundo entorno se escapan a una contemplación directa, y protones y quarqs, pero también entes sociológicos o institucionales o matemáticos, evidencian su existencia por sus actos; por las inferencias, por las analogías, quedan descritos como modelos, quizás en ese mundo platónico aceptado por POPPER, y no por ello son menos existentes. El estudio escolástico acerca de la "analogía del ente", en la que brillaron destacadas mentes hispánicas como SUÁREZ (196), brindan amplio campo de sugerencias para precisar la naturaleza de la consciencia. Nosotros pues aceptamos con ROJO SIERRA que no es un mero epifenómeno, sino meros epifenómenos serían también la tierra, el animal y el hombre; pero entendemos la estructura de la realidad en niveles de complejidad, asunto que quedó suficientemente perfilado en la ontología de HARTMANN (90), e implícitamente aceptado en todas las ciencias hoy día.

            Insistiremos en que la consciencia debe estar ligada a la semanticidad del lenguaje humano, aunque no a toda semanticidad. La consciencia presta semanticidad y condiciona que el lenguaje sea propiamente tal, y no meramente ristra de bits. Existen otros tipos de semanticidad no ligados a un lenguaje humano sino a un sistema simbólico objetivado como las matemáticas. Luego abordaremos en detalle esta cuestión.

            Por otra parte, no debe confundirse semanticidad con información o entropía. En nuestra opinión, el lenguaje por ejemplo del A.D.N. no porta semanticidad, aunque sí información. La semanticidad implica un "estar en vez de", y un mecanismo de atribución de un sistema de símbolos a otro sistema, que a su vez puede ser de símbolos o de otro tipo.


            4. Dos obras recientes.

            Por último vamos a citar dos obras sobre este tema, una del área anglosajona y otra de la alemana, que abordan el problema de forma interdisciplinaria mediante la colaboración de numerosos expertos lingüistas, físicos, neurólogos, matemáticos, filósofos y también de diversos países que incluyen al área este europea. Todos dedican la mayor parte del espacio disponible para presentar reconstrucciones históricas de las sucesivas opiniones vigentes en cada campo, y todos ellos -dicho entre nosotros- acaban chocando con un muro de ignorancia y con hipótesis más o menos conocidas. Son sin embargo obras importantes, caminos para la reflexión y que sobre todo muestran la valentía del científico de finales del siglo XX, el cual se está atreviendo con los problemas más intangibles y supremos de nuestro complejo mundo en la tierra. Son las cuestiones de la genética, que permitirá quizás crear nuevos seres vivos y manipular por lo tanto el cuerpo, y las cuestiones de la mente, que en consecuencia permitirán manipular el "alma".

            El libro de Oxford (212) está editado por el inglés R. WARNER y el polaco T. SZUBKA, y consta de 27 colaboraciones en 404 páginas.

            El libro alemán está editado por METZINGER (155) y responde a las mismas formas que el anterior. Sin embargo, es más extenso y dedica extensos capítulos a los problemas y situación actual de las investigaciones en inteligencia artificial, al estudio de la semanticidad y al problema de los "qualia". Bajo el nombre de qualia -esto es, de cualidades- se ha introducido en la literatura científica el problema, ya viejo desde ARISTÓTELES, de la sensibilidad; es decir, de los fenómenos mentales cualitativos que explican a toda descripción y medida fuera de las descripciones y evaluaciones por analogía. Los sentimientos de dolor, calor, frío, también los del color, los estados de ánimo y otros muchos fenómenos son contenidos de la consciencia, y seguramente los más específicos e importantes a efectos biológicos y que son prácticamente inasequibles a una elaboración científico. En psiquiatría y psicología estos "sensibles comunes" son abordados mediante las escalas llamados conductales, que recogen respuestas de los pacientes bajo cuestionarios homologados. Dado su carácter eminentemente cualitativos, sólo pueden ser observados indirectamente mediante las noticias que las personas dan de los mismos, que nunca sabremos si correlacionan -siquiera en forma e intensidad- respecto las mismas vivencias.

             Destaca la cuestión de si la consciencia es también un fenómeno cualitativo de este tipo. Al menos debe aceptarse que es el marco referencial en el cual se manifiestan los "qualia". Por lo tanto y en sentido estricto, también la consciencia es fenómeno subjetivo y cualitativo, y presupuesto previo de los demás qualia. Así enlaza este problema con el más general sobre la definición de magnitudes y su medida en psicología. Evidentemente sólo la conducta es asequible a un estudio objetivo, y por ello los conductistas quisieron reducir a la misma todo el conjunto científico de la psicología. La investigación sobre la consciencia supone el polo opuesto al de los conductistas. El investigador de la consciencia intenta penetrar en la "caja negra" cerebral, y desde luego proclama que precisamente las vivencias subjetivas y cualitativas constituyen el objeto más propio de la psicología humana y tanto más de la psiquiatría. Más adelante, en los capítulos correspondientes a los signos y los síntomas en psicopatología, abordaremos de nuevo estas cuestiones.
           
            Con estos párrafos damos por terminado el tema; tema inagotable e insoluble por el momento, lo que no exime de reflexión sobre el mismo.

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