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martes, 28 de agosto de 2012

LA ESTRUCTURA PARAMÉTRICA DE LA CONSCIENCIA Y EL ÁRBOL TAXONÓMICO DE LOS PSICOSÍNDROMES


CAPITULO V 


     1. Síntoma y síndrome desde el punto de vista de la continuidad entre función normal y gradiente de desintegración psicopatológica. Desde el síntoma al síndrome.

     Comenzaremos el tema insistiendo una vez más sobre nuestros postulados básicos. Entre la función normal y el síntoma patológico tiene que existir un gradiente continuo de desintegración funcional. La disfunción, que comienza con la variación meramente cuantitativa de alguno de sus parámetros descriptivos, va produciendo emergentemente los síntomas que se especifican ya cualitativamente. Igualmente, diversos síntomas pueden y deben ser clasificados en series taxonómicas que indiquen la sucesiva desintegración funcional a medida que se agrava el cuadro, es decir que actúa la noxa morbosa con mayor intensidad. De este modo, los síntomas pueden escalonarse en diversos grados de gravedad formando series ordenadas, de la misma forma que los síndromes.

     Para mejor comprensión de nuestro pensamiento citaremos algunos ejemplos que ya hemos comentado parcialmente:

     -    En algunas afasias se produce el llamado eco de la lectura o el eco del lenguaje. Antes de la comprensión del contenido semántico de la frase el paciente "oye", con carácter alucinósico, lo que va leyendo. Unas fracciones de segundo después accede a su comprensión. Este carácter "alucinósico" indica que el paciente se da cuenta de que esta "voz" procede de él mismo o de su cerebro. En un momento posterior podría convertirse en una auténtica voz alucinatoria. A partir de estas observaciones se desarrollaron, entre otros, los estudios sobre las psicosis a partir de la patología cerebral que realizaron KLEIST y WERNICKE.
    
          En general, en todos los síndromes alucinósicos se observan transiciones continuas respecto a las características de viveza y juicio de realidad de los contenidos. Desde la ilusión por debilidad del estímulo hasta la ilusión alucinatoria ya claramente patológica, en la cual la deformación de la percepción del objeto se torna irreversible, existe un gradiente continuo de deterioro de la función en su parámetro que hemos llamado "atribución al sujeto". Veasé cap. IV, 6.
    
-    En situaciones de comienzo o remisión de psicosis alucinatorio-delirantes -más fácil de encontrar en las psicosis tóxicas, bajo el tratamiento con neurolépticos- pueden seguirse muy bien las diversas sucesiones de agravación de un mismo trastorno funcional, descritas por KLOSTERKÖTTER (134), que según su situación va produciendo síntomas diferentes. Así en el grado 1 el paciente, por ejemplo, percibe vivencias de estiramiento y compresión en su intestino que achaca a alguna enfermedad digestiva. En el grado 2 el paciente vivencia que esas molestias son debidas a que su intestino se está haciendo de corcho; en el grado 3 el paciente vivencia que su intestino normal está siendo cambiado en uno de corcho, que es introducido por un extraterrestre que le persigue y controla. Se trata de sintomatología cenestésica, ya descrita por HUBER a finales de los años cincuenta, que se transforma desde una vivencia hipocondriaca hasta síntomas de influencia catalogables como de primer rango de SCHNEIDER. Estos diversos niveles pueden identificarse con las diversas fases del inicio psicótico descritas por CONRAD.

     Como siempre en psicopatología y neuropsicología la afectación patológica descubre, como en un análisis cromatográfico, las diversas subfunciones que la constituyen e integran en la situación normal, permitiendo así la investigación.

     Otro ejemplo importante puede establecerse en la serie sintomatológica desde la angustia simple a la despersonalización o disociación. Esta cuestión es bien estudiada en los modelos dinámico-estructurales de JANZARIK (110) y CONRAD (46, 47). BERNER (16, 17) se refiere a esta cuestión con el concepto de la "derivación dinámica".

     Es de común aceptación que no existen en psiquiatría síntomas patognomónicos. Los síndromes y entidades clínicas deben concebirse como configuraciones ordenadas, en las cuales el valor de cada signo y síntoma queda determinado por aquellos que le rodean. Por ello mismo, el difícil arte de la exploración clínica se organiza mediante un proceso dialéctico que comienza por los primeros fenómenos psicopatológicos percibidos por el explorador.
     A continuación genera una proposición hipotética de un síndrome, que genera a su vez nuevas preguntas en función de dicha hipótesis y consecuentemente en un nuevo o mismo diagnóstico provisional. De esta forma, y como quien avanza en un programa informático, va recorriendo el explorador un camino que conduce a un modelo configuracional en el que van encajando las sucesivas piezas. Estas han de ajustarse y pulirse para que "casen" con las demás. Estas piezas son los signos y síntomas que la exploración va determinando, y nuestro modelo afirma que jamás puede captarse un síntoma aislado sino en relación con los demás:


     2. Un ejemplo: Desde el síntoma idea obsesiva a la ideación paranoide.

     En el capitulo anterior, parrafo 7. presentamos ya a manera de tercer ejemplo la estructura psicopatologica del sintoma "obsesión", segun nuestros esquemas.
    
     Ahora empero vamos a abordar las posibles transformaciones del síntoma obsesión al compás de la deriva cuantitativa de sus componentes estructurales. De esta forma mostraremos el interes de nuestros esquemas  en lo que podemos llamar "psicopatologia pura". Pensamos que este interes ha de ser aún mayor en el campo de la investigación, puesto que, lo diremos una vez más, : esperamos que con el desentrañamiento estructural de las funciones y disfunciones  sea posible encontrar parámentros que correlacionen con fenomenos fisiopatologicos medibles.



     Estudiaremos, pues, el síntoma " obsesivo", para mostrar por una parte su presencia o penetración en diversos ejes evolutivos de los síndromes, y por otra sus posibilidades de transformación paulatina en otros síntomas, según vaya modificándose la composición cuantitativa y cualitativa de sus elementos estructurales. Para cada problema nos serviremos de dos esquemas.

     En el primero mostramos "obsesión" en las series evolutivas de otros síntomas, que bien lo generan o bien son generados por el mismo. A este respecto véase la Figura 6. Se trata de transformaciones evolutivas reales, que se observan en los enfermos al compás de la evolución de sus síndromes.

     Esta figura presenta los síndromes axiles de la desorganización del orden de la conciencia, y sobre ellos una figura aproximadamente romboidal que representa el símbolo obsesivo. Esta ocupa diversas intensidades sobre los diversos síndromes. La intensidad se visualiza por la anchura del rombo al nivel de cada síndrome. La estructura interna del síntoma podría representarse respecto a los cuatro elementos descritos en el párrafo anterior mediante la oportuna compartimentación interior en la figura romboidal, a lo que hemos renunciado para su mayor claridad. El esquema es útil mnemotécnicamente, pero su interés principal radica en la posibilidad de describir la estructura de cada síndrome y su transformación o deriva de unos a otros, en razón de los cambios en intensidad de los síntomas que los constituyen. Para ello bastaría que realizáramos la misma operación y esquema con los demás síntomas psicopatológicos que componen los síndromes.

     En el segundo (Figura 10) mostramos la rama del árbol taxonómico de los síndromes en los que aparece el síntoma "obsesión como tal": La comprensión de esta figura y sobre todo de los conceptos de O positivo (  ) y O negativa (  ) exigen previamente algunas nuevas reflexiones sobre la organización de la consciencia en el momento presente del yo, y por lo tanto de la organización de la "idea" o ideas que contiene y soporta. Ello debe comprenderse a partir de las funciones complejas e integradas, que a partir de los estímulos externos vehiculados por los distintos canales sensoriales organiza la percepción de la escena en que el sujeto se encuentra. Ésta, en combinación con los elementos presentizados, constituyen las "ideas constitutivas de la consciencia en un momento dado". Por supuesto que consciencia debe entenderse como actividad presente del yo en un momento dado, y no exclusivamente un contenido reflejo y pautado.

     Siguiendo esta misma reflexión, puede intentarse construir un esquema general sobre las transformaciones estructurales de lo obsesivo en cada uno de los niveles sindrómicos, y su deriva hacia los demás síntomas que genera a partir de un cierto grado de cambio.

     Podemos considerar por ejemplo el elemento afectividad. Aceptaremos que dentro de lo obsesivo oscila entre el rechazo, desagrado, irritación-agresividad o miedo-angustia. Si avanza en el sentido de la irritación-agresividad, se acercará a lo psicopático con el riesgo del paso al acto inmediato, bien como

 acto compulsivo o bien como acto impulsivo. Este término nos lleva al elemento conativo, que en este ejemplo cambiaría su intensidad de la misma manera. En cambio, el avance de lo afectivo hacia la angustia caracterizaría a lo obsesivo en el marco de la enfermedad obsesivo-compulsiva pura.

     Más importante quizás es la variación del parámetro "atribución al yo". La "atribución al yo" intensa acerca la representación obsesiva a la representación normal. La intensidad media caracteriza a lo obsesivo per se, y la debilitación de este parámetro transforma sucesivamente, mediante el aumento de la "despersonalización", lo obsesivo en intuición delirante, inspiración delirante e idea -dígase lo mismo de afecto, conducta o deseo ...- delirante, y por último conducta impuesta. También se denominan estos fenómenos como inserciones -de ideas, conductas o sentimientos-, y caracterizan como se sabe los síntomas de primer rango para la esquizofrenia de Kurt SCHNEIDER. Estos cambios también pueden observarse en la evolución de los psicóticos. Lo simbolizamos con la letra Y como símbolo de "yo".

     Así pues, hemos de distinguir un obsesivo (O -) -líneas descendentes en la figura- y un obsesivo (O +) -línea ascendente en la figura-. El primero tendría por base transfenoménica disfunciones neurobiológico-computacionales, el segundo disfunciones psicológico-sociales.

     Respecto al primer caso, los esquemas previos disponibles son fundamentalmente dos: el modelo de MONTSERRAT ESTEVE (159)  perfeccionado por VALLEJO Y BERRIOS (205) y el modelo de RAPAPPORT. El primero, de tipo cibernético-informático, es suficientemente conocido y no voy a repetirlo aquí.

     El segundo, que desde luego no contradice al anterior, afirma que lo obsesivo, sobre todo sus aspectos motores y conativos, se identifica con melodías cinéticas filogénicamente arcaicas -es decir, instintivas- que se liberan en determinadas circunstancias, sobre todo en situaciones deficitarias, siguiendo las reglas de las capas y niveles (JACKSON, EY, etc.), suficientemente conocidas.

     Ambos modelos explican suficientemente la obsesión en los síndromes axiles del orden y en su caso del nivel de la conciencia, expresando con ello que no nos hemos detenido en esta rama del árbol taxonómico.

     Al eje o rama del orden de la conciencia pertenece la enfermedad obsesiva grave (con O -), en la cual cada vez más se identifican, como en las esquizofrenias, deficiencias cognitivas de origen orgánico, que propiciarían precisamente, según las reglas psicopatológicas conocidas, la eclosión a lo fenoménico, -es decir, a suceso real identificable fenomenológicamente- del síntoma.

     En otro nivel de comprensión, esta disfunción cognitiva encuentra cabal explicación mediante la doctrina de los síntomas básicos: un conjunto de insuficiencias funcionales percibidas por el propio paciente, y que pueden evaluarse mediante escalas específicas que no tenemos tiempo de presentar aquí. Su enorme interés, entre otros, consiste en que estas disfunciones pueden producirse tanto por un mecanismo orgánico como psicogenético -stress, fatiga, etc.-, siendo por lo tanto congruente con la regla de la inespecificidad absoluta de los factores etiológicos de los piscosíndromes. Remitimos al capitulo III.

     De nuevo en la Fig. 10 presento un esquema simplificado de estas transformaciones evolutivas.



     3. Establecimiento de referentes transfenoménicos del síntoma y de dos variantes psicopatológicos del mismo.

     El término transfenoménico alude a los sucesos que soportan los síntomas observados, y estos sucesos ocurren o bien en los niveles funcional-estructurales inferiores -como los síntomas psicóticos básicos- o bien en ámbitos disfuncionales del yo, sobre una operatividad plena y normal del sustrato. En ambos casos estamos hablando de la patogenia. En el esquema de la Figura 4 se muestran estos distintos niveles.

     A continuación se plantea el cómo y por qué de las transformaciones de los diversos componentes, o si se quiere de la patogenia de los síntomas, o mejor dicho de los diversos componentes de los síntomas -que es lo que varía de forma individual-, y por tanto de los síndromes.


     La etiología orgánica determinaría la gravedad y tendencia progresiva de este cuadro. La etiología funcional, psicológico


-social, determinaría su carácter reversible y más leve.

     La obsesividad de tipo positivo evidentemente sólo puede tener su origen en el aumento del elemento afectividad del síntoma. Tanto en sentido agradable-deseable -como en la obsesión del enamorado respecto imágenes de la amada- como en el desagradable o angustioso (temor-fobia, o de extrañeza-despersonalización en el psicótico), es la carga afectiva la que mantiene en la presencia vigil la representación obsesiva. El aumento de intensión de este componente lleva, por la línea evolutiva del síntoma marcado en la Figura 10, a la idea delirante, pero en este caso de la idea delirante tipo E +. Es la supersignificación condicionada por la carga afectiva lo que distorsiona la representación, transformando sucesivamente la idea normal en obsesiva, sobrevalorada y por último delirante en sus diversas variantes, desde la más leve (extrañeza-despersonalización) a la más grave (inserción de pensamiento, afecto o conducta).

     En resumen: los síntomas del grupo obsesivo pueden encontrarse en diversos síndromes evolutivos y en distintas etiologías que conforman algunas entidades nosológicas; sin embargo, el análisis en profundidad mediante modelos como los expuestos deben permitir en cada caso la identificación del cuadro clínico. En la Figura 11, por último, esquematizo las características psicopatológicas del síntoma obsesivo.

     Este conjunto de ideas permite esbozar una hipótesis estructural de la consciencia psicótica que intentaremos falsar o verificar en el apartado tercero de este estudio. Es evidente que se efectuará solamente de una forma muy preliminar e incompleta, ya que precisaría otras pruebas y estudios que ya no podemos realizar aquí, pero que pueden señalar el camino de futuras investigaciones o que, en todo caso, entiendo puede simplemente señalar el interés y la fascinación que son capaces y deben producir aún las investigaciones psicopatológicas, sin desviarse sin embargo de un pensamiento neurobiológico y científico.

      Teniendo en cuenta la ley de BONHÖFFER-LLOPIS, o de la inespecificidad de las causas respecto los síndromes psicopatológicos, es posible aceptar que ambos casos pueden tener bien un origen orgánico -en un estado de excitación o de déficit neurobiológico, o en un estado de descenso y déficit de las funciones significativas y dadoras de sentido- o bien un origen psicógeno; ambas serían capaces de trastornar la función conduciendo al mismo resultado de la ideación delirante.


     4. La configuración de la consciencia.

      Organización paramétrica de la consciencia

     Según lo dicho en el capitulo IV, 1 he establecido (Figura 5) un esquema que representa la sucesión de las funciones en las series filo y ontogénicas. Al final del mismo aparece la función emergente de la consciencia y autoconsciencia como función más compleja del psiquismo, que se apoya y comprende a las demás. Por ello mismo, y siguiendo los modelos clásicos de la psicosis unitaria, puede afirmarse que los diversos psicosíndromes surgen ante la desintegración funcional de la consciencia que supone concomitantemente la desestructuración de los órganos soporte de la misma. De manera semejante a los esquemas de LLOPIS (151), WIECK (216) o EY (56), que muestran los diversos psicosíndromes psicóticos según se derivan de la desorganización del estado o del contenido de la consciencia, mostraremos en nuestro modelo un árbol o esquema taxonómico natural, es decir, que coincida en esquema clasificatorio y en la sucesión evolutiva del enfermo, y que intentará abarcar no sólo los síndromes psicóticos sino otros  descritos en la psicopatología. Evidentemente el número, nombre y definición de los mismos podría ser muy diferente dado nuestro postulado del "continuismo", mas seguiremos las nomenclaturas habituales que mostrarán cómo pueden adaptarse a otras clasificaciones o a futuras entidades sindrómicas que pudieran descubrirse.

     La observación clínica nos sugiere que no bastan dos ejes de desorganización de la consciencia -"estado" equiparable a nivel y contenido-, sino que son necesarios tres: un eje correspondiente al nivel de la consciencia, otro al campo y otro al orden. Son tres parámetros constitutivos de la función consciencia según un modelo desarrollado por JIMENO VALDÉS en otro trabajo (123), y que en su origen tomamos de BASH, LEWIN y otros. Los dos parámetros de LLOPIS nos parecen insuficientes para abarcar el conjunto de los psicosíndromes, que han de comprender sólo los exógenos o sintomáticos, sino también los "endógenos" -hoy mejor llamados "idiopáticos" (82)- y los psicoreactivos. Partiendo de la regla de la inespecificidad absoluta o regla de BONHÖFFER-LLOPIS modificada (regla número 3), los síndromes se diferenciarán por las características patogénicas de la noxa, pero no por su naturaleza morbosa específica. Serán pues las características concretas en cada paciente de la forma de acción de la noxa, respecto su nocividad o gravedad, velocidad de acción y forma de acción sobre el sustrato -neurobiológico o psicológico-, lo que caracterizará cada eje o rama del árbol taxonómico que estableceremos. Tendrá así tres ramas, correspondiendo cada una a la desestructuración preferente de cada uno de los parámetros de la consciencia.

     En la Figura 5 mostramos pues la sucesión de los psicosíndromes, dibujada en sentido inverso a la progresión de las funciones. Aquí encontramos su desestructuración. De nuevo, bajo la ley de las capas o de JACKSON-EY, hemos de hallar similitudes entre la psiconeurobiología en la serie de nuestras especies antecesoras y el tipo de síndrome que se configura en cada nivel. Grosso modo se cumple así otra regla básica de la biología:

     7.   Regla de HAECKEL, llamada por los autores en su día como ley biogénica fundamental, que expresa que la ontogenia resume la filogenia, es decir, que en las diversas etapas de morfogénesis en el embrión de una especie se encuentran en resumen o esbozo las formas adultas de las especies que le antecedieron en su serie de evolución filogénica.

     Esta ley, muy criticada en su momento por los antievolucionistas, se encuentra totalmente rehabilitada y sirve como línea básica de pensamiento, comprensión e investigación en biología, derivando como es obvio de la doctrina imprescindible de la evolución biológica. Recordemos que gran parte de los admirables descubrimientos de CAJAL se deben a su intuición genial al preferir para la investigación órganos procedentes de embriones en vez de organismos adultos.

     Así pues, de nuevo podemos expresar la regla de las capas de JACKSON de la siguiente manera:

     8.   Regla de JACKSON-EY modificada: Los psicosíndromes se suceden en la clínica al compás de la profundización o agravación de las noxas, reproduciendo funciones de organismos o estadios inferiores de evolución tanto ontogénica como filogénica; y guardando un orden similar, de forma que desaparecen primero las funciones más complejas y superiores, y luego las más inferiores y sencillas.

     Recordemos como mero ejemplo el paranoidismo del psicótico, que se acepta fue más constante e incluso necesario en el hombre primitivo, expuesto continuamente a la predación de sus congéneres, y que, salvo reglas explícitas de reconocimiento, debía identificar para su supervivencia a cualquier desconocido como enemigo. Citaremos también el carácter de inmaduro que se atribuye al histérico y al psicópata, etc.


     5. Estados paranormales de la consciencia y creatividad.      La creatividad y el estado hipnagógico.

     Antes de considerar los estados de consciencia patológicos, sobre todo los que aparecen en las psicosis, parece oportuno dedicar un apartado a variantes normales y estados paranormales de la consciencia; es decir, a variantes en la situación de la misma que pueden estar en relación con determinadas funciones y rendimientos. Ya nos hemos referido a la elaboración intelectual inconsciente, que describimos a propósito de los pregnantes recuerdos de POINCARÉ. Parece que es necesario el juego de la imaginación, en gran parte aleatorio y no dirigido, para que emerjan asociaciones nuevas vulnerando los procesos rutinarios y aprendidos, que conducen como es natural a lugares y soluciones también rutinarias. La así llamada "atención flotante" es la antinomia de una atención concentrada sobre un problema, cuya solución se busca según un algoritmo conocido. La atención flotante, típica precisamente de estados de inhibición voluntaria del discurso mental ordinario, es la base de distintas situaciones de la consciencia. Vamos por ello a considerar aquí algunas de estas situaciones en relación sobre todo con la creatividad, que nos servirán de introducción -como decíamos- a la consciencia en las enfermedades mentales graves, es decir, en las psicosis. Seguiremos para ello fundamentalmente un trabajo nuestro anterior ( 123 ), en el que empleamos también nuestro esquema anterior sobre la estructura de la consciencia, a partir del cual describiremos las características de los distintos estados variantes o paranormales de la consciencia.

     Postulamos la existencia de dos tipos fundamentales de creatividad:

a)   La creatividad como rendimiento de la inteligencia en un sentido clásico de resolución de problemas, y

b)   la creatividad como planteamiento de nuevos problemas y preguntas y/o la producción de nuevas formas, símbolos y conceptos, evitando seguir las reglas algorítmicas aprendidas, por donde discurren los procesos mentales ordinarios.

     En la primera, la estructura de la consciencia tomaría la siguiente forma:

     Campo +++
     Nivel +++
     Orden óptimo

En la segunda:

     Campo +++
     Nivel +(+)
     Orden +(+)

     La disminución del nivel y del orden en la segunda situación determinará:

1.   El surgimiento de los sentimientos y sus valores subjetivos, deformantes del proceso lógico-matemático.

2.   La variabilidad e inestabilidad del discurso o proceso mental, y por lo tanto el aumento de elementos de azar o de otros no previstos, que surgirán de otros sistemas (recuerdos, opiniones, pensamientos),

     Por último, es precisa la reversibilidad del proceso, es decir, la recuperación del nivel y orden normal de la consciencia a fin de describir, reflejar y fijar lo nuevo surgido en la situación b), pues, si no, la creación se perderá de nuevos en los abismos de la nada y del inconsciente.

     Hemos descrito así dos estados genéricos de la consciencia que condicionan diversos tipos de rendimiento mental.

     Sin embargo, la experiencia vulgar y la clínica identifican otros numerosos estados de consciencia que también hemos de examinar aquí, aunque no vamos a ocuparnos de la creatividad en los estados psicóticos. Nos ceñiremos a la creatividad del no enfermo en distintos estados de consciencia. Estados que, por no ser patológicos, se denominan ordinariamente paranormales.

     Describiremos los más importantes, según su estructuras paramétrica de acuerdo con nuestra nomenclatura, y nos detendremos más prolijamente en el estado vigil-normal y en el hipnagógico -sobre todo en este último-, pues en él creemos encontrar la máxima creatividad de acuerdo con nuestro concepto de la misma.

     Comencemos por:
    
Estado hipnótico.

     Su estructura corresponde a:

     Campo: muy estrechado, restringido al hipnotizador.

     Nivel: descenso medio, pero escaso de contenido, sujeto al hipnotizador.

     Orden: indiferente, al no existir variabilidad propia del sujeto.

     No hará falta decir que la creatividad es en esta situación nula, aunque el estado emotivo pueda ser intenso.
 
Estado de sueño Rem.

     Campo: estrechado.
     Nivel: descendido.
     Orden: indiferente o imprecisable.

     Este estado forma el escenario principal de los sueños.

     Las pulsiones afectivo-emocionales surgen vigorosamente. La creatividad posible deriva de su apertura a subsistemas pre- y subconscientes por el descenso de nivel, y que no son accesibles en estado vigil-normal.

     Los rendimientos son desordenados -aparentemente caóticos-, pero a veces pueden ser certeros. Su eficacia depende de que el sujeto pueda recuperar estado vigil manteniendo el recuerdo de lo soñado. El yo consciente podrá seleccionar entonces entre los materiales producidos aquello que pueda sr valioso.

     Muchos grandes inventos y soluciones han surgido en el sueño, de forma similar a la creatividad mediante la intuición tal como la describía POINCARÉ.

Estado de iluminación o inspiración.

     El campo puede ser normal o extendido.
     El nivel, discretamente elevado.
     El orden, discretamente descendido.

     Esta situación determina:

-    una aceleración psicomotriz,
-    una ampliación del presente de la consciencia,
-    una mayor accesibilidad de la memoria fija o cristalizada,
-    un orden laxo.

     Estos diversos factores se dan, naturalmente, en todos los procesos creativos en mayor o menor importancia, pues la iluminación, como dicen en su magnífico trabajo ROJO Y ROJO
( [1]), es un paso obligado en el proceso. Importante es señalar, sin embargo, y como hacemos aquí, de dónde y cómo surge este proceso de la "iluminación".

     Aumenta la función significativa de la percepción, con tendencia a interpretaciones paranoides, que hacen fluctuar las vivencias del sujeto entre "estoy yo inspirado, estoy inspirado por alguien externo a mí", o, sencillamente, "estoy dominado e invadido por el pensamiento de otro". Así, entre la inspiración artística, la inspiración en sentido religioso y los estados claramente psicóticos -por ejemplo aquí, la psicosis anfetamínica o la psicosis paranoide reactiva a partir de angustia y estrés extremos- existiría todo un gradiente vivencial de estado de inspiración. Abordamos con más precisión este problema en el apartado correspondiente a la psicopatología del delirio (capítulo IV, apartado 5).

     Evidentemente, mejora la creatividad hasta un punto óptimo, en el cual, el desorden de la conciencia conduce a creaciones falsas o delirantes, según el caso. La creatividad literaria y artística tienen aquí, sin embargo, su validez más frecuente.

     Este estado puede ser provocado artificialmente por algunas drogas a dosis adecuadas.

     Una creatividad óptima, aun en lo artístico, no está muy lejos del estado vigil-normal. A la larga, aun las creaciones "delirantes" con éxito social, tan importantes en el origen de los mitos, religiones y creencias, han sido desadaptativas en lo auténticamente humano, basado en un complejo equilibrio entre la razón lógica, el sentimiento y la creatividad fantástica.

Estado sofrónico

     El estado sofrónico es similar al hipnótico en cuanto a la situación de concentración de la atención y, por lo tanto, estrechamiento del campo de la consciencia, pero se diferencia de él en cuanto que en el estado sofrónico el sujeto concentra su atención en su propia consciencia, o partes de su propio cuerpo, estando desatento respecto el entorno. Se trata, fundamentalmente, de un estado de autosugestión. La técnica más habitual que conduce al estado sofrónico es el entrenamiento autógeno de SCHULTZ.

     Su fórmula sería, pues:

     Campo +
     Orden +
     Nivel ++

     Esta situación puede permitir el afloramiento de material inconsciente solamente en los estados avanzados o de nivel 2 de sofronización, que aparecerían en forma de imágenes hipnagógicas. Téngase en cuenta que los estados que cursan con concentración de la atención y, por lo tanto, estrechamiento del campo, no propician la creatividad, ligada más bien a la expansividad del campo y a la laxitud del orden.

Estado hipnagógico

     El nivel está disminuido, pero fluctúa.
     El campo se estrecha, pero sobre dominios variables y fluctuantes.
     El orden está sólo muy discretamente alterado y además, no parece, lo hace siguiendo ciertas pautas.

     Debemos referir en seguida que este estado ha sido objeto preferente de nuestra autoobservación desde hace muchos años, y que es en este estadio donde expondremos los diversos pasos del proceso creativo que pudieron operar en otros estados de consciencia, pero que nosotros hemos identificado aquí.

     El estado hipnagógico, es decir, en la transición de la vigilia al sueño, idéntico al paso sueño-vigilia -que se produce con mayor rapidez y automatismo, lo cual permite un cierto control voluntario del contenido y proceso mental- puede seleccionar resultados parciales y dirigir en parte el discurso. Mas sobre todo posibilita evaluar la calidad de los resultados en un momento dado, y hasta forzar la recuperación de la lucidez a fin de fijar en un discurso lógico y vigil los resultados obtenidos.

     Vamos a intentar describir pormenorizadamente los procesos formales del estado hipnagógico según nuestras autoobservaciones, así como las consecuencias respecto la creatividad.

1.   La relajación de la atención. El supuesto adormecimiento no parece necesariamente surgir de un estado de fatiga; puede, en nuestra experiencia, provocarse en cualquier momento mediante una acción autosugestiva similar al entrenamiento autógeno. En éste, sin embargo, la atención se concentra en un objeto concreto -el brazo pesado o la respiración- y el nivel de consciencia es alto o normal.

          La iniciación del estado hipnagógico se realiza, sin embargo, por una relajación de la atención forzada o espontánea. Emerje la atención flotante, como describió Goethe observando las nubes y sus cambiantes formas "emergentes", o como puede suceder en un teatro en la penumbra que precede a la subida del telón; se produce, pues, un ensanchamiento del campo de la consciencia.

2.   La aceleración del discurso. Poco después o simultáneamente ocurre una aceleración del discurso. Palabras, imágenes internas o externas, se suceden rápidas en aparente azar. No existe un enlentecimiento del proceso mental sino una relajación del discurso lógico y un expansión de la atención, que amplía sus objetos y se desconexiona de un tema concreto. La aceleración del discurso mental se produce desde luego en función de la pérdida de precisión de cada contenido del pensamiento, y de la sucesión aparentemente aleatoria de diversos contenidos.

3.   La transformación del relato lógico-lingüístico en relato icónico. Esta fase es sumamente importante y supone una auténtica diferencia cualitativa respecto el estado vigil. Cabría indicar el descenso de actividad del hemisferio lógico-consciente, concomitantemente con el descenso de nivel de consciencia. Con frecuencia las imágenes icónicas, es decir, espaciales, geométricas, pictóricas, visuales, etc., son idénticas a los últimos retazos del discurso aún lingüístico de la fase anterior o, dicho de otra forma, el contenido del pensamiento es idéntico pero, en vez de ser portado por los símbolos que son las palabras como soporte de conceptos abstractos, o bien como si ocurriera una afasia nominal, desaparecen del campo de la consciencia las palabras, para ser sustituidas por objetos concretos correspondientes a las mismas. El discurso mental puede ser idéntico, pero el concepto es sustituido por un ejemplo concreto del mismo. El contenido conceptual "silla" se sustituye por una silla concreta.

           En este momento pueden surgir las raras alucinaciones hipnagógicas, o también ilusiones, si no respecto la visión, sí respecto la audición o sentido táctil. Son ya imágenes idénticas a las oníricas que se pasean por la mente con nivel suficiente de consciencia del yo.

          Es fácil comprender el mecanismo neuropsicológico subyacente: comienza la productividad automática del hemisferio menor, pero conservándose aún un nivel de consciencia del yo residual. La productividad automática de estas funciones no voluntarias hace aparecer a éstas como externas al yo, es decir como alucinatorias, o mejor dicho como alucinósicas, al darse cuenta el sujeto de su irrealidad.

          Así pues, se establece un gradiente de adscripción al yo de funciones mentales, que oscilan entre plenamente conscientes y voluntarias hasta las vivenciadas en el espacio y tiempo externo, y que constituyen naturalmente trastornos sensoperceptivos y del pensamiento típicamente psicóticos.

4.   La independización del relato icónico y el comienzo de la simbolización. En esta fase el yo pierde el control del discurso, aunque sigue su contenido como espectador pasivo y hasta cierto punto crítico del mismo.

          Es el momento de máxima creatividad, tanto en aspectos plásticos como en el planteamiento de problemas.

          Los procesos lógicos del discurso desaparecen, y las imágenes icónicas se recomponen y asocian bajo las influencias de las leyes del Gestalt, actuando seguramente sobre imágenes que, claro está, se diferencian de forma radical del discurso lógico-lingüístico. Ahora bien, estas imágenes guardan, como hemos visto, una relación significativa más o menos biunívoca respecto un concepto; tienen, por ello, categoría de símbolos en su sentido junguiano. Símbolos arcaicos, de la especie, símbolos de la constelación familiar, según SZONDI, y símbolos mucho más ricos, variados e imprevisibles, naturalmente, de la constelación y biografía propias. No obstante, ese proceso de simbolización no tiene por qué deberse a complejos y traumas psicológicos sin resolver, como postula siempre el psicoanálisis. Su fuerza creadora en personas normales -o en talentos creadores- proviene sencillamente de interés en el problema; problema no necesariamente personal-patológico, sino, sencillamente, problema que resolver o pregunta que plantear; ese problema es la inquietud o curiosidad que conduce al impulso creador, y va asociada naturalmente a una emoción, sentimiento o pulsión que opera también en este momento.

          De esta manera, la pulsión inquisidora actúa en el proceso de simbolización y en el discurso icónico-simbólico que ocurre en esta situación, fuera de la dirección de la voluntad, pero sí sometido a una crítica y evaluación por parte de los residuos del yo consciente. Esto es fundamental, pues es este yo consciente y crítico el que discrimina, juzga y selecciona el símbolo, la imagen, el contenido mental, en suma, que es válido a efectos de nuestro interés. Podemos incluso intentar describir en qué consiste esa validez que distingue una creación con el mero juego de la fantasía. La creatividad, sabemos, selecciona del continuum infinito de variedades y posibilidades informales que brinda la realidad y sus recombinaciones en la imaginación. Acota parcelas de lo imaginado, define así nuevos entes "de razón" sobre los que opera la evaluación.

          El segundo paso consiste en la interpretación del objeto o imagen. Esto es, la adscripción de significado  a la escena percibida, segun nuestros conceptos tantas veces repetidos. ( Cap. IV, 5.)

          El segundo paso es una auténtica valoración, es decir, la adscripción de una magnitud o vector cuantitativo de interés respecto al yo, o la finalidad del pensamiento en curso a lo cual llamamos sentido del percepto-escena integrandosee ya en la "corriente de la consciencia".

     Una vez completas estas dos valoraciones el contenido hipnagogico se incorpora al yo consciente y a sus mecanismos de memoria y tambien elaboración imaginativo-creativa que le constituyen en verdaderamente activo y eficaz para el yo.

    
          El yo consciente residual, en suma, deja pasar lo no valioso, lo no importante, aun pudiendo asistir divertido al proceso de las imágenes internas, pero escoge y fija el acierto, de la misma manera que la adaptación selecciona al mutante válido en el proceso de evolución biológica.

          En ese momento el yo consciente, en un esfuerzo voluntario, puede todavía recuperar el nivel de consciencia y transformar inmediatamente la frase simbolizada en imágenes en proposición verbal o lógica o, en su caso, plástica, la cual es pulida, perfilada, memorizada, o traspuesta al papel o a la tela del cuadro dando nacimiento a la obra nueva recién creada.

5.   La disolución de la semanticidad. Si en esta fase sigue descendiendo el nivel de consciencia camino del sueño -o, en su caso, del coma-, asistiremos a una decadencia y disolución aún más profunda de la semanticidad. La simbolización obedecería cada vez más a problemas más profundos y arcaicos, y perderían interés respecto la creatividad propiamente dicha en un sujeto sano.

     En resumen, el proceso creativo típico del estado hipnagógico es eficaz sobre todo:
     -    en la creatividad plástica
     -    en el planteamiento de nuevas preguntas, hipótesis o tesis.



     El proceso creativo ocurre primeramente transformándose el discurso lógico-lingüístico en un discurso icónico-simbólico. Este, a su vez, sufre recombinaciones y aditamentos aparentemente al azar y en un discurso acelerado. Estos aditamentos son evaluados y seleccionados por el yo consciente residual que, a su vez, los devuelve a un nivel lógico-verbal o plástico concreto que memoriza o fija los resultados obtenidos.

     Este proceso ocurre una y mil veces a lo largo de los minutos del estado hipnagógico, al compás de las típicas fluctuaciones del nivel de consciencia, y puede ser dirigido en la sombra por el yo consciente, que marca intereses y motivaciones y escoge los resultados, pero que no interviene en la formación de las nuevas imágenes que aportan elementos creativos.

     Recordando las doctrinas de especialización hemisférica, podríamos decir que en este proceso se evidencia la mutua influencia y fructificación de un hemisferio respecto a otro. El hemisferio lingüístico fija verbal o lógico-formalmente los contenidos mentales. Aporta soluciones secuenciales o algo rítmicas a las preguntas realizadas, es decir, formas de proceder o actuar... El hemisferio no dominante o espacial juega con imágenes o modelos del mundo que fundamentalmente está hecho de cosas que tienen formas, volúmenes y colores. La recombinación espacial de estas imágenes significativas simboliza las nuevas preguntas y cuestiones, que pueden ser precisadas y analizadas por el otro hemisferio.

     Es evidente, por otra parte, que, bajo este hipotético modelo de creatividad, son aún más fáciles de explicar los procesos que conducen a la poesía, a la narrativa, y al arte plástico. Nosotros hemos tenido fundamentalmente puestas las miras en la creatividad, en la ciencia y en la técnica, cuyo momento más creativo e importante consiste en el planteamiento de nuevos modelos, nuevas preguntas, nuevas tesis y antítesis, y éstas no surgen nunca del analizador lógico-secuencial que rige únicamente los procesos algorítmico-simbólicos. Estos siguen, a su vez, un proceso formal fijo que conduce a soluciones, pero nunca a nuevas preguntas.

Consideraciones finales sobre la creatividad

     La creatividad mental, pues, consiste en:

1.   Prever lo impredecible o aun improbable, no sólo adelantándose al porvenir en el conocimiento y en la técnica.

2.   Pensar lo inexistente con modelos de mundos nuevos y espacios conceptuales aparentemente imposibles, y desde luego, en:

3.   Sentir lo innombrable.

     La creatividad forma nuevos conceptos interpretativos y progresivos de la realidad mediante la reestructuración teleológica, es decir, finalista de los materiales memorizados.

     Creación es, pues, diferente del delirio, aunque los mecanismos y proceso que los producen sean idénticos. El delirio es un constructo que deforma la realidad externa habitual del grupo social conviviente en el sentido exigido por sentimientos y afectos sin elaborar, o sea, patológicos. El delirio es fruto de la incomunicación y el silencio. Se ejecuta en el sentido obligado por los conflictos y afectos internos sin resolver. No llega a la verdad, sino al error. La creación surge de los intereses, del afán mismo de saber en o para la realidad, en y para la expansión del campo de la consciencia, en la creación de modelos cada vez más perfectos y adecuados de la sublime complejidad del cosmos.

     La creatividad opera en la libertad y en la normalidad. El estado hipnagógico que puede propiciarla es un estado normal, que nada tiene que ver con los producidos por las drogas o las enfermedades mentales. El factor más importante es la fluctuación -voluntariamente controlada- del nivel de consciencia, que ejerce una función crítica y selectiva sobre los resultados de los procesos semiautomáticos de la simbolización.

     La creatividad sobre la realidad del mundo y las cosas precisa de un primer paso analítico que, acotando parcelas del mundo exterior, lo organiza en cosas que son nombradas por las palabras. Estas, según se perfecciona el lenguaje, precisan unos ámbitos de connotación y significación, haciéndolas aptas para el discurso lingüístico dotado de semanticidad. Maneja los conceptos, que son los ladrillos con que se construye el pensamiento; un lenguaje que, si se quedar en sí mismo, rigidificaría el conocimiento, tendiendo precisamente a constructos delirantes que se apartarían cada vez más de la realidad. El discurso lingüístico e icónico debe ser sometido, pues, a la crítica continua, diferenciando así la pura fraseología -o fuego de artificio- de la auténtica creación, válida solamente para los contenidos estéticos o morales, para placer legítimo del hombre o por sus modelos fructíferos de la realidad, válidos par el saber sobre las cosas y, en su caso, el dominio templado sobre las mismas, que permita al hombre subvenir a sus necesidades.

     Creación, en suma, de belleza y felicidad como fines del hombre desde nuestros principios ideólogicos del humanismo científico natural.


      6. El árbol taxonómico de los psicosíndromes.

      6.1 Los psicosíndromes del nivel de la consciencia.

     El concepto "nivel de consciencia" en nuestro esquema es idéntico al habitual y clásico equivalente al nivel de vigilancia o arousal, identificable pavlovianamente con el estado de excitación central del sistema nervioso. Se trata desde luego del concepto mejor conocido psico y neurobiológicamente. Las estructuras que lo soportan, fundamentalmente en el troncoencéfalo y sus mecanismos de regulación, sobre todo los ritmos de sueño-vigilia y conservación o pérdida de consciencia, son de dominio y conocimiento común, por lo que no nos extenderemos más en esta cuestión.

     El nivel de consciencia se afecta neurobiológicamente por disfunciones en el troncoencéfalo, sobre todo la sustancia reticular. Sin embargo desde el punto de vista psicopatológico, y basándonos en los hallazgos electroencefalográficos en áreas corticales, entendemos que puede aceptarse que también disminuye el nivel de consciencia en cualquier proceso que afecte de forma difusa y global al encéfalo. Así, en la clínica, todos los agentes etiológicos que en un momento dado actúen patogénicamente de esta forma pueden producir los síndromes de la disminución del nivel de consciencia, que básicamente están constituidos por los síndromes clásicos de reacción exógena.

     El estudio pormenorizado de estos psicosíndromes (ver Tabla), y dentro sobre todo de la doctrina de los síndromes de transición de WIECK y BURCHARD, permite no obstante incluir entre los síndromes puros del nivel de consciencia cuadros como el síndrome hiperestésico emocional, el asteniforme o incluso los fóbico-obsesivos, y desde luego todos los derivados de la liberación de automatismos psicomotores, siguiendo la regla de JACKSON. Como no intentamos descender a la descripción clínica de los síndromes -lo cual equivaldría a un tratado de psicopatología-, vamos meramente a enumerarlos, estableciendo en primer lugar que deben situarse en dos subejes o ramas taxonómicas: una que denominaremos habitual, simple o sistemática y otra más infrecuente o asistemática.

     Observación: puede parecer novedoso, o quizás inaceptable totalmente para algunos, que estos cuadros confusionales o incluso la situación final de coma o muerte puedan deberse también a una noxa etiológica de carácter psíquico, es decir, que estos cuadros del nivel de consciencia puedan ser también psicoreactivos.

     Las reacciones de sobrecogimiento, un cuadro catatoniforme psicógeno o una crisis histérica de agitación con desorientación y automatismos ocupacionales o de defensa no se clasificarían como síndromes del nivel de la consciencia, aunque clínicamente fueran totalmente idénticos e indiferenciables -excepto naturalmente su origen, curso y susceptibilidades terapéuticas- de los orgánicos. Estas incongruencias, sin embargo, son en nuestra opinión las que mantienen a la psicopatología en un perpetuo estado anómico, heredándose a través de los decenios las contradicciones y aun las luchas de escuela, que impiden una "teoría general de los psicosíndromes". Precisamente nuestro esquema intenta superar dichas contradicciones internas que exigen siempre el doble diagnóstico etiológico y patogénico o sindrómico, excluyendo las situaciones de "excepción".


6.2. Los psicosíndromes del campo de la consciencia.

     El campo de la consciencia puede grosso modo identificarse con el concepto de "contenido de la consciencia" de LLOPIS, es decir, incluye las sensopercepciones, representaciones, ideación, etc. del sujeto en un momento dado. Es evidente que no se trata de describir y clasificar las disfunciones según "los diversos contenidos concretos de la consciencia", por ejemplo si contiene un recuerdo agradable de la infancia o efectúa un cálculo matemático. Aquí lo decisivo es su número, tipo y cualidad -es decir, los aspectos cualitativos de los mismos-, pero sobre todo la disponibilidad, manejo por el yo, etc. de dichos contenidos. Por ello, en un sentido lato puede aceptarse que el campo de la consciencia está constituido no sólo por los contenidos presentes sino por todos los evocables y disponibles para el sujeto en un momento dado. Creemos que este aspecto no estaba suficientemente bien señalado.

     El campo de la consciencia se afecta por la acción de una noxa orgánica o psíquica que actúa de forma sistematizada y en general de forma subaguda. La "forma" de la sistematización depende muchas veces del carácter orgánico o psíquico de la noxa. Por ejemplo, en las formas psicoreactivas la "sistematización" puede establecerse respecto "los recuerdos correspondientes a tal persona o a tal época de la vida o a tal suceso puntual". Estos hechos o fragmentos del campo pueden tanto desaparecer amnésticamente como "tetanizarse" en la consciencia, siguiendo la bella expresión de LLOPIS. Es evidente que este tipo de escotoma o tetanización de fragmentos del campo de la consciencia puede originarse por una noxa orgánica, en cuyo caso no siempre descubriremos una relación de sentido (sentido psicodinámico o meramente de análisis personal o existencial). Una noxa orgánica más bien afectará a ese fragmento del campo según parámetros correspondientes entre otros a las áreas cerebrales afectadas. Sin embargo, tras una detenida reflexión podremos convencernos de que muchas veces no es posible establecer diferencias, o que en último término son idénticas en el sentido de que los acontecimientos de un determinado suceso, persona, espacio, etc. no sólo guardan una sistematización y contigüidad psicológica, sino también orgánica: estarán memorizados en estructuras cerebrales, semejantes o continuas, entendiendo por tales no localizaciones cerebrales sensu estrictu, sino los equivalentes conceptos actuales, como redes neuronales, aspectos del holograma o configuración de excitación, o incluso moléculas de ARN que pudieran ser sustrato de recuerdos constitutivos del campo de la consciencia, en el sentido que aquí le damos.

     Podemos entender, por lo tanto, que el campo de la consciencia tiene como fundamento neurobiológico más importante las estructuras relacionadas con la memorización y el recuerdo, que como es sabido corresponden al sistema límbico y los circuitos mamilo-talámicos respecto la memoria a corto plazo, la memoria de trabajo y los códigos de almacenamiento y llamada en procedimientos fundamentalmente dinámicos. La memoria a largo plazo, con su base probablemente bioquímica, se encontraría desperdigada por todo el cerebro, determinando las sinapsis y sus facilitaciones capaces de restaurar las configuraciones de excitación o dinámicas correspondientes.

     Los síndromes puros del campo de la consciencia no afectan a las relaciones mutuas, valores o significados de los contenidos concretos. Podemos entender que parcializan o escotomizan el campo, pero dentro de un orden, y sin desorganización o nueva reorganización del conjunto. Dicho de otra forma, y anteponiéndonos al concepto de orden de la consciencia que definiremos más tarde, se excluyen aquí los síndromes psicóticos.

     Naturalmente, estas diversas pautas de "desorganización ordenada" corresponden a los distintos subsistemas de almacenamiento y evocación de la memoria, agrupados según diversas sistemáticas -por ejemplo semejanza, contigüidad espacial o temporal, afinidad afectiva, etc.-. Cada uno de estos subsistemas de clasificación es también un subsistema de evocación, que permite el afloramiento de los recuerdos con su correspondiente pauta afectiva, bajo diversos "códigos" de llamada. No funcionaría de otra manera la organización general de los conceptos o "clases lógicas", a nivel fundamentalmente de circuitos ya dotados de "semanticidad".

     Podemos ya enumerar ordenadamente los síndromes de la desestructuración-desorganización del eje del campo de la consciencia.

     Postulamos también la existencia de dos ramas principales:

     A.   Los síndromes puros del campo de la consciencia.

     B.   Los síndromes mixtos del campo y nivel de la consciencia.

     A.   Los síndromes puros del campo de la consciencia (ver Tabla ) están constituidos por los estados disociativos, a los que no añadiremos el término histéricos puesto que ello sugiere un origen psicogenético, debido a la caracterización diagnóstica habitual de estos cuadros.

          Comentario: La inclusión en este apartado de los desarrollos delirantes puede parecer chocante. En principio recordemos la definición de paranoia de KRAEPELIN, exigiendo la conservación del "orden y claridad del pensamiento y la acción". En este sentido está conservado el orden de la consciencia, aun tratándose de síndromes psicóticos en sentido tradicional. Entendemos, sin embargo, que en estos síndromes ocurre realmente una fijación de contenidos, valoraciones, etc., impidiéndose o dificultándose la afloración al campo de la consciencia de otros valores, contenidos o consideraciones que maticen, orienten y en suma coloquen en la sana realidad al paciente. Por ello puede aceptarse que en la paranoia se afecta el campo de la consciencia de forma singular, casi siempre debido a constelaciones afectivas que escotomizan contenidos indeseados o inaceptables para el paciente, produciendo el fenómeno de atención selectiva.

     B.   Los síndromes mixtos del campo y del nivel de la consciencia: comprenden de forma global los llamados estados crepusculares. Clásicamente solía aceptarse su origen casi siempre orgánico; como siempre, cuando se descubría otra etiología, cambiaban de nombre pasando a ser síndromes de la gran familia de la histeria. Sin embargo, de nuevo y desde el punto de vista sindrómico, estos cuadros pueden ser pues completamente idénticos tanto en su etiología orgánica como en la psicoreactiva. Desde el punto de vista psicopatológico, se diferencian de los anteriores en que en todos los casos aparece una cierta desorientación espaciotemporal o respecto al yo.

          Pasemos a enumerar el único síndrome que situamos aquí.

          1. ESTADO CREPUSCULAR ORDENADO.
 
          Comentario: de nuevo recordamos que suele utilizarse este término para síndromes dentro de los cuadros epilépticos, que desde luego exigen una etiología orgánica. Sin embargo, la existencia aceptada de síndromes crepusculares psicógenos obliga una vez más a separar los síndromes de su etiología específica, debido a la identidad clínica de los mismos. En el estado crepuscular ordenado la orientación es frágil, la conducta estereotipada y rígida, la persona falta de adaptabilidad y rara para los allegados. Partes importantes del campo de la consciencia dejan de estar disponibles y el nivel de vigilancia y atención están disminuidos, lo cual determina la ubicación de este síndrome en nuestro esquema.


     6.3. Los psicosíndromes axiles del orden de la consciencia.

     Ya hemos esbozado nuestro concepto de orden. Volveremos aquí a presentar en primer lugar algunas precisiones descriptivas, así como unas sugerencias respecto los posibles parámetros físicos o neurobiológicos que lo sustenten.

     "Orden de la consciencia" o del yo significa la adecuada relación en cada contexto entre contenido cognitivo y el parámetro afectivo.

     "Orden" significa el adecuado reconocimiento y delimitación en el yo de los campos perceptivos, imaginativos y representativos, por lo tanto la adecuada delimitación entre presente y pasado, entre realidad y fantasía, entre deseos y realidad.

     "Orden" significa la adecuada capacidad de objetivación, y por lo tanto formalización del entorno externo, organizándolo en un todo cognitivo con sentido, congruente y estable.

     "Orden" se identifica también con el modelo de CONRAD respecto la organización copernicana o tolomeica del yo; es decir, la capacidad libre del yo para variar el punto de vista, sobre todo el fondo de la figura, respecto contenidos psíquicos complejos -no objetos, sino situaciones y sobre todo personas que se relacionan con el sujeto-.

     "Orden" supone una organización topológica de la consciencia y del yo que mantenga una correspondencia biunívoca con la organización topológica de la realidad. Se trata de una correspondencia dentro de un cierto modelo, que siempre es restrictivo respecto la inmensa complejidad de la realidad. El yo se forja así "lo real", que acapara y maneja ciertas invariantes del comportamiento de "la realidad" que organizaron un modelo interno del mundo, el cual orienta al sujeto en sus operaciones, sobre todo en los objetivos finales de la supervivencia y progreso en la vida individual y de su especie.

     Hasta aquí descripciones del concepto "orden".

     Desde el punto de vista neurobiológico podemos atisbar los siguientes parámetros físicos o lógicos que lo sustentarían -es decir, que podrían ser su soporte físico- y sus magnitudes equivalentes, que permitirían una medida física del mismo, acercándonos así al modelo básico de investigación en psicopatología: el hallazgo de correlatos verificables entre funciones psíquicas y biológicas.

     "Orden" podría identificarse con el concepto de "entropía". En sentido físico, bajo la segunda ley de la termodinámica y en el campo macroscópico, orden o información es magnitud de valor inverso al de entropía. A cualquier trastorno o disfunción cerebral podría corresponder un aumento de su entropía. Estas formulaciones, típicas del estado de la investigación hace unos 40 años, parecen hoy día anticuadas, y en todo caso jamás se materializó un instrumento capaz de medir la entropía del sistema nervioso, salvo el carácter muy grosero de su gasto energético. Desde luego, a través del "gasto" podría aceptarse que las imaginerías cartográficas -por ejemplo de potencialidad del EEG, el llamado analiotopograma, la distribución de la actividad metabólica en cada momento de la realización de un trabajo mediante la imagen por emisión de positrones, etc.- podría acercarnos a este aspecto, y ya puede darse como segura por ejemplo la existencia de una disfunción frontal en la esquizofrenia.

     "Orden" podría identificarse con el número de orden de la sinergética aplicable a sistemas macroscópicos complejos, identificados en principio de manera estadística. Sería necesario el análisis continuado de algún parámetro cerebral, sea el EEG u otro. Este concepto deriva de la teoría del láser, en el cual un patrón de excitación desordenada de un cuerpo emisor de radiación electromagnética, se autoorganiza en un patrón estable de luz coherente, es decir de emisión o excitación en fase de sus átomos. El "truco" por el cual se logra este efecto consiste en un dispositivo (espejo semitransparente), que reenvía sobre el cuerpo excitado parte de su propia radiación. Esta autoestimulación, )no nos recuerda los circuitos reverberantes de LORENTE DE NO Y CAJAL, y el hecho de ser la autoconsciencia una cognición sobre la misma cognición, o una reflexión del yo sobre sí mismo?

     "Orden" por último podría relacionarse con la dimensión fractal de un proceso dinámico o una estructura. Existen ya programas de autoanálisis por ordenador de diversas secuencias de actividades orgánicas, la más estudiada de las cuales es la del electrocardiograma. Estudios de SABELLI y su grupo (168, 169, carlson-sb), y otros autores como FREEMAN (61), GOLDBERGER y cols. (74) y HOLDEN Y KRYUKOV (99) presumen al parecer que el estado dinámico, medible por técnicas de este tipo y que determina los atractores caóticos del sistema, caracterizan parámetros biológicos generales del organismo, que podrían estar alterados también de forma específica en algunos psicosíndromes. Remitimos para ello al capítulo segundo, apartado 2.11., donde profundizamos algo más en estas cuestiones.

     Todo lo antedicho sugiere para un futuro próximo un amplio y atractivo campo de investigación en Psicopatología, de orientación neurobiológica.

     Hemos de describir ahora, según nuestro modelo, la sucesión de los psicosíndromes axiles derivados de la desorganización del orden de la consciencia. Señalemos en primer lugar que, dada la índole compleja del parámetro orden, hemos de aceptar o suponer que simultáneamente a este parámetro se encuentran afectados siempre los otros dos, si bien de forma secundaria y en menor intensidad. Ello permite referirnos a estos cuadros como cuadros predominantes del orden de la consciencia, en los que por supuesto se cumplen todas las reglas establecidas respecto los demás síndromes.

     Debemos señalar también las características patogénicas de la noxa determinante de los síndromes del orden de la consciencia. Se trata de síndromes no agudos sino de una cierta estabilidad, aunque desde luego pueden ser reversibles en función, como siempre, del curso y la naturaleza del agente etiológico. Así pues, se trata predominantemente de síndromes de larga evolución o crónicos.

     En segundo lugar, las noxas han de actuar de forma sistematizada. Esta sistematización puede organizarse según parámetros neurológicos, por ejemplo afectando a un lóbulo o sistema cerebral; o según parámetros psicológicos, por ejemplo respecto los recuerdos de una persona sobre su madre.

      En nuestra ignorancia concreta de los diversos sistemas de clasificación -o categorías- mediante los cuales opera lo que cabe llamar el programa informático de base de nuestro cerebro, podemos solamente suponer su organización, aspecto en el que no entraremos aquí.

     Por ello, a continuación presentaremos meramente en la Tabla 3 los psicosíndromes axiles de la desorganización del orden de la consciencia, enunciados de arriba a abajo desde los iniciales o más leves a los más graves.

     Es preciso tener en cuenta además que cada uno de ellos se solapa con el que le sigue y con el que le antecede, formando así los diversos síndromes "limítrofes". La existencia de estos síndromes, tan imprescindibles en cuanto la clínica psiquiátrica ha tenido que atender a pacientes menos graves y en diversos estadios de evolución, derivados en gran parte de la eficacia de los tratamientos y la mitigación de los síntomas, refuerza una vez más el presente modelo, que acepta el "continuismo" y por lo tanto la "psicosis unitaria", y por supuesto también la "neurosis unitaria".

     Comentarios: el concepto de demencia sufre en este esquema un cambio de definición. Al aceptar que en todos los síndromes existen componentes orgánicos y funcionales -en la nomenclatura tradicional-, la demencia debe entenderse como agravación de los síndromes previos que conducen ya a la afectación de capacidades cognitivas, explorables por las pruebas neuropsicológicas de inteligencia y memoria. Evidentemente, en las esquizofrenias y psicosis afectivas existe también una "demencia", tanto si queremos indicar con ello un importante componente orgánico como funcional. Así desaparecería el odioso término de "pseudodemencia", que sin embargo es una realidad clínica, por supuesto reversible, según la cualidad específica de la noxa. En este modelo puede comprenderse también el carácter de reversibilidad o irreversibilidad. La reversibilidad de una "demencia" es más difícil solamente en el sentido de que la afectación de la persona o "sistema humano" es más grave. Existe, pues, un gradiente de menor a mayor en la serie respecto la reversibilidad del cuadro. Paralelamente puede aceptarse también un gradiente en la afectación orgánica, es decir, del sustrato físico-neural, de menor a mayor desde las psicopatías a las demencias.   

     Por esta misma razón, a continuación de los síndromes psiquiátricos colocamos los síndromes llamados neuropsicológicos, que integramos para mayor sencillez en un solo apartado. Así se muestra la continuidad entre los trastornos psiquiátricos y los neurológicos y de la actividad nerviosa superior.

     De manera análoga se establece en esta serie un gradiente de trastorno "funcional", inverso naturalmente al anterior.

     Igualmente surge del mismo modelo un gradiente de lo "psicoreactivo", que disminuye en sentido inverso al de la "organicidad" (Figura 2).

     Por último notaremos, aunque es obvio una vez comprendido el presente modelo, que al compás de la variación patogénica de las noxas la evolución clínica del paciente puede pasar de una serie axil -por ejemplo del nivel de consciencia- a otra serie, como del orden de la consciencia.

     (Cuántas veces tendremos que haber observado la evolución de una encefalitis desde un síndrome confusional a otro obsesivo y por último a una "demencia orgánica", para aceptar plenamente un modelo como el que describimos aquí, que entendemos está ya en impronta al menos en todos los psiquiatras que durante años hemos trabajado en unidades de agudos de los hospitales generales!

     Valgan estas páginas como una aportación en el camino de poner poco a poco "en orden" a nuestra ciencia; un orden en el que puedan irse integrando tanto los nuevos hallazgos como clasificaciones, que de una vez por todas han de ser justas tanto respecto la enorme complejidad del ser humano y su psicopatología, como respecto su necesaria sencillez, lógica y claridad nomotética interna.



                            EPÍLOGO


     Hemos intentado meramente en el presente trabajo mostrar unas reflexiones, fundamentalmente psicopatológicas, bajo la idea directriz de un modelo que pueda orientar tanto la observación clínica como la investigación.

     Si hemos conseguido nuestro objetivo, y sobre todo logramos interesar a las nuevas generaciones de psicopatólogos y psiquiatras, entendemos que nuestro esfuerzo no ha sido baldío.




     [1] ROJO SIERRA, M. Y ROJO MORENO, L. Psicología y Psicopatologia de la Inteligencia Humana. Promolibro. Valencia. 1986.http://agustinjimeno.blogspot.com/2012/08/la-estructura-parametrica-de-la.html

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