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lunes, 4 de octubre de 2010

¿ LAS ADICCIONES COMO ENFERMEDAD DE LA VOLUNTAD ?

¿ LAS ADICCIONES COMO ENFERMEDAD DE LA VOLUNTAD ?

          Agustín Jimeno Valdés
         Profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de Valladolid.
         Jefe de la Unidad  de Hospitalización  de Psiquiatría del Hospital           
           Clínico Universitario de Valladolid.

         Introducción.

         Ha sido un verdadero acierto, aunque este calificativo  lo merecen todas las jornadas anuales organizadas por CETRAS y nuestro querido amigo, el Dr. D. Blas Bombín, el dedicarlas este año 2000 al problema de la Voluntad.
         Un problema verdaderamente, pues la voluntad está mal definida como función psicológica, no existen escalas ni criterios de cuantificación, ni se alude a ella con frecuencia en los procesos terapéuticos incluidos los de índole cognitivo conductal.
         Sin embargo ya el catecismo de la iglesia católica, el tradicional del Padre Astete, nos decía que "las potencias del alma son tres: memoria, entendimiento y voluntad". Y es que la voluntad es fundamental en la acción humana, es aquello que realmente la convierte en humana y por la cual cobra imputabilidad; es decir responsabilidad y con ello entidad en lo divino y en lo humano. En lo humano  determina la capacidad civil por la cual un contrato o una compra es válido y en lo divino la voluntad condiciona que un acto pueda ser calificado como bueno y digno de premio o de malo digno de reprobación o castigo.

         De manera análoga en todo proceso de deshabituación respecto una conducta patológica aditiva la voluntad es fundamental y sin ello no existe rehabilitación posible, pues todo quedaría en manos de los medicamentos cuyo papel es en estos caso es meramente de apoyo.
         Mas seguramente muchos de ustedes objetarán. ¿ Acaso el síndrome de abstinencia no "exige " de manera incoercible la repetición de la ingestión del alcohol o la repetición de la conducta aditiva ? ¿ Acaso la "dependencia" física no se ha dicho siempre que anula la libertad y que por lo tanto el paciente no es responsable de lo que hace, tanto respecto al consumo, como respecto cualquiera otra acción conducente a la consecución de la sustancia de la que es adicto ? Y no solo la dependencia física, la dependencia psíquica o el hábito o vicio inveterado ¿ No anula también la libertad y por consecuencia la voluntad ?.

         Mi respuesta clara y terminante y que anticipo en esta introducción es: que no es así. Mientras se den  los componentes básicos del acto humano, toda  conducta se puede controlar y  regular totalmente por la voluntad.

         El estudio y reflexiones que siguen mostrarán e intentarán demostrar esta proposición.

          I.  EL ESTADO DE LA CUESTIÓN.


          1. La psicopatologia clásica.


         ¿Cómo es posible que se haya llegado a anular y olvidar en psicopatología una función psíquica tan importante como la voluntad?
El olvido no es completo. Los psicopatólogos clásicos denominaban a la voluntad "conación" y  describían el alto grado de voluntad que caracterizaría por ejemplo la personalidad paranoica y los delirios paranoicos, y la débil voluntad precisamente de muchos psicópatas que después se clasificaron como afectos de "la pérdida del control de impulsos". Otra categoría diagnóstica, por cierto, completamente desnaturalizada y absurda.

         Reseñaré por lo tanto en primer lugar algunos conceptos y especificaciones clínicas de la voluntad  tomados de un autor clásico: Emilio Mira. Fue el primer catedrático de psiquiatría en España, si bien fue la Generalitat de Cataluña quien le nombró durante su breve vigencia al final de la Segunda República Española. Emigró al Brasil  y a la Argentina y allí desarrolló una ingente labor de conferenciante y maestro en temas psicológicos y sociológicos. Su tratado de psiquiatría editado por Ateneo Argentina es  una verdadera joya. Dedica su primer  tomo a la psicopatología y contemplamos en él una magnifica adaptación de la psicopatologia fenomenológica alemana entonces vigente, respecto a la mentalidad y criterios hispánicos.
         De este tratado tomo algunos conceptos que transcribo.[1]

         Puede partirse de algunas definiciones y términos. La voluntad se denomina en psicopatologia " conación". Las variaciones cuantitativas de la misma de más a menos se denominan hiperbulia, normobulia y abulia respectivamente. Estos términos, como decíamos no suelen utilizarse demasiado, sin embargo la patología  de la voluntad se encuentra prácticamente en todas las enfermedades psíquicas pudiendo citarse aquí  la "hiperbulia" de los paranoides y la abulia de muchos neuróticos y depresivos.

         Describe Mira y López en primer lugar ( pag. 129 ) los distintos momentos en la elaboración de la conducta. Pasos que podrían situarse entre la planificación y la ejecución del esquema propio que presentaré después:
         1.  El primer paso consistiría en una mera disposición para la acción.
         2. El segundo paso consistiría en la toma de una postura mental acerca de la acción preparándose  para ella. Se trataría de un propósito; es decir, de una posición mental ya concreta y no solo una disposición.
         3. El tercer paso seria la decisión.
 Tras esta decisión el paso al acto o ejecución puede demorarse o no realizarse en absoluto. Pueden aparecer dudas de ultima hora o temores o incluso modificaciones varias de la decisión aparentemente tomada. Estas distintas posibilidades definirían precisamente:
          El tipo conativo , o tipología de la voluntad del sujeto, como rasgo importante de su personalidad. Desde este punto de vista Mira describe los siguientes tipos de personalidad conativa.

          1. Los impulsivos e impacientes, que propenden a pasar inmediatamente a la acción.
          2. Los enérgicos y serenos que meditan bien sus decisiones pero que una vez bien tomada  la  llevan a efecto en el momento oportuno y venciendo a los obstáculos.
          3. Los normales oportunistas que son capaces de revisar a cada momento su plan de acción según las circunstancias.
          4. Los inseguros o hipobúlicos que vacilan y retroceden  y revisan sus planes aun en ausencia de nuevas circunstancias externas que lo motivaran.
          5. Por último los apáticos y abúlicos incapaces de realizar ninguna acción.
        
         Sigue comentando Mira las frecuentes errores de apreciación de la conación tanto en la vida cotidiana como en los estudios psicológicos, debido al desinterés sobre estas cuestiones que denunciábamos al comienzo de este trabajo. Así con frecuencia se confunde al impulsivo, capaz de tomar rápidas decisiones aunque con frecuencia  sean equivocadas, con el enérgico y seguro  aunque en el fondo se trate meramente de testarudez y rigidez mental.
Un abúlico  completo  que a base de sopesar los pros y los contras  no hace nada puede, confundirse con la prudencia o estoicismo etc.
         Faltan pues estudios profundos de la conación o voluntad y por lo tanto instrumentos y pruebas de medida de la misma. Las consecuencias pueden ser y son nefastas sobre todo en este campo del tratamiento de las adicciones sociales.

         Por nuestra parte y como final de este apartado recomiendo vivamente la lectura de una obra española clásica: " Los tónicos de la Voluntad" debida nada menos que a Santiago Ramón y Cajal. Puede encontrarse en las obras completas editadas por Aguilar.


          2.  Los responsables del olvido.

         Creo que pueden identificarse dos o tres doctrinas psicológicas como responsables de esta   infantilización del ser humano a que conduce la minimización de la función psicológica de la  voluntad y la libertad.

         Por una parte el psicoanálisis. Un principio básico del psicoanálisis es el de " el Determinismo Psíquico" Todo lo que sucede y el sujeto hace está sometido a causas y reglas que pueden descubrirse básicamente en el inconsciente en el que  están archivados sucesos, conflictos y problemas procedentes de la infancia del sujeto. Así cada persona  obedece a esta dinámica aún sin ni siquiera  darse  cuenta. En esta doctrina apenas se trabaja con el concepto de "motivación", que caracterizaría los deseos y apetencias conscientes y por ende voluntarias, y por otra parte el concepto psicoanalítico de "impulso" es descrito también como potencia y fuerza ciega e incoercible y que determina las acciones humanas.[2]

         En segundo lugar  es culpable también la escuela psicológica del  conductismo que aún se afirma más mecánicamente en la necesareidad de las conductas en razón de los condicionamientos y los aprendizajes. Durante largos años despreció y se despreciaron en el ámbito científico bajo el influjo del conductismo, no solo las motivaciones e impulsos de la voluntad, si no también las conductas instintivas y condicionamientos genético-evolutivos que sí eran reconocidos en los animales. La lucha entre las dos concepciones ideológicas básicas de la Naturaleza contra o frente a la Cultura, tienen aquí su máxima beligerancia con la derrota en este caso de la Naturaleza. ( Aquella madre a la que todo debemos !!!)

          Puede preguntarse: ¿ Acaso no existe ninguna doctrina, escuela o tendencia que restaure el papel y dignidad de la voluntad en el ser humano ? Sí. Las escuelas psicoterápicas de tipo humanístico y también las directivas que apelan naturalmente a la voluntad y al esfuerzo para la superación de los problemas de la existencia, en los que se engarzan y desarrollan los conflictos que constituyen la enfermedad. Citaré entre otros autores a E. Fromm y V. Frankl. Mas estas escuelas disponen solo de técnicas  poco estructuradas de tratamiento y consejo, pero carecen de una estructura psicológica doctrinal clara  y por ello han figurado más en el campo del humanismo, que en el de la ciencia como tal. Un problema muy especifico de la psicología y la psiquiatría y del cual aún adolecemos en demasía.

         Realmente no tienen nada de particular, en principio, que las escuelas de psicología con pretensión de científicas anulen la voluntad humana que  "parece tendría que producir conductas aleatorias, impredecibles y por lo tanto no sujetas a investigación científica posible" pues el objetivo principal de la ciencia es precisamente la predicción de los hechos observables mediante el descubrimiento de leyes y de constantes.
         Estas dudas sobre las dimensiones y características de la libertad y voluntad humana, por otra  parte, no son propias solo del pensamiento científico. El problema ya se planteó de forma similar, pero  mucho más dramáticamente, en las controversias religiosas y morales del siglo XVI en Europa y que delimitaron básicamente las doctrinas católicas de las protestantes o reformadas. Algunos reformadores, sobre todo Lutero, efectivamente,  pensaron o más bien padecieron en sí mismos, que el ser humano no era capaz de vencer al mal, a la tentación del demonio, y por lo tanto de vivir siempre sin pecado. Las pasiones dominarían la carne y de forma incoercible, ya que al fin el hombre era Naturaleza caída por el pecado original, es decir imperfecta y por ello no solo proclive sino esclavo del pecado y del demonio representados por las "pasiones", entre las cuales, que duda cabe estarían las conductas adictivas. Por lo tanto la salvación no podía obtenerse mediante la conducta o las buenas obras puesto que estas eran imposibles o si se producían lo mismo que las malas, escapaban a la voluntad humana. Lutero resolvió el dilema afirmando que las obras no "justificaban al hombre" [3] Estas serian indiferentes, lo que justificaría seria la fe. La anulación por este camino de la libertad y la voluntad fue resuelta parcialmente por los calvinistas y posteriormente también por los evangélicos luteranos mediante lo que podemos llamar un cientifismo de la moral: las obras buenas o malas están sometidas a las leyes de la Naturaleza, si son buenas redundarán en el progreso y felicidad de quien obra y si son malas se mostrará por las consecuencias perniciosas en la vida aquí y ahora. Es la famosa moral calvinista que acercó al hombre un poco más a la Naturaleza en este prodigioso proceso histórico de occidente de desmitificación de la antropología. Claro que también surgió de esta misma mentalidad el liberalismo social y económico a ultranza que tuvo de nuevo en los avatares históricos que ser reformado por los humanismos cristianos y sus epónimos socialistas.

         El Vaticano y los católicos también tuvieron que crear un concepto estructural del acto humano y sobre todo el acto humano perverso o pecaminoso ante el problema  del aparentemente "necesario concurso de  Dios"  en  todo suceso del mundo  como Señor de toda la Naturaleza y el Cosmos. ¿ Cómo podía Dios concurrir al acto malo ? Concurriría preservando la libertad y voluntad humana, separándose en la explicación de  detalle las escuelas teológicas españolas de Bañez y de Molina. Aquí se acepta la capacidad de la razón humana para conocer el mal  y  la capacidad de la voluntad para encaminar la conducta. Al ser la conducta imputable y responsable se hace merecedora de premio o castigo, también divino; es decir de salvación o de condenación.

         Mas volviendo  al punto de vista del científico podemos exclamar: ¿ Qué es eso de que el conocimiento científico no puede conocer  la conducta humana precisamente porque es libre. ? La libertad forma parte de la Naturaleza. No sigue además el azar, si no las constantes de la conducta en cada persona y que fraguan su personalidad. La personalidad está dada precisamente por las formas habituales de conducta ( y desde luego de pensamiento y sentimiento) y por ello estas pueden ser conocidas, estudiadas y previsiblemente anticipadas. El conflicto del científico o psicólogo ingenuo no deja de ser similar al del teólogo del siglo XVI: el hecho de que Dios previera y supiera la conducta que iba a tener el hombre ( el científico que prevé la conducta de una persona en una situación dada) no anula la libertad y voluntad del sujeto; es decir su responsabilidad moral completa e individual desde el punto de vista teológico y su libertad  desde el punto de vista psicológico.

         ¿ Cómo es ello explicable ? Muy sencillamente: Porque la libertad y voluntad humana son  hechos subjetivos y vivenciales; es decir "se constituyen con la consciencia" El hombre es libre y actúa con su voluntad en cuanto internamente ( conscientemente) se siente libre.  La libertad es meramente una vivencia del ser consciente y en  uso pleno de sus facultades. La voluntad y la libertad son funciones psicológicas análogas a los sentimientos y a los pensamientos. Es más se integran y se cualifican por ellos, ya que postulamos la "unidad de las funciones psíquicas que constituyen la persona y la consciencia del sí mismo".

          En todo caso y dirigiéndonos a lector menos formado, dado que las buenas intenciones no siempre llegan a puerto, Kant dirimió las controversias escribiendo que no hay bondad "sino en la buena voluntad". Voluntad, pues, es la raíz ultima de la moralidad y de la imputabilidad. ¿Cómo vamos a prescindir de ello?

         Escribiré de nuevo la tesis fundamental de este trabajo:

          La adicción por sí misma no afecta a la potencia de la voluntad y ésta siempre puede vencer la "exigencia" de la dependencia tanto de la dependencia física, como de la psíquica.




         Para mostrarlo acudiré a distintos tipos de argumentos:

         Sea el primero el argumento psicopatológico. Para ello he de presentar:




II. LA ESTRUCTURA PSICOLÓGICA DEL ACTO HUMANO.


        
  Konrad Lorenz en el frontispicio del pabellón de antropoides del parque zoológico de Frankfurt:


         " El Eslabón perdido entre el hombre y el mono somos nosotros"


         Aldous Huxley en " Arte, Amor y Todo lo demás" Cap. I pag. 492 de sus obras completas Tomo I editadas por Plaza Janés:

          " No tenemos motivo alguno para enorgullecernos especialmente de poseer cualidades que hemos heredado de nuestros antepasados y que compartimos con los animales domésticos. Lo que resultaría halagador seria descubrir en la sociedad contemporánea indicios de virtudes exclusivamente  humanas.....por ejemplo la comprensión, la ausencia de prejuicios irrazonables, la tolerancia absoluta, la persecución perpetua y razonable del bien. Mas ! ay!, éstas son precisamente las virtudes que no podemos descubrir......
         Esas gentes joviales y optimistas que nos aseguran que la humanidad es admirable porque las madres aman a su hijos, los pobres se socorren mutuamente, y los soldados mueren por su bandera, no hacen sino consolarnos con argumentos que serian adecuados para consolar a las ballenas, los elefantes o las abejas......
  Estos horrores y estas miserias nacen de la carencia de razón en el hombre, del fracaso humano para conducirse de manera completa y sabiamente humanas. Las virtudes selváticas son simplemente el anverso de este animalismo, cuya cara es la bondad instintiva y cuya cruz es la estupidez y crueldad instintiva."

         " El Hombre es algo que debe ser superado"
                   F. Nietzsche.

         Estas tres citas deben colocarnos en la tesitura anímica deseada para  nuestra reflexión sobre la voluntad humana y el hombre " Un puente tendido entre dos abismos" que también dijera Nietzsche. Un enigma y una contradicción; el ser más complejo del universo de los astrofísicos y un producto de la evolución de la naturaleza en la cual en un momento dado cristaliza el soplo del espíritu sustituyéndose la visión de las cosas por  la  visión  en  nuestro interior del impacto que producen las cosas.

         Vamos pues a estudiar el acto humano y no la conducta que es lo meramente externo y observable. El acto humano puede quedar solo en intención y voluntad no realizada y aún así ha de tener importancia psicopatológica y trascendencia ética.
         El acto humano implica, pues imputabilidad y responsabilidad y los factores que menoscaben el acto humano menoscabarán también estos atributos.

         Acto y no conducta, repito, pues la segunda alude a complejos extensos en el espacio y en el tiempo desbordando las posibilidades de comprensión y modelización. Acto sin embargo en el cual ha de latir toda la profundidad del Ser cuando éste se organiza en función de las más elevadas deseos, aspiraciones, temores, y deberes  del ser humano. Mas estos deseos y deberes surgen del conocimiento de la situación concreta en la que el yo se encuentra.

         A partir de este momento y para comprender nuestra doctrina ha de contemplarse el esquema y figura  nr. 1.
(En los temas de los tres enlaces siguientes vienen reflejados los gráficos y figuras de los conceptos que explico a continuación)
Sensación, percepción, percatación
DESDE LA PERCATACIÓN A LA CONDUCTA HUMANA

         Este esquema representa en su dimensión horizontal de izquierda a derecha  la sucesión temporal de diversos acontecimientos o funciones psíquicas que describiremos inmediatamente. En cada paso o secuencia el esquema presenta una estructura en diversos niveles o pisos que deben leerse de abajo a arriba. Los niveles inferiores corresponden a niveles inferiores de elaboración o perfección de la correspondiente función y que van ascendiendo a funciones integradas y cada vez más complejas.         
         Este esquema nos permite muy claramente entender la estructura del acto humano y las diversas  formas de desestructuración del mismo en diversas situaciones y enfermedades y que precisaremos especialmente en  lo relativo a las adicciones.
                   El primer paso de la secuencia conductal ha de  ser:

         El conocimiento; que hemos denominado como Percatación


        
        
         El segundo paso previene reflexiona y  organiza. Llamémosle, pues
          Planificación.


         El tercer paso sea ya la Ejecución.

         En el modelo general de esta fig. 1, que hemos de tener presente continuamente,  observaremos esta secuencia temporal de la organización del acto humano.

         PERCATACIÓN      PLANIFICACIÓN      EJECUCIÓN

         A continuación y como había dicho, describiré someramente la estructura en niveles de cada una de estas funciones


           2.2. La percatación.  ( O darse cuenta .. de quien somos, donde estamos, qué queremos....)

          Es una fase, por supuesto cognitiva cuyas subfunciones encontramos expresadas en el  esquema adjunto que debe leerse desde abajo hacia arriba significando  los gradientes de aumento del nivel de organización y en este caso de la cognición.


         Este esquema ha sido expuesto en detalle en algunas publicaciones medicas especializadas. Aquí tan solo llamaré aquí la atención sobre algunos aspectos:
         En primer lugar la función gnósica consistente en el reconocimiento ( y por lo tanto uso adecuado ) de objetos es una función meramente designativa, pero no denotativa o semántica en sentido lingüístico estricto. Es decir, se refiere siempre a objetos presentes o representados por sus características sensoriales pero en ningún caso por su correspondiente concepto simbólico. Corresponde a la inteligencia sensomotora o a la fase preoperativa de Piaget. Tan solo permite, pues un pensamiento o cognición manipulativa relativa a objetos concretos presentes  como tales en el espacio externo o en el interno, pero no en los espacios conceptuales abstractos. Se trata sin embargo de auténtica cognición y de auténtica inteligencia y debemos aceptar que este tipo de inteligencia la compartimos con los animales, como es perfectamente conocido desde los experimentos de Köhler en la famosa estación de antropoides de Tenerife en los años de entreguerras.



         Quede por esclarecer si el pensamiento geométrico que manipula imágenes que en sí mismas pueden ser arquetípicas o símbolos lógico-abstractos que permitirían rendimientos cognitivos por su mera manipulación espacial. Se dice que Pascal redescubrió los principios de las curvas cónicas antes de su pubertad y quizás en este caso y similares no sea preciso un autentico pensamiento lingüístico categorial.

         En el nivel siguiente o fásico ( nivel del lenguaje ) se adscribe a cada objeto un símbolo lingüístico inaugurando auténticamente la conceptualización con la creación de clases lógicas que derivadas por abstracción y síntesis de los objetos. La denotación es su primer nivel cognitivo y la connotación el segundo.
         Al fin y al cabo las cosas son diferencias que nosotros ponemos citando  una famosa  frase de Goethe. Así en el juego incesante entre los diversos niveles cognitivos, como en la escalera del sueño de Jacob, tendida entre el cielo y la tierra, es creado el universo lingüístico que pone orden en el ser real pero nos atrapa también dentro de un marco limitado al cual se aplican posteriormente las funciones psicológicas superiores de la dación de significado y sentido que explicamos suficientemente en el citado trabajo anterior.

         Todos estos niveles en la persona consciente  operan automática y simultáneamente en el primer  momento de consciencia; es decir están operando continuamente en la sucesión de contenidos de la consciencia pero pueden ser modificados por la atención y por la voluntad en vistas a la finalidad del acto en cuestión. Así el deseo, la necesidad y el parámetro afectivo modulan y precisan inmediatamente la escena percatada. Mas ello es ya el comienzo del segundo paso: La planificación. Por ello debemos entender que existe un va y ven continuo entre unos pasos y otros lo cual expreso por la flecha a trazos en sentido inverso a la que marca la secuencia principal desde la cognición a la ejecución.



           2.3. La planificación.

          La planificación exige la actuación completa del campo de la consciencia. Integra pasado y presente para prever un futuro. Un futuro manipulado por el yo; es decir se representa en la consciencia una situación futura consecuencia de la conducta; es decir supone una futurización. Esta es creada por la voluntad. Es la voluntad  lo que convierte la motivación, deseo, necesidad o deber....según los casos, en un futuro presentizado que
constituye la esencia del acto; el acto humano llamado por ello siempre voluntario. Por ello a este gradiente de integración psicofísica le denominamos gradiente de la voluntad.


         En el nivel inferior o neuropsicológico tal voluntad prácticamente no existe todavía. No hay propiamente  planificación. La incidencia de necesidades primarias desencadena automáticamente actos reflejos más o menos complejos o conductas instintivas también automáticas.
         Estas conductas automáticas sin embargo pueden ser asumidas y aceptadas por el yo si  proceden en el paso anterior de un nivel cognitivo alto. La voluntad asume el acto y "se deja ir en su planificación y ejecución" Sin duda puede denominarse a esta situación con el viejo epíteto de " dejarse dominar por las pasiones " Tal situación podría darse por ejemplo en los actos de violación. Indicios respecto a la forma concreta de la ejecución pueden atisbar  el nivel de organización preciso en tal momento. Ya veremos sin embargo en las importantes leyes dinámicas del presente modelo, cómo estas tendencias instintivas pueden en condiciones  de normalidad, ser dominadas siempre por las instancias superiores.

         En el nivel siguiente o neuropsicológico apenas existe planificación o es totalmente somera.
         En este nivel surgen y se sitúan las conductas en cortocircuito que son formas aprendidas de conducta que surgen de forma semiautomática bajo una presión afectiva y un abandono de la capacidad volitiva. Por ejemplo una agresión utilizando una herramienta de trabajo.

         Asimismo la conducta impulsiva surge en este nivel calificando un nivel de organización algo superior respecto a la anterior.
En todo caso obra el esquema Estimulo    Respuesta; si bien el enlace entrambas puede ser rápido y automático o parcialmente reflexivo .

  Solamente en el nivel superior emergen la finalidad y la motivación, la voluntad plena y la capacidad de futurización que se extiende a las consecuencias deseadas e indeseadas del acto.

         La reflexión tiene en este paso su casa propia. Tanto más profunda y perfecta cuento más tiempo se tome entre la decisión de la voluntad y la ejecución del proyecto. El trabajador puede ahorrar durante años para comprar su vivienda; el estudiante durante años prepara su titulación que le servirá en su vida; y el paranoide  puede  permanecer anodino e insignificante mientras planea durante decenios su gran venganza.
         Estos parámetros de tiempo y espacio califican la planificación y por ende la voluntariedad del acto en cuestión.
         Durante el tiempo de planificación pueden fluctuar los niveles de organización y así un acto largamente pensado y planificado puede pasar al acto de forma impulsiva, o en cortocircuito. Las drogas de diseño actuales y desde siempre el alcohol, se han utilizado para " dar ánimo" al momento de un acto importante. Estas rebajan el nivel de la planificación sustituyendo la voluntad por la impulsividad. Sin embargo la toma ex- profeso de dichos sustancias para este fin, no debería, en sentido jurídico o penal, disminuir la imputabilidad, sino más bien aumentarla puesto que implica toma de decisiones en vistas a futurizaciones todavía más amplias. Ello ha sido obviado completamente en los procedimientos jurídicos actuales, condicionando, en mi opinión, el mayor aplanamiento e irresponsabilidad de las conciencias en esta era posmoderna que nos aflige. El concepto de la teología moral cristiana de " voluntario in causa " tiene aquí su más que justificada aplicación.


          2.4. La ejecución.

         La ejecución exige en los niveles inferiores capacidad psicomotora. Esta puede ejercerse en melodías motoras preformadas por mecanismos bien reflejos, bien instintivos,  bien  aprendidos. Sin embargo en el nivel superior se entiende que estos procesos son insuficientes en vistas a un acto complejo por lo que la ejecución exige un seguimiento continuo en bucle retroactivo de lo que va consiguiendo el acto en vistas a la futurización planificada. Es decir la comparación continua entre lo que queremos y lo que conseguimos realmente. Se trata por lo tanto de una acto de creación, como resultado final  del acto humano.
         Estamos en la fase en la cual la voluntad se expresa en el espacio y en el tiempo y por ello identificamos el gradiente de niveles en la ejecución del acto como gradiente de la libertad.
          Libertad es condición para que la voluntad actúe, pero la imputabilidad; es decir la atribución del acto a la persona y su yo se identifica en el segundo paso secuencial: en el de la planificación. De la voluntad deriva el bien y el mal moral como calificativo del acto imputado, por lo que en buena lógica, de nuevo en la doctrina moral cristiana  en esta fase del querer, aun querer meramente pensado pero no ejecutado, es donde se constituye el pecado.  En esto difiere radicalmente la doctrina luterana de la católica. En el luterano solo la Fe justificaba y esta era acto y obsequio de la voluntad, pero no precisaba de la ejecución del bien. Incluso la ejecución del mal no afectaba a los méritos conducentes a la salvación. En el lado calico en cambio la Fe sola no justifica y en magnifica precisión  psicológica coloca el pecado ya en el pensamiento, pero el bien solo en la buena acción. ( Por sus frutos les conoceréis )

         Otro máximo testigo puede presentarse en esta consideración: I. Kant que deriva todo el mal y el  bien  moral de la buena voluntad. Es la buena voluntad lo único que puede exigirse, lo cual podría tener inmenso interés por ejemplo en los procesamientos de médicos a consecuencia de fallos en sus actuaciones. El pensamiento pragmático tiende de nuevo a despreciar los complejos procesos en los que se organiza el acto humano sobre el que aquí reflexiono en voz alta y letra abierta.

         Insisto en que todas estas reflexiones pueden parecer ociosas frente a las altas técnicas de la investigación por ejemplo neurobiológica, pero me atrevo a decir que para la supervivencia del homo sapiens es mucho más importante la mejoría moral de su conducta y la represión social del peligroso que las aventuras en el espacio y las veleidades de la investigación sobre el genoma.( Y que ellos quienes quiera que sean, me lo perdonen ) Y todo ello entre otras cosas exigiría abrir un debate profundo sobre la prevención del delito y también, sobre la aceptación del delito de pensamiento o planificación aún no ejecutada en parangón con el citado pecado de pensamiento. En esto consiste evidentemente la peligrosidad, que en nuestro sistema legal vigente no es perseguible.

         Esta última reflexión sé que resulta especialmente odiosa y  retrograda en el espíritu de la época que vivimos - el llamado posmodernismo - Este precisamente predica la abolición de los valores en vistas, se dice, de su imposible justificación racional. Mas léase La Critica de la Razón Practica de Kant y encontraremos razonamientos más que suficientes para fundamentar la ley moral y por lo tanto la ley penal incluida la preventiva, que pueda aplicarse a situaciones y personas "peligrosas" definiendo desde luego adecuadamente este concepto que yo reduciría a la mala voluntad; es decir, a las intenciones - o planificación de conductas concretas - punibles.


Véase la figura 2 titulada: Las leyes dinámicas de la integración de gradientes.



         Las leyes dinámicas de la integración de gradientes que aquí presento  ( Figura 2) son meramente adaptación para este sujeto particular de las leyes generales de organización  y desorganización por niveles que puede aceptarse operan en toda la Naturaleza. Fueron precisadas inicialmente por H. Jackson para el sistema  nervioso y sus funciones siendo en este caso bien conocidas por todos los médicos. ara más detalles véase mi publicación  Es un asunto complejo en el que no puedo detenerme aquí y que reseño solamente en interés de posibles lectores con formación psicopatológica - y de Teoría General de los Sistemas - profunda.
         Por ejemplo los conceptos de nivel y campo de la conciencia.
El nivel de la consciencia depende del estado de excitación central del S. N.C. Se equipara pues al nivel de vigilancia o a la potencia cognitiva general del sistema en un momento dado. Es fundamental para todas las secuencias y funciones como expresamos en la primera ley.

         El campo de la conciencia comprende los elementos cognitivos concretos que se toman en cuenta para la ejecución de un acto. Interviene por lo tanto sobre todo a nivel de la planificación, como expreso en la ley 5.

          La ley nr. 4 marca el lugar de actuación de la presión afectiva que influye no tanto en la cognición      (percatación ) como en la tendencia a cortocircuitar el acto intencional, es decir en la planificación.

          En todo caso los niveles inferiores sustentan pero no comandan tal como expreso en las leyes 2, y 3 repitiendo una ley básica de la ontología de Hartmann aplicada a esta cuestión particular.



III. EJEMPLOS DE APLICACIÓN DEL ESQUEMA DOCTRINAL A ALGUNOS                                                  SÍNDROMES PSIQUIÁTRICOS.

         A continuación consideraremos algunos síndromes específicos respecto a las modificaciones que producen en la organización del " acto humano ". Posteriormente dedicaremos un apartado especial al tema principal de este trabajo, que como ya hemos dicho se refiere a la estructura y condiciones del acto y conducta humana en las situaciones derivadas de la adicción a tóxicos.




          3.1 En la paranoia o mal llamado trastorno delirante.

         En ningún otro capitulo del DSM IV [4] se muestra tan dramáticamente la insuficiencia conceptual, y por lo tanto científica y clínica de este necesario engendro americano.
         La renuncia en las psicosis a consideraciones etiopatogénicas impide distinguir las auténticas enfermedades que bajo los criterios clásicos de Kurt Schneider han de ser enfermedades de base orgánica, de las desarrollos delirantes y otros procesos similares en los cuales se conserva la continuidad biográfica y de sentido, es accesible a una comprensión genético dinámica y por último sigue pautas dimensionales en las cuales la disfunción sigue una evolución gradual, sin soluciones de continuidad. En estos casos el carácter morboso surge de una mera consideración funcional bajo el criterio de " equivalente morboso "en cuanto afecta a la adaptación y progreso biográfico de la persona. La conservación íntegra de la inteligencia, la voluntad y la acción, como dijera textualmente Kraepelin en su definición clásica de la paranoia, ya define claramente la conservación completa de la imputabilidad en estos casos. Podemos citar dos casos típicos de la bibliografía: El caso Wagner estudiado por Gaupp y reeditado actualmente en las monografías de " Archivos de Neurobiología " y el caso español de Hildegard en los años de la Segunda República Española.
         El diagrama de situación en nuestro esquema es evidentemente similar al normal.
         Soy consciente de que esta opinión es heterodoxa, y que habitualmente la restricción del contacto social, la rigidez de la personalidad y la inflación del afecto respecto el problema delirante que operan en estos casos, lleva a la mayoría de los psiquiatras y de los juristas a aceptar una inimputablidad basada en la existencia del delirio. " Sin embargo la conservación del conocimiento también para diferenciar el bien del mal, así como de la plena capacidad en la planificación y en la ejecución preservan, en mi opinión, la plena responsabilidad del acto cometido aunque sea consecuencia de la ideación delirante." Acepto pues que la fuerza del afecto determina el contenido concreto del deseo y la de la motivación, pero no anula el control voluntario ni afecta por lo tanto a la libertad de la persona que conoce simultáneamente el bien y el mal, dada la integridad de su " percatación".

        

          3.2. En las psicosis esquizofrénicas.

          En la practica jurídica cotidiana basta el diagnóstico de esquizofrenia para exculpar totalmente al sujeto de cualquier conducta. Ello es totalmente inadmisible tanto desde el punto de vista legal como desde el psicopatológico como del médico propiamente dicho.
         Las más de las veces se origina por un vicio de raíz que suele mantener la peritación psiquiátrica española: La peritación sobre el estado y diagnóstico de la persona en vez del estudio y pormenorización del acto concreto cuya imputación ha de decidirse. En una peritación correcta ha de juzgarse  un acto más que una persona aunque desde luego la personalidad y la biografía  son también  importantes para la evaluación concreta del acto que ha de peritarse.


         Por lo tanto un esquizofrénico auténtico  es en general imputable totalmente para cuestiones ajenas a sus contenidos delirantes. La inimputabilidad está solo claramente presente cuando el acto emana de síntomas patológicos en la sensopercepción o el juicio y puede estar intacta en los demás casos. En las situaciones residuales bajo la persistencia de sintomatología negativa suele estar perturbado el impulso y la motivación por lo tanto la planificación y la ejecución como muestra la típica pasividad y aislamiento del enfermo. El nivel en estas dos secuencias puede ser bajo y por lo tanto tender también a actos en cortocircuito, lo cual sin embargo habrá de probarse.
         En las formas esquizofrénicas desorganizadas es evidente que está mayormente afectada la percatación en cuyo caso  quedaría viciada toda la organización del acto siguiendo la ley numero 6 de nuestra Tabla nr. I

        

          3.3. En los síndromes afectivos.

          Básicamente se afecta la motivación y la impulsividad como factores dependientes directamente de la situación afectiva. En las fases depresivas disminuye el campo de la conciencia y en las maníacas no se expande como se suele decir, sino que también se restringe pero exaltando exageradamente la importancia y actividad de sus contenidos. Por lo tanto  pueden afectarse las tres secuencias de forma más o menos paralela o armónica de acuerdo con la gravedad del síndrome afectivo.
         En las formas psicóticas valen las consideraciones realizadas a propósito de los cuadros delirantes en la paranoia y en la esquizofrenia. Sin embargo por el carácter " invasivo" y omnipresente de la afectividad debe entenderse que puede quedar afectada de forma importante el conjunto de la persona y por lo tanto todas las secuencias y niveles estructurales del acto. Estimo por lo tanto que  en las psicosis afectivas la disminución de la imputabilidad es más frecuente y más clara y más intensa, si cabe esta expresión, que en los cuadros que cursan con disfunciones predominantes o exclusivas de la función cognitiva; es decir, en nuestra nomenclatura de la percatación.
        

          3.4. En los trastornos del control de impulsos.

         Quizás en este apartado y en el las grandes psicosis muestre nuestro esquema mayormente su utilidad. Dicho trastorno puede significar:
         La descripción de una conducta impulsiva realizada bajo la presión del afecto en integridad de la persona. (Por ejemplo el asesinato de la esposa sorprendida "infraganti" de infidelidad) ( Arrebato )
         La conducta impulsiva en una persona incapaz de controlar su afecto bajo la existencia de un estado patológico. Por ejemplo el asesinato cometido durante  una crisis epiléptica compleja ( antes: estado crepuscular)
         La doctrina clásica aceptaría una disminución de la imputabilidad por arrebato en el primer caso y una inimputabilidad completa en el segundo.
         En el primer caso  disminuye de forma importante la planificación lo que lleva a una ejecución semiautomática y en cortocircuito.
         Si la planificación es clara y se toma un tiempo no cabe aceptar como exculpatorio o atenuante el " trastorno de control de impulsos" como se quiso aceptar en un caso en el cual el sujeto había ido a buscar unas latas de gasolina para prender fuego a la vivienda de sus vecinos.
         Así pues en nuestro diagrama la línea descriptiva del acto ocupará un nivel normal en la cognición y discurrirá baja en la planificación y ejecución. En estos casos se trata, pues de la colisión entre el quiero y el puedo.


          3.5. En lo estados de intoxicación aguda por drogas psicotropas legales o ilegales.


         El criterio definitivo respecto la desestructuración del acto humano es la situación cognitiva. Por lo tanto las drogas psicotropas que afecten a la cognición disminuyendo el nivel de conciencia o estrechando el campo, por lo tanto vician de raíz todo el acto conduciendo a una disminución o anulación de la imputabilidad durante el tiempo de acción de dichas drogas. Un criterio importante para deducir dicha afectación es el desarrollo de la planificación y la ejecución. Ambos pasos serian rápidos y semiautomáticos.
 El diagrama  en nuestro esquema correspondería a una línea situada a media altura de las tres secuencias estructurales del acto.

         Otra cuestión es si la droga se ha tomado precisamente para " darse ánimo" para la realización de tal acto; o bien si el sujeto sabe, por experiencia o conocimiento que la toma de tal droga la "coloca" en la situación de tal conducta. Los antiguos moralistas llamaban a tal conducta " voluntario in causa" es decir que aceptado libre y voluntariamente el antecedente - la toma de droga - debía aceptarse  también como libre y voluntario el consecuente.  Puede una persona aceptar tomar alcohol y estando bebido propinar una bofetada a otro y éste caerse con tan mala suerte que se fractura la nuca y fallece. Se trataría de un homicidio involuntario. La droga propició el bofetón que quizás no hubiera ocurrido de otra forma pero la responsabilidad se extiende a las consecuencias previsibles del mismo y no más allá. Lo mismo acontece en   conductas sin toma de droga. Por lo tanto no se afecta la imputabilidad. Sin embargo nuestro diagrama habría de extenderse a tiempos anteriores al primero de nuestros  pasos: el de la cognición





IV.  APLICACIÓN ESPECIFICA A LOS SÍNDROMES POR CONDUCTAS ADICTIVAS.

         Diré al comienzo de este capítulo que se definen tres tipos de dependencia o adicción: la dependencia física, caracterizada por un síndrome de abstinencia al suprimir el tóxico. Afecta solo al consumo de drogas y su tratamiento se denomina desintoxicación.
         La dependencia psicológica, caracterizada por la inclinación de la voluntad, la motivación y la costumbre, y su tratamiento se denomina deshabituación.
         La dependencia social que es menos evidente y característica y que se define por las incitaciones y factores del entorno social hacia el consumo.
         Por otra parte recordamos también que nos referimos a todas las conductas adictivas en general, que abarcan por lo tanto no solo el consumo de tóxicos sino otras dependencias como el juego, la agresividad, la conducción peligrosa, la bulimia y otras.....



          4.1. Situación en el síndrome de abstinencia.


                    La existencia de una dependencia física y acompañada en el momento del acto de un síndrome de abstinencia también habitualmente en la jurisprudencia exculpan al sujeto.
         Los criterios indispensables para diagnosticar un síndrome de abstinencia exigen siempre la presencia de síntomas físicos claramente observables. En la abstinencia alcohólica el temblor y la nausea, por ejemplo, en la abstinencia a opiáceos el lagrimeo y la rinorrea y en general midriasis aunque ello depende del tipo de tóxico en abuso. Estos signos pueden no solo observarse si no medirse con pruebas médico-fisiológicas, lo que no suele ser necesario. Una de ellas consiste en la administración del tóxico  echado en falta con lo que rápidamente deben disminuir los síntomas y otra la administración de naltrexona y otros productos que bloquean los receptores al tóxico por lo que también se produce - aunque no de forma especifica - una exaltación de los síntomas. En otras situaciones puede demostrarse con este producto la existencia de la adicción pues se provoca la abstinencia cuando el paciente está en situación de abuso, pero estas cuestiones no atañen al fondo de este trabajo.
         Es sabido que con muchísima frecuencia los pacientes se quejan de estar en abstinencia o la esgrimen para exculparse o incluso lo imitan para conseguir más tóxico o droga que estimen sustitutoria. Los servicios de urgencia reciben con frecuencia personas en estas situaciones - antes más- pues actualmente los médicos estando mejor formados, rechazan demandas inadecuadas - A veces estos mismos consumidores por ignorancia o temor creen de buena fe estar en abstinencia lo que también les justifica ante sí mismos para realizar conductas delictivas. Aunque hoy día el tipo y conocimiento del consumidor ha variado mucho, es todavía frecuente que el consumidor tenga un terrible miedo  a la abstinencia en una situación psicológica que remeda el que hace décadas tenían las parturientas frente al parto.


                   Sin embargo la abstinencia determina la motivación y el deseo del consumo, pero si los niveles de  conciencia y la cognición, por tanto, son plenos, se conserva también la capacidad de decisión y por lo tanto de la imputabilidad. Mantener otra cosa es prueba sencillamente de ignorancia psicopatológica y contaminación, que desgraciadamente se observa con asaz frecuencia, del profesional respecto creencias populares de alguna manera interesadas.
         La extensión continua, por otra parte, de las criterios de ininputabilidad no solo es socialmente reprobable e inadecuado desde un punto de vista práctico ( aumento de la delincuencia bajo la benevolencia legal ) tendiendo a una puerilización de la persona, sino que incluso desde el punto de vista  del paciente es pernicioso, pues  le desmotivan para su tratamiento. En todo caso debe quedar claro que "la necesidad de un tratamiento médico-psiquiátrico o pedagógico psiquiátrico es independiente de la situación de su imputabilidad." Es más la posibilidad de los tratamientos psicoterápicos, basados en el contacto empático con el terapeuta apuntan a la integridad psicológica y por lo tanto jurídica de la persona. Son pues tratamientos morales  y pedagógicos que actúan modificando las tendencias de la voluntad y la motivación ( respecto la planificación ) por una parte y del ejercicio concreto de la libertad  por otra ( y respecto la ejecución).
        
         Puede existir y existe en  la abstinencia "necesidad imperiosa" del tóxico, pero esta necesidad puede ser siempre vencida de forma directa o por un acto sustitutivo más o menos adecuado; quiero decir sencillamente que el paciente si no quiere delinquir, por ejemplo, o bien desea sencillamente salir del sufrimiento que procura la abstinencia, bien puede dirigirse al hospital más próximo y reclamar en los servicios de urgencia el tratamiento de su síndrome de abstinencia. En este lugar me viene al recuerdo el episodio de la Odisea en el cual Ulises, proclive a sucumbir ante el canto seductor de las sirenas ordena a los miembros de su tripulación  que ellos se tapen los oídos con cera y a él le amarren con fuertes cuerdas al palo mayor.

         También es siempre posible el aguante a "palo seco" pero de ello hablaré en el apartado siguiente bajo el epígrafe de pruebas derivadas de la experiencia observacional y empírica.



          4.2 En los síndromes confusionales por abstinencia.


         La condición necesaria para la conservación de la imputabilidad y que por lo tanto el acto sea humano y dependiente de la voluntad es, lo repetimos, la conservación de la capacidad cognitiva basada en la normal estructura de la conciencia. Véase de nuevo nuestro esquema sobre la estructura del acto humano. Por lo tanto si el síndrome de abstinencia provoca una disminución del nivel de consciencia y un estado confusional como se observa en el delirium tremens, sobre todo si este cursa con alucinaciones, la situación se torna inimputable. Ahora bien un paciente en un estado confusional, sea por abstinencia a opiáceos o a alcohol no está en condiciones de planificar y menos de ejecutar cualquier  conducta, por ejemplo un atraco, un robo, o una agresión. Por lo tanto si el atraco, robo o agresión se realizan planificadamente de acuerdo con nuestro esquema es seguro que no existe un estado confusional ni por lo tanto anulación de la voluntad de la que depende la imputabilidad.

        
          4.3. En las situaciones de dependencia psicológica.


         Es costumbre conceder mucha más importancia a la dependencia física y su fenómeno acompañante de la abstinencia, que a la dependencia psicológica. Por supuesto la separación no es totalmente clara en lo doctrinal y muchas veces muy difícil de discernir en la práctica. Recordaremos que el concepto de dependencia psicológica está basada meramente en el hábito o costumbre. Determina las motivaciones y con frecuencia tiene como acompañante la pérdida de otros intereses y actividades que la droga o la búsqueda de la misma. Dicho en  leguaje corriente: el adicto con fuerte dependencia psicológica se caracteriza porque ha perdido la capacidad de alegrarse, interesarse o motivarse por otra actividad diferente de la droga. La droga se convierte así en fuente única del refuerzo. Este hecho es tanto más intenso y absoluto cuanto mayor sea la dependencia. De este hecho deriva la terrible gravedad del consumo de drogas por los adolescentes; es decir por personas que están formando su personalidad. La persona sana, el adolescente sano, debe encontrar su refuerzo es decir, su alegría, su interés, su motivación en actividades sanas y constructivas:  el estudio, la amistad, la actividad manual desde el deporte al modelismo....  Así se forman los hábitos y las costumbres en actividades que cuestan un cierto esfuerzo que se ve premiado con la correspondiente satisfacción. El adicto, no solo a drogas, sino a otros tipos de actividades solo es capaz  de encontrar  satisfacción con el "bienestar anormal" que proporciona la droga. Incautamente por ello suele decir que le sienta muy bien.
        
         De todo lo dicho se deduce que la dependencia psicológica determina en primer lugar una desviación de los fines y motivaciones de la voluntad, pero en principio no constituye una enfermedad de la misma, pues esta desviación es equivalente psicológicamente al que tiene afición a los deportes o al estudio; es decir, por repetirlo una vez más, se construye, mantiene y actúa por los mismos mecanismos que el resto de las actividades humanas. Por supuesto, preciso una vez más, que esta voluntad y este deseo es inadecuado, conduce a enfermedades físicas, psicológicas y sociales, pero no afectan a la "estructura humana de la voluntad, sino a la dirección de la misma."
         Por lo tanto y por definición en la dependencia psicológica la voluntad-libertad están íntegramente disponibles y por lo tanto la persona está "siempre" en condiciones de dominar su hábito, si bien es evidente que puede necesitar diversas estrategias, apoyos, y en suma tratamientos para que tenga éxito.



          4.4. ¿ La dependencia como enfermedad de la voluntad. ?


         Esta pregunta subyacía en el título de este trabajo y me parece también muy importante precisar mi doctrina en este punto pensando siempre  y una vez más en las personas a quienes va dirigido.
         Es imprescindible discriminar los conceptos de enfermedad, respecto los conceptos de variación, anomalía o adecuación. Sin ello no podemos avanzar nada en los terrenos de la psicopatología y medicina pero menos aun en los terrenos de la moral o  la juridicidad. La confusión tan frecuente sobre estas cuestiones  es expresión de la indigente cultura  conceptual en la que nos encontramos. El pensamiento conceptual y lógico desaparece frente a la influencia del pensamiento plano propiciado por la "Rebelión de las Masas" y transmitidos por la omnipresente televisión, radio y prensa y al fin también Internet.
         Enfermedad exige una alteración del soporte físico de sistema humano.
         La enfermedad psíquica o mental tiene su fundamento y justificación en una disfunción o daño en último término cerebral.
                  La variación o anomalía tanto en lo físico como en lo psicológico puede provenir tanto de una rareza desde el punto de vista estadístico, como de una "inadecuación" sea moral, jurídica o social que, desde luego puede conducir a la enfermedad posteriormente, así como por ejemplo el consumo continuado y a largo plazo de cannabis puede producir una demencia orgánica o un trastorno orgánico de la personalidad o psicopatía grave.
Todo el mundo sabe, supongo, que alguna escuela, como la de Lombroso y Dorado Montero  defendieron la opinión  que el delincuente , y por ende todo tipo de conductas inadecuadas asimilables al mismo, se deberían a enfermedad. Si se acepta que el delincuente delinque porque está enfermo, desaparece automáticamente la imputabilidad y responsabilidad de sus actos, pero entonces debemos también aceptar que las conductas esforzadas y heroicas, el luchador decente o el hombre bueno también es inimputable y actúa como actúa por las determinaciones de su estructura somato-psiquica. Es decir desaparecería así todo concepto de lo humano, todo concepto del bien y del mal, toda posibilidad de la edificación moral y jurídica del individuo y de la sociedad. Existen personas buenas y malas y existen delincuentes y delitos que exigen sencillamente castigo, de la misma manera que otros exigen recompensas y premios.

         ! Qué mal suena esta palabra de castigo ! No está de moda. Las modas son los vehículos de las doctrinas de las masas, pero yo digo y escribo que si continua esta "ola " de desresponsabilización" de las personas  en lo psicológico, moral y jurídico la sociedad en que suceda no será viable a largo plazo por lo que ocurrirá sin duda un cambio, que esperemos no sea brusco y pendular. [5]
        
Y como el adicto está con frecuencia inmerso en toda esta problemática quiero dedicar unas palabras para exponer mi pensamiento acerca de la justicia y de la "pena" que al fin y al cabo  derivan ideol
ógicamente de los conceptos previos sobre el hombre y sobre la libertad y voluntad como atributos básicos del mismo.



          4.5.  La justicia y el concepto de "pena".


          La Constitución Española vigente es resultado de un consenso de compromiso en circunstancias históricas delicadas. Una consecuencia de ello es la consideración primordial de la pena como intento de la rehabilitación moral del delincuente. Mas esta concepción, si se toma como exclusiva, es grave y peligrosamente errónea. Peligrosa incluso para el mismo delincuente, pero sobre todo para los demás, que no son sociedad abstracta si no personas con nombre y apellido del entorno de acción del delincuente; es decir de futuras y posibles víctimas.

          Existen, en efecto, tres tipos de justicia como concepto abstracto, no como de la justicia como organización administrativa;  la justicia distributiva; la justicia vindicativa, y la justicia restitutiva.

          La justicia distributiva  puede ser a su vez igualatoria o equitativa. La igualatoria consiste en adjudicar a cada persona, entidad o objeto de la justicia los mismos bienes, reglas.. acciones... Es decir a todos lo mismo como en el comunismo radical. La equitativa tiene por norma " a cada uno lo que se merece", como en el liberalismo radical. Ninguna de ellas parece totalmente adecuadas y en cuanto a distribución de impuestos o de riqueza parece necesario el arbitrio de medidas intermedias que caracterizarían a los diversos regímenes políticos según se acercasen más a una u otro de estos dos extremos.

          La justicia vindicativa nace del concepto de venganza: Puede ser también radical y aparentemente comprensible como en el ojo por ojo y diente por diente o sus equivalentes en dinero u otras compensaciones. Era típica de la ley germánica que se concretó entre nosotros en la ley vieja española; es decir visigótica. ( El Fuero Juzgo) Véase como ejemplo el concepto de "Wergeld"; es decir, de valor de compensación de la vida humana que se pagaba a la familia y que también heredaba la familia del culpable, dado el concepto germánico de Sippe o clan familiar. A veces se entregaba al culpable al propio ofendido o a su familia para que hiciera con él lo que el reo había hecho respecto a la víctima. Una venganza legal, pues,  personal y familiar.  Algo parecido, desde luego sigue vigente hoy día pero por la vía de las compensaciones civiles más bien que penales. En este caso opera el concepto de compensación por el perjuicio y no vindicación por el sufrimiento moral sufrido.

          La justicia restitutiva exige la reparación del mal realizado. Muchas veces no es posible por lo que se exige una acción sustitutoria en las sociedades arcaicas lo cual subsiste también  residualmente  en las sociedades  actuales. El pago, castigo o compensación tras una acción delictiva tenia por objeto algo así como el restablecimiento del equilibrio y armonía del mundo alterado por el delito. En otros momentos tal concepción se materializó dentro de la mentalidad religiosa al considerar el "pago", compensación o castigo, como exigencia hacia los dioses para aplacar su cólera. De ahí el surgimiento del sacrificio ( en principio de seres humanos, luego de animales, luego de otros bienes que eran destruidos en ofrenda al Dios. La misma idea opera  también en el dogma cristiano de la Redención. La penitencia impuesta en el perdón que se otorga en la confesión ejemplifica también los conceptos de expiación o sea sacrificio y esfuerzo, como compensación del mal cometido.

         Pues bien la pena tiene en primer lugar el fin de ejecutar la justicia según el concepto vigente de entre los expuestos, pero simultáneamente tiene otro objetivo pragmático e insoslayable: y es la prevención del delito y la defensa de la comunidad de los no delincuentes. Ello se ha denominado como valor ejemplificativo de la pena o dicho en lenguaje vulgar como acción de disuasión. La sociedad en todo caso tiene derecho a su defensa. El delincuente, que sin la sociedad no habría sido capaz de convertirse en persona ya que aún para andar de pié y hablar ha precisado de la ayuda de sus semejantes, debe devolver a la sociedad lo recibido o al menos no debe lesionar sus intereses. Luego la pena en este caso deriva también de los derechos de los demás y no solo de los derechos del individuo delincuente.

         ¿ Y el poder de la sociedad ? ¿ Y sus posibles injusticias o errores? ¿Y las convulsiones de la historia y de las guerras ? La organización social y la justicia con ella está inmersa en la dinámica de la evolución biológica y cultural humana. No puede esperarse una perfección si no meramente un ideal al que caminamos a ratos y a veces.....



          4.6. ¿ El adicto como delincuente ?


         ¿ Así que el adicto en tantos momentos no es enfermo y si no se cura es porque no quiere suficientemente y como tal, su conducta, en cuanto produzca daños o perturbaciones es imputable y puede merecer una pena, un castigo o ....hablando más pragmáticamente: ¿ Quizás un ingreso y tratamiento forzoso que aparentemente seria lo más adecuado ? Sin embargo todos sabemos que un tratamiento e ingreso en una unidad cerrada con el objetivo de la deshabituación y por lo tanto en una situación de "no enfermedad mental" es hoy día imposible de forma forzosa requiriéndose el consentimiento voluntario e informado  del paciente.
        
         Es una pregunta inquietante, sobre todo porque desde hace muchas y muchas décadas el adicto ha estado exigiendo el reconocimiento de su carácter de enfermo y de enfermedad para que su sufrimiento sea atendido por las instituciones sociales, para que sus delitos sean fácilmente perdonados, para que su familia y la sociedad aporte infinita paciencia e infinitos medios.... Ya antes había sido calificado como vicioso, como mínimo, y costó sudor y lágrimas que se le considerase como enfermo y se establecieron los diversos dispositivos médico-asistenciales.

         Naturalmente que seguimos solicitando medios de lucha, tratamientos especializados, medidas adecuadas en todos los campos, también comprensión e indulgencia bajo la caridad cristiana, la eudemonia filosófica la deontología médica, y la justicia social.... pero la desresponsabilización del adicto que puede subyacer a su denominación como enfermo a mi me parece errónea en lo doctrinal e inadecuada y peligrosa para el propio adicto.
         Como un ejemplo actual puede citarse la situación sociológica de los afectos de cáncer de laringe fumadores que reclaman reparaciones a las compañías tabacaleras a pesar de las claras advertencias por escrito en las cajetillas de aquello de que "el tabaco daña gravemente a la salud" ¿Qué diríamos de los fabricantes de coches que producen cuatro mil muertos al año? ¿O ahora de las compañías de aviación que se enfrentan a las muertes por trombosis circulatorias que afectan a los viajeros de largo recorrido?
         Es precisa la aceptación de la responsabilidad y de la culpa, como medio de aceptación de la capacidad de superación y triunfo.
          Es preciso incluso la aceptación de medidas de exigencia; es decir, de presión y de fuerza, en lo psicológico, moral y jurídico.
          Es preciso, en suma, un cambio importante en la conceptualización y en la actitud respecto las adicciones que se están convirtiendo en plaga social que pone ya en peligro la estabilidad y futuro de nuestra sociedad.
         Es más: O somos capaces de realizar estos difíciles cambios en el concepto y en la práctica, o la misma "vida"; es decir, la realidad del ser y de la vida, imparable e invencible, producirá o nuestra aniquilación o lo que casi seria peor, que otras fuerzas ideológicas y sociales acaben imponiendo por la fuerza sus criterios contradictorios desde luego de los principios democráticos y de la sociedad de bienestar en que nos movemos. Pues la vida no sigue a nuestras ideas ni menos a nuestros deseos, si no a sus propias leyes y la ignorancia de la Naturaleza es el mayor de nuestros peligros. Es evidente que si "no sabemos restringirnos o controlarnos a nosotros mismos, nos controlaran por la fuerza de lo cual es testimonio el auge actual de las ideologías integristas y sus acciones bélicas.

         Estas consideraciones  intemperantes y extemporáneas me llevan a la ultima parte de este trabajo. A las observaciones empíricas; es decir de experiencia, que como se verá, refuerzan y comprueban nuestras anteriores opiniones.




                            IV. EMPIRIA Y OBSERVACIÓN.


          IV. 1. Las pruebas históricas.

        
         Solo unas líneas para recordar hechos de sobra conocidos: La capacidad de la voluntad humana para sobreponerse a las exigencias más firmes de los instintos o físicas. Quienes hicieron una huelga de hambre, quienes se resistieron a la persecución o aún tortura para no declarar lo que no deseaban declarar, quienes persiguieron una meta con la voluntad a pesar de todos los riesgos y de todos los peligros, demuestran esta típica capacidad humana, y tanto más humana cuanto más fuerte, para perseguir fines y conductas más allá de las exigencias físicas. Existen siempre estrategias alternativas para ello y recordaré otra vez a Ulises y el canto de las Sirenas. ¿No remeda ello la petición de ingreso del adicto en una unidad cerrada de tratamiento?
         Naturalmente que se me puede contestar que tales ejemplos son excepcionales, que quienes les mostraron entran por ello en la categoría de héroes..... No niego que la superación de la adicción a una droga o a cualquier otra conducta adictiva pueda  ser tan difícil como el heroísmo "social" que he citado anteriormente. Por ello precisamente es tan difícil superar estas adicciones; porque se exigen cualidades a veces heroicas. En esto realmente consiste la superación de las adicciones: Se trata de una auténtica conversión de toda la persona análoga a la conversión religiosa; de aquí también el carácter de Iglesia, que tienen las sociedades terapeúticas y de abstinentes; es decir, de congregación y grupo bajo las creencias comunes y el apoyo comunitario; bajo el desarrollo de fuertes emociones catárticas; bajo el refuerzo y estímulo de los familiares y compañeros. Pero en todo caso reafirmo mi opinión. Son conductas posibles bajo el control de la voluntad.

        

          4.2 Las pruebas de aquí y ahora.     
                 
         Quiero ahora poner como ejemplo a las comunidades terapeúticas "laicas" es decir fuera del control médico o técnico pero bajo el amparo religioso o humanístico propio. Me refiero a organizaciones como Reto, Hombre o anteriormente El Patriarca.
         Bajo su protección y con sus métodos son capaces de hacer superar los síndromes de abstinencia físicos más graves, con ayudas de tipo psicoterápico o higiénico dietéticos; es decir métodos llamados naturales  como tisanas, baños, y ejercicios corporales; unos de relajación otros de activación. Rara vez han tenido que acudir a los servicios médicos. Sí. efectivamente, si se ha declarado un cuadro agudo confusional como el delirium tremens sí es imprescindible el tratamiento médico especifico. En este caso la obnubilación de la consciencia anula "el acto humano".  Y por supuesto el tratamiento médico ayuda sustancialmente a la voluntad disminuyendo el sufrimiento que lleva consigo la abstinencia, sea psíquica o física. Recuérdese en todo caso que ya he indicado que la voluntad del paciente aún en estos casos de amenaza de cuadro de abstinencia auténtico, puede ejercitarse dirigiéndose al centro médico más cercano, como así observamos en numerosas ocasiones. Otras veces  lo que observamos en la clínica cotidiana es todo lo contrario: el paciente, por ejemplo, se niega a someterse a un tratamiento de deshabituación prolongado y en régimen de internado que se le brinda incluso gratuitamente.

         Esta frecuente situación del paciente que se niega a aceptar las medidas y tratamientos adecuados para superar la adicción demuestran naturalmente la ausencia misma de motivación  de la voluntad para superar el problema. Ello en mi opinión, debería traer consigo determinadas consecuencias de tipo legal-social, puesto que no me parece ni justo político-socialmente, ni educativo - terapéutico médicamente, que quien no desea siquiera superar sus malos hábitos, goce de beneficios de cualesquiera tipo que sea. Estaríamos ante lo que los catequistas antiguos llamaban ignorancia culpable, o negligencia culpable. En algún momento en la normativa de los servicios sociales alemanes existía el concepto de         " enfermedad provocada voluntariamente" en cuyo caso tenia el paciente que pagar a los gastos que originara. Un concepto por lo demás que se aplicaba rara vez. ¿ Qué podríamos pensar ante los accidentes de coche por exceso de velocidad, por etilismo..... ? Pues cabria una normativa parecida aquí: la aceptación de una responsabilidad en todo caso civil y si acaso penal con la obligación de indemnizar a los servicios sociales que costea el resto de los ciudadanos ??? Queden estas líneas meramente como tema de reflexión.


          4.3. Las consideraciones pragmáticas.


         Ya Kant nos enseñó que la razón práctica, que en su vulgar acepción quiere decir pragmática, es fuente de conocimiento sobre todo en cuestiones humanas y humanísticas. Y así llegó él al descubrimiento de las "pruebas" de la ley moral, y de las creencias religiosas y de las normas de articulación de la sociedad humana.  Creencias necesarias para el funcionamientos social y el cumplimiento de la ley moral y social. La razón bajo estos presupuestos y conveniencias tendría que aceptar la necesidad de estas creencias. La razón práctica es la misma razón pura - única humana - pero decidiendo en los asuntos que nos conciernen, que nos importan, que tienen trascendencia social y bajo los que se somete el hombre razonable por el imperativo categórico. Bajo estos mismos supuestos y ya en términos psicológicos  quiero resaltar con toda fuerza que:

          "La creencia en la capacidad de la voluntad para superar la adicción es condición necesaria para que efectivamente sea capaz de ello."

         Es una condición realmente de toda acción humana. ¿ Cómo actuaríamos venciendo la pereza misma, el miedo o el cansancio, si no estuviéramos convencidos de la posibilidad o seguridad ( en el caso de acciones comunes y simples ) de éxito. Ni siquiera podríamos dar un paso de pié.
         El reverso de esta afirmación se encuentra en la excesiva permisividad social, en la extensión continua e injustificada del concepto de enfermedad mental, el olvido o anulación de la "voluntad" como función y fuerza psicológica operantes en cada momento de la vida humana.

         Quizás en un momento dado fue necesario aceptar que las adicciones como el alcoholismo eran "una enfermedad" como condición para que los servicios sociales y médicos ayudaran o sufragaran las ingentes sumas que exige sus tratamiento, mas esta actitud, en mi opinión, se ha tornado excesiva y desfasada y acudir constantemente a la aseveración de que el alcoholismo o ludopatía son enfermedades como justificación y exculpación de las mismas, me parece no solo inadecuado psicológicamente si no también injusto socialmente. En pureza lógica sin embargo situaciones similares se dan en todas las enfermedades y cada paciente es distinto para aceptar las normas y consejos del médico y pensemos en el tabaquismo pero también en la hipertensión o la diabetes que exigen normas concretas de vida y alimentación.

         La consecuencia es que la ayuda social y médica no tiene que ver con el concepto de responsabilidad y aún culpa que surge con la desviación de la voluntad recta. Así podemos escribir, por fin, que las adicciones sociales son desviaciones malignas de las conductas humanas, de las que es responsable la propia persona y que pueden vencerse con la voluntad fortalecida  por diversas estrategias terapéuticas que deben y pueden ser sufragadas hasta donde sea posible " de acuerdo con la voluntad y colaboración del paciente".


         Y con esto llegamos ya al final quedando solo por presentar un breve resumen.








        




                                      V. RESUMEN.


         Presento un modelo estructural de la  organización del acto humano en el que se identifican tres pasos secuenciales en  el tiempo que denomino "percatación, planificación y ejecución".  A su vez  cada uno de ellos presenta tres niveles jerarquizados de organización: Neurofisiológico, neuropsicológico y psicológico-psiquiátrico. El citado modelo permite fácilmente la conceptualización y estudio de actos y conductas concretas a fin de evaluar su grado de imputabilidad respecto a la persona tanto a fines médicos como jurídicos. Se defiende la opinión de que  aún en estado de abstinencia respecto de una conducta o un consumo de tóxicos adictivos, la voluntad está en condiciones de dirigir la conducta y  por lo tanto superar el estado de abstinencia o deseo, mientras  los elementos estructurales del acto humano se encuentren indemnes.









         Querido amigo Blas:

         Te envío el trabajo prometido para vuestra revista que como ves es un tanto largo, pero que he redactado con gran interés y cuidado recordando siempre el esmero de vuestras publicaciones y la generosidad en la aceptación de las mismas.
         Sé que se trata de un trabajo excesivamente técnico, pero estoy seguro que les será útil a muchos. Además yo espero creo que vuestra revista podrá y deberá distribuirse a centros oficiales a especialistas  y  sanitarios  y  no solo a los propios miembros de vuestra sociedad.

         Muchas gracias por todo.


        




    [1]Emilio Mira y Lopez. Psiquiatria. 4a. ed. renovada y actualizada. Editorial "El Ateneo" Argentina. Buenos Aires. 1952.
    [2] Debo añadir en justicia por el buen recuerdo hacia Freud que esta interpretación maximalista se debe más bien a los discipulos y corifeos de Freud. El siempre afirmó que la neurosis precisamente era el pago que sufria  la persona al dominar por el super yo a los impulsos del ello. Es decir la voluntad dominaba los impulsos pero aparecerian como consecuencia determinados sintomas patológicos: las neurosis.
    [3] Justificar  equivale a merecer  la salvación eterna.
    [4]Se refiere al codigo de clasificacion de enfermedades mentales propuesto por la Asociación Americana de Psiquiatria y que ha sido adoptado en casi todo el mundo para este objetivo.
    [5] Véase la obra de Francis Fukuyama: " La Gran Ruptura".  Ediciones S.Q.N. Madrid. Año 2000.

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