Vistas de página en total

martes, 24 de septiembre de 2019

Capítulo VIII

viernes, 1 de octubre de 2010

CAPÍTULO VIII

 

 

 




Capitulo VIII

En el Hospital clínico y Facultad de Medicina de Valladolid.
Desde 15 de Mayo de 1978 a 30 de Septiembre de 2005.

Nota: La experiencia en la redacción de historias clínicas de psiquiatría nos enseña cómo debe organizarse el relato de acontecimientos de un dilatado periodo de tiempo. Puede dividirse el periodo en distintos intervalos aprovechando, quizás sucesos significativos y describiendo dentro de cada uno de estos periodos los distintos aspectos. O bien puede tomarse cada uno de estos aspectos y perseguirlos a lo largo de todo el tiempo que estudiamos. Seguiré más bien el primer procedimiento, con algunas excepciones para ganar claridad en algunas cuestiones. Así que dividiré este capitulo en varias partes. Vaya a continuación la primera relativa a mis primeros pasos en Valladolid.

Primera parte: El entusiasmo de todos los comienzos.

1. El Hospital. La Facultad de Medicina


Parece ser que en los tardíos años 70 cuando se planificó el nuevo hospital que sería el Clínico de Valladolid, algunos profesores propusieron que se edificara en el cerro situado detrás de la Huerta del Rey, donde actualmente está el barrio de Parquesol. Prevaleció, sin embargo, la opinión de edificarlo próximo a la Facultad de Medicina y al lado del antiguo Hospital Provincial, que había servido hasta la fecha como clínico. Por una parte esta decisión desaprovechó la posibilidad de convertir aquel cerro en el nuevo Campus de la Universidad, por otra es cierto que para los profesores desplazarse continuamente de la Facultad al Hospital allí situado hubiera sido molesto. Claro que lo oportuno en una visión a largo plazo y generosa de la ciudad, habría sido trasladar ambos a aquel cerro, aunque ello era difícil pues, según recuerdo en los años 50-60, no antes, se había procedido a una gran ampliación y reforma de la Facultad de Medicina; primero ampliando las zonas de Anatomía con nuevos anfiteatros y salas, luego el resto de la zona de aulas.
Yo recuerdo que en mis visitas a Valladolid desde Alemania pude ver el gigantesco edifico de 12 plantas y dos bajos, en el esqueleto de hierro, que forma la estructura del Hospital. Se dijo en aquella época que era necesario consumir hierro de la Factoría Nacional de Avilés y así se construyó. Aun se percibe ese tipo de construcción en la tendencia del inmenso edificio a vibrar y oscilar. Recuerdo que el cuarto de guardia de nuestra planta 11 de Psiquiatría se asienta sobre dos zonas diferentes de la estructura, que por ello vibran, parece, con frecuencias diferentes. El resultado es que permanentemente por el centro de la habitación corre una grieta que es imposible cerrar y que para personas sensibles, como lo era yo a veces, resultara difícil dormir o descansar por el desasosiego subliminal que ello producía. La cabecera de la cama está situada en una zona y los pies en otra. Amen de este defecto, sonaba continuamente el ascensor y aún peor, un ventilador o ruidoso climatizador automático que se activaba durante toda la noche. Claro que yo aprendí a desconectarlo en el cuadro de mandos eléctricos escondido en un lugar bastante distante... No comuniqué el secreto a nadie.
Por lo demás el Hospital era magnifico para las exigencias del momento. Estaba de moda el Hospital vertical como puede verse en casi todos los de esa época. Se decía que así se favorecía la facilidad de comunicación y de transporte de enfermos y productos. Sustituía este diseño al edificio en alas que se cruzaban en rotondas como en el Provincial antiguo del que aun se conserva una parte en Valladolid ocupado ahora por oficinas de la Diputación Provincial, -. semejante a la estructura de las cárceles - o bien el edificio en pabellones separados como se propugnaba para los Hospitales Psiquiátricos tipo “pueblo” (village).
El tipo de grandes salas y rotondas parece que imitaba al prototipo del Hospital de Leyden en Holanda y que fue visitado por las autoridades del momento para planificar el Provincial citado antiguo. No lejos tenemos un ejemplo diferente de uno y otro modelo. Me refiero a Valdecilla en Santander. El antiguo donde yo trabajé era un prodigio de comodidad y de sensatez respecto a todas las necesidades. Pabellones independientes en edificios tipo montañés con terrazas hacia el puerto y el mar, pero situados en línea y enlazados por grandes tránsitos. Los superiores como galerías de cristales cuajados de flores y rincones con asientos - remedaba a algunos aeropuertos - Bajo superficie corredores para los servicios, pero tan amplios que pueden recorrerse en coche o furgoneta que puede ejercer así en el correspondiente ascensor sus operaciones de carga y descarga. Más adelante cuando Valdecilla se concertó con la Seguridad Social se construyó el edificio monstruo de xxx plantas que se tragó un gran número de aquellos pabellones Montañeses. El pabellón 20 de psiquiatría por cierto, no fue afectado por la piqueta. Así que en Santander puede verse como conviven los dos grandes tipos de construcción de hospitales. Yo me quedo con la antigua; y es inevitable recordar, aunque no tenga que ver, que hace un par de años se desprendió de repente una pared entera del revestimiento de losetas del edificio vertical, que se desplomó sobre oficinas de dirección matando al menos que yo recuerde a una persona e hiriendo a varias más, además de destruir salas de urgencias. Hoy parece que se vuelve a la concepción de edificios de tres plantas y extensión en horizontal, y así se está construyendo el nuevo Hospital también universitario: El Rio Hortega de Valladolid.
El Hospital Clínico sigue teniendo en estas fechas aún otras dos graves e incomprensibles carencias: La primera es que carece de escaleras de incendios o emergencias. Es un asunto temible. Las mangueras y escaleras de los bomberos solo llegan a la planta 8, me parece, y ya sabemos que los hospitales y salas de Psiquiatría son propensos a los incendios, que efectivamente un día, como contaré, aconteció. Esta cuestión sola sería más que suficiente para renegar de los Hospitales en vertical. La segunda carencia es más imperdonable pues repetidas veces hemos expuesto, he expuesto, en escritos a las sucesivas direcciones y es algo tan sencillo y barato cómo la instalación de redes a alturas regulares de los huecos de las escaleras. Da vértigo y es pavoroso para cualquiera, pero más para un psiquiatra, asomarse a los huecos de las escaleras que caen en vertical directamente los 14 pisos Eso no quita que hayamos hecho numeraros escritos sobre prevención del suicidio y que existan gruesos manuales sobre prevención de incendios y de otros estados de emergencia como se escribieron y distribuyeron a raíz de los ataques bioquímicos producidos con esporas del carbunco en Estado Unidos. Por el hueco de las escaleras también se han precipitado dos o tres pacientes de psiquiatría. Han sido muchos más, sin embargo, los suicidios por precipitación desde otras salas y especialidades del Hospital en estos últimos años.

2. El Hospital. Dependencia jurídica y organización.
El Hospital Clínico Universitario se creó bajo la normativa de la autonomía universitaria. Se trataba por lo tanto de un Hospital propiedad de la Universidad y regido por un Patronato cuyo presidente nato era el Rector de la Universidad. Recibiría todo tipo de pacientes y muy especialmente, claro está, los dependientes del Seguro Obligatorio de Enfermedad que ya se había transformado en Seguridad Social o INSALUD, en aquel momento. Ignoro si los abonos habrían de hacerse por cama ocupada o en virtud de conciertos más generales, lo más importante era su dependencia y propiedad exclusivamente universitaria y que estaba pensado especialmente para la docencia clínica y con su dirección y servicio a cargo básicamente de los catedráticos y profesores de la Facultad de Medicina. Se colmaba con ello una larga aspiración de los profesores tantas veces repetida en cuanta ocasión hubo de aperturas o clausuras de curso, y de toda clase de discursos y conmemoraciones. Yo creo que estaba concebido en este aspecto al estilo alemán. Abierto a todo tipo de pacientes que liquidarían las facturas de acuerdo con sus derechos y seguros. Bajo este criterio en casi todas las salas, incluidas las de psiquiatría había habitaciones, o mejor dicho pequeñas unidades con la sigla P delante del nombre y número de cada habitación. Quería decir ”privado” y que estarían reservadas para este tipo de pacientes y los seguros libres, seguramente, que requirieran esta categoría. En todas partes donde subsistía y subsiste esta distinción se entiende siempre que las diferencias atañen solamente al lujo o confort del equipamiento hostelero de las habitaciones, como cama para el acompañante, teléfono o televisión, habitación individual.... siendo la asistencia médica en todo caso idéntica y la mejor posible para todo tipo de pacientes. Y así funcionó el Hospital unos cuantos años. En concreto hasta 1986. El dinero de estos pacientes privados se fue acumulando en esos años, pero jamás llegó, como ya luego contaré, a manos de quienes lo habían generado: los médicos profesores de la Facultad de Medicina.
Por otra parte el Hospital tuvo que contratar médicos y especialistas que no eran profesores ni ayudantes ni tenían vinculación alguna con la Facultad. Ello era debido a que el procedimiento de acceso al funcionariado docente universitario seguía el sistema general universitario de convocatoria nacional, oposición en Madrid etc. y carecía por ello de agilidad para conseguir el gran número de especialistas necesarios para hacer funcionar el hospital. (Recuérdese porqué el Hospital de Conjo se convirtió en una Fundación Publica de la Diputación). Así que se mantuvo un doble procedimiento de adscripción del personal al Hospital. Contratación directa y funcionariado universitario. Muchas personas naturalmente y desde el principio gozaban de ambos tipos de adscripción. Así por ejemplo nuestro jefe era catedrático de la Universidad y Jefe de Departamento del Hospital y yo mismo entré como Jefe de Sección del Hospital y profesor adjunto interino de la Universidad. Los contratos con el Hospital eran de tipo estatutario; es decir, de fondo laboral pero con estatuto jurídico especial, tipo de las Instituciones sanitarias y con carácter desde luego de fijo para los contratos de la “primera generación” en el Hospital. La mayor parte de los compañeros que entraron conmigo en el servicio de psiquiatría entraron por el sistema de contrato estatuario y solo más tarde y poco a poco fueron accediendo por contratos interinos o por oposición al puesto universitario.

3. La unidad de agudos o estancias breves
Como suele ser habitual asignaron a psiquiatría la planta más alta; la 11 y justamente debajo de la capilla que se situaba en la planta 12. En reflexión simbólica parece acertado. Estábamos en la parte más alta; es decir, en la cabeza y próximos o identificados con el “espíritu” que se albergaba en la 12. Los inconvenientes, sin embargo, estaban condicionados por los riesgos de suicidios, por la dificultad de acceso y sobre todo por la imposibilidad de que la unidad de ingresos pudiera disponer de un patio o jardín o cualquiera otra salida al aire libre. Así que hubo que instalar topes limitantes de la apertura para todas las ventanas. Hubo que reforzar los cristales con láminas de plástico especiales que los convertían en irrompibles. Mas ello producía dificultad de renovación del aire, inmenso calor en el verano, propiciado por el edificio de hierro y ladrillo, y que los cristales fueran ligeramente mates al principio y con el tiempo se rayasen y desluciesen aumentando su matidez y mostrando manchas, opacidades y graffitis.
En el conjunto del Servicio existían despachos suficientes para el jefe, las consultas, sala de reunión, pequeña aula de 30 asientos, hemeroteca, varios aseos... En fin en este aspecto todo bien, pero la unidad de ingresos, cuyo numero de camas aumentó incesantemente desde 18 a 26, mostraba muchas carencias ya al principio que luego más bien aumentaron que disminuyeron, curiosamente, o no curiosamente, como resultado de las llamadas optimizaciones con criterios económico-empresariales.
En la unidad hubo que empezar por desmontar un curioso artilugio que yo no había visto en ninguna parte ni como construcción real ni como diseño en libro o foto. Imaginaros una especie de pilón cuadrado como de dos por dos metros de lado por uno de alto, con robustas paredes alicatadas en blanco y situado todo ello en el medio de la sala de estar. ¡Era un vomitadero!! Nuestro antecesor el Prof. Benito Arranz. que participó en la planificación del edificio y en concreto de las salas de psiquiatría, pensó que ingresarían muchos alcohólicos y que habría que someterlos a la terapia aversiva consistente en hacerlos tomar un poco de vino y vomitarlo luego - gracias a la inyección concomitante de apomorfina.- El tratamiento es en sí, fue ortodoxo aunque yo nunca lo he aplicado, y es también correcta su aplicación en grupo para que la aversión sea más contundente, pero a todos nos pareció inadecuado y hubo que desmontarlo.
No había lugar para una sala de terapia ocupacional. Había un despacho médico solamente en el interior de la sala y otro disponible situado totalmente aparte en otra ala del edificio (que tiene una planta en forma de cruz aproximadamente) y en la que me instalé yo. Pasaba consulta así en el comedor de los pacientes convertido en despacho médico durante el día, sobre todo las mañanas. Por ultimo tenía una salita de visita o espera que daba por una parte al exterior de la unidad y por otra a la sala. Mas tarde tuve que ocupar esta habitación como despacho mío, lo que era también muy funcional, por sus dos puertas y tuve así que desalojar aquel otro independiente. También nos chocaron unas recias y feas puertas de hierro en la entrada principal de la unidad, que sin embargo no desmontamos y que a la larga se mostró como útil o aun necesarias, pero la verdad es que ni siquiera en Conjo tuvimos puertas blindadas y tampoco las necesitábamos. Pude aprende más tarde que la psiquiatría de agudos puede ser más peligrosa que la de graves crónicos que son menos peligrosos precisamente por estar más enfermos, mientras que los agudos son más peligrosos precisamente por estar más próximos a los peligrosísimos “sanos y normales”.
Habilitamos como imprescindible una habitación de aislamiento en la cual después de diversos ensayos y opciones construimos como más pragmático – sin que tomáramos modelo de alguna parte – un feo pero útil “catafalco” de mampostería, situado en el centro de la habitación con anillos para enganche de las correas de contención y encima del cual se colocaba el colchón del paciente. El aspecto era horrible, pero se reveló el conjunto como sumamente útil y seguro; amen de la limitación de apertura de todas las ventanas y el refuerzo de los cristales con unas láminas de plástico que los hacían irrompibles. Gracias a eso creo que nuestra unidad en todo el país puede vanagloriarse e la tasa más baja de suicidios consumados dentro de la propia unidad. Solo recuerdo tres en esos 27 años.
Tenía la unidad además en la parte trasera una puerta de emergencia que daba a una escalera independiente pero que durante años estuvo bloqueada por trastos viejos y luego por un minidespacho en el que sin embargo trabajé largo tiempo recordando aquí al silencioso, pero eficaz MIR Dr. Avelino de Dios que empezó a acompañarme en aquel cubículo siendo alumno interno. Y ello es debido a que en los primeros tiempos el despacho principal de la sala lo adjudiqué al Dr. J.J. Madrigal, que no tenía otro, por lo que era justo y obligado adjudicarle ese, ya que yo tenía, como he dicho, el exterior a la sala.
Las 11 camas iniciales se ampliaron a 18 en Enero de 1980 y a 21 en Octubre del mismo año. Después de sucesivas reformas, curiosamente, se aumentó el numero de camas: a 24, en 1988, me parece, y a 26 definitivamente en el año 2000 momento en el que se instaló aire acondicionado y se acondicionaron dos despachos médicos independientes en el mismo interior de la unidad, gracias a ampliar el comedor utilizando un cuartito de antiguo almacén, y disminuyendo el tamaño de la habitación de aislamiento.

4. Equipos y personas. Los médicos de plantilla o staff.
Prácticamente desde el primer día quedó claro que yo habría de ser jefe de sección a cargo de la unidad de hospitalización. Ello debido, seguramente, a mi mayor experiencia, y también edad, pues solamente el jefe de servicio Prof. José Luis Rubio y el catedrático Jefe de Departamento tenían edad parecida a la mía. El resto eran notoriamente más jóvenes. Provenían la mayoría del equipo de Benito Arranz y trabajaron en la clínica-consulta del viejo Hospital Provincial y temporalmente por los sucesos referidos en el Psiquiátrico Dr. Villacián. No citaré sus nombres por discreción por si ellos no estuvieran de acuerdo ya que han sido los compañeros en estos 27 largos años de mi trabajo en Valladolid. Solo diré que éramos, me parece, catorce. En el apéndice 1 presento una foto histórica de todos nosotros tomada en las circunstancias que más tarde referiré. Las reformas arquitectónicas, la contratación del personal de enfermería y la puesta en marcha del conjunto del hospital retrasaron bastante la apertura de la planta que por fin se inauguró provisionalmente el 29 de Octubre de 1979 con 11 camas, como ya he dicho. Hasta entonces, desde mi incorporación, estuve trabajando en la interconsulta a la par que otros médicos, lo que tuvo como ventaja conocer el hospital y compañeros de otras especialidades ya que la interconsulta obligaba a deambular- y subir y bajar – continuamente.
Al principio a Hospitalización se destinaron tres médicos cuyos nombres sí escribiré: Dr. J.J. Madrigal, Dr. D. Antonio Soto y yo. Poco después el Dr. Soto se encargó de la consulta interplanta donde continua en esforzada labor y quedamos solos en Hospitalización todos estos 27 años Madrigal y yo como únicos médicos de plantilla, si bien ayudados siempre por dos o cuatro MIR, según épocas y circunstancias.
El Jefe de Departamento intentó y en parte consiguió, la creación de consultas o secciones superespecializadas de lo cual son testigos todavía los rótulos persistentes de los distintos despachos. Secciones de demencias y gerontopsiquiatría, de electrofisiología y epilepsias, de psicosomática, de psicología clínica y psicometría, Infanto-juvenil y psiquiatría social. No se quiso contar con psicólogos de posición difícil en aquel entonces. Las asistentes sociales dependían y dependieron hasta la fecha directamente de la dirección aunque Dña. Mª Angeles. F. de eficacísimo trabajo y magnífica colaboración, estuvo siempre con nosotros asistiendo a todas las reuniones y trabajos en vinculación funcional pero, a pesar de las reiteradas solicitudes de las mismas interesadas nunca pudieron adscribirse directamente a psiquiatría como debería haber sido obvio. Este camino de las superespecializaciones lo había marcado especialmente la gran escuela de Pediatría del Prof. Ernesto Sánchez Villares ( fallecido), de feliz memoria y que tampoco pudo consolidar su sueño de crear un Hospital Materno Infantil de referencia para toda la Comunidad Autónoma de Castilla y León y que se abortó inexplicablemente ( para mí) cuando ya estaba en pié el edificio y dotado o implementado, como se dice ahora, con casi todos los equipos materiales. Mas de todo ello en Psiquiatría solo prosperó la sección de infanto-juvenil aceptada por la Comisión Nacional de la Especialidad como área de atención preferente y con dotación prevista, pero aun no materializada, pese reiterados anuncios de su apertura en estos últimos años, para una unidad de ingresos propia. Cuando el Hospital fue absorbido por el INSALUD, todo ello se desmoronó y a todos, como a los superespecialistas del Prof. Sanchez Villares en Cardiología Infantil, neurología infantil, inmunologia... les correspondió un paciente cada diez minutos. Una cierta superespecialización volvió a darse en Psiquiatría con la creación del Hospital de Día después. Mas estoy adelantando acontecimientos.
Todo este entusiasmo inicial se plasmó en una reunión tipo “ejercicios espirituales” que mantuvimos en el Parador Nacional de Tordesillas en Setiembre de 1979, cuando se tomó la foto que comenté. Efectivamente bajo la financiación de un laboratorio, no he sabido nunca cual, todos los médicos de plantilla más el Dr. Moreno Chaparro y su esposa Mara que aun siendo psiquiatra militar colaboraba estrechamente con nosotros, mejor dicho con el jefe de departamento, estuvimos alojados un fin de semana en el Parador, recientemente inaugurado, para discutir y planificar las actividades del año siguiente. Parece que todos acudimos con gusto y que quedamos satisfechos. Bien podemos llamar por ello a esta primera época, como época de la luna de miel; al menos así la denomino yo en mi fuero interno. El procedimiento es muy válido y lo puso de moda en la política Fraga Iribarne como presidente de Galicia que todos los años reunía a sus consejeros en un monasterio y a puerta cerrada con fines parecidos.
Por lo demás nuestra reunión quedó inmortalizada por esa foto que hice yo a todo el grupo – por lo que yo no aparezco en ella – y que reproduzco en el citado apéndice 1 de este capitulo. Por cierto que esta foto ha sido publicada en un número de “Clínica” (la sencilla revista del Hospital) en la que se solicitaba que alguien identificase la foto y a sus representados en ella. Yo contesté de buen grado – dado mi interés por los “recuerdos”- Fue el Dr. Garcia Tejeiro tan interesado en las letras y director de dicha publicación quien encontró, Dios sabe donde, la foto, y la publicó de esta manera. Hizo lo mismo con otras fotos antiguas referentes al hospital.

5. El personal de enfermería en los primeros años..
Sin que yo lo hubiera promovido, ni casi sin que lo hubiera sabido de antemano, tres personas de Conjo se trasladaron en el mismo momento que yo desde Conjo a Valladolid. Carlos Alvarez y Gelly su esposa, por una parte, que eran A.T.S. y supervisores generales en Conjo y por ello tan hartos como yo de las luchas y dificultades que allí padecimos. Con ellos, pues era intima amiga de esta pareja, se trasladó a Valladolid Carmen Alonso, también supervisora a quien ya he citado y que entretanto había adquirido el titulo de A.T.S. Todos ellos personas inestimables para mi en el momento de la puesta en marcha de la unidad de agudos que ya sabia desde el primer momento que por decisión del jefe de departamento habría de dirigir yo. Así Carlos fue nombrado supervisor de la unidad de agudos y Carmen también destinada a nuestra unidad, mientras que la esposa de Carlos fue a otro destino. Andando el tiempo el destino de estos amigos fue vario dentro del hospital y en su vida privada. Carlos en Abril de 1980 fue nombrado supervisor general o director de toda la enfermería del Hospital. Durante un tiempo no tuvimos supervisor y tuvimos que solicitar repetidas veces de la dirección del Hospital el nombramiento de una nueva persona que lo sustituyera. Carlos y Gelly marcharon después de nuevo a su lugar de origen en Asturias donde trabajaron en su Hospital general. Carmen también marchó de la unidad; padeció después enfermedad larga de la que pudo recuperarse y marchó a vivir jubilada, me parece, a la costa norte Gallega, donde supongo que seguirá viviendo pues después de un tiempo de contacto dejé de saber de ella. Era una de las personas más eficaces en su profesión y más buena de carácter y compañerismo que he conocido. Fue también un ejemplo el cómo sobrellevó su penosa enfermedad que pudo superar.
El resto de los A.T.S. y auxiliares de la planta (así se llamaba la unidad y sus aledaños en la nomenclatura del Clínico) no tenia experiencia psiquiátrica. Eran en general jóvenes que entraron masivamente en aquellos años de puesta en marcha del hospital. Un grupo de ellos que se mantuvo fiel a la unidad y a la psiquiatría en todos estos años formaron el grupo sólido e imprescindible: Rafa, José Luis, Begoña, Inés, Rosa, (dos Rosas, más bien) Hortensia, Charo...Otros muchos vinieron y marcharon, entre otras, varias supervisoras. No pudo conseguirse la especialización de los A.T.S. en enfermería psiquiátrica y que ello fuera condición para trabajar en la planta, por lo que con frecuencia coincidían en alguna turno personas sin experiencia, a veces chicas jóvenes que siempre nos producían temor ante los robustos y con frecuencia peligrosos pacientes de una unidad de este tipo. Comprendíamos de todas formas que la superespecialización si se extendía a todo el Hospital haría dificilísima la movilidad por las diferentes salas, y sobre todo las suplencias etc. del personal de enfermería. Nosotros siempre nos preguntábamos y preguntábamos a la dirección del Hospital si también una ayudante de quirófano o anestesia podía ser trasladada o suplida por cualquiera y sin más. Las tres personas venidas de Conjo, en todo caso, como alguno de los citados reconocía más tarde, enseñaron mucho respecto el funcionamiento de una unidad de agudos de psiquiatría y que tanto puede diferir del resto de las especialidades médicas.

6. Los médicos internos residentes. Al abrir la unidad en 1978, no estaba puesto aun en marcha de forma completa el sistema M.I.R Así los primeros residentes, solamente una promoción, me parece, procedían de la antigua cátedra y fueron seleccionados por el propio Hospital. Además de los Residentes propiamente dichos, el jefe de Departamento estableció en seguida una Escuela Profesional de Psiquiatría, sistema de acceso a la especialidad que todavía era legalmente posible y así contamos con cuatro alumnos, me parece, por ese sistema, que participaban de todas las actividades, excluidas las correspondientes a guardias y responsabilidades asistenciales respecto al Hospital. Ignoro que sucedería en otras especialidades; en nuestro caso la escuela, mejor dicho los alumnos, duraron poco pues casi todos abandonaron o bien se incorporaron al nuevo sistema al obtener las correspondientes plazas en las convocatorias, ya nacionales. Otro grupo reducido de personas adquirió el titulo por su experiencia avalada por el departamento lo cual fue valido durante un tiempo de transición para la puesta en marcha del sistema M.I.R. Recuerdo entre otros al Dr. Manolo Serrano, Victor del Olmo, Varona y J. De Santiago. La nueva legislación controlada por las Comisiones Nacionales de Docencia de cada especialidad permitía además el acceso a la especialidad a través de ayudantias de las cátedras de psiquiatría - y de las otras especialidades - y que debían cumplimentar determinadas condiciones de experiencia y rotaciones en analogía a los demás M.I.R. El jefe de departamento creyó oportuno implementar también este procedimiento por dejar abierta otra línea a la formación de especialistas. Por esta vía por lo demás, accedió a la especialidad mi hija, que a la sazón estaba trabajando en el Instituto de Neuropatología de Homburg (Alemania) disfrutando de una beca de un año de la Universidad de Valladolid.
La Comisión Nacional concedió al Hospital Clínico 4 MIR por año. Cifra que se ha mantenido todos estos años, y que ha supuesto la formación de un amplio plantel de especialistas que hoy ocupan puestos importantes por toda España. Ya hablaré de ellos más tarde.
A mí siempre me interesó y me gustó mucho la atención y enseñanza a los especialistas en ciernes y les dediqué toda la atención e interés que pude. No era lo habitual entre los demás compañeros del departamento. Algunos decían que daban más trabajo que ayudas. Otros al revés descargaban demasiado trabajo asistencial en ellos, que por unos motivos y otros con frecuencia quedaban solos ante los pacientes. El tutor inmediato – con quien realizaban la rotación en ese momento – debía ayudarlos también en la preparación de sesiones, realización de algún trabajo y publicación etc. En todo caso para estos primeros años, a falta todavía de directrices claras de la Comisión Nacional entre todos elaboramos un extensísimo programa de formación bajo la utopía de que podríamos desarrollarlo desde el staff. Una de las grandes dificultades para ello es que en cada momento se encontraban en el departamento MIR de cuatro niveles diferentes, correspondientes a los cuatro años que duraba la Residencia, por lo que simultáneamente habríamos de impartir clases de los cuatro niveles, que en realidad redujimos en el programa a tres. El programa contenía unos dos folios de lecturas recomendadas. Así que el programa sirvió acaso para que cada residente tuviera una especie de índice de un curso completo de psiquiatría, que desde luego se encontraba de forma sencilla en cualquier texto bueno y de consulta. Impartíamos, por ello, solo algunos temas. En fin comenzaba a vislumbrarse uno de los principales defectos de la dirección: El preferir la cantidad a la calidad. Mi lema sin embargo siempre fue: “Non multa sed multum.” (Quien pueda entender que entienda)
Como no estaba conforme con este programa ni otras exigencias virtuales (por irrealizables) me pareció oportuno, que de forma personal e inoficial y para aquellos a quienes pudiera interesar, redactar yo un extenso escrito con lecturas recomendadas para el especialista en formación durante los cuatro años de duración de la misma pero que podía seguir sirviendo de guía para el resto de su vida. El escrito estaba dividido en diversas partes y temas, que abarcaban desde una formación antropológica, filosófica y científica general a literatura, psicoanálisis y psicopatología. Escogí, claro está, mi propia experiencia y mis propias lecturas. Cada obra contaba, amen de la referencia bibliográfica, de un comentario personal sobre contenido y valoración. Sé que el escrito fue muy apreciado por los mejores MIR, que sobre todo en los primeros años creían todavía en una psiquiatría humanística y culta, que luego fue cada vez debilitándose más. Varié y adapté el contenido del escrito de vez en cuando y todavía estaba y está en vigor. Presento este escrito en el apéndice 2 del presente capitulo.
Consideré importante el lugar donde el MIR hacia su primera rotación. Con frecuencia marcaba ya su estilo para siempre. Tengo la petulancia de creer aún, que a quienes rotaron conmigo en su primer periodo se les nota un estilo, por supuesto muy mío y que puede describirse como de entrevista en principio libre y luego muy directiva, por aconsejar claramente normas y actitudes; por recibir a la familia primero a solas y después siempre con el paciente, y en fin, por trabajar bastante rápidamente y a la vez con la seguridad que ya me daba mi larga experiencia. Aguantaba mal al MIR lento y disperso que seguía un estilo pasivo, las más de las veces por pereza e ignorancia y que me recordaba al psicoanalista o al antipsiquiatra, figuras que ninguna de las cuales gozaba de mi predilección.
Naturalmente que se notaban enormes diferencias entre unas y otras personas, como en la vida. El trabajador responsable, el vago disimulado, el interesado en todo y el interesado en nada, el correcto, y el majadero más o menos disperso que siempre encontraba a quien imitar. Solo dos casos recuerdo de clara ineptitud y solo uno de autentica caradura e impostura. El sistema administrativo era y sigue siendo, laxo en ausencia de controles precisos. Otros me proporcionaron disgustos varios en lo personal o en su comportamiento en cuestiones de publicaciones. Las evaluaciones, dígase lo que se diga, siempre se hicieron de forma complaciente. De forma que salieron y siguen saliendo especialistas muy distintos, como en la propia vida, en todos estos años. Recuerdo con cariño a muchos, sobre todo de los primeros años, en los que nuestro esfuerzo y por lo tanto la formación fue muy buena y que con el tiempo llegaron a especialistas de máximo nivel y hasta conocidos internacionalmente. Otros se colocaron en puestos muy importantes en diáspora por toda España, en general todos acabaron bien situados después de los comprensibles avatares y cambios. Citaré algunos nombres que guardo en la memoria y en el aprecio y afecto: Teodora Sanchez, Jesús de la Gandara, A. Moriñigo, Chus Alonso, Salvador Porras, Fernando Uribe, Manolo Cuesta, Perez Cruceiro, Justo Diez, Avelino de Dios, Luis Ortega, Carmen Perez, A, Herrero, Manolo Franco, A. Redondo, R. de Miguel, Vicente del Pozo, A. Galindo, Martín Vargas, Ángel Royuela, Maria Teresa Cañas, Susana.... Carlos Fernández, Pilar Molina, Fidel….. La lista podría extenderse más y más. De la ultima hornada que rotó conmigo recuerdo a Rocio, Carolina, Dolores Ortega y Pilar, y la residente que rotó en mis últimos días en el hospital conmigo: la silenciosa e inescrutable C. Marqués.

A los diez años de implantación del sistema se celebró una reunión de antiguos MIR en el Casino de Buecillo, y a la cual pertenecen las fotografías que presento en el apéndice 3 y 4. No se han vuelto a celebrar, desgraciadamente, más reuniones de este tipo. Tampoco que yo sepa existe un registro común de nombres o direcciones, ni asociación alguna promovida por los propios ex MIR que desde luego solo conocen a quienes compartieron algún año con ellos. Una lástima que responde a ese cierto desprecio del español por la historia, y más su propia historia. Yo recuerdo aquí a los ex colegiales de Santa Cruz que muy bien podrían haber formado no solo agrupación si no incluso grupo de presión para ayudarnos a andar por la vida desde la base de compartir conocimientos y valores…
Pese a muchas carencias y al deterioro en los últimos años, debo decir que la formación que recibieron nuestros MIR fue en general muy buena y que los mejores con su esfuerzo se alzaron en primer nivel de competencia con el resto de los formados en ambientes universitarios. La aceptación de MIR en centros psiquiátricos de escaso nivel o residuales de la Antipsiquiatría o centrados en hospitales psiquiátricos muestran unas claras distancias y diferencias respecto a los nuestros, claro que a lo mejor caigo en un cierto espejismo narcisistico y son ellos mismos y la vida y la historia quienes otorgarán la palabra definitiva.
En todo caso y de acuerdo con nuestros medios y estilos, los MIR se quejaron siempre de la falta de formación en psicoterapias, y en los primeros años de la escasa formación en tratamientos de rehabilitación y centros de larga estancia, léase para crónicos. Ello fue difícil durante muchos años por el mal entendimiento de nuestro jefe con el Hospital Dr. Villacian, léase los directivos del mismo, y que militaban en otras ideas, en otras asociaciones. Posteriormente las leyes de incompatibilidades, obligó a nuestro jefe de departamento a cesar como director del Psiquiátrico Dr. Villacián. Luego se establecieron rotaciones de varios meses en el estupendo Hospital de San Luis de Palencia. Por ultimo la posibilidad de destinar cuatro meses a una rotación libremente elegida por el MIR en cualquier lugar permitió una cierta superespecialización final dirigida al futuro desarrollo profesional y a los puestos de trabajo esperables. Así alguno se dirigió a la drogadicción, otros a la psiquiatría infantil. Yo siempre abogué porque fueran al extranjero lo cual pocas veces se practicó. Recuerdo aquí a quienes pude enviar yo personalmente mediante becas FIS y otras como Justo Diez ( Chicago) A. Moriñigo y Martín Vargas( Alemania) y por su cuenta y meritos Cristina Domínguez, entre algunos pocos, pocas, más.
Otro fenómeno curioso respecto los MIR al que asistimos a lo largo de los años fue la paulatina predominancia del sexo femenino. Varios años, sobre todo al final de los 90 y comienzos del nuevo milenio, entraron solo mujeres y hubo algún momento en que de los 16 MIR solo había uno o dos varones.

7. Área de cobertura de la Unidad de Agudos en los primeros tiempos.
Es fundamental explicar en primer lugar el origen de los pacientes y la situación del Hospital en el organigrama que se iba organizando de la Sanidad en Castilla León. El hecho de que el Hospital perteneciera a la Universidad y que salvo en Salamanca, en Palencia y en alguno otro lugar no existieran unidades de agudos propiamente dichas en los Hospitales Generales como preveía la ley general de Sanidad vigente en el momento, determinaba que de hecho nuestra unidad del Hospital funcionara como una unidad de referencia para la mayor área de la Autonomía de Castilla León ( salvo Salamanca que derivaba también de Zamora; Segovia que derivaba a Madrid y Soria que derivaba a Zaragoza) Así recibíamos los casos más complicados de las diversas zonas. Recuerdo aquí especialmente los complicados enfermos de la zona de El Bierzo que sin embargo yo entendía bien por estar su mentalidad y costumbres tan próximos a los de Galicia. En principio yo entendía que esta era la misión de un Hospital Universitario, pero por otra parte recordaba la organización de Häfner en Mannheim y la de Müller en Zurich que preconizaron que los hospitales universitarios tuvieran a su cargo – en exclusiva – o “además de” un sector asistencial. Ello era comprensible; es decir, obligado si precisamente el Hospital iba a centrar su actividad e investigación en la psiquiatría asistencial comunitaria tal como se entendía en aquellos años, per en mi opinión inadecuado en otro caso.
Mas la situación inicial de nuestra unidad no respondía a una planificación especifica de Unidad de referencia en la Comunidad de Castilla León si no que recibía todos esos enfermos de toda la comunidad simplemente porque no había otras unidades en los otros hospitales “provinciales o comarcales” que además apenas existían y se fueron creando en años posteriores. Así pues, yo defendía un funcionamiento de la Unidad como de Referencia para la Comunidad Autonómica.. Ahora bien; la verdad es que ni los directores o jefes inmediatos, ni los directores del centro o centros ni los gestores del entonces Insalud me pareció que tuvieran idea clara alguna de todo esto ni de la planificación asistencial etc. para la que yo estaba tan sensible y por supuesto tan informado tanto a nivel teórico como práctico. Mas nadie me pidió opinión alguna y yo pronto comencé a adoptar la máxima de otro compañero bien querido, “no me pagan para pensar”, que eso lo hagan los gestores y planificadores que cobran por ello. Así que forzosamente olvidé; es un decir, la cuestión.
La situación se mantuvo en esta forma más o menos hasta que varios sucesos convergentes clarificaron y a la vez consolidaron una situación nueva:

1. El traspaso administrativo del Hospital Universitario a la Seguridad Social en 1986, entonces todavía estatal que se denominaba INSALUD. Hecho trascendente del que escribiré después refiriéndolo aquí solamente a efectos del origen de los pacientes y competencia asistencial del Hospital.
2. La creación paulatina de nuevos unidades de psiquiatría en hospitales comarcales o provinciales (Palencia, León, Ponferrada, Zamora…)
3. Como hecho derivado de los dos anteriores y posteriormente en 1989, la organización en Valladolid de dos sectores asistenciales que se adscribieron uno al Hospital Río Hortega o sector oeste y el nuestro o sector este. Simultáneamente el Hospital Río Hortega fue declarado también universitario y por los procedimientos que más tarde describiré accedieron a él varios profesores numerarios, pero nunca profesores de psiquiatría, salvo un periodo inicial en el cual trabajó en el Río Hortega el Prof. Benito Arranz como profesor titular ( antes profesor adjunto), hasta su jubilación por enfermedad.
La unidad de agudos del otro sector (o áreas en el lenguaje administrativo) quedó ubicada, arquitectónicamente y muy bien acondicionada en el antiguo Hospital Psiquiátrico Dr. Villacián, donde también se creó una unidad de rehabilitación accesible en teoría a los dos sectores.
En este momento de la creación de estos dos sectores bajo la estricta instrucción de que cada uno atendiera a su población sectorial me pareció necesario hacer una advertencia a los dirigentes en forma de un escrito que envié al Jefe del Departamento y a los directores del Hospital. Véase este informe en el apéndice nr. 5 de este capitulo. En este escrito de unos dos folios advertía que la creación de los dos sectores en Valladolid era prematura, que se realizaba por motivos más bien políticos y quizás por presión de los médicos del otro área englobada en un concierto de administraciones ( Diputación y Insalud) denominado “Consorcio” que a toda costa (comprensiblemente ) deseaban acceder a tratamientos ambulatorios y unidades de agudos, para salir, por decir así, del “Manicomio” realizando su reforma asistencial y sanatorial. Sin embargo la división originaba, advertía, una situación desigual en la que ambos sectores nacían gravemente cojos. El nuestro por carecer de infraestructuras de rehabilitación y el otro por carecer de una unidad de agudos en Hospital General como manda la ley General de Sanidad, ya que en el edificio del viejo Hospital Río Hortega no había lugar para ello. Nadie me contestó ni verbalmente ni por escrito a este informe mío. He de decir que con el paso de los años variaron bastante mis opiniones a este respecto; en concreto respecto la ubicación de las unidades de agudos de psiquiatría en los Hospitales Generales.

8. Funcionamiento interno de la unidad de agudos. Intenté seguir las pautas adecuadas dentro de las directrices de la psiquiatría comunitaria. Así pues para empezar renuncié a reuniones de grupo de todos los pacientes como habíamos hecho en todas las unidades en Conjo. Las cortas estancias medias esperables, el tipo de pacientes no institucionalizados, el tipo de síntomas – agudos – y también la previsible falta de tiempo de todos, lo hacia inadecuado en pro de otras actividades y trabajos.
En cambio de forma férrea mantuve desde el primer día una reunión de trabajo entre todos los componentes de equipo de la unidad del tipo: Revisión de ingresos, notificación de novedades, planificación de actividades del día y sobre todo revisión sobre los papeles ( “Kurvenvisite”) de todos los pacientes a los que cada uno aportaría el comentario pertinente. Esta reunión se mantuvo durante todos los años de trabajo a primera hora de la mañana: entre 8 y cuarto y ocho y media y fue siempre la primera actividad de todo el Departamento lo que obligaba a una estricta puntualidad y cumplimiento de horario de todos los “colaboradores” de la unidad. Con gran frecuencia cuando salíamos de la reunión y nos dirigíamos a otra reunión de trabajo ( al principio) o tomar un café – habitual - en la cafetería del Hospital en la planta de Semisótano, nos encontrábamos con los demás, médicos sobre todo, que entonces entraban. Yo siempre me acordaba de las reuniones relámpago de Erbslöh. Algunos tardaron o no entendieron nunca el contenido tono y finalidad de esta importante reunión, eje del trabajo ordenado y lo más cómodo posible de la planta. Aparte sus razones teóricas cumplía la función de conocernos bien todos, lo cual era muy importante para mí, que puedo tardar años en conocer el nombre de las personas que me rodean debido a mi fácil ensimismamiento. Es también fundamental que la reunión no sea larga y aburra con lo que se convertiría en un trámite insostenible. Lo más importante es que dentro de su estructura formal se mantuviera un tono informal en el que cupiera una sonrisa o un chiste y en el que sin menoscabo ni deontológico ni científico pudieran describirse y comunicarse conductas de los pacientes en lenguaje normal evitando precisamente su traducción a síntomas psicopatológicos lo que es función del médico.
A esta organización ayudaron de forma esencial las tres personas de enfermería que vinieron conmigo desde Conjo y que fueron destinadas a la unidad. Carlos como supervisor y Gelly y Carmen como A.T.S. Los tres, creo que puedo afirmar y ellos estarán conformes, que enseñaron en el trabajo cotidiano la forma de llevar una unidad y unos enfermos de estas características respecto a lo que los demás A.T.S. no tenían casi ninguna experiencia exceptuando alguno, alguna, que había trabajado en el Hospital Psiquiátrico como auxiliar. Ellos trajeron algunas características del trabajo en Conjo, esencial para una psiquiatría moderna, como por ejemplo el comentario o critica sincera o aun dura, el trato personal correcto pero afectivo informal conservando el usted donde y cuando fuera preciso…. Mas no todos lo entendieron bien por lo que se produjo algún conato de manipulación y cambio del estilo de la reunión por parte de otros médicos (acudían los de guardia y ocasionalmente el mismo Jefe del Departamento) y que abocaron a la nada mientras se me decía que por mi culpa dejaban de asistir. Naturalmente que por mi culpa. La unidad la dirigía yo y la reunión también y en manera alguna permitiría que se convirtiera como tantas otras actividades en un foro de exhibición y de maltrato psíquico de los subordinados bajo un supuesto cientifismo que ahí estaba fuera de lugar.
Juanjo Madrigal siempre fue compañero exacto y asiduo en estas reuniones y todo lo demás y podemos ambos jurar con satisfacción que en 27 años de trabajo ininterrumpido juntos jamás tuvimos un conflicto en la unidad ni un problema (nunca de convivencia) que no solucionáramos nosotros mismos. Así que más valía que nadie interfiriera como así a la larga sucedió.

9. La Terapia Ocupacional.
Es una actividad esencial en una unidad de agudos. Todos los años solicité una terapista ocupacional para la unidad, Nunca la conseguimos. Se contrató una solamente para el Hospital de Día en años muy posteriores y ni la terapista vino a nuestra planta ni nuestros pacientes fueron aceptados en la Terapia Ocupacional del Hospital de Día a pesar de mis reiteradas peticiones.
En todo caso al principio contamos con el entusiasmo inicial de todos y de nuevo con la inestimable enseñanza y esfuerzo, lo vuelvo a repetir, de las tres personas de Conjo que lograron contagiar a todas las demás. Así que la administración nos proporcionó enseguida una gran mesa de dibujo; juegos, pintura, papel etc. abundantes. Teníamos prácticamente dos salas de estar; pues hacia las funciones de tal también el comedor, así que pudimos dedicar una especialmente a actividades ocupacionales que llevaban y dirigían las propias A.T.S. de la planta y todo iba bien. Auxiliares y A.T.S. permanecían la mayor parte o todo su tiempo al lado de los pacientes en habitaciones o salas de estar y ayudaban en los escasos juegos ocupacionales de que disponíamos, o ayudaban a completar las escalas y cuestionarios o leían con ellos el periódico o veían la televisión. Todo ello se derrumbó más adelante al compás, entre otros motivos del cumplimento estricto de las normas laborales etc. de unos y de otros…….
Conseguimos en estos primeros años algo que fue muy importante: que parte de nuestros pacientes – adecuados desde el punto de vista de su conducta y necesidades terapéuticas – pudiera ir por la tarde a las dependencias y gimnasios de los departamentos de fisioterapia del Hospital que estaban situados en la planta Semisótano. Allí hacían ejercicio físico, o utilizaban la piscina o simplemente se movían un poco descargando también la aglomeración de la unidad que precisamente en las horas de visita por las tardes se tornaba molesta, por no decir inadecuada o aún difícil o peligrosa. En la reunión de la mañana decidíamos qué pacientes podrían bajar y ello se anotaba en la misma historia del paciente y en el libro diario de la unidad. Los pacientes bajaban con gran interés y entusiasmo y los auxiliares o ATS que los acompañaban también. Este mero hecho ilustraba la ilusión y entrega del personal por una parte y la flexibilidad de funcionamiento del centro por otra. Pues de suyo no estaba previsto en los estatutos del personal su trabajo fuera de la sala, ni dejaba de ser peligroso ( física y jurídicamente) el movimiento de enfermos fuera de su sala, ni dejaba de ser graciable el permiso que para ello nos concedió el jefe de Servicio de Rehabilitación en aquel momento el Dr. Arturo Molina a quien puedo agradecer en este momento y en este escrito, su apoyo. Esta actividad tuvo que suprimirse en 1981, me parece, cuando los enfermos del aceite de Colza comenzaron a ser tratados por las tardes en consultas y en los citados servicios de rehabilitación. Mas ya para entonces había declinado poderosamente aquel espíritu de entusiasmo y flexibilidad y cada uno se dedicó meramente a cumplir su reglamento. El personal quedaba en su mesa y centro de enfermería. Aumentó enormemente el trabajo burocrático; además se creó la dirección de enfermería independiente de la médica y seguimos sin terapista ocupacional. Un alivio lo produjo durante unos años, tras los primeros años de la transición política la ayuda de cumplidores de servicios sociales sustitutivos de los objetores de conciencia al servicio militar. Pasó por la sala gente muy maja que acompañaba y hacía compañía, ayudas y pequeños recados a los pacientes, si bien prácticamente todos los pacientes recibían abundantes y muchas veces excesivas visitas de sus familias. En este punto yo recordaba la patética soledad de los pacientes alemanes….
Otro aspecto de esta flexibilidad o movilidad del personal de enfermería, que se fue agotando con los años y cambios institucionales y personales, condicionó que enfermería dejara de asistir a las sesiones clínicas o practicas con alumnos con presentación ”in vivo” de pacientes y que se realizaban en el aula de la planta situada a unos 20 metros de la propia unidad. Yo entendía que era obligación del ATS o Auxiliar acompañar al paciente en este menester, al igual que lo acompañaban – aunque esto solía hacerlo el celador – cuando debía acudir a otro servicio para realización de exploraciones, por ejemplo radiografías etc. Uno de mis rasgos personales de conducta consiste en evitar que me digan que no, por lo que no solicito aquello que muy seguramente me van a negar, por ello mismo y tras indicios suficientemente claros dejé de demandar ayuda a enfermería para estas prácticas. Solía ayudar entonces el MIR que rotara conmigo en aquel momento. Yo siempre animaba a que asistieran e incluso participaran presentando sus informes de enfermería sobre el caso. Las sesiones sin embargo se realizaban justamente a la hora de comer los pacientes y en la cual por ello estaba enfermería muy atareada, mas a mi me parecía esto una excusa, pues, pensaba que podrían al menos acudir algunos, algún día. Yo los echaba de menos, aparte del valor de todo ello a efectos de formación continuada que no podía darse en manera alguna en las reuniones de la mañana. Al fin entre unas y otras dificultades a las que se añadió en los últimos años el respeto al paciente y a su intimidad y las infinitas normas sobre ello, amen de las derivadas, como decía, de los estatutos laborales de cada estamento, que se fueron emitiendo desde todas las instancias, fuimos renunciando a estas presentaciones “en vivo” con lo que tanto perdieron de interés, ganando, eso sí en alardes teóricos y doctrinales. Estos en los últimos años y gracias a los avances informáticos se hicieron fáciles de cumplir bajo el sistema de recorta y pega, pero ahora es todavía más fácil con los programas Word, Power Point, videos y demás zarandajas útiles. Me da la impresión que incluso en las mismas clases los nuevos profesores ya no saben hablar libremente si no que leen solo y directamente la pantalla de su ordenador o de su diapositiva informática, claro que otros ya lo hacían con las diapositivas fotográficas que eran además más difíciles de renovar. Yo siempre utilicé el encerado clásico y la conversación o alocución libre.

10. Los pacientes y sus historias clínicas.
El psiquiatra de esta época oscilaba entre otras muchas contradicciones en exigir por una parte un trato administrativo igual y por otra parte un trato diferente al resto de las especialidades; por ejemplo respecto a los formularios de historias clínicas o los formatos de diagnósticos o informes de alta. Bueno. Hemos de decir que en los primeros tiempos y en algunas especialidades y servicios del Hospital durante mucho tiempo, las historias eran lamentables, por la ausencia de datos; los diagnósticos inexistentes, y los informes de alta también inexistentes o claramente insuficientes reducidos a unas recetas o poco más. En verdad he de decir que nuestro jefe de departamento y claro está yo mismo, nos esforzamos desde el primer día en implantar un sistema diagnostico moderno que comenzó con la versión 8 de la Clasificación Internacional de enfermedades o CIE, y el correspondiente DSM, de los especialistas americanos. Hubo que traducirlos, adaptarlos, estudiarlos y exigirlos. Lo mismo podemos decir respecto al informe de alta que puedo jurar que durante muchos años fue en todo Valladolid o en toda la autonomía si se me apura, lugar único donde se exigió y aplicó sin excepción a todos los pacientes. En Alemania el informe se enviaba al médico de referencia o que había solicitado el ingreso del paciente, nosotros en cambio comenzamos a entregarlo en mano al propio paciente o a su familia. Poco a poco a partir sobre todo del paso al Insalud del Hospital se aplicaron normas estrictas sobre ello y obligatorias para todos, amen de crearse en el Hospital comisiones de calidad de historias, deontológico etc. Así que en estos aspectos fuimos pioneros. Sin embargo en este punto quedan muchos detalles sin clarificación jurídica como por ejemplo ¿A quién pertenece la historia clínica? ¿Quién debe custodiarla? ¿A quién se debe o puede entregar? Pero no entraré ahora en estos difíciles problemas.
Una dura exigencia del jefe del Departamento respecto todos los pacientes, pero especialmente respecto hospitalización fue la aplicación de innumerables escalas y cuestionarios. Yo tenia muy poca experiencia de lo que se denominaban Escalas Conductales, que eran esencialmente clínicas y unas auto y otras heteroaplicadas. Mi trabajo exhaustivo y difícil en Conjo me había desvinculado de algunos aspectos del progreso de la psiquiatría internacional así que recibí con entusiasmo las escalas de depresión como el Zung-Conde o el Hamilton y otras muchas como las de antecedentes infantiles, de fobias, de anorexia, de síntomas psicóticos….. Una escala muy útil, sencilla y que aplicamos durante largo tiempo es el B.P.R,S, que me parece se había tomado de la clínica de Psiquiatría de la Universidad de Navarra ( Prof. Cervera) . Esta escala recogía sobre todo conductas observables de los pacientes y por ello, identificables y cuantificables por parte del personal de enfermería y objetivaban así numerosos síntomas. Más tarde el personal de enfermería, o, mejor dicho, una persona concreta, como es natural, elaboró un inventario sencillo aplicable a todos los ingresos y que debería cumplimentar enfermería. Era una copia en pequeño de un inventario psicopatológico médico y a mí no me parecía adecuado para enfermería, pero menos adecuado me pareció censurar esta iniciativa de un A.T.S. y más proviniendo de una persona a quien apreciaba enormemente y a quien, junto con los demás, quizás no atendíamos ni enseñábamos demasiado. Debo decir que por ello mismo este inventario se cumplimentaba siempre con exactitud y acabó siendo interesante también para nosotros. Aparte de ello y para la documentación general de la psicopatología utilizaba el formulario de Lopez Ibor basado en el Sistema alemán A.M.D.P. que a su vez ejemplifica la psicopatología clásica alemana que era la que yo de suyo conocía muy bien. Presumía nuestro jefe de departamento de contar con más de cien escalas diferentes cuya documentación se encontraba en gruesas carpetas en la hemeroteca del Departamento y que estaban a disposición de quien quisiera y debiera utilizarlas. Así que muy bien.
No solo eso; el Jefe de Departamento me envió unos días a Madrid con Lopez Ibor para que en el Hospital Ramón y Cajal conociera el sistema informático de la elaboración y evaluación de la historia y los informes de alta y que no pudo ponerse en práctica en Valladolid hasta finales de los años 90 ¡! debido a que ni disponíamos de ordenador, ni nuestro esforzado pero de difícil trato, secretario, conociera estos sistemas. Se esperaba que mediante el sistema de hipervínculos y hojas marcadas pudieran las historias o al menos los informes de alta, ser fácilmente evaluables a efectos de la realización de trabajos de compilación y estadísticos que eran los que estaban más de moda y que constituyeron la mayoría de los trabajos, publicaciones y tesis de aquellos – o estos- años y de aquellas o esas personas. También me envió unos días a Barcelona para que con el Dr. Massana aprendiera algunas técnicas de terapias conductales que estaban muy de moda para diversos tratamientos. Nunca las aplicamos.
Siguiendo esta intención de elaboración informática de las historias elaboramos entre todos pero siguiendo, claro, las demandas del jefe del departamento, elaboramos, digo, unos protocolos codificados de recogida de síntomas y de los cuales existían unas versiones generales y otras especificas para alcohólicos, anoréxicos y trastornos orgánicos, según creo recordar. Eran unos protocolos inmensos como siempre en esta tendencia, exhaustivos, pero por ello mismo difíciles de rellenar bien, sobre todo teniendo en cuenta que debíamos cumplimentarlos nosotros cada vez más sometidos a presión asistencial y de los otros muchos trabajos y actividades según iré relatando.
Por todo ello ya aquí comenzaron a evidenciarse discrepancias y dificultades. Tuve para mí que decir más de una vez que era más importante el paciente que los papeles. Que los muchos papeles disminuían el interés y contacto con el propio paciente como se evidenciaba por sí mismo, y por ultimo que era más importante la calidad que la cantidad. Sobre todo los inmensos protocolos clínicos comenzaron – comprensiblemente – a cumplimentarse deprisa y rutinariamente por lo que en seguida tuve que exigir para quien trabajase conmigo en investigación, que comprendiera que eran totalmente inutilizables para la realización de trabajos, aunque por supuesto se utilizaron largamente en infinidad de publicaciones que salieron del Departamento esos años y centrados todos en tantos enfermos a tanto de cada cosa; es decir, de cada síntoma.
Otra exigencia de los primeros tiempos fue que las historias estuvieran escritas a máquina. Estupendo, pero nuestros secretarios no daban abasto. Eran solo dos; no había ninguno específico para la unidad, como yo demandé durante años y años; tenían que contestar al teléfono y recibir y encaminar a gentes y visitas. Estaban en el centro de información del Departamento, que era a la vez la Secretaría del jefe; además gestionaban la correspondencia. Poco más tarde se convirtieron en un solo secretario y este adoptó como mecanismo de defensa el silencio y misterio absoluto. Era imposible reñir con él, pero los informes a veces se demoraban. Conservo el máximo respeto y buen recuerdo de esta persona: Sr. Carmona, que tuvo que aguantar mucho en su puesto de trabajo. Como muchas secretarias y secretarios tenía algunos rasgos obsesivos que redundaban en la perfección de su trabajo, pero también en su sufrimiento y a veces en el de los demás. Llegó un momento que salvo el jefe de departamento casi nos daba miedo pedirle algo pues para nuestro trabajo de informes e historias no estaba disponible hasta que había satisfecho las inmensas necesidades burocráticas de nuestro jefe que además aumentaron con los años a la par que disminuían secretarias y secretarios. Pronto se escribieron a máquina solo los informes de alta y ello por exigencias de la dirección del Hospital y así continuamos. Hicimos un inmenso esfuerzo, también el secretario, para que estos informes estuvieran al día y se entregan al paciente en mano en el momento de su alta. Creo que lo conseguimos siempre.

11. El electrochoque o Terapia Electroconvulsivante.
No sé de donde procedería pero el caso es que en la unidad apareció un aparato de TEC antiguo. Un simple artilugio con el transformador, una maneta para seleccionar la tensión, electrodos en manillar de bicicleta y un voltímetro parecido a aquellos que llevaban los aparatos de radio en los años 40 y que se decía que servia para estabilizar la tensión – irregular entonces con frecuencia - de la red. Yo lo llamaba la caja de zapatos por el aspecto que tenía. En todo caso yo, que había dado cientos de electros en casa , con mi padre, en Valdecilla y aún en Alemania, volví a utilizarlo, pero ya bajo anestesia, y relajación monitorizado por un anestesista. Sin embargo los aplicábamos inicialmente en la misma planta y yo seguía contando el tiempo cantando los números 21… 22….. 23…. mientras apretaba al “timbre” del manillar. En esta forma lo aplicamos, todo lo más en cuatro o cinco casos al año, hasta finales de los años 80, creo recordar. La eficacia del TEC en los casos indicados quedó plasmada en algunas grabaciones que hicimos – en video - Fue de las más significativas la grabación de una joven paciente de un pueblo del norte de la Tierra de Campos afecta de una grave catatonía – como de libro - y que mejoró y se curó espectacularmente con pocas sesiones. Enseñábamos este video siempre a nuestros alumnos.
En los últimos años 90 la técnica se depuró enormemente. En primer lugar por el aparato. Sofisticados modelos que calculaban todos los parámetros, escogían la potencia y tiempo mínimos necesarios, grababan todo el proceso y desde luego no era necesario apretar el botón para determinar el tiempo si no que una vez iniciado el proceso todo sucedía automáticamente. El aparato costó un millón de pesetas. En Burgos y en Barcelona obtuvieron el Dr. Madrigal y muchos de nuestros MIR el aprendizaje y acreditación correspondientes, y ellos lo aplicaban siempre ya en quirófano. Fue ya esencial la firma del consentimiento informado tras un extenso protocolo con las indicaciones y contraindicaciones en cuya redacción participe solo marginalmente. Yo no llegué a familiarizarme totalmente con el nuevo procedimiento y quedó como experto en ello en nuestra unidad el Dr. Madrigal, que ¡ precisamente ideológicamente en otros aspectos tan próximo estaba a aquellos ignorantes de Conjo, que me destruyeron el aparato y tan lejano de ellos en talante y trato.!!

12. Actividades cotidianas del Departamento.
Bien puede decirse que en esta primera época las actividades del departamento fueron frenéticas y que todos trabajamos intensa y entusiásticamente. Era, pues, para mí claramente un nuevo comienzo. Y por ello un rejuvenecimiento. Aquí voy a reseñar una tras otra las distintas actividades cotidianas distribuidas según los días de loa semana.
Lunes: A las nueve, después de la reunión de hospitalización, que se mantuvo siempre a las 8, 30, nos reuníamos todos los médicos de plantilla en la hemeroteca con el jefe de departamento con finalidad de intercambio de información y comunicación de imprevistos o dificultades. Esta reunión más bien resultaba penosa. El núcleo principal lo constituían la lectura de informes, órdenes, o normativas referentes a los más diversos temas. Todos estábamos deseando que terminara para ir a tomar café, cada uno con sus más afines que variaron mucho a lo largo de los años. Dijo alguno que las reuniones no servían para nada. En los últimos años esta reunión quedó institucionalizada y obligatoria al menos una vez al mes como reunión de equipo y constituida según normas generales de la dirección del Hospital por lo que estaban representados en ella todos los estamentos. Debía realizarse el primer lunes de cada mes y se llevaba un acta de sus acuerdos, o de sus comentarios….

Martes. Sesión formativa para todos los médicos y que impartíamos los de plantilla por turnos. El contenido más importante fue durante un largo tiempo la exposición, comentario y aprendizaje de los nuevos sistemas diagnósticos C.I.E y D.S.M que ninguno conocíamos y que nuestro servicio implantó obligatoriamente antes que cualquier otro del hospital. No es oportuno comentar aquí este sistema ya obligatorio y universal y las consecuencias que ha acarreado en toda la psiquiatría especialmente en sus fundamentos conceptuales y doctrinales. Desde luego acabó con el maremagnum aleatorio de descripciones y supuestos diagnósticos que adornaban hasta la fecha los informes, y menos las historias, de la psiquiatría de la época. En todo caso nuestro jefe insistía en que junto al diagnostico D.S.M., que nunca supe si le gustaba o no, cada uno podía escribir todos los diagnósticos que quisiera bajo los sistemas que quisiera. Naturalmente poco a poco y por pereza innata, que aquí cumplía una de las inexorables leyes de la Naturaleza (que es la del mínimo esfuerzo o menor acción de Fermat) todos esos diagnósticos se fueron olvidando. Fueron importantes para mí los capítulos correspondientes a la psiquiatría infantil que nunca había estudiado ni practicado.
Me parece que fue este día de la semana donde, una vez repasado todo el Sistema Diagnostico, comenzamos a presentar lo que se llamó para siempre y quedó en el recuerdo como. “Los Grandes Relatos”. Se trataba de largos cursos completos de Psicopatología o de Terapéutica o de Depresiones… en el que interveníamos todos según un programa previo y formal que se imprimía, repartía y al que se invitaba a otros departamentos y psiquiatras de la ciudad. Hacíamos un gran esfuerzo por prepararlos bien y debo decir que todas las intervenciones alcanzaron gran altura. En lo que a mí respecta recuerdo mis intervenciones en temas como “ Los síndromes de transición de Wieck”, o las “Psicosis atípicas” y especialmente en la Psicopatología de la Consciencia a partir de cuyos guiones escribí y publiqué después mi libro “Consciencia, Conscienciación y Psicopatología”. Estaba muy contento pues por primera vez podría exponer estudios e ideas de mi época alemana y opiniones y conceptos personales sobre la psiquiatría y psicopatología ante un público, mis compañeros del Hospital, interesados.
Tengo delante de mi dos programas de estos grandes relatos. El curso I de Psicopatología General consta de 56 lecciones nada menos y se impartió en 1979/80. En el mismo año se impartió el I Curso de Terapéuticas Psiquiátricas con 60 lecciones lo que quiere decir que se impartieron simultáneamente en dos días distintos de cada semana. Un tremendo esfuerzo que no volvimos a repetir.

Miércoles. Sesión clínica que en este caso se celebraba a última hora de la mañana (13, 30 ) para facilitar la asistencia a otros médicos de otros servicios a quienes se invitaba especialmente, sobre todo si habían intervenido en el estudio del paciente que se presentaba. Recuerdo muy bien que para mí estas fueron las sesiones más gratificantes, por lo menos al principio, ya que en contraste con aquél páramo científico que tuve que aguantar en Conjo, disfrutaba con la asistencia e intervenciones de por ejemplo Emeterio Fernandez Marcos, desde la neurología, o el Prof. A. Marañón Cabello, como catedrático de Medicina Interna, o Prof. J. Carreres desde la Anatomía y otros muchos que ya he olvidado. Los casos eran presentados como siempre por el staff por turnos, ayudados por nuestros residentes. Me encantaban estas reuniones multidisciplinarias que me suscitaban otra vez el interés por la medicina a secas y me traían trasuntos de la clínica de Erbslöh. He de decir sin embargo que el aumento de trabajo, de estrés y también las consiguientes rutinas, consiguieron que estas asistencias fueran escaseando hasta desaparecer. En años posteriores, como explicaré, la índole y forma de las sesiones clínicas cambió totalmente.

Jueves. La verdad es que me falla un poco la memoria. Además para esta época de Valladolid no tomé ya tantas notas ni apuntes que pudieran apoyarla a diferencia de mis etapas anteriores sobre todo las etapas de Conjo, en la cual, seguramente para acompañarme y ayudarme en mi soledad y sufrimiento, escribía y aún me dicté largas cintas magnetofónicas refiriendo hechos y circunstancias. Así que solo puedo decir que me parece que los jueves se dedicaban a sesiones bibliografícas para las cuales cada miembro del staff vigilaba y resumía una o varias publicaciones concretas. Dado que solo el Prof. Conde y yo conocíamos el alemán yo me ofrecí a vigilar y comentar el “Nervenarzt” que se recibía en la cátedra pagado por un laboratorio. Se trata de una revista general de neurología y psiquiatría inicialmente (dado de que antiguamente estaban ambas disciplinas unificadas en una sola especialidad) pero sobre todo de psiquiatría. También en estos primeros años los que habían asistido a un congreso o reunión científica tenían que presentar un resumen y comentarios sobre la misma para conocimiento de todos los demás. Una costumbre, desde luego que debería haberse mantenido. Murió prematuramente, como tantas otras actividades bajo la decadencia general del servicio que fue quedando aplastado por la presión asistencial, y también, seguramente por nuestro mismo paulatino envejecimiento en persecución de la situación de personal quemado tan frecuente y estudiado en la sanidad y en la docencia.

Viernes. El viernes quedó reservado al principio para temas muy especializados para los que se invitaban a personas de otros departamentos o especialidades. Se dirigía especialmente – o solo – al staff y por ello muchas veces se impartían en la hemeroteca y no en el aula, lo que hacia el contacto con el profesor de turno, más estrecho y el diálogo más fácil. Esta reunión no siempre fue constante siendo regular en algunas temporadas e inexistente en otras. En todo caso recuerdo aquí, siguiendo en este caso rigurosos apuntes, series de lecciones del actual catedrático de Madrid Prof. Tomás Palomo que acababa de regresar del Reino Unido donde investigó sobre los neurotransmisores y que nos puso al día sobre estos temas de neurobioquímica. Al Prof. Carreres Quevedo, ya citado, catedrático de Anatomía y a quien yo conocía bien y desde tiempos muy antiguos pues lo había visitado en Marburg cuando yo vivía en Giessen
( ciudades muy cercanas ) donde él hizo estudios y estancias como D. Pedro Gomez Bosque y Pablo Santamaría, por aquellas épocas. ) Carreres era un profundo conocedor de la neuroanatomia y neurofisiología en relación también con funciones psíquicas y por él y por estas lecciones comencé a interesarme por el tema “mente-cerebro” y las bases neurológicas de la consciencia. Unos temas que estuvieron muy de moda en los años 80 y 90 a partir sobre todo del libro de Eccles y Popper ( The Brain and its self) y de haber publicado sobre ello también J. Crick uno de los descubridores, con Watson, de la doble hélice, que es seguramente el descubrimiento mas trascendente de la biología después o al lado de el de la evolución biológica propuesto por C. Darwin. Recuerdo en concreto el impacto que me produjo el conocimiento de la organización vertical de la corteza cerebral en aquellas columnas de Szengotai, y la descripción de sus circuitos complejos que cada vez se parecían más a circuitos electrónicos. (Creo que he escrito correctamente ese nombre) Mi enorme interés por este tema viene, por si no lo he escrito antes en el curso de estos recuerdos, porque mi primera publicación en la revista clínica de “Medicamenta” se ocupaba precisamente de redes y circuitos cerebrales, que yo había ya estudiado en textos y estudios de “Cibernética” durante mis estudios de licenciatura y apoyado por D. Pedro G. Bosque y D. Alejandro Diez Blanco en su Academia de Psicología. Recuerdo en concreto un libro de Pierre Latil que entre otras cosas describía las “robotortugas” del electroencefalografista Grey Walter; un libro francés que yo había comprado entre otros también de neurología tras la maldada venta de los cuatro preciosos y magníficos tomos del Tratado de Anatomía de Testut que había heredado de mi padre. Así estaba familiarizado también con los circuitos neurológicos que describía Lorente de No. En esta publicación me atreví nada menos que a proponer un posible circuito neuronal como base del establecimiento de los reflejos y aprendizajes condicionados…. Así que otra vez me veía centrado en temas científicos y de conocimiento que tanto tiempo el intenso trabajo y las veleidades y aislamiento de Conjo me habían vedado.
En este mismo día, los viernes, o bajo esta misma temática recuerdo también mi puesta al día por el Prof. Macias y su ayudante entonces el Dr. Serrano, en los temas del sueño, y las epilepsias. El Dr. Macias entonces era el electrofisiólogo y electroencefalografista del departamento y por extensión de todo el hospital, pues no había otro. Recuerdo que se dotó muy bien esta sección de nuestro servicio y que por entonces se compró un monstruoso (por su tamaño) aparato capaz de realizar un estudio automático de potencias y frecuencias del e.e.g. Tengo también apuntes de estas lecciones. También dedicamos muchas sesiones a presentar y comentar nada menos que el tratado de Filosofía de la Ciencia de Mario Bunge. El tema me encantaba pero creo que superaba la capacidad de todos nosotros y desde luego el interés de la mayoría. A mí me llevó a profundizar e interesarme mucho por el tema, de índole tan filosófica. Me condujo a otros textos y sobre todo a mi contacto con el Prof. Kanitscheider y una estancia de trabajo en su departamento de Fundamentos de la Ciencia de la Facultad de Filosofía de Giessen. También tratamos estos temas en los Seminario de los sábados dirigidos por D. Pedro Gomez bosque. Ya volveré sobre ello.
Otra temporada nos dedicamos a desentrañar la “Psicopatología General” de Jaspers. Un texto básico en psiquiatría desde que se escribió en 1913 hasta bien avanzados los años setenta, pero hoy casi totalmente periclitado, no por él mismo si no por abandono de los temas profundos por parte de la psiquiatría oficial. Yo lo conocía muy bien pues había comprado y estudiado el original alemán en preciosa edición de Springer del año 1962 (cuando estuve en el Max Planck de Munich) así que me correspondió a mi – mayormente – la explicación de este farragoso pero importantísimo texto.
No sé si en este día de la semana o en alguno de los otros referidos, se impartieron también las muy interesantes lecciones para mí, dada mi ignorancia del asunto, del Dr. Franch y el Dr. Esteban Chamorro por entonces colaborador del Prof. Conde, pero que trabajaba en el Hospital Psiquiátrico. Versaban sobre las escalas de evaluación conductal y otras pruebas psicológicas algunas de las cuales se consideraron imprescindibles. Creo que colaboró en ello también la Dra. Belén Doménech que publicaba con nuestro Jefe de Departamento por aquellas fechas.

13. Las fiestas y celebraciones de empresa. Claro está que en España también casi todos los grupos de trabajo se reúnen periódicamente y de manera más bien oficial para celebrar una fiesta o encuentro que tiene por objeto mejorar las relaciones laborales. El Jefe de Departamento promovió estas reuniones anuales que creo recordar solo se realizaron en esta forma oficial los pocos primeros años. Acudía absolutamente todo el mundo del departamento excepto quienes estaban de guardia. Así que también todo el personal de enfermería que era muy numeroso. Recordaré tan solo una fiesta, desde luego muy memorable, que consistió nada menos que en el toreo de unas vaquillas seguidas de cena amenizada por un guitarrista y cantante. No recuerdo el nombre del establecimiento que probablemente no existe ya. Estaba situado en las faldas del Cerro de San Cristóbal y sus instalaciones tenían el aspecto de un cortijo, con una pequeña placita para las vaquillas. A mi nunca me han gustado los toros y recuerdo que en el Colegio de San José en las llamadas Fiestas Rectorales también se corrían unas vaquillas en el patio grande del colegio donde se construía una placita con maderos y troncos al estilo de las que se construían en las fiestas de los pueblos entonces. Es increíble la afición que hay en España a los toros. Ahora la ministra de turno intenta una vez más intervenir en la fiesta. No conseguirá nada excepto que la defenestren a ella.
En esta fiesta del departamento se hicieron carteles de la corrida. Se pusieron nombres y apodos a los que se comprometieron a torear y todo el mundo estaba animado y al menos aparentemente divertido. Recuerdo la actuación entusiasta del Dr. A. Soto a quien la vaquilla le revolcó varias veces; a los gritos pero también participación de una secretaria muy atractiva que entonces teníamos, creo que se llamaba Conchita. Me parece que hasta el jefe dio algunos pases. En consecuencia a la mañana siguiente todos aparecimos doloridos y cansados. Y yo mismo también pues en más de una ocasión parecía que la vaquilla se escapaba del ruedo con lo que quienes estábamos en las elementales gradas tuvimos también que correr. En la cena tuvimos que cantar y fingir alegría, y desde luego el responsable del evento cayó en los mismos defectos que referí para las horribles fiestas de empresa alemanas; así que por todo ello y demás circunstancias propias del desarrollo interno del departamento estas fiestas masivas desaparecieron en pocos años. En su alternativa se prodigaron siempre fiestas parciales del personal de enfermería, promovidas sobre todo por los de Hospitalización y a la que podía sumarse quien lo deseara, siendo frecuente la asistencia de algunos y ausencia siempre de otros. Quienes más festejaban eran los jóvenes MIR, pero entre ellos. También durante unos años los médicos nos reunimos por nuestra cuenta, bien en restaurantes o bien en las propias casas. Por la mía pasaron en estos años iniciales todos los médicos del departamento incluidos una buena parte de los MIR, algunos de los cuales fueron incluso asiduos de nuestra casa y con quienes conservamos aun y siempre una gran amistad. Recuerdo aquí especialmente a José Luis Rubio, Ángel Moriñigo, Ildefonso Mateo, Chus Alonso, Salvador Porras o en años posteriores Manolo Franco.
En los últimos años, sin embargo, el departamento se desmoronó completamente a efectos de grupo de amistad y cada uno funcionó por su cuenta según afinidades. Así sucedía en los demás departamentos y grupos del Hospital y Facultad por lo que creo que puede afirmarse que las celebraciones oficiales y obligadas “de empresa” se fueron sustituyendo últimamente, como decía por celebraciones exclusivamente de los afines y amigos. En nuestro departamento e incluyo ahora al de la Facultad, le correspondió al director del Departamento Prof. Riera convocar estas reuniones y comidas en los restaurantes que durante un tiempo fueron agradables y frecuentes hasta que también la propia dinámica de grupos y las listas mutuas de agravios y agradecimientos configuraron otras estructuras. Recuerdo y agradezco bien la comida por mi nombramiento de profesor titular a la que acudieron todos los médicos. Y también la que me ofrecieron al jubilarme, junto con el regalo de un magnifico reloj, en Noviembre de 2005, pero esta comida la organizó sobre todo enfermería de Hospitalización y ya solo entre los médicos acudieron sobre todo MIR y por supuesto mi compañero de fatigas el Dr. Juanjo Madrigal en ausencia del Jefe de Departamento.
Yo creía con todo esto que las fiestas de empresa oficiales habrían fenecido, al menos en España, pero con asombro leo en El Norte de Castilla, que es nuestro periódico habitual, que todo lo contrarió están en pleno auge. Son organizadas a veces por psicólogos de empresa además de las correspondientes empresas turísticas y en ellas se realizan toda clase de jueguecitos, desde aventuras de supervivencia, competiciones, y dicen, que sirven para mejorar la colaboración y cohesión de los equipos de trabajo. En fin: Todo al estilo americano. Yo afortunadamente ya no he tenido que participar en ellas y tan solo en el plano teórico he explicado actividades de este tipo dentro de modernas y extravagantes formas de psicoterapia. Recuerdo sin embargo lo que contó un médico de la clínica de Giessen que ya en aquellos años había asistido a una especie de brainstorming en Lindau a las orillas del Bodensee y que volvió completamente asombrado. Algunos de estos juegos consistían e dejarse caer a ciegas y de espaldas sobre los brazos de los compañeros, o palparse en la oscuridad, o vestidos fantasmalmente con sábanas reconocerse a la vista de alguna parte del cuerpo. En España esto último ha estado también de moda hace unos años aunque realmente ignoro si se seguirán practicando en algunos círculos sociales.

14. Los Encuentros en Pinea. Quizá corresponda reseñar aquí brevemente que nosotros, es decir, mi esposa y yo, al trasladarnos a vivir a una casa unifamiliar en 1990 organizamos unas reuniones “con tema“ en la amplia bodega. Ofrecíamos una suculenta y refinada cena preparada por mi esposa. Enviábamos una carta con la invitación, el tema y una breve introducción al mismo. Los temas eran bien interesantes:
Psicohistoria; El Orden y el Caos, Creatividad y sus significado en el arte y en la Ciencia; Conocimiento y saber (¿Es posible alcanzar la sabiduría a través del conocimiento?) ¿Qué es Europa?. ¿Adonde va Europa? Y otros.
Asiduos a estas reuniones fueron además de nosotros mismos, con la hija o hijas que estuvieran entonces con nosotros, los Prof. Conde, Riera, Gómez Bosque, Manolo Gadella, José Luis Rubio José A. Macias; Julián Para, Alfonso Velasco: E. Fernández Marcos: algunos MIR como Manolo Franco y otros todos con sus esposas o novias y ocasionalmente otras personas hasta un total de unas 20..
En la carta de invitación encomendaba a cada asistente un aspecto del tema y manteníamos discusiones auténticas y profundas en las que yo al menos disfrutaba muchísimo, pero que suponían un inmensa trabajo de preparación de las viandas que eran abundantisimas y exquisitas. Cuando propuse su simplificación a fin de mantener más reuniones se me contestó: “No creas que vienen por el tema si no por la cena” y quizás era de verdad así.
Estas reuniones eran remedo de las que habíamos vivido en Santiago de Compostela organizadas por una persona excepcional de cuya amistad y hospitalidad disfrutamos ampliamente: Anima Schmitt, hija de Carl Schmitt[1] y casada con el Prof. Otero, catedrático de Filosofía del derecho de la Facultad de Santiago a su vez discípulo del anterior. Aquellas reuniones eran sin embargo más lúdicas que serias a diferencia de las nuestras que eran más serias que lúdicas.

15. Otras actividades docentes del Departamento Universitario.
De forma individual; es decir, algunas personas sí y otras no, con dedicación variable como yo mismo, participábamos en otros varios cursos y docencias que se impartían entonces en la Facultad organizadas casi todas por profesores universitarios. La más oficial, quizás era la Escuela de Trabajo Social en la cual el Prof. Conde tenía el encargo de una asignatura de Psicología-Psicopatología y en la cual todos dimos en alguno momento alguna clase. Dio la casualidad de que yo conocía personalmente bien a la directora aquel entonces de la escuela ( Dra. Natividad. de la Red) por lo que conocía así bien el funcionamiento y expectativas de la misma. Entonces no era infrecuente, como en casos más flagrantes describiré después, que aunque el encargado o titular de tal asignatura fuera fulanito, éste encargara algún día o muchos días la clase a alguien de su confianza. Esto desde luego no entrañaba el cobro de alguna parte de la remuneración que recibía el responsable de dicha asignatura.
Con gusto participábamos además en otros dos cursos importantes que se impartían desde el Hospital: Medicina de Empresa y Foniatría Logopedia. El primero organizado por el Prof. Pelegrin Martinez Baza y el segundo por el Prof. Antonio Alarcos. En estos cobrábamos algo y las clases no eran muy numerosas. Además nos obligaban a reciclarnos continuamente. No se trataba de meras charlitas, si no que todos pretendimos dar lo máximo y mejor al nivel universitario para lo cual todos teníamos que estudiar y preparar asiduamente las lecciones. Tengo nuestro programa de “Neuropsicología del Lenguaje” que así se titulaba nuestra asignatura en Foniatría y Logopedia. Desde la historia de la lingüística hasta todas las afasias, agnosias y apraxias en relación sobre todo con el lenguaje, sin descuidar sus bases estructurales y anatomapatológicas cerebrales. En Medicina de Empresa impartimos “Psicología de la empresa” Un tema que al menos a mi me resultaba bastante ajeno por lo que tuve que estudiar bastante. Utilicé bastante textos alemanes, que podía comprar fácilmente pues todavía tenía dinero en marcos en cuentas alemanas. En Valladolid por lo demás y gracias a la presencia de la Fasa Renault existía gran interés y muy buenos expertos en estos temas. Especialmente recuerdo a la Profra. Florentina Moreno catedrática de Sociología de la Empresa y que explicaba en la Escuela de Empresariales. Estos cursos tenían el carácter de formación complementaria. No estaban regulados por la propia universidad si no solo por la responsabilidad del profesor director de los mismos. Mas adelante se transformaron en autenticas diplomaturas de tres años, bajo normas estrictas y aprobación del rectorado dentro de titulaciones propias de la Universidad. Todo ello fue posible por la nueva ordenación de la L.R.U. y su consiguiente autonomía y flexibilidad del funcionamiento de cada universidad, lo cual se acentuó aun más al transferirse la de Valladolid a la Junta de Castilla y León.

16. Otras actividades docentes en el Departamento Hospitalario.
Todos los años el Hospital organizaba cursos de Medicina de Urgencias dirigidos a los M.I.R. Durante algunos años me tocó explicar aquí “Urgencias Psiquiátricas”, lección que quedó recogida en los “Apuntes” correspondientes que distribuía el Hospital. En años posteriores me sustituyó el Dr. Soto y más adelante fueron los mismos M.I.R, de años superiores – o viejos – los que lo impartieron.
Por último nosotros mismos organizamos cursos de superespecialización de Enfermería Psiquiátrica que perduraron unos pocos años. Desaparecieron al crearse una subdirección hospitalaria de Enfermería, al mejorar el funcionamiento de la Escuela de Enfermería y concurrir algunos otros factores más. Puedo precisar que con el tiempo nuestros Drs. A. Soto Loza y J. Franch Valverde accedieron tras las correspondientes oposiciones, a profesor titular y catedrático de la Escuela Universitaria de Enfermería respectivamente. Más tarde desde la propia Escuela se organizó la superespecialización en enfermería psiquiátrica sin que se demandase al resto de los médicos, incluido yo mismo la menor opinión o colaboración.
Esporádicamente a todos nosotros otros servicios y departamentos solicitaban de vez en cuando la participación en algún curso, sesión clínica o lección especial. Recuerdo así la colaboración con el servicio de nefrología y en concreto respecto los tratamientos de diálisis renal que provocaban a veces cuadros de demencias orgánicas más o menos agudos; con cardiología y los problemas psicosomáticos de la hipertensión y los infartos y así sucesivamente. De suyo, se entendía o sobreentendía dentro de esa superespecialización que precisamente un servicio universitario de psiquiatría, tendría que desarrollar prioritariamente esos servicios. Especialmente se debatió la cuestión respecto el Prof. Rubio centrado por conocimientos e interés personal en la medicina psicosomática y en las psicoterapias, lo cual pudo mantener un tiempo así como el Dr. Macias la electroencefalografía o el Dr. Delio Guerro las exploraciones y tratamientos en procesos orgánico cerebrales, dentro de cuya especialización comenzó a utilizar por ejemplo los magnificas, pero trabajosos estudios y pruebas del “Luria”. Un proceso penoso que acabó siendo sustituido por las exploraciones de imagen cerebral que alcanzaron en estos años un prodigioso progreso.
Además el propio departamento en estos primeros años organizó otros amplios cursos monográficos de diversa índole. Incluso antes de incorporarme yo en el curso académico 77/78, según el prospecto que tengo a la vista se impartió un I Curso Intensivo sobre Psicología Básica Práctica para Médicos dirigido especialmente a los mismos médicos del departamento y asistentes voluntarios de los distintos estamentos clínicos. En esta etapa inicial colaboraban activamente otros psiquiatras y psicólogos que no eran miembros del hospital pero que publicaban con frecuencia con el Prof. Conde. Recuerdo así a la Dra. Belén Doménech, y al Dr. Esteban Chamorro.
Nuestro jefe también fundó al poco de llegar a Valladolid la Sociedad Castellana de Psiquiatría que más tarde con la difícil incorporación de Salamanca y más fácilmente León pasó a denominarse Castellano y Leonesa coincidiendo con el territorio autonómico. Bajo sus auspicios se impartieron otros cursos como Perspectivas Actuales sobre las Demencias (1983) en colaboración con el servicio de Neurología (Dr. Emeterio Fdez. Marcos) y otro sobre las Depresiones en la Teoría y en la Práctica coordinada en este caso por el Dr. A. Soto Loza que trabajaba sobre este tema en vistas a su tesis doctoral. Gustaba nuestro Jefe de Departamento de numerar estos cursos correlativamente, con el expreso propósito de irlos repitiendo y mejorando en años sucesivos; así los citados fueron el Primero o I; pero no hubo más. Se realizaban todos bajo colaboración voluntaria. No existían matriculas ni por lo tanto tampoco pagos o emolumentos para los profesores. Todo ello puede aun enmarcarse como dentro del “Antiguo Régimen”. Muy pocos años después esta situación resultaría ya inconcebible. La Universidad fue precisando la organización de estos cursos y títulos propios y diversos organismos como ICIME, la Fundación General de la Universidad o los vicerrectorados de formación, fueron implantando normas y supervisando calidades.
Ya dentro de estas exigencias alcanzaron y alcanzan un gran prestigio los dirigidos (o coordinados, como ahora se dice para no herir las susceptibilidades de los fariseos) por el Prof. J.A. Macias Fernandez, que desde 1997 fue profesor titular. Comenzó a ser necesario ser profesor numerario para coordinar cursos bajo el patrocinio o aval de la Universidad. Estos cursos alcanzan ya hoy en 2006, año en el que escribo, la edición catorce. Han cabido en ellos toda clase de temas psiquiátricos de actualidad, desde las Epilepsias, psiquiatría de la mujer, la enfermedad de Alzheimer, o la Ancianidad. Asisten más de un centenar de personas de diversos estamentos sanitarios, sobre todo medicina y enfermería y intervienen profesores y colaboradores de toda España lo que permite una diversidad y conocimientos de personas, temas y orientaciones de magnífico interés. A los profesores se les paga con la cuantía máxima que permite la Universidad (o un poco más) y a tocateja. Vaya aquí el testimonio de enorme agradecimiento que la Universidad y nuestros Departamentos deben al Prof. Macias por el esfuerzo y éxito en estos cursos que desgraciadamente en este curso de 2006/ 07 en el que escribo no han podido celebrarse por diversas dificultades logísticas.
Yo mismo en 1986 dirigí un curso de doctorado bajo el epígrafe de Psicosíndromes. Su contenido y presupuestos científicos los comentaré en la parte siguiente de estas memorias en las que expondré algunas ideas personales sobre la psicopatología y psiquiatría y los temas y direcciones de mis trabajos y publicaciones con mis colaboradores.
Desde otros departamentos y servicios, pero especialmente desde la comisión de docencia general del Hospital, que velaba por los MIR, se organizaron también sesiones clínicas generales del Hospital en las que se presentaban casos importantes atendidos por diferentes servicios. Esta importantísima actividad didáctica remedaba, me parece a mí, las famosas sesiones necrológicas de la época clásica en Viena donde Skoda presentaba diagnósticos clínicos y Rokitanski los desmentía en las autopsias. Yo asistí a pocas sesiones, y estas se realizaban con irregularidad. Eran obligatorias para los MIR, pero por unas y otras razones, explicables por su gran carga de trabajo, tampoco asistían a ellas con demasiada frecuencia.
La Comisión de docencia organizaba también y organiza, todos los años un curso de urgencias hospitalarias destinadas a los MIR de primer año. Un asunto también importantísimo dado el gran trabajo y dificultad de las urgencias que atendían los MIR en primer lugar. Así me acordaba yo siempre de aquellos terribles tiempos míos en Valdecilla cuando las más de las veces el novato se encontraba desamparado frente a los más graves problemas médicos. Como ya he escrito, una lección del curso, que impartí varios años se dedicaba a las urgencias psiquiátricas. Otros muchos años impartió esta lección el Dr. Soto y últimamente eran los mismos MIR de últimos años los que lo presentaban.
Como puede apreciarse en estos años las actividades del Hospital y de la Universidad estaban profundamente imbricadas. Las sesiones se presentaban en uno u otro lugar, con más frecuencia en el propio aula de nuestra planta 11 del Hospital. Con el tiempo las actividades, los intereses, las personas y los modos se fueron separando. Bajo la administración de la Seguridad Social hubiera sido por ejemplo imposible recibir alguna gratificación por cursos dados en el Hospital, pero a su vez presentábamos infinitos cursos, y sesiones de todo tipo en la Facultad de forma totalmente gratuita. Esta gratuidad se fue perdiendo con lo que podríamos llamar pérdida de la inocencia desde mediados de los años 90 cuando fuimos aprendiendo que por cada dedo que moviéramos teníamos derecho a pago, no mera gratificación o regalito imposible; esta mala costumbre del mero regalito o la mera cena se mantuvo sin embargo en alguna de las actividades en las que participe todos los años y que no descubro cual es. Quizás se mantuvo precisamente por esta gratuidad.

17. Más tareas y trabajos.
De forma natural nosotros los Psiquiatras de plantilla asumimos la cobertura en presencia física de los servicios de guardia tanto respecto la unidad de agudos, como respecto, las urgencias de puerta. Desde el primer día nos acompañaba inicialmente un residente. Cuando cesamos, bastantes años más tarde en ello, quedando el staff solo como guardia localizada, nos sustituyeron en la guardia dos residentes: uno novato y otro viejo, aunque no siempre podía cumplirse tal precepto.
Al principio las guardias eran en general tranquilas y rara vez demandaban nuestra presencia por lo que podíamos trabajar mucho durante el día y dormir por la noche. Téngase en cuenta además que no librábamos al día siguiente hasta que años más tarde varias sentencias judiciales confirmaron este derecho a la libranza – en cuyo momento más o menos dejó de hacer el staff guardias de presencia ante las dificultades de organización que producía. (Últimamente, el año 2006, precisamente después de mi jubilación ha tenido que volver el staff a hacer guardias de presencia por exigencias de la Comisión Nacional respecto la supervisión de los MIR de primer año.) Así durante las guardias de 1982 escribí mayormente, quiero decir, en su mayor parte, dos libros: El primero “Consciencia Conscienciación y Psicopatología” y el segundo una revisión sobre “Los Síndromes Extrapiramidales Yatrógenos” al que me referiré en su momento. Estábamos en los años 1981 y 1982. Lo recuerdo muy bien pues en ese año, el 82, se celebró en España el Campeonato Mundial de Fútbol y quizás por ello las urgencias de psiquiatría fueron más escasas. (Siempre se observó esa misma disminución de las urgencias con ocasión de grandes acontecimientos deportivos o políticos.)
Ni el jefe de Departamento ni el Jefe de Servicio Prof. Rubio realizaban guardias. A mi no me importaba; amen de estar bien pagadas y tener importante necesidad de liquidez de caja en aquellos primeros años de instalación en Valladolid. Había hecho guardias en todas partes, excepto en mis años de Pamplona. No se me caían los anillos. He contabilizado en total once años de hacer guardias de presencia física en los diversos hospitales donde trabajé. Solía siempre dormir bien, cuando no me llamaban, que en Valladolid fueron la inmensa mayoría de las noches. Sean dadas benditas gracias a los esforzados residentes, con quienes, desde luego, había que llevarse bien. Dormía bien también gracias a que aprendí a detener el molesto ventilador de noche, y aprovechaba el mucho tiempo disponible para leer y escribir, como decía.

18. La docencia en la Facultad de Medicina.
El trabajo de un profesor universitario o aspirante a serlo descansaba; es un decir, sobre tres apartados: La asistencia en el Hospital, la Docencia y la Investigación Ya me he referido a muchos aspectos docentes en el propio Hospital, sin embargo la docencia principal, tal como al menos lo veíamos en aquel momento, estaba en la Facultad de Medicina. El catedrático lo era a partir del titulo de su oposición de Psicología Medica y de Psiquiatría. La vieja organización de la Universidad en aquellos años finales de los 70 estaba centrada en asignaturas a cuyo frente había en principio un solo catedrático ayudado por los Profesores Adjuntos. Podían existir también y adscritos a ellos un número indeterminado de Ayudantes, que todavía tenían el título de Ayudantes de Clases Prácticas. A estos, desde la inauguración del Hospital y solo respecto a los profesores de asignaturas clínicas en la Facultad de Medicina se añadían los Médicos Asociados (que oficialmente nunca se llamaron profesores) Los asociados, según la ley eran, o debían ser, médicos especialistas de reconocido prestigio, que eran llamados a colaborar con la universidad. En la práctica y según la ley L.R.U.en años posteriores, tenían que ser médicos con plaza oficial en las Instituciones Sanitarias. Los nombrados según una selección por méritos, que se renovaba cada año, - desde el 2004 cada dos años - recibían un escaso complemento de sueldo. Su función principal era impartir las prácticas, pero según normas podían también dar algunas clases teóricas.
Para los tres profesores iniciales; es decir, Prof. Conde, y Dr. J. L Rubio y yo había mucho trabajo; más bien exceso de trabajo. Psicología Médica se impartía en tercer curso de la licenciatura y Psiquiatría al principio en sexto curso y después en quinto curso. Eran asignaturas que se impartían durante todo el año a días alternos para dos cursos, lo que equivalía a clase diaria, pues a su vez existían dos grupos en cada asignatura. Los programas eran inicialmente los mismos que el catedrático había presentado en su oposición. Durante los primeros años nos repartíamos las lecciones de forma que en los cursos sucesivos y rotatoriamente todos acabaríamos explicando todo el programa. Era una forma de ponernos al día. Mas luego, sin duda nos fue dominando la comodidad o también la especialización y cada uno daba los mismos temas todos los años. Yo me ocupé entonces de las psicosis, las psicoterapias los tratamientos biológicos y de algunos temas de trastornos de ansiedad o de personalidad. También influyó en ello nuestro desánimo al convertir la reforma del currículo nuestra asignatura en cuatrimestral – en el segundo cuatrimestre por lo que tuvimos que suprimir nada menos que toda la psicopatología.
Yo especialmente tenia que ponerme mucho al día después de tantos años en que trabajé lejos de la Universidad. En vistas a las previsibles oposiciones – que me aterraban, en miedo bien fomentado por los profesores que ya estaban dentro del sistema - fui preparando mi propio programa adaptado del oficial y de las normas y contenidos, desde luego, que señalaba el perfil, más bien vago, de la asignatura. En este sistema el catedrático tenía la última palabra en todo, lo que se aceptaba con naturalidad, quizás esperando cada uno llegar a esa situación para disfrutar las mismas prebendas. Las reuniones eran informales y a efectos meramente organizativos.
Estuvo de moda en aquellos años una guía pedagógica o docimologica de la O.M.S, que tradujo, adaptó y promovió el Prof. Carreres (de Anatomía) y que seguía pautas en la línea de la Enseñanza Programada y que promovía exámenes y pruebas mediante preguntas de elección múltiple. Todos, o casi todos, estábamos muy colgados de este sistema, sobre el que se dieron muchas clases y cursos. En nuestras asignaturas se implantó desde el primer año y perduró hasta el año 2004, nada menos. Constaba nuestro examen de 120 preguntas de elección múltiple, al que se añadía una sencilla historia clínica esquematizada. Así el examen duraba cuatro terroríficas horas, pero se decía que servia para preparación del más terrorífico examen MIR que se fue convirtiendo en aspiración, meta e inspiración de toda la preparación y estudios durante la licenciatura. Una perversión del sistema nos parecía a todos pero no menos evitable. La preparación de las preguntas era una tarea aburrida, engorrosa y de alguna manera difícil que debería ocupar todo el año al compás de la impartición de las lecciones, pero que casi todos dejábamos para el final. Las escribíamos a mano en unas fichas, con su respuesta señalada y su fundamento bibliográfico o de clase, que pasaban luego, a un archivo general. Todos los años nuestro jefe tenía que apremiarnos y presionarnos para que tuviéramos preparadas nuestras preguntas en las fechas previstas. Así con frecuencia en casa o en cualquier otro lugar sacábamos las fichas del bolsillo y nos ocupábamos, como quien hace rompecabezas o los actuales apasionantes, parece, sudokos, a escribir preguntas, que luego aparecían por todos los rincones. Colaboraba también la Dra. Ballesteros en Psiquiatría Infanto juvenil; y en seguida el Dr. Macias en temas de Epilepsia, sueño, droga adicción y otros. Yo me especialicé en Psicopatología y las psicosis. En los primeros años nos reuníamos para preparar el examen de forma que todos podíamos criticar y aún bloquear preguntas que nos parecieran especialmente difíciles o inadecuadas, así que se elaboraba un examen consensuado. Luego esta excelente práctica se fue olvidando yo creo que por la incomodidad, por no decir otra cosa, que nos producía reunirnos, cuando ya la Psicología Medica había sido asumida total y solamente por el Prof. J. L. Rubio y Profra. Dña. Maria Nieves López y la Psiquiatría por los Prof. Macías, N. Jimeno, como ayudante y yo, además del propio catedrático.
A mí el sistema nunca me gustó y lo dije abiertamente. Muchas preguntas, me parecían y parecían a cualquier observador imparcial, alambicadas, retóricas y largas, cuando no tenían negaciones dobles y otros imposibles lógicos que respondían los alumnos muchas veces por azar e intuición. Además yo alegaba que la psiquiatría exigía la comprensión de conceptos y por lo tanto su explicación lingüística y no memorística, que es la única manera de demostrar una comprensión de la cuestión. Pero así seguimos tantos años, por lo que no es de extrañar, entre otros motivos, el vaciamiento doctrinal y conceptual que ha sufrido la disciplina y su enseñanza. El sistema, sin embargo, tenía como ventaja su corrección automática mediante fichas perforadas evitando la engorrosa corrección individual. Se defendía el procedimiento por su supuesta imparcialidad. En aquellos momentos teníamos unos ciento cincuenta alumnos que fueron reduciéndose al compás de la implantación del numerus clausus a 120 en medicina.
La Psicología médica fue dirigida cada vez más en exclusiva por el Prof. Rubio ayudado poco a poco por la Dra. Mª Nieves López Fernandez. Estaba orientada en sentido antropológico, con recuerdos filosóficos y en muchos aspectos de orientación psicoanalítica en las sucesivas adaptaciones del Prof. Rubio,
La Psiquiatría en unas cincuenta lecciones comprendía Psicopatología, Patología clínica general y especial, terapéutica de todos los tipos y Psiquiatría legal. Se entendía todavía como legado de lo que podemos llamar antiguo régimen, que cada profesor diera a sus alumnos lo mejor y también lo más moderno de su especialidad, pero así los pobres alumnos sometidos a lo mismo en todas sus asignaturas sufrían un aumento constante de contenidos y de exigencias, que estaban llegando a un punto insostenible hasta que fue remediado por las sucesivas adaptaciones de la docencia sobre todo a partir de la vigencia de la L.R.U.
Yo expliqué siempre con ayuda del encerado tradicional donde iba escribiendo el resumen o guión de lo que iba explicando así como las definiciones, notas o apartados más importantes. Añadía siempre ejemplos clínicos o de otro tipo y me consideraba satisfecho si conseguía arrancar una sonrisa a los alumnos recordando que el chiste y risa es una importantísima forma de refuerzo. Por algo había trabajado yo con el Prof. Corel en la Facultad de Ciencia de la Educación de Giessen y estudiado sus libros. Conminaba a los alumnos a que copiaran exclusivamente aquellos guiones míos del encerado y les decía que este sistema me parecía mejor que la proyección de diapositivas complejas pues en todo caso el profesor no podía escribir en el encerado más deprisa que el alumno. El sistema de diapositivas era cómodo pues no había más que leerlas explicando o ampliando sus contenidos. A veces los alumnos ante este sistema dijeron que no sabían de qué había estado hablando el profesor, ni que lección del programa entendía que había explicado y esto llegaron a decirlo muchas veces los representantes de los alumnos en las mismas comisiones de seguimiento y organización que convocaba la jefatura de estudios. Se decía que algún profesor tomaba de sus archivos un montón de diapositivas o un carrusel de las mismas al azar y explicaba lo que saliera. Se fue perdiendo así la costumbre de preparar bien la lección. Con ello a veces se repetían los temas y faltaban otros de explicar a fin de curso lo que traía la exigencia de los alumnos de que tales temas no entraran en el examen. Mas nuestro catedrático decía siempre que cualquier cosa puede preguntarse y explicarse en cualquier lugar dada la correlación que tienen todos los temas en Psiquiatría. Yo preparaba unos guiones en folios cuadriculados y que tenia a mano y a los que me atenía en el curso de la explicación. Estos guiones que se renovaban y mejoraba cada año los iba almacenando en correspondientes carpetas de cartón de hojas perforadas y constituyen una colección de temas y también pensamientos personales que lego a mi hija Natalia. En fin cada uno mata las moscas como puede y el diablo con el rabo, como decían antiguos proverbios. Yo desde luego hacía mi labor y luego me callaba cuanto podía. El Prof. Rubio en todo caso explicaba en expresión solamente verbal y estilo magistral. La Prfra. Mª N. Lopez con transparencias. Desde mediados de los años 90, al igual que la entretanto Prfra. Natalia Jimeno con diapositivas digitales en Power Point. Me parece que ya a partir del curso 2003/2004 todas las aulas dispusieron de cañón de proyección digital y conexión de ordenador. Las diapositivas se trasladaban en los minúsculos archivadores flash llamados también Pen. Aun no han surgido términos españoles para tanta parafernalia anglicana, quiero decir anglosajona. Una autentica revolución en la técnica didáctica.

19. Las instalaciones físicas en la Facultad de Medicina.
Se adjudicó a Psicología y Psiquiatría casi la cuarta planta entera del Edificio de la Facultad. Se accedía desde el pequeño patio a la sazón utilizado como aparcamiento o bien a través de las dependencias de Anatomía desde la entrada principal del edificio. Con un amplio pasillo y una especie de rotonda que enlazaba dos zonas del propio edifico constaba de dos grandes despachos. Otros tres por lo menos más pequeños pero amplios; unas habitaciones acondicionadas en estilo laboratorio y comunicadas entre sí. Dos aulas de unas treinta plazas con sus correspondientes encerados, librerías y sillas, y una amplia sala de reuniones con una enorme mesa. También allí librerías. Además otro despacho de secretaria adecuadamente situado entre el despacho principal del catedrático y la sala de reuniones. Por todas partes había otras pequeñas dependencias o trasteros con estanterías metálicas, cuartos de la limpieza, y dos grupos de aseos. Se instaló allí sobre todo el catedrático con su secretaria personal Yolanda. Llenó armarios y estanterías con libros enormes, carpetas con separatas, trabajos y documentación de todo tipo. Además llenó también varios archivadores metálicos cargados hasta arriba, pues jamás despreció o tiró un solo papel. También era llamativo la inmensa cantidad de papel de todo tipo en blanco, timbrado casi todo con su nombre propio exclusivamente, así como sobres y material de oficina en ingentes cantidades. Las paredes quedaron profusamente decoradas con sus títulos y diplomas amen de una colección de locos egregios entre los que recuerdo a Julio Cesar, Lord Byron, Dostoyeski y otros. Esta colección fue regalo de un laboratorio. En los despachos de trabajo experimental apareció un electroencefalógrafo en desuso, un laberinto para experimentación psicológica animal y un aparato didáctico de rayos X. Ninguno de estos artilugios funcionó al menos durante mi estancia allí. Se amontonaron allí también maquinas de escribir y luego ordenadores e impresoras de distintas generaciones. Tenia también despacho en esta planta el Dr. Soto, hasta que fue nombrado profesor titular de la Escuela de A.T.S.; El Dr. Macias y yo mismo estábamos instalados con la Dra. N. Jimeno en unos pequeñísimos espacios, que sin embargo apreciábamos mucho, al menos yo, al permitirme de vez en cuando, muy pocas veces al principio, desaparecer del Hospital para trabajar o descansar en un ambiente mucho más tranquilo. La mayor parte de mis papeles y libros, sin embargo, en estos primeros años los guardaba y trabajaba en mi despacho del hospital. Así estuvimos hasta que en el año 2000, me parece, tras las correspondientes obras se adjudicó a cada profesor un magnifico despacho nuevo totalmente dotado en la planta cuarta y a donde nos trasladamos todos abandonando – luego explicaré en qué condiciones – las antiguas instalaciones.
Raras veces nos reuníamos en estas dependencias. Incluso para preparar los exámenes y para reuniones meramente docentes preferíamos la llamada hemeroteca del Hospital que estaba más cerca de nuestro trabajo habitual. Mucho se utilizaron sin embargo para reuniones con becarios, doctorandos, formación y reuniones de las Juntas directivas de las sociedades de Psicogeriatria, Castellano Leonesa de Psiquiatría, el llamado P.T. D. y otras que se fueron formando y fundando y en todo lo cual no participé absolutamente nada, excepto en el cargo de tesorero por un breve tiempo de la Castellano Leonesa de Psiquiatría. Reconozco que para estas actividades burocráticas era yo un negado total tanto por interés, como por capacidad.
En las aulas sí que se impartieron numerosas prácticas de ambas asignaturas, sobre todo de Psicología Medica. El Prof. Rubio puede decirse que jamás trabajó ni acudió a estas dependencias.
En el primer año, me parece, de estancia en Valladolid asistí por última vez, facilitado por el jefe de departamento, a una reunión de las Áreas Piloto de Salud Mental de Europa, que continuaban las que durante todo el tiempo de Conjo tanto nos ayudaron y alentaron. Mas yo estaba ya en otra onda y de momento las actividades del clínico nada tenían que ver con la organización asistencial psiquiátrica, por lo menos en lo que a mí se me refería. Los nombres de Sartorius, Kisker, Häfner y otros resonaban por todas partes y yo era de los pocos que los conocía personalmente desde las reuniones anteriores. Luego los he visto alguna vez más al asistir en años posteriores a algún congreso de Psiquiatría en Alemania lo que hice siempre que podía y en los que disfrutaba tanto por visitar a mi querida Alemania.

20. Otras actividades y trabajos al margen de los puestos oficiales.
En aquellos años de finales de los 70 y 80 todavía nos encargaban a todos infinidad de charlitas de divulgación en temas psicológicos o psiquiátricos en la línea de lo que he referido respecto mi estancia en Pamplona. Así que charlas sobre psicología, drogas, educación sexual y pedagogía en general en colegios, en pueblos, en seminarios, en asociaciones de amas de casa y en centros cívicos de barrios o en Alcohólicos Anónimos o asociaciones de tercera edad como la que entonces promovía el jesuita Padre Verdú. Recuerdo que en esa charla espeté a voz en grito en una enorme sala (La Borja) repleta de provectos la siguiente frase: ¡Vosotros sois los mejores porque habéis sobrevivido! Ya tenía in mente, se conoce, mi doctrina central de la biología que incluía al hombre, ser de la Naturaleza, todavía más que de la cultura. La Teoría de la Evolución y el pensamiento etofilogénico.
Era agradable. Solían estar las salas llenas, el público atento y preguntón, lo que agrada siempre enormemente al disertante y al final te hacían un regalito que según los casos era la Biblia, un engendro de terapia ocupacional o cualquier otra cosa imposible. En ningún caso pago en metálico
Más importantes y gratificantes eran otras lecciones en cursos por ejemplo del Colegio de Médicos. Tuve la satisfacción de hablar una vez sobre Depresiones en el de Segovia donde todavía vivía mi padre. (Falleció en 1987) O en el Instituto Superior de la Familia de los Dominicos, o de forma continuada todos estos años en jornadas de las asociaciones para la lucha contra el alcoholismo y otras “Adiciones sociales” que promovía mi buen amigo el Dr. Blas Bombín.
Por ultimo en los primeros años fui profesor regular de Psicología en el Estudio Agustiniano, que equivalía al Seminario Diocesano y donde me permití hablar en términos puramente científicos del origen de la vida y del hombre, por lo que quizás no me contrataron muchos años. Seguramente y de forma inconsciente me tomaba la revancha respecto a aquellas clases de mi querido profesor Padre Jesús del Portillo en el Colegio de San José y con quien tanto polemicé a propósito de la Evolución Biológica o bien revancha también respecto un erudito teólogo agustiniano antiguo, el Padre Cámara, cuya obra “ Contestación a Draper” que era contestación a un texto científico sobre paleoantropología evolucionista, tenia yo en casa y había estudiado de joven. Perteneció el libro nada menos que a mi bisabuelo, D. Policarpo Mingote, prolífico escritor fundador y primer director del Instituto Zorrilla de Valladolid y catedrático en el mismo de Geografía e Historia. Falleció en 1918.
Y durante cuatro años, creo, fui profesor también de temas psicológico psiquiátricos en la Escuela Superior de la Familia también de los Dominicos en un master promovido por la Universidad Pontificia de Salamanca. En estos últimos años ya toda actuación era pagada religiosamente, amen de la reunión y cena de rigor a fin de curso.

21. El Círculo Hispano Germánico. Claro está que participé y participamos con mi familia en otras muchas actividades más o menos ciudadanas; por ejemplo fui durante unos años secretario del Circulo Hispano Germánico a instancias del Prof. D. Jesús Casas, que era su presidente. Allí se organizaban excursiones, conferencias y exposiciones amen de clases de alemán. Durante varios años participamos, mi esposa y yo, en una tertulia en alemán que dirigía el lector de alemán; un tiempo Günther Gerstenberger. Con él y con su familia hicimos entrañable amistad. Leíamos a Goethe y a Kafka y a partir de estas reuniones surgió una encantadora tertulia con la Profra. Florentina Moreno, Rosa del Val, Antonio Fdz. Amil y otras personas que nos reuníamos después de la clase en tascas y bares todos los lunes por lo que acabamos denominándonos a nosotros mismos los lunáticos. Esta tertulia perduró muchos años; Hasta que en abril de 1990 nos trasladamos a vivir al campo. Recuerdo cómo el fatídico día 23 F. correspondía consulta y clase-tertulia de alemán y allí nos fuimos por las calles vacías hasta aquel caserón hoy demolido situado enfrente de La Antigua y donde se asentaba el “Circulo”.

22. El Colegio Mayor Santa Cruz. Fue muy gratificante para mí poder visitar a mi querido Colegio Mayor Santa Cruz con frecuencia al regresar a Valladolid. Me presenté a su director, a la sazón Prof. Quiñones y seguí en años sucesivos a quienes le sucedieron; Prof. Salvador Ordax ( de arte) y últimamente al Prof. Agudo Bernal. Mi querido Rector, como llamo al Prof. Fernando Tejerina que lo era a la sazón de mi llegada a Valladolid tuvo a bien nombrarme miembro del Patronato del Colegio que tenia como misión intervenir nombrando una terna en la elección de director y también, aunque rara vez lo ejercimos, supervisar la selección de los nuevos colegiales. En todo caso eso condicionaba que me invitaran a todos los actos de Colegio a los que asistía con frecuencia y con enorme gusto. Me encontré con más de un colegial hijo de mis compañeros de mi época, y con algún compañero de entonces en el propio patronato, como D. Alexandre Sintes ( abogado) y Oscar…. que llamábamos el guanche por su origen canario y que era director de un banco local y fallecido muy prematuramente. El clásico comedor, los castaños del romántico jardín, el pequeño patio con su campana y la mesa redonda delante de la chimenea en la sala de estar de abajo, me traían dulces y nostálgicos recuerdos, que ya no pertenecen a mi psiquiatría sino a mi vida más personal de estudiante en los que viví alrededor de ese enclave de la ciudad: Once años en el Colegio de San José y siete en el Colegio de Santa Cruz y la cercana Facultad de Medicina. Formaron también parte del patronato Prof. Juan José Martín González, Francisco Martín Abril ( aunque no recuerdo que acudiera alguna vez, pues era ya muy mayor) y Eloisa de Wattenberg, profesora de arte, persona muy conocida en Valladolid y apreciada por nosotros que fue directora del Museo Nacional de Escultura y sobre todo, respecto a mis recuerdos, esposa de D. Federico Wattenberg, también profesor de arqueología y que vivía en Santa Cruz en aquellos lejanos años de 1953 a 1959 en los que residí allí durante todos mis estudios de Medicina en Valladolid.

23. Los seminarios de D. Pedro Gómez Bosque. Al regresar a Valladolid reanudé inmediatamente mi antigua – o nuestra – pues participaba también mi esposa, amistad y colaboración con D. Pedro. Es curioso que me advirtieran que esta amistad no era conveniente,pero pronto tuve que aprender que lo acertado de tales consejos consistía en hacer justamente lo contrario de lo recomendado, aparte de que mi amistad y admiración hacia D. Pedro estaban por encima de cualquier otra consideración. Seguramente tal consejo provenía de una cierta identificación política de D. Pedro con el socialismo, pero él ya había sido concejal con mi suegro en épocas muy anteriores y además fue nombrado senador por designación real en las primeras etapas de la democracia y ello era solo una anécdota en su vida pues realmente D. Pedro seguramente con Miguel Delibes eran las dos personalidades culturales más importantes de la ciudad o de la autonomía.
El caso es que D. Pedro como siempre dentro de sus múltiples actividades organizó esos primeros años unos seminarios de gran altura que se realizaban en el gran anfiteatro de la Facultad de Medicina (Anfiteatro López Prieto) los sábados por la mañana. Asistían al mismo profesores de diversas especialidades, así como un nutrido grupo de estudiantes destacados. Entre los primeros, recuerdo por la asiduidad de su asistencia al Prof. Riera, catedrático de Historia de la Ciencia, que había llegado a Valladolid por esas fechas, al Prof. De Lorenzo, de la Facultad de Ciencias y el Prof. de guitarra del conservatorio J. Catalá.
Como temas principales que recuerde fueron: La teoría del Conocimiento en Kant en el aniversario de la publicación de la Crítica de la Razón Pura; otro sobre El Lenguaje y otro sobre Teoría de la Ciencia. Todo ello en años sucesivos. Yo mismo presenté varios temas como La Ética en la Investigación Científica; La Psiquiatría como Ciencia; Se abrían debates sumamente animados que continuaban en los pasillos, en los laboratorios de Anatomía o a veces en los bares de los alrededores. Tengo abundantes apuntes de estos debates en los que el inasequible problema del significado, de la denotación lingüística y de los delirios tuvieron lugar principal.
Algunos de estos seminarios adquirieron mayor nivel y fueron adoptadas como propios de la Facultad y su decanato y con invitación y extensión al resto de la Universidad y de la ciudad. Tengo delante de mí un programa de unas “Primeras Jornadas de Antropología Social, que se realizaron entre el 25 de Febrero y el 8 de Marzo de 1985, dirigidas desde luego por D. Pedro pero en las que hablaron entre otros, el Prof. Riera, Martinez Salas (de Matemáticas y antiguo director del Colegio Mayor Santa Cruz en mis años 50) Reverte Coma y Valentín Conde y en la conferencia cierre, nada menos que el Prof. Lain Entralgo. Yo mismo impartí la conferencia: Origen y Evolución de la Mente. Tema que retomé en intervenciones en Folia Humanística y en los primeros capítulos de mi libro “Consciencia, conscienciación y Psicosociopatologia.” Editado por la Universidad en 1985.

24. Los Simposia de “La Ciencia del Hombre” y Folia Humanística.
Aunque no pertenece propiamente a mis actividades como psiquiatra o profesor de psiquiatría me siento obligado, y a la vez me sale del corazón y del alma, referirme a los maravillosos Simposiums, (debe decirse en latín Simposia) y reuniones de la Fundación Letamendi Forns en los que tuve, o mejor dicho tuvimos, pues asistí a casi todos acompañado por mi esposa, el privilegio de participar. Aun con la calidad variable de algunos de los participantes y de sus publicaciones en la inolvidable Folia Humanística, fueron estos Simposia y este grupo de personas las más importantes reuniones intelectual y socialmente en que he participado. No procede reseñar aquí todos los detalles de sus reuniones y actividades. Solamente presentaré un brevísimo resumen.
[2]Ya he citado, creo, al Prof. D. Francisco Arasa en estas memorias, pues él me publicó en su revista Folia Clínica Internacional uno de mis primeros trabajos. El era internista de gran prestigio en Barcelona. Arropado por el Colegio de Médicos y su presidente, en aquellos años su amigo el Prof. de cirugía M. Broggi, se le llamó siempre profesor aunque propiamente no lo era. Sacrificó medios y dineros para promover aquella revista y posteriormente la más importante de Folia Humanística que me publicó tantos de mis trabajos de tipo poético, literario o científico-humanístico. Desde años muy temprano, en su vida, ( años 50) organizó en su propia casa de vacaciones que denominó “Bon Repos” ( Lérida) unas reuniones de alto nivel científico en las que reunía tanto filósofos, físicos, fisiólogos y médicos bajo el denominador común del humanismo y la meta solapada del encuentro del Hombre y la Ciencia con Dios. La mejor forma de entender su personalidad es la lectura, quizás, de mi ultimo articulo necrológico que leí en la ultima reunión póstuma en Barcelona (y publicado en el Tomo XXXIV nr. 354 de la revista de Noviembre- Diciembre de 1999) y que figurará como apéndice numero 6 de este capitulo.
La verdad es que podría además añadir muchos comentarios sobre la personalidad y virtudes y defectos del Prof. Arasa. Fue propuesto una vez para el premio Nóbel de la Paz y por estos motivos apareció bastante un año que no recuerdo, en la Televisión y Periódicos. Tenia una cierta valoración daliniana de su valor y dignidad y así en los últimos años, en los que seguramente ya no hacia caso, o menos caso, a los consejos de su atormentada familia, se hizo imprimir unas tarjetas en las que figuraba “ consejero de jefes de estado y de papas” pues efectivamente había participado, parece, en unas reuniones en el Vaticano. Simultáneamente creo que no se dio cuenta suficientemente del intrínseco y enorme valor de aquel tipo de reuniones de altísimo nivel y multidisciplinarias centradas en la búsqueda del consenso, de la integración y sobre todo de la mutua compresión, como escribía yo en aquella semblanza, entre la Fe y la Ciencia; este era el problema que le atormentaba. Así se denomino el ultimo Simposium, el numero XVI: Sencillamente: Religión y Ciencia, Mas esta cierta rigidez, que atisbará el lector, sobre todo si conoce la psiquiatría, le mantuvo aferrado a algunas creencias seudocientificas, sobre las que nunca se pudo discutir con él. Por ejemplo que el principio de Indeterminación de Heisenberg era el fundamento de la libertad humana, o que afirmara vehementemente (como D. Pedro) la veracidad de el principio antrópico fuerte.[3] (No puedo entrar aquí con más detalle para quien no los conozca, en los contenidos de estos conceptos)
En las primeras reuniones, a las que yo todavía no asistí, participaron personas como Pascual Jordan ( astrofísico); Laborit, (fisiofarmacóloco francés ) Como consejeros de su revista, en un gesto, todo hay que decirlo un tanto grandielocuente – incluía a Jaspers, Heisenberg, L. Pauling, Universidad. de Stanford y uno de los creadores de la biología inmunológica y molecular a J. Roche ( París ) o Wiesser ( Profesor de Filosofía de Mainz), Scciaca, ( conocidísimo teólogo italiano entonces de moda ) y B. Kanitscheider ( profesor de Filosofía de la Ciencia en Giessen y en cuyo departamento tuve la fortuna de asistir y trabajar en una estancia en 1996) Entre los más asiduos y consejeros, como así figuraban de la revista, figuraban también : Llavero, Paessa, Arcidiacono, Lubban Pozza , Stahelin, R. Alvarado, Garcia Valdecasas y P. Gomez Bosque y yo mismo.
La asistencia era sufragada totalmente por la Fundación. Asistentes solo los invitados por la misma; es decir se celebraban a puerta cerrada. ( Lo que redundaba en su calidad) Las reuniones se celebraron en los lugares más lujosos como paradores y hoteles de primera categoría. En los últimos años en el Hotel “Aigua Blava” de Bagur en la Costa Brava. Un hotel de arquitectura y geometría complicada, pero de exquisito trato y gastronomía. Efectivamente por un golpe de la suerte, aunque no conozco los entresijos, Arasa tuvo acceso a la fortuna y Fundación que legó un lejano pariente: El Dr. Letamendi, famosísimo y discutido internista madrileño de finales del XIX ( es preciso leer a Baroja para entenderlo parcialmente) Con ello y sus indiscutibles y fieles amigos y colaboradores, como el citado Broggi, Valderas, ( director de Investigación y Ciencia) Asensi ( Pediatra de Valencia) y el afectuoso y socarrón Bosch, o el educadísimo y admirador fotográfico de las damas asistentes, el Sr. Rodon, asistido siempre del fidelísimo secretario Sr. Peralta llevó adelante los generosísimos simposia y los concursos y premios que también distribuía.
El primer Simposium al que asistimos se celebró en el magnífico Parador de Sigüenza en 1982. Entre otros temas el problema de los ritmos biológicos y su universal presencia en los seres vivos. Entonces ocurrió la anécdota que tantas veces citamos y de la que fue protagonista el Prof. Briand presidente de la Sociedad de Antropología Italiana y que era tan pesimista, que según Bosch, llevaba a la vez cinturón y tirantes y que no se había casado por no ser capaz de decidirse. En el autobús donde viajábamos en visita arqueológico turística penetró una avispa que picó a una de las damas acompañantes. El Prof. Briand alto, de sienes plateadas y elegantísimo, sacó de su bolsillo un enorme, impecable y perfumado pañuelo de seda blanco con el que limpió y alivió la picadura. Todas las damas asistentes quedaron fascinadas. Por contra el Prof. Arcidiacono acompañado de su más bien zafia esposa, en otra reunión, fue abandonado solo en su habitación al sentirse indispuesto. Una indisposición cardiaca que lo llevó a la tumba unos meses después.
A otro Simposium en el Parador Nacional de Toledo asistió Rodríguez Delgado con quien pude hablar directamente recordando en estos casos aquellas inolvidables tertulias en el Colegio Mayor de Santa Cruz donde residí durante mis estudios de medicina en Valladolid y en los que conversábamos con el Prof. Velayos ( una personalidad en el estudio del magnetismo físico en España y cuyo nombre lleva el correspondiente Instituto de Madrid) o Senent, fallecido en los días que escribo estas líneas ( Diciembre de 2006) o Martinez Salas o E. Alarcos, o a. Quiñones, o Arias Bonet.
A los últimos Simposia en Aigua Blava y Barcelona asistió, ya como miembro del grupo, Bosque a quien yo facilité su participación y entrada en el mismo.
Mi agradecimiento al Dr. Arasa y a su revista es infinito pues durante aquellos años publicó todos los artículos que envié con títulos, que cito a modo de ejemplo como: El Valor Social de la Cultura; Racionalismo estético y Orden Social en la Cultura Alemana”; “Razón y Sentimiento ( Un intento de Análisis Psicopatológico y Síntesis Antropológica )” “Origen y Función de la Mente” o “Lou Andreas Salomé”. O “Conocimiento, Sabiduría y Fe. Consideraciones antropológicas sobre la Religión desde la Psicología y la Psiquiatría” o” Hacia un Humanismo según la Naturaleza”.
Como su obra era estrictamente individual a su fallecimiento y a pesar de algún bienintencionado intento, todo se desmoronó y acabó. Ya no hubo más ni reuniones ni revistas. Creo que la Fundación fue acaparada ávidamente por la Generalitat que cambiaria totalmente su estilo y fondo. Aquellas personas eran catalanas y catalanistas y entre ellos hablaban catalán, pero desde su Cataluña promovían el contacto e integración inteligente con el resto de España primero y de Europa después. Vivían aun en el espíritu de la Vieja Europa que con tristeza mía me parece que fenece (o soy, yo, claro, quien fenece) pero en todo caso nunca se preocuparon por Estados Unidos. Nunca conocí personas más cultas, educadas y encantadoras; esa educación señorial catalana que aún seguimos admirando en Castilla cuando la encontramos.


25. La Consulta particular en mi propio domicilio.
Yo nunca había tenido consulta particular; es más, me había pronunciado vehementemente en contra de ella a partir de mis formas de trabajo en Alemania y la defensa de la sanidad pública, la organización sectorial y demás cuestiones. Mas una cosa es la actitud teórica y otras las necesidades prácticas y como ya he escrito uno de mis objetivos al venir a Valladolid, que al fin y al cabo era nuestra ciudad natal ( también la de mi esposa y ancestros míos) donde teníamos familia y amistades, era precisamente la de abrir una consulta privada.
Para ello buscamos una casa grande. A mí me fascinó la librería del despacho de esa casa que alquilamos y que encontramos destartalada e imposible y que entre nosotros calificamos de Villa Monstruos. Pertenecía a unos amigos. La arreglamos y quedó, al menos por fuera; es decir en el aspecto de todas sus superficies, quedó realmente preciosa. Con sus nueve habitaciones era una maravilla. Salvo el frío que pasábamos pues era incapaz de calentarla una calefacción eléctrica de gasto además monstruoso. Para la consulta reservamos el gran despacho y una sala de espera en una zona interior que era en realidad un cuarto de armarios donde como distractor instalamos una preciosa pecera. Todavía algún paciente se acuerda de esta pecera, donde yo a veces también me tumbaba a descansar bajo su run run.

Los primeros tiempos fueron difíciles. Los enfermos no llegaban tan fácilmente, pero me ayudaron. Me ayudaron mucho varios amigos, compañeros que, eso sí me enviaban pacientes difíciles. Tuve luego, por este camino de las amistades enfermos de la Compañía Telefónica, que mantenía un generoso seguro privado de enfermedad para sus empleados. Posteriormente atendí a muchos pacientes del Seguro Escolar Universitario, y también, a través de amistades a un grupo de nadadoras profesionales y de élite a las que enseñaba a concentrarse y relajarse, pero las ayudas más importantes vinieron de mano del Dr. E. Fernandez Marcos y del Prof. Benito Arranz, a quien ya he citado como amigo en Valladolid y a su vez de de su esposa, cuando él ya estaba gravemente enfermo. Me dejó en herencia un buen número de sus pacientes. Me regaló también su esposa un buen número de sus libros sobre todo de temas psicoanalíticos y psicopatológicos. Vaya a aquí me enorme agradecimiento así como a su hijo, también médico.
Al cabo de un año o así, podía decir que la consulta era bastante floreciente. Dos días por semana con unos 6 o 8 pacientes cada día, pero a veces más días por semana. Me ayudaba mi esposa y trabajábamos como decía en el propio domicilio. En estas condiciones resultaba también importante crematísticamente y fue ayuda decisiva para los muchos gastos familiares y de actividades que emprendimos en Valladolid.
Era muy cansado, pero éramos aun jóvenes y en época de merecer en este nuestro nuevo destino en Valladolid. Salía del Hospital a las tres o a veces más tarde. Tenía que echarme la siesta rápidamente, costumbre o necesidad mía inveterada y terminábamos muchos días casi a las diez de la noche. Con frecuencia íbamos a cenar fuera, como forma de descansar pero con frecuencia en un ambiente más bien solitario en el restaurante chino u otro encantador francés que ya no existe y situado en una maravillosa casa de piedra que perdió su sabor al restaurarse. En la luz mortecina y el silencio recogimiento y escasez de clientes de ambos locales y agotados por el trabajo casi nos dormíamos.
Así comencé a ver una patología y un tipo de enfermos completamente distinto. Estaba acostumbrado a los desarrapados y deteriorados de Conjo, aunque había tenido en Santiago algún paciente como privado fuera de lo convencional.... y por compromisos y aquí empecé a ver a ciudadanos corrientes....
Comencé a familiarizarme con los cuadros de ansiedad, las depresiones blandas, los trastornos de conducta, somatizaciones de toda índole e inicio de cuadros orgánicos degenerativos. Pasó mucha gente por casa, incluidas bastantes monjas de diversas comunidades y como en toda consulta tuve que atender e infinidad de pacientes gratuitos. Compromisos, horribles decía yo cuando me lo recomendaban, casi siempre a través de la familia, pues un paciente psiquiátrico perdura toda la vida y más si es gratuito y más todavía si lo tratas bien; por otra parte no suelen ser “agentes de propaganda” pues nadie quiere decir que ha ido al psiquiatra a diferencia de lo que sucede en otras especialidades, así que el esfuerzo es considerable y tantas veces posteriormente cuando me preguntaban si conocía a fulano o a mengano, resulta que lo conocía precisamente de la consulta que era por supuesto como si no lo conociera.
Prodigué un tratamiento muy específico y enormemente útil que era el Entrenamiento Autógeno de Schultz, que había aprendido en Giessen y que practicaba para mí mismo. Traté a muchos enfermos con este método, incluidos el grupo de nadadoras profesionales y como método de concentración de esfuerzo. Estaba contento. Era sin embargo muy molesto para la casa. Llamaban continuamente y todo tenia que estar en punto y ordenado para la consulta. En mi propio despacho no podía organizarme bien para trabajar y en esa casa aun siendo estupenda y grande no encontraba fácilmente un rincón donde estar o descansar completamente a gusto.
Yo desarrollé, me parece, a partir de la consulta privada un estilo propio en el que dominaba la claridad y la rapidez que a veces parecía brusquedad. En todo caso ponía contra las cuerdas a los neuróticos, a los funcionales, y a los parásitos y me horrorizaba ese "cultivo" de la neurosis de la que hacían gala otros profesionales a partir de presupuestos y formas del psicoanálisis y que nunca me gustaron. Por supuesto que emitía informes y diagnósticos claros y precisos con mi opinión, cosa que tampoco se prodiga o se prodigaba en consultas privadas y muy poco a poco en las públicas hasta que obligaron a ello normativas insoslayables de las propias direcciones hospitalarias. Hasta esas fechas los diagnósticos y los informes psiquiátricos habituales en España, he de decir que me parecían más bien fantásticos y dispersos, pues yo estaba acostumbrado al rigor alemán. Descubrí así que este mismo sistema seleccionaba el tipo de pacientes o de familiares de pacientes que iba atendiendo.
Desde luego también veía algún psicótico, que sin embargo eran la mayoría en la unidad del Hospital.
Poco a poco comencé a tener abundantes enfermos de ciudades periféricas; por ejemplo Tudela, Aranda de Duero, Palencia, Burgos o León. Yo nunca cultivé al paciente o abusé del número de consultas, más bien estaba deseando que no volvieran, pues los crónicos me agobiaban mucho, y nunca tuve gran apetencia ni necesidad de excesivo dinero, a pesar de las malas rachas por las que pasamos por ejemplo cuando estuve descontratado de la Universidad, como ya referiré y que acarreó que no pudiera disponer de matricula gratuita para las hijas, que estudiaban las tres en la Universidad, durante un par de años. He de decir que mis padres nos ayudaron todavía en aquellos años generosamente, sobre todo respecto los gastos de sus nietas.
Al trasladarnos a vivir en una urbanización en 1990 trasladé la consulta a un despacho alquilado en la Plaza del Poniente. Era una habitación interior y pequeñísima, y que compartía con el dueño; cirujano amigo que trabajaba en el Hospital Río Hortega. Me ayudó entonces en la consulta una fielísima persona, que ya había trabajado y seguía trabajando en nuestra casa: No deseo citar excesivos nombres aquí. Esta persona con su inteligencia y educación naturales, que suplían su falta de formación escolar, hizo un magnífico papel. Ahora bien: con todo ello aumentaron los gastos de forma tremenda y por diversos motivos fueron disminuyendo los pacientes, todo lo cual me iba produciendo bastante preocupación. Cuando sufrí una baja temporal por enfermedad en Setiembre de 1996 ( prostatectomía) y tuve que cerrar la consulta casi mes y medio mientras que se mantenían los gastos, supe que había llegado el momento de retirarme como autónomo y de solicitar la dedicación exclusiva a la universidad acogiéndome a un interesante sistema:


26. El Instituto de Ciencias Médicas de la Facultad de Medicina.
El ICIME o Instituto de Ciencias Médicas en la Facultad de Medicina me ofrecía la posibilidad de mantener una consulta particular que cobraría según el artículo 11. El citado Instituto fue una felicísima creación del Prof. E. Barbosa a la sazón decano de la Facultad de Medicina. Efectivamente el citado articulo 11 de los Estatutos de la Universidad permitía que los profesores numerarios, aun estando en régimen de dedicación exclusiva, realizaran determinados trabajos, de alguna manera privados, según contratos que administrativamente se realizaban con la Universidad, que los gestionaba mediante la llamada Fundación General de la Universidad, pero que redundaban en los porcentajes citados al profesor que los trabajaba. Nos enteramos entonces que en las Facultades Técnicas y en las Filologías sobre todo, se hacía amplio uso de dicho artículo del estatuto al realizar sus profesores trabajos de investigación o de informes por ejemplo para la gran empresa Fasa Renault o clases de idiomas, traducciones certificadas, etc. Un nuevo equipo rectoral, constató con cierto escándalo que algunos profesores de estas materias obtenían más beneficios por el artículo 11 que por sus sueldos ordinarios a partir de lo cual se limitaron los ingresos por dichos conceptos. Así en unas dependencias de la Facultad se montó una policlínica, bien dotada con Rayos X, secretaria y cinco despachos y cuartitos anejos de exploración así como otro vario material para otras especialidades. La psiquiatría necesitaba solamente – en aquel entonces por lo menos – lápiz y papel. Profesores de Pediatría, Medicina Interna, y Ginecología especialmente se apuntaron al sistema trabajando en ello regularmente y asumiendo su dirección. Establecimos promedios y baremos sobre las facturas y determinadas normas de funcionamiento, informes, tiempos etc. para garantizar una calidad ya que se jugaba el prestigio mismo de la Facultad de Medicina. La misma universidad detraía un 15 por ciento por las buenas; aparte se deducían los gastos porcentualmente respecto las cantidades devengadas por cada uno, a continuación se restaba el tanto por ciento –alto aproximadamente el 33 % para Hacienda y el menguado resto se transfería directamente a la cuenta del interesado. Funcionaba administrativamente muy bien. De esta forma en ningún caso el balance para cada interesado podría ser negativo y aunque los gastos eran muchos y además las cuentas con Hacienda totalmente exactas, a mí me mereció muy bien la pena, más que nada por la enorme comodidad que me proporcionaba. La Secretaria, desde luego se encargaba de citas y demás trabajos burocráticos. Fueron secretarios familiares o personas funcionarias de la propia Universidad.
A partir del comienzo del curso 97/98 ; es decir en Octubre pasé a situación de dedicación plena o exclusiva en la Universidad recibiendo el correspondiente complemento de sueldo y simultáneamente, claro está, suprimí la consulta en mi casa y la trasladé los pacientes al ICIME. Casi todos respondieron bien aunque alguno se perdió.
Trabajé privadamente en el ICIME hasta el final. (Mi jubilación el 30 de Setiembre de 2005)
Pensamos con entusiasmo al principio que se apuntarían al sistema muchos profesores, que nos ayudaríamos entre nosotros y que aquí podríamos desarrollar todos nuestros intereses en total independencia, es decir sin mediatización alguna por parte del Hospital que ya nos estaba pesando e interfiriendo mucho. El Instituto además tenía capacidad para programar cursos, conferencias, o programas de Investigación. En las primeras épocas y bajo la dirección del entusiasta Prof. J. Ardura de pediatría y quien en gran parte se debió la apertura y puesta en marcha del Instituto, organizamos unas mesas redondas de distintas especialidades bajo el título general de “Vivir con” y dirigidas especialmente a las familias y pacientes de las respectivas enfermedades. El Prof. Macias organizó la correspondiente a la epilepsia y yo a las esquizofrenias. Hubo bastantes más pero al cabo desparecieron y no volvieron a repetirse en años sucesivos. Muchos profesores se apuntaron al principio, seguramente por esa actitud comprensible de “querer estar en todas partes, por si acaso, por si acaso el asunto y por obra de otros se convertía en algo importante” pero muy pocos colaboraron y solamente unos cinco o seis acabaron centrando sus consultas particulares allí. Yo entre ellos manteniendo dos días por semana de consulta y en años posteriores según quise irme retirando, una por semana. La afluencia de pacientes fue también escasa si bien se mantuvo lo suficiente en todos los años para que el Instituto fuera autosuficiente.
Los más implicados nos reunimos más de una vez para intentar potenciar el servicio con fé en las expectativas con que lo habíamos creado. Nos decíamos que de existir tal posibilidad en Cataluña todos los profesores se habrían apuntado y a la larga incluso podría haber sido origen de un Hospital Privado dirigido totalmente por los profesores y al margen del Clínico gestionado ya por las distintas instancias oficiales de la Seguridad Social y que cada vez más se alejaban de los propósitos e ideas de los profesores. Como primer factor negativo nos pareció identificar al espíritu de independencia y escasa solidaridad castellana o universitaria, o el escaso espíritu emprendedor y financiero del castellano, o a la servidumbre connatural del Instituto de llevar unas clarísimas cuentas de cara a la Universidad y a Hacienda lo que seguramente no era habitual en las consultas privadas. O, en fin, no querían personas de supuesto prestigio mostrar a la luz publica de los compañeros que tal supuesto prestigio no redundaba en clientela alguna. A este respecto yo recordaba una anécdota que me refería mi padre respecto un médico especialista de Segovia. En aquel entonces no existían los impuestos directos por la renta si no que se cargaban sobre todo los productos. A los gremios profesionales, como los Colegios de Médicos el inspector de Hacienda local les demandaba un montante global cada año y el Colegio tenía la responsabilidad de repartir la carga entre sus diversos afiliados. Pues bien, refería mi padre que dicho medico siempre se prestaba a pagar una participación en el impuesto bien alta y que seguro que no le correspondía. La finalidad, por supuesto, era dar a entender a sus compañeros lo mucho que trabajaba y ganaba por lo que no tenía inconveniente en pagar más de lo que le correspondía.
A fin de cuentas es el público quien decide y discrimina, al menos en este mundo posmoderno y utilitarista. Con un cierto disgusto comprobamos que ser profesor universitario aparentemente no “tiraba de nadie” Algunas campañas de divulgación o anuncios surtieron poco efecto y además eran muy caras. Total que nadie en la ciudad conocía estas consultas que funcionaban cara al público como consultas privadas, y vimos a lo largo de los años cómo grupos, sociedades y otras estructuras de consultas, digamos mancomunadas, prosperaban, mientras que las de muchos médicos funcionarios de un tipo y de otro a consecuencia, de los impuestos, las tasas municipales por actividades económicas, y también por los salarios poco a poco dignos, y el aprecio popular por la calidad de vida, hicieron perder aliciente al trabajo de suyo tremendo que suponía continuar por las tardes atendiendo pacientes o operando después del ya gran trabajo del Hospital y así muchos fueron abandonando sus consultas privadas, que abrían cada vez con más frecuencia otros especialistas que no tenían puesto en la medicina pública. Se estaban operando en estos años 90 grandes cambios. A pesar de todo eran los cirujanos los que con frecuencia en pequeños pero eficaces hospitales privados, algunos de órdenes religiosas o de sociedades médicas, prosperaban. Los más inteligentes se especializaron en aquellas tareas que menos atendía la medicina pública; así todos vimos el auge y la escalada financiera de quienes se dedicaron a los abortos, por ejemplo. A mí sin embargo el Instituto para estos últimos años de mi trabajo profesional me resultó enormemente útil. No tenia que preocuparme ni de las citas y agenda. Ni de los pagos o cobros pues las entidades que me correspondían se transferían directamente a mi nómina. Así poco a poco y sin abandonar a nadie pude irme deshaciendo por así decir mi consulta que al final heredó mi hija.
A la Universidad en determinadas épocas, y según el espíritu e ideología del equipo rectoral no gustaba demasiado el ICIME y tuvimos algunas guerras sobre todo respecto la denominación de Instituto, pues el nuestro quedó desbordado por los varios y magníficos que fueron surgiendo después y que funcionaba en consorcio con el Hospital y Seguridad Social: Estoy pensando en el IOBA ( de oftalmología) o el Instituto de Cardiología cuyo primer director fue el Prof. Fernandez Avilés que precisamente cuando escribo estas líneas ha sido contratado por el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Así que a la postre y tal como pensamos quienes creamos y comenzamos a trabajar en el Instituto, poco a poco determinados aspectos de la medicina publica iban a ser privatizados, los sistemas universitarios de acceso – a los puestos hospitalarios – desbordados y la misma formación de los especialistas se desligaba casi totalmente o totalmente de la Universidad. Eran otros tiempos y nosotros pertenecíamos seguramente al pasado. Cuando en estos años leo por ejemplo que mis queridos y antiguos Hospitales Universitarios de Giessen y de Marburg y a petición en gran parte de los propios profesionales, va a ser privatizado y vendido a una fuerte sociedad de Asistencia Médica no dejo de pasmarme aunque a la vez refuerzan mi ideología básica de origen demócrata cristiano en cuanto a que la acción del Estado ha de ser meramente subsidiaria pero nunca monopolizadora.




[1] Eminente jurista y pensador alemán, bien conocido en España y esclarecedor de temas como la legitimidad, legalidad, estado de derecho, soberanía, dictadura, amigo y enemigo etc. en el proceso histórico de la cultura y civilización europea.
[2] El Principio antrópico “fuerte” postula que todo el universo, su estructura y constantes y especialmente la evolución de los seres vivos debe entenderse como esfuerzo finalista; es decir, con la finalidad de la aparición del hombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario